La
ola ideológica que se derramó sobre el planeta, denominada neoliberalismo, no
es más que una cobertura con pretensiones filosóficas que intenta disimular la
codicia del gran capital. Retomemos la lectura de la investigación de Llewellyn
Hinkes-Jones. El predominio del lucro como objetivo excluyente de la
investigación médica alteró las reglas que predicaban que el logro de un
medicamento para ayudar a personas enfermas era recompensa suficiente. Por ello
dice:
El afán de lucro que
ha invadido el sistema de investigación científica actual ha hecho que este ya
casi no tenga nada que ver con el que rodeaba a Jonas Salk cuando descubrió el
remedio para la poliomielitis. En efecto, su descubrimiento, que ayudó a
millones de personas que sufrían esta enfermedad incapacitante, fue cedido
gratuitamente. Mientras Salk se preguntaba retóricamente si era aceptable
“patentar el sol” para hacer negocio, la carrera actual por patentar
descubrimientos se acerca rápidamente a esa proposición absurda. Aunque la
inversión en la enseñanza pública y el impulso del desarrollo de nuevas
tecnologías han de estar al servicio del bien público, la influencia del
capital privado tiene un efecto en gran medida corruptor.
En
los Estados Unidos, con el inicio de la era Reagan, la ola privatista avanzó
sobre diversas áreas de la actividad socio-económica. Toda posibilidad de ganar
dinero era apetecible para presionar por su privatización. Latinoamérica y, por
supuesto, nuestra Argentina no fue excluida de esas políticas. Los ochenta, y
con mayor intensidad los noventa, fueron transfiriendo a la esfera privada gran
parte de la actividad más importante. Una muestra más de ello nos la comenta
nuestro investigador:
Combinada con el
fuerte declive de la financiación estatal de la enseñanza, la ley Bayh-Dole ha
contribuido a privatizar el sistema universitario público. Al escasear los
fondos públicos, las universidades han pasado a depender cada vez más de la
inversión privada a base de subvenciones y donativos. Y ese dinero produce
efectos corrosivos en las academias. En ningún otro sector este conflicto de
intereses es tan evidente como en el farmacéutico y el biotecnológico. Ocurre a
menudo que profesores de esas especialidades reciben dinero por firmar
artículos de prensa escritos por empleados de empresas privadas, para
promocionar medicamentos y por desarrollar fármacos más en función de su
potencial de mercado que del bien público. A cambio de su colaboración ganan
enormes honorarios de asesoramiento y gozan de lucrativos contratos para hablar
en conferencias financiadas por la industria.
Para
conocer qué aportaba al negocio la ley Bayh-Dole recurro a una investigación
del Doctor Mario Cervantes, Economista de la División de Política Científica y Tecnológica del Directorado de
Ciencia, Tecnología e Industria de la Organización
para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) quien escribe lo
siguiente:
En 1980 se promulgó
en los Estados Unidos lo que todos convienen en considerar una ley que ha
sentado jurisprudencia a saber, la Ley Bayh-Dole, en cuya virtud, los
beneficiarios de fondos federales para actividades de Investigación y
Desarrollo tienen derecho a patentar invenciones y conceder licencias a
empresas. La finalidad primordial de esa ley era promover la explotación de los
resultados de las investigaciones financiadas por el Estado mediante la
transferencia de la titularidad de los mismos del Gobierno a las Universidades
y a otros contratistas a fin de que, a su vez, puedan conceder licencias sobre
los activos de Propiedad Intelectual (PI) a empresas. Aunque ya antes de
promulgarse la Ley Bayh-Dole se realizaban actividades de patentamiento en las
universidades estadounidenses, en modo alguno era algo sistemático. A finales
de los años 90, y siguiendo el ejemplo normativo de los Estados Unidos, muchos
otros países de la OCDE procedieron a reformar sus normativas de financiación
de investigaciones y/o legislación laboral de modo que las instituciones de
investigación pudieran presentar solicitudes, pasar a ser titulares y conceder
licencias sobre la P.I. generada a partir de fondos públicos para
investigación.
No hay comentarios:
Publicar un comentario