Las cosas que
han ido apareciendo en las notas anteriores nos coloca frente a un nuevo
problema, otro más: el que generan las prácticas comerciales de las
multinacionales. Son problemas que por momentos nos sorprenden porque nos
cuesta aceptar que no existan impedimentos de ninguna especie en el ámbito
empresarial de los grandes negocios. Muchas veces nos damos cuenta que nuestra
ingenuidad, aun apelando a la imaginación, denuncia nuestra debilidad frente a
la perversa creatividad de este tipo de empresas. Una película inglesa de hace
un tiempo atrás, El jardinero fiel (2005), denuncia en su trama las prácticas
que venimos leyendo basada en hechos reales que se produjeron en Kenia.
Asalta nuestra
mente una vieja afirmación: «la realidad supera a la ficción» que encaja a la
perfección en este caso. Parte de lo que denuncia el Dr. Ávila Vázquez aparece
como una demostración de lo que la trama de la película cuenta. Actualizado hoy
con la aparición pública del virus del Ébola que nos remite a la idea de que en
África se puede hacer cualquier cosa, puesto que quienes saquean ese continente
se preocupan muy poco por los efectos que traen apareados sus andanzas. Razón
demás para hacernos cargo de la denuncia de este médico:
Los costos de las investigaciones son crecientes,
los innumerables abusos cometidos contra los pacientes han ido generando
mecanismos de protección del público en los países centrales y, como
consecuencia de ello, se incrementa el desplazamiento de los ensayos hacia
países de desarrollo bajo o intermedio, donde se puedan encontrar médicos bien
formados que puedan cumplir con eficiencia los pasos instrumentales de los
protocolos, sobre todo cuando llegan a percibir como pago hasta U$S 12.000 por
cada paciente sometido a ensayos.
Una vez más el dinero sometiendo a la ética. Aguzando el oído se pude oír la
voz de Discepolín advirtiéndonos: «No hay ninguna verdad que se resista frente
a dos pesos moneda nacional», cuánto menos ante doce mil dólares. Todo ello nos
va preparando para aceptar lo siguiente:
La Red Latinoamericana de Ética y
Medicamentos[1]
(2007) confirma que el número de ensayos clínicos está aumentando
exponencialmente en nuestra región y que el incremento se debe entre otras
causas a la facilidad de reclutar pacientes sobre todo entre los grupos más
vulnerables, es decir entre los pobres. Los ensayos consisten, básicamente, en
probar en un grupo de pacientes una nueva droga y compararla contra una ya
conocida y de probados efectos o a veces contra placebo (nada); se busca
mejorar los efectos terapéuticos y disminuir los tóxicos; la mayoría de los
estudios tienen resultados negativos o no superiores a los preexistentes.
América Latina
responde a las exigencias de los laboratorios: tenemos pobres, médicos muy bien
formados y dispuestos a transgredir la ética profesional por dinero. Habiendo
cubierto estas exigencias nos dice:
Actualmente entre nosotros se llevan
adelante cientos de pruebas, sobre miles de pacientes, experimentando muy
diversas drogas como antidepresivos, antiepilépticos, anticoagulantes, drogas
neurológicas, inmunológicas, etc. (no hay para chagas ni dengue, porque no son
redituables). Los efectos perjudiciales a corto y largo plazo son desconocidos
y la prensa “científica” generalmente los esconde. Simultáneamente los costos
de cuidado de esos pacientes siguen a cargo de la Salud Pública o de la obra
social (si la tiene) del paciente reclutado para el ensayo.
[1] La Red
Latinoamericana de Ética y Medicamentos (RELEM) se creó en Abril 2007 y se ha
ido ampliando. Reúne a un grupo multidisciplinario de profesionales que
trabajan por mejorar la disponibilidad y el uso de los medicamentos en América
Latina desde la perspectiva de los derechos humanos y la ética. Entre los
miembros de la red se encuentran profesionales de la salud (farmacéuticos,
médicos, enfermeras), sociólogos, filósofos, especialistas en salud pública,
abogados, promotores de desarrollo comunitario y miembros de la comunidad que
participan en comités de bioética.
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