Este
estado de excepcionalidad en que se encuentra inmersa la juventud del sur de
nuestro continente es descrito por la La Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales
(FLACSO) en un trabajo publicado en su página, titulado Jóvenes, Educación y Trabajo: Nuevas Tendencias y Desafíos. En él
se subrayan las líneas de cambio de estas últimas décadas:
Los últimos treinta años fueron
el escenario de importantes cambios. Las transformaciones sucedieron en
diversos ámbitos de la vida social e individual. Los jóvenes fueron uno de los
grupos sociales más influidos por dichas transformaciones. Crecieron en un
ambiente marcado por el cambio tecnológico, las comunicaciones, la
globalización, los procesos de individuación, y la mayor desigualdad social. En
el caso específico de nuestros países, crecieron en un contexto signado por
fuertes crisis económicas y sociales. Su subjetividad se fue formando en la era
del capitalismo informacional, desigual y post-moderno. Las transformaciones de
los últimos treinta años modificaron también el significado, en términos
sociales, del período vital denominado “juventud”.
Sin embargo, no debemos olvidar la existencia de
otros sectores de juventud que se encuentran marginalizados y reclaman la
cooperación de aquellas otras juventudes. El doctor Bernardo Kliksberg[1]
denuncia ese estado de cosas:
La OIT los llama en un riguroso
informe reciente "la generación perdida". Se refiere a los jóvenes
que han abandonado la búsqueda de trabajo porque no ven posibilidad alguna de
encontrarlo en un mundo en donde la juventud ha sido duramente afectada por la
crisis económica generada según Obama por la falta de políticas reguladoras y
la "codicia desenfrenada" de grandes operadores financieros.
Un fenómeno social masivo como el fútbol, que muchas veces ha atraído la
atención de los grandes medios concentrados, solazados al mostrar y comentar
algunas miserias, fechorías, actos delincuenciales que ciertas minorías llevan
a cabo, también ha podido dar un hermoso ejemplo de juventud. Una mirada aguda, atenta, con autoridad intelectual, la
de Juan Sasturain,
nos ofrece un modo opuesto de pensar, con más profundidad, más respeto y admiración de lo que circula habitualmente.
Se detiene para llamar nuestra atención sobre un aspecto del acontecimiento
mundialista —que tiene a jóvenes por
actores privilegiados, en este caso,
deportistas— que puede servir de modelo y ejemplo de lo poco que se muestra de
la juventud de hoy.
En
el artículo Elogio irrestricto de Javier
Mascherano, publicado el 14-7-14, toma como modelo y ejemplo a un jugador
que, merecidamente ha recibido muchos elogios, pero que representa, más allá de
su persona, un tipo de joven argentino casi perdido en los noventa:
Pocas veces nos ha
tocado asistir, en nuestra experiencia de espectadores, a una demostración tan
plena y conmovedora de entereza física y espiritual, solidaridad, entrega
personal y aptitud y actitud futboleras como la que nos regaló Javier
Mascherano durante los partidos definitorios de este Mundial. Ha sido una
actuación ejemplar. Sobre todo porque esa muestra de su jerarquía como jugador
y –animémonos– de su calidad como persona, se manifestaron en el lugar y en las
circunstancias precisas que lo requerían, y del modo, de la manera, que fueran
más eficaces para el conjunto. Mascherano estuvo donde y cuando debía estar a
la altura de lo que se esperaba e incluso más, pero sobre todo estuvo buscando
y encontrando lo que él mismo necesitaba dar de sí para sentirse satisfecho
ante el desafío. En ese sentido, entonces, la suya ha sido también una
verdadera lección moral.
[1] Es Lic. en Administración y
Contador Público, Lic. en Sociología, doctor en Administración, doctor en Ciencias
Económicas, profesor, escritor, consultor y asesor argentino, sobre temas
organizacionales y administrativos, sociales y económicos.
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