Marcelo
Koenig, profesor de Historia Política Argentina y Teoría del Estado, en la
Facultad de Derecho en la Universidad de Buenos Aires (UBA) desnuda en su
artículo Viva la crispación las
reacciones de ciertos sectores que se asustan (o hacen como que se asustan)
ante la presencia de tantos jóvenes en las calles:
Los plumíferos a sueldo de los
monopolios se horrorizan por una juventud que le pone alas a sus sueños. Son
los mismos que añoran que todo se tiña de gris. Son las viudas del “diálogo” de
los ’90. Tiempos en que no había crispación. Porque el pensamiento único no
daba para polarizaciones. Se expandía como una mancha de combustible en el mar,
anegando conciencias, matando toda la vida que encontraba a su paso. Ese es el
consenso que predican: el consenso de la resignación.
Si
prestamos atención a los editoriales de los grandes medios, a la opinión de
políticos que, aunque muchos lo nieguen, debemos ubicarlos en el espacio de la derecha liberal o de la
derecha sin más, el denominador común es el desprecio, la calumnia, el miedo,
el rechazo, ante la aparición de las juventudes que encarnan la misión de
cuestionar el orden injusto dominante. Esto se repite en toda la América
Latina, con sus debidas particularidades. Se han desparramado, por el espacio público,
manifestaciones y descalificaciones de un calibre desproporcionado hasta llegar
a la comparación con las juventudes hitlerianas. Lo grosero, lo burdo, de este
tipo de afirmaciones hace pensar que hay una perversa combinación de malicia e
ignorancia al servicio de los peores intereses de los privilegiados. Las
comparaciones históricas utilizadas no resisten el análisis de un estudiante
secundario.
Algo
que debe subrayarse —y esto demuestra las carencias morales, políticas,
intelectuales en general— de parte de los portadores de esas expresiones es que
pertenecen a espacios políticos dentro de los cuales se verifica una carencia
de jóvenes que se aproximen a ellos. En América Latina, a diferencia de los
países centrales en los cuales las protestas no adquieren verdaderas
formulaciones políticas, los jóvenes se agrupan en un sector del espectro
político comprendido entre el centro-izquierda y la izquierda. Esto manifiesta
una elaboración de la problemática social que apunta a las causas más profundas
del sistema sociopolítico, donde pueden encontrarse las causas de los males de
hoy.
Volviendo
la mirada hacia el centro del mundo nos encontramos con un análisis riguroso y
detallado que encierra una muy grave denuncia. El doctor Bruce E. Levine[1],
estadounidense, considerado un crítico de la psicología clásica, lleva su
pensamiento mucho más allá del diagnóstico patológico, como es habitual en las
tendencias actuales en la psicoterapia y la psiquiatría. Profundiza y extiende
sus consideraciones para abarcar los espacios sociales, políticos, culturales e
institucionales. Publicó recientemente un interesante estudio en www.sinpemiso.info (06/07/14), cuyo
título nos obliga a leerlo completo[2]: Ocho razones por las que la juventud
norteamericana no responde. Cómo se ha aplastado la resistencia juvenil en los
Estados Unidos. Su análisis sostiene lo siguiente que, me parece, válido
para entender una parte importante del mundo global, con el respeto por las
diversas particularidades:
Tradicionalmente, la
juventud ha impulsado los movimientos democráticos. En Estados Unidos, uno de
los golpes maestros de la élite gobernante ha sido la creación de las
instituciones sociales que han subordinado a la juventud estadounidense,
quebrando su espíritu de resistencia a la dominación. La juventud
estadounidense parece haber aceptado —incluso en mayor medida que los adultos—
la idea de que la corporocracia (el gobierno de las corporaciones) puede
arruinar sus vidas por completo pero que no se puede hacer nada al respecto.
[1] Ejerce como profesional desde
hace tres décadas, y forma parte del consejo asesor de la International Society
for Ethical Psychology and Psychiatry (ISEPP).
[2]
Puede consultarse en mi página www.ricardovicentelopez.com.ar
.
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