Empecemos por preguntarnos, para nuestra investigación, ¿qué son los medios
masivos de comunicación? Estos medios aparecieron como una aparatología (una
cantidad de artefactos técnicos) que potenciaron la emisión de mensajes en las
relaciones con las personas. Pero debemos reparar en que la comunicación humana
es, por supuesto, anterior a esa aparición. No sólo anterior, sino que forma
parte inescindible de la constitución de lo humano en cuanto tal. No hay sujeto
humano posible sin el establecimiento de una comunicación inter-intra-humana
que lo constituya. Esta cualidad esencial para la constitución de la persona,
coloca en un primer plano la condición necesaria de una sana y fraterna
relación social, para que ella adquiera la maduración personal necesaria,
como la psicología lo ha mostrado con toda claridad.
A partir del siglo XIX, esa comunicación se vio enriquecida y, al mismo tiempo, entorpecida por la
aparición de un nuevo tipo que posibilitaba convertir el receptor en un sujeto
colectivo. Debemos, entonces, caracterizar previamente esa comunicación
para introducirnos, con más elementos de juicio, al análisis del fenómeno en
que se convirtió tiempo después. Prestemos atención
a una diferenciación que señala el comunicador social venezolano, Antonio
Pasquali (1929), entre “comunicación” e “información”. Hoy necesitamos una
mayor claridad conceptual, porque atravesamos un tiempo de fuerte presencia de
los llamados “medios de comunicación de masas”. Éstos se caracterizan por una
comunicación unilateral y sin posibilidad de respuesta.
A esta forma de la comunicación este autor prefiere darle el nombre de “información” y reserva el término “comunicación” para aquella relación
dialógica, en la que ambos términos del proceso comunicativo se alternan en su
papel de emisor y receptor. Por otra parte, en la comunicación humana, los
artefactos que intervienen, deben cumplir un papel lo más neutro posible y no
interferir en los contenidos del mensaje, aunque esa interferencia sea
meramente técnica. Es evidente que la irrupción de los multimedia, la
articulación entre la radio, el televisor, la computadora y el teléfono, ha
alterado y desequilibrado este juego de las comunicaciones. Para algunos
autores, la aparición de los multimedia puede parangonarse con el invento de la
imprenta por el alemán Johannes Gutenberg (1398–1468).
Cuando a los medios de comunicación se les agrega la caracterización “de
masas”, se está definiendo, con toda claridad, su carácter de no estrictamente
“comunicativo”, sino “informativo”. Hay un emisor que se dirige al fenómeno de
la “sociedad de masas”. Este concepto alude a la despersonalización del sujeto
humano de la sociedad industrial, que lo ha convertido en un receptor, más o
menos pasivo, de mensajes preparados para ser recibidos por ese “ser
colectivizado”. Podemos acercarnos a algunas definiciones propuestas para definir el proceso de la
comunicación.
Así, nos encontramos con una definición bastante clásica como la de los
investigadores Hovland, C. I., Janis, I. L. y Kelly, H.H., de la Universidad de
Yale: «Comunicación es el proceso por el cual un individuo (el comunicador)
transmite estímulos (generalmente verbales), a fin de modificar el
comportamiento de otros individuos (la audiencia)». Para Staats, A.W. y Staats,
C. K.: «En términos bastantes generales, la comunicación puede ser considerada
como lenguaje, escrito u oral, emitido por un individuo, que resulta del
establecimiento de nuevos mecanismos estímulo-respuesta en otro individuo, en
el condicionamiento de mecanismos estímulo-respuesta que fueron previamente
adquiridos».
Este tipo de definiciones, provenientes por lo general de la escuela
estadounidense, tienden a ver la comunicación como un proceso de “ida”, que
coloca el acento en el emisor. Se debe a que estos investigadores de los medios
de comunicación extraen su experiencia de los medios masivos y de la
publicidad. Por lo tanto, los intentos no expresados, respecto del receptor,
están muy cerca de un concepto, que en aquel país ha sido muy estudiado: la “persuasión”. Gran parte de la
investigación sobre medios masivos se ha concentrado en el mensaje y ha
prestado muy poca atención al emisor y al receptor. La eficiencia del proceso
comunicativo está en función de los logros obtenidos en ese intento por la vía
del contenido del mensaje.
Por ello, como reacción a ese modo característico de la concepción
norteamericana, pretendidamente neutra, de pensar las comunicaciones, han
salido de América Latina definiciones que intentan desnudar los mecanismos de
este proceso. Encontramos, por ejemplo, a Luis Ramiro Beltrán, que dice: «La
comunicación es el proceso de interacción social democrática que se basa en el
intercambio de símbolos por los cuales los seres humanos comparten
voluntariamente sus experiencias bajo condiciones de acceso libre e
igualitario, diálogo y participación». Es evidente que estamos lejos de ello.
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