Si ponemos en contexto la
ley Bayh-Dole (1980), una ley que corresponde a la etapa más liberal –o dicho
con más precisión: neoliberal− de los EEUU, durante el gobierno de Ronald
Reagan (1981-1989), podríamos observar que en esa misma época se estaba presionando
por la total desregulación de la economía. ¿Qué se entiende por desregular?:
Liberalización económica es un término
de sentido muy amplio que por lo general hace referencia a un modelo económico
que se distingue por contar con un número reducido de regulaciones y
restricciones gubernamentales sobre la economía a cambio de una mayor
participación de los actores económicos privados; la doctrina se encuentra
relacionada con el liberalismo clásico. Por ello, la liberalización se refiere
a la "eliminación de controles", bajo la oferta de promover el
desarrollo económico.
A fines de los ’90 el
reconocido economista estadounidense Jeffrey Sachs[1]
(1954) afirmaba enfáticamente, como un epitafio a las políticas de la década de
los ochenta:
La era del Reaganismo se ha acabado. La
filosofía de la no-regulación e impuestos bajos ha roto la espina dorsal de nuestra
economía.
Esa misma filosofía respecto
del funcionamiento de la economía – los mercados – penetró en los ámbitos
universitarios. Sobre eso se sostiene los fundamentos de la Bayh-Dole. El
investigador Hinkes-Jones analiza esos argumentos:
Los defensores de la ley Bayh-Dole
sostuvieron que la perspectiva de ganar más dinero llevaría a la investigación
científica en las universidades a realizar más descubrimientos y estimularía al
sector privado a comercializar en mayor medida esos descubrimientos. No mucho
tiempo después de su promulgación ya empezaron a notarse los efectos
económicos: investigadores de la Universidad de Columbia solicitaron patentes
relativas al proceso de co-transformación del ADN, las llamadas patentes Axel,
que supondrían finalmente el ingreso de cientos de millones para la Universidad
en concepto de cánones de licencia. La patente Cohen-Boyer sobre el ADN
recombinante generaría unas ganancias de más de doscientos millones para la
Universidad de Stanford. A partir de la sentencia del Tribunal Supremo de 1980
en el caso Diamond contra Chakrabarty, que autorizó las patentes sobre material
biomédico, se desató el boom de la biotecnología. Las universidades se
apresuraron a instalar laboratorios de investigación avanzados con vistas a obtener
nuevos derechos de propiedad intelectual sobre programas informáticos de
secuenciación del ADN que pudieran patentarse y venderse al público.
El lenguaje utilizado por
nuestro investigador tiene el propósito de sacudir nuestra conciencia para que
nos preguntemos: ¿Están hablando de investigaciones científicas o de
inversiones financieras? La confusión ideológica que produce el cruce de
lenguajes no es casual: intenta arrastrarnos hacia la utilización de una lógica
de mercado: “ganar más dinero”, “comercializar en mayor medida esos
descubrimientos”, “ingreso de cientos de
millones para la Universidad”, “pudieran patentarse y venderse al público”,
etc. Esta contaminación de lenguajes y cruces de lógicas diferentes como:
“ganar dinero” vs “salud de la población” define con claridad el peso de la
ideología neoliberal para pensar un tema tan delicado como la salud de “todos”.
Continúa Hinkes-Jones:
Antes, los descubrimientos científicos
realizados por las universidades públicas solo podían cederse al sector privado mediante licencias no
exclusivas. Cualquier empresa privada podía desarrollar nuevos medicamentos y
nuevas invenciones sobre la base de los resultados de investigaciones pioneras.
Los defensores de la ley Bayh-Dole alegaron que este sistema desincentivaba la
innovación, pues si una empresa no tenía la exclusiva sobre una invención, poco
negocio iba a hacer desarrollándola. ¿Por qué molestarse en innovar si la
competencia podía hacer lo mismo, en detrimento del margen de beneficio
potencial? Las invenciones acabarían en la papelera. Sin embargo, lo que parece
una simple minucia legal en materia de propiedad intelectual constituye un
factor determinante del declive del sistema de investigación científica de las
universidades.
[1]
Economista estadounidense, estudió
en la Universidad de Harvard, donde obtuvo su Licenciatura, una Maestría y un Doctorado. Fue luego Profesor de Harvard.
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