En Valencia,
España, el periodista Javier Ortiz (1948-2009) pronunció una conferencia
titulada ¿Qué es eso del pensamiento único? y comenzó con esta afirmación:
No
llevo ya la cuenta de las veces que he pronunciado esta conferencia en los
últimos seis o siete años. Pero nunca ha sido exactamente la misma. A medida
que ha ido transcurriendo el tiempo, me he visto obligado a corregirla para
pintar la realidad con tintes más y más oscuros.
Sus palabras comunican con mucha claridad cómo veía percibía lo
que estaba sucediendo con el problema de los medios informativos, mientras
avanzaba, como una peste que se extendía cada vez más, esa ola oscura que otro
periodista, Ignacio Ramonet, Director de Le
Monde Diplomatique y docente de la Universidad La Sorbona de París, había
denominado “El pensamiento único”.
Javier Ortiz
había padecido la persecución franquista, pero nunca abandonó su modo de
pensar, que expresó en diversos medios de su país. Refiriéndose a ese concepto,
dijo:
Algunos
damos ese nombre a la ideología del neoliberalismo económico. Una ideología que
defiende no ya la supremacía de la propiedad privada, sino su superioridad
moral; que es hostil por principio a la intervención del Estado y a la
regulación de las relaciones sociales y que ve con entusiasmo y patrocina el
actual proceso de globalización de la economía, de la que este concepto
participa. Aunque sus consecuencias principales se expresen en los planos
económico y social, el pensamiento único no sólo tiene recetas económicas: es
toda una concepción del mundo, que entroniza el individualismo más exacerbado y
recela de cualquier planteamiento colectivo.
Su mayor
esfuerzo estuvo encaminado a intentar poner en claro este mensaje, para evitar
la expansión de un modo de pensar que se filtra
subrepticiamente en la conciencia colectiva, que anula en gran parte la posibilidad
de mirar críticamente la realidad global y sus consecuencias. Su experiencia en
el periodismo le permitió advertir cómo se introducía en los medios de
comunicación lo que estaba denunciando: «El pensamiento único es una ideología,
un modo de ver la realidad política, económica y social, pero se niega a
presentarse como tal. Aquellos que lo sustentan no creen que el suyo sea un
modo de ver el mundo, sino el único modo sensato de verlo. Para ellos, quien no
considera la realidad a su manera es, sencillamente, o un idiota o un
insensato, si es que no un embaucador».
Si antes dije
“subrepticiamente” es porque se encuentra allí el mayor peligro que encierra.
Se presenta como la verdadera manera de reflejar “la realidad” y no admite que
haya otro modo aceptable de hacerlo; por ello subraya con firmeza cómo ven a
los que simplemente difieren en su modo de pensar. Continúa:
Los
medios de comunicación están, prácticamente en su totalidad y a escala
internacional, dominados por el pensamiento único. Lo cual no quiere decir que
sean clónicos, hay diferencias que los separan, en buena medida determinadas
por sus diversos planteamientos empresariales. A lo que me refiero es a que su
ideología de fondo ha alcanzado un grado de homogeneidad desconocido en el
pasado. Una homogeneidad apenas separada no ya por intereses de clase
contradictorios, sino incluso por intereses nacionales en conflicto. Pero, para
llegar a la situación actual, ha sido necesario recorrer un largo camino. Para
llegar a lo superlativo, ha habido que pasar previamente por lo grande.
En otro
trabajo, (www.ricardovicentelopez.com.ar),
me he detenido a analizar este tipo de liberalismo que encarna el pensamiento
único, cuyo origen debe ubicarse en los comienzos de la década de los setenta,
pero adquiere su fuerza mayor una década después. Su capacidad para
introducirse en diferentes dimensiones de la vida social se debió, sin duda, al
proceso de concentración de los medios en pocas manos internacionales. La
propiedad que se concentró en formas empresariales internacionales posibilitó
el despliegue de una importante campaña publicitaria con la que se logró ganar
esa patente de “verdad indubitable”. Esa campaña no perdonó los ámbitos
universitarios del Primer Mundo, a partir de los cuales adquirió “valor
científico”. Esta simultaneidad de su difusión fortaleció el propósito de
manipular la conciencia colectiva, ganando así una batalla cultural que se
mantiene en gran parte.
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