Hace unos diez años, en oportunidad de presentar la
candidatura del juez Baltasar Garzón[1] (1955)
para el Premio Nobel de la Paz,
Ernesto Sábato leyó unas palabras, importantes para recordar. Si bien, a mi
juicio, tienen ese tono ético, tan propio de él —por lo que, de modo distinto
del que hemos leído, se ubica en el plano del “deber ser”—, no por ello pierden
el valor de ser útiles para contraponer otro modelo de información pública de
masas, tan necesaria en esta etapa. Sus palabras, por momentos, adquieren un
tono muy crítico, son un llamado para el ejercicio de un periodismo
responsable:
El hombre de este tiempo vive delante de lo que acontece en el mundo
entero. Y lo hace a través de la mirada de los periodistas; ellos son los
testigos, quienes nos narran los acontecimientos. De ellos depende el cariz con
que interpretamos los hechos, el partido que asumamos frente a lo que nos pasa
como humanidad. El periodista habrá de deponer su propia visión de las cosas
para abrirse a lo que sucede, comprendiendo que son sus ojos y sus palabras las
que llevarán a los demás hombres la realidad de la que son parte. El periodista
es así testigo, mediador e intérprete. La suya es una tarea de suprema
responsabilidad. A lo largo de los años en que fue gestándose mi obra
ensayística y literaria, yo mismo he colaborado con los diarios de mi país y
con importantes medios gráficos de todo el mundo.
El escritor habla de su experiencia periodística y
de las razones que lo llevaron a expresarse a través de la prensa:
Puede parecer contradictorio que un hombre habituado al silencio y la
demora que requiere el ensayo y la literatura, sienta la necesidad, a su vez,
de expresarse a través de esa palabra inmediata, del instante, que caracteriza
a la escritura periodística. Así también lo ha hecho Ortega, y otros genios, y
el propio Gandhi que, desde las columnas de un humilde y precario periódico
alentó su revolución espiritual, el verdadero despertar del alma de su pueblo
sometido. Sucede que, ante determinados acontecimientos, todo intelectual
auténtico debe postergar su obra personal en favor de la obra común, poniendo
su voz al servicio de los hombres, para ayudarlos a construir una nueva fe, una
débil pero genuina esperanza. Entonces, en el vertiginoso suceder de los
acontecimientos, la palabra que surge en respuesta logra evadir su destino
fugaz y perecedero.
Ya creo haberme referido a la calidad de la
participación de notables pensadores que aportaban su palabra docente, como
guía de un pueblo necesitado de la palabra de los grandes maestros. Al
referirse a su experiencia, transmite un modo de comunicar responsablemente en
momentos en que es necesario ver con más claridad:
En este sentido, quienes trabajamos con la palabra, escritores,
filósofos, periodistas, pensadores, y quienes a través de sus imágenes hacen
oír el clamor de tantas voces silenciadas, todos nosotros, digo, más que una
función pedagógica, tenemos un deber ético con las sociedades. Debemos
restaurar el sentido de las grandes palabras deterioradas por aquellos que
intentan imponer un discurso único e irrevocable.
La palabra de quien es poseedor de una mirada más
profunda, que escarbe por debajo de la superficie de la realidad, es
imprescindible, en ciertos momentos, puesto que brotan desde la autoridad de
quien las pronuncia, autoridad bastante escasa hoy.
El periodismo es un formador de opinión pública que
da un sentido crítico frente a los hechos de la vida. Hoy, el periodismo debe
reconciliarse con sus mejores señas de identidad históricas por donde respire
la libertad de opinión y la capacidad imaginativa de sus intelectuales. La
prensa en estos últimos años ha adquirido una notable expansión social y
política, jerarquizada por su labor en las áreas de investigación y cultura.
Quienes tienen en su poder el funcionamiento de los grandes medios, han de
permanentemente tomar conciencia de la gran transformación a la que pueden
contribuir. Capacitados, como están, para intervenir en las graves necesidades
a las que estos tiempos nos está enfrentando.
Advierte que el poder informático puede ser
utilizado bien o mal y respecto de ello llama la atención:
Por la magnitud de su alcance, este poder es a
veces utilizado por quienes pretenden perpetuar la hegemonía de un modelo
único, sin alternativa. Imponiéndonos el yugo de una obscena globalización que
justifica el sufrimiento de millones de hombres y mujeres, a la vez que nos
relegan en una sensación de impotencia perpetua e inevitable. La sociedad está
a tal punto golpeada por la injusticia y el dolor; su espíritu ha sido corroído
tan a menudo por la impunidad, que se vuelve casi imposible la transmisión de
valores a las nuevas generaciones. Sin embargo, la enorme posibilidad de
modificar el aciago rumbo que venimos llevando se halla presente en el alcance
ilimitado que los medios de comunicación poseen sobre la formación de
conciencia de niños, hombres y mujeres.
Las palabras precedentes son un importante aporte
al tema tratado en estas notas
[1] Jurista español que ha ejercido, entre otros cargos, el de
asesor del Tribunal Penal Internacional de La Haya y el de director de la
defensa jurídica del fundador de Wikileaks, Julian Assange.
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