Veamos como
todos estos manejos se han dado en nuestro país. Para ello recurro a una nota
que escribió el neonatólogo y ex subsecretario de salud de la ciudad de
Córdoba, el Dr. Medardo Ávila Vázquez[1],
actualmente es Coordinador de la Red Universitaria de Ambiente y Salud –
Médicos de Pueblos Fumigados para la investigación de las consecuencias de las
fumigaciones tóxicas. En su publicación nos cuenta una historia que comienza en
la década pasada:
El embajador estadounidense James Check
(1993-1996) declaró al llegar a Buenos Aires que tenía dos grandes áreas de
negocios bilaterales para desarrollar en su gestión, una la introducción de
transgénicos, principalmente soja, en la producción agropecuaria argentina, y
la otra el desarrollo de los ensayos clínicos de nuevos fármacos para la gran
industria de laboratorios farmacéuticos. Después de más de 15 años todos
conocemos el crecimiento en la producción de transgénicos, sus
"ventajas" económicas y el perjuicio ambiental y sanitario que esta
producción acarrea.
El Doctor Ávila
Vázquez avanza en su denuncia:
Es menos conocido el crecimiento del
negocio de los ensayos clínicos. En 10 años éste pasó de utilizar 10.000 a
45.000 argentinos que "prestan", anualmente, su cuerpo a los
laboratorios para prueba de drogas. Un mercado que movió 50.000 millones de
dólares a nivel mundial, crecerá un 11% por año, al 2018. El gran desarrollo de
esta actividad ocurre junto a la instauración del paradigma de ciencia
neoliberal en EEUU. Con la modificación de la ley de patentes, fortalecen el
concepto de que los científicos no "descubren" la cura de una
enfermedad, sino que la "inventan", y por lo tanto ese descubrimiento
ya no integra el conocimiento general de la humanidad, sino que esa invención
es propiedad privada de una persona o grupo económico que financia la
investigación.
Nos volvemos a
encontrar con la invención de enfermedades. Se podría pensar que es una nueva
versión de una mutación que se fue dando en la producción capitalista. La
ciencia económica afirmó durante décadas que la producción de mercancías
respondía a la demanda del consumo. En consecuencia con este concepto aparece
la necesidad de estudiar las características de esa demanda: calidad, cantidad,
tipos, etc. Ello dio lugar a la aparición de una supuesta “ciencia nueva”: el
marketing. En la presentación, investigación y publicitación, colaboraron
especialistas de las ciencias sociales (psicólogos sociales, psicoanalistas,
antropólogos, sociólogos, etc.) cuya tarea apuntaba al conocimiento de las
conductas del hombre masa. Erich Fromm decía en la década del sesenta lo
siguiente:
La creciente complejidad de las empresas
y del capital, hacen que sea de la mayor importancia conocer por adelantado los
deseos del consumidor y no sólo conocerlos, sino también influir sobre ellos y
manejarlos. Las inversiones de capital en las gigantescas empresas modernas no
se hacen por presentimientos, sino después de un amplio manipuleo y una
investigación concienzuda del consumidor y de todo el mercado.
Es evidente que
los laboratorios entran en esa categoría «gigantescas empresas modernas» y se
mueven a nivel mundial con las mismas técnicas e instrumentos que las demás
empresas capitalistas. La particularidad de producir medicamentos o
instrumental médico las ha revestido de una aureola de “gente de ciencia” que
encubre que en realidad son “gente del capital” y, como tal, toda su actividad
tiene como objetivo fundamental: el mayor lucro posible por cualquier medio. Si
todavía esto puede sonar demasiado duro, es necesario modificar nuestro
imaginario y colocar estas empresas dentro del cuadro general del mercado capitalista. Así se pueden entender
mejor las cosas que venimos leyendo. Propongo seguir las palabras del Dr. Ávila
Vázquez para avanzar en este tema:
Los científicos y hasta las
universidades pasaron a tener participación económica directa en las empresas
biotecnológicas; la figura del investigador-empresario forma parte de la vida
normal de la comunidad científica universitaria, los más exitosos y
prestigiosos son los que tienen la mayor cantidad de patentes registradas,
dando forma a lo que se llamó Capitalismo Académico. Pero los laboratorios necesitan
rápidamente presentar nuevos y exclusivos productos, por lo que actualmente el
75% de las investigaciones son realizadas directamente por “organizaciones que
investigan por contrato” (CRO en inglés), que constituyen grupos privados
dedicados al reclutamiento de pacientes y desarrollo de pruebas en el marco de
los protocolos establecidos a nivel central. Estos CRO se han reproducido en
nuestro país, comenzando en Córdoba. El vínculo entre ciencia y mercado en el
área de salud se da en el marco del sistema de salud estadounidense sometido a
prácticas comerciales del mercado ultracapitalista, donde no existe un
subsector público capaz de priorizar y sostener la salud como valor social.
Recordemos las dificultades que enfrenta el presidente Obama para extender la
prestación de salud a los que están fuera del mercado.
[1]
Ensayos Clínicos y Ciencia
Neoliberal, 16-11-2009, publicado en la página de la Universidad de Santiago de
Compostela, España.
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