Para
fundamentar su posición, incorpora el siguiente caso, al que considera un
emergente de esa crisis:
Las escuelas educan en
el conformismo y no en la Democracia. Cuando recogía el premio a Profesor del
Año en Nueva York, el 31 de enero de 1990, John Taylor Gatto molestó a muchos
asistentes a la ceremonia al afirmar: "La verdad es que en realidad las
escuelas no enseñan nada más que a obedecer órdenes. Para mí es un gran
misterio debido a las miles de personas solidarias que trabajan en las escuelas
como maestros, ayudantes y administradores, pero la lógica abstracta de la
institución anula sus contribuciones individuales".
Como contracara de esa juventud estadounidense,
encontramos la experiencia del doctor en Economía y magister en Filosofía, Rémy
Herrera, investigador del prestigioso Centro Nacional
de Investigación Científica (CNRS) y profesor de la Universidad de París I
Panthéon-Sorbonne, Francia. Invitado a exponer en el Primer Foro Social de las
Américas (Quito, 25-7-2004), en su informe sostuvo como prueba de una grata
sorpresa:
Durante estos días del Foro Social, lo más impresionante fue la presencia
masiva de jóvenes, ecuatorianos por supuesto, pero también colombianos, peruanos,
venezolanos, brasileños… Su conciencia de los peligros que el neoliberalismo
guerrero de los Estados Unidos hace pesar sobre la humanidad entera, su
espíritu de fraternidad internacionalista, su compromiso militante generoso y
resuelto… fueron lecciones de esperanza para nosotros todos. Esta magnífica
movilización de la juventud nos impide de ser pesimistas. Pues si la juventud
latinoamericana es a la imagen de lo que hemos visto en Suramérica, entusiasta,
solidaria, combativa, podemos realmente creer no solamente que un mundo mejor
es posible, sino que está construyéndose, gracias a nuestras luchas comunes.
Esos
jóvenes que llamaron la atención del profesor de la Sorbona, de París, estaban
unidos por grandes ideales comunes, por su profundo análisis de la problemática
social, por su capacidad de construir nuevas organizaciones para dar cabida a
toda esa energía y permitir articular las diversas propuestas hacia un camino
común de liberación:
Un
punto de convergencia parece ser la toma de conciencia de la necesidad de
articular nuevos proyectos sociales a la escala nacional, regional y mundial.
Suprimir la miseria, el desempleo y la explotación, reducir lo más rápido que
sea posible las desigualdades sociales, instaurar sistemas públicos
voluntaristas de salud, de educación, de infraestructura, de pensionados…
asegurar una distribución igualitaria de los productos de base, abolir las
discriminaciones raciales y sexistas, implementar reformas agrarias, permitir
la reapropiación por el Estado de los medios de producción estratégicos para el
desarrollo del país y de los recursos naturales de la nación… participan
juntos, sin duda, de las medidas a tomar al nivel nacional. Pero la reflexión
tendrá también que poner en cuenta la definición de un nuevo orden político
mundial, lo que pasa por la redistribución internacional de los recursos y la
creación de un fisco mundial, la negociación del acceso a los mercados y a los
sistemas monetarios y financieros, la reducción drástica de la deuda exterior
del Sur y –¿cómo no pensar en eso seriamente?– que levanta sistemáticamente el
entusiasmo del público, especialmente de las jóvenes generaciones.
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