Continúo con la publicación de la nota de Washington
Uranga cuya primera parte puede leer en este mismo blog:
Valga
decir que quien escribe estas líneas está lejos de afirmar que no existen
errores en la gestión de gobierno. Los hay. Muchos están a la vista y es
importante señalarlos. Para que rectifique el mismo gobierno o para encontrar
alternativas. Pero la mentira reiterada como recurso constante no sólo es un
atentado contra la ética, sino que es un método de operación política instalado
en los medios en la Argentina. Lo que enfrentamos no es una crisis en el
sentido que se la quiere mostrar, sino la manifestación clara de un
enfrentamiento por el poder y la avanzada de grupos muy poderosos que quieren
recuperar influencias perdidas, hacer toma de ganancias y recomponer el nivel
de lucro que tuvieron antes y que se ha visto apenas recortado por la gestión
de los últimos gobiernos. Ya no son los militares las caras visibles de estas
operaciones. Tampoco los partidos políticos de manera institucional (por más
que ciertos personajes se presten al juego y se dejen utilizar a cambio de
ganar algún titular). Son los medios de comunicación.
Pero
no se trata apenas de mentiras aisladas. Es un método que intenta condicionar
al gobierno actual, debilitarlo y, si es posible, doblegarlo. Pero deberían
estar atentos también los opositores que hoy creen ganar terreno sumándose al
discurso terrorífico. Porque quienes hoy les abren las pantallas y los
titulares de los medios son los mismos poderes que desde ahora intentan
condicionar y disciplinar a futuros gobiernos dejando en claro quién manda en
la Argentina, para que no se repitan situaciones como las vividas. Para tenerlo
en cuenta.
Caen
en la misma trampa discursiva quienes, desde el oficialismo o desde posiciones
cercanas, también apelan al lenguaje del terror para no admitir errores ni
explicar de manera suficiente, política y técnicamente, los cambios de rumbo.
No se puede subestimar la madurez política y la capacidad de discernimiento de
la ciudadanía.
La
obsesión y la necesidad de la oposición mediática por mantener el relato de la
crisis son tan grandes que aun la desmentida más rotunda de los protagonistas
se califica de “supuesto”, sosteniendo además que “podría haber un cambio de
fecha y de formato del encuentro, una suspensión o un intento de bajarle el
voltaje político” a una reunión que nunca existió. Otros, desde el mismo frente
de medios opositores, se ven obligados a desmentir la información, pero
aprovechan, aun reconociendo la evidente mentira mediática, para afirmar que es
“Cristina (quien) no está dispuesta a abrirse al diálogo” y que el poder se le
escurre dado “que encabeza un gobierno débil y en retirada”.
Se trata de nunca renunciar
al relato de la crisis. No importa si se apoya o no en la verdad de los hechos.
Hay muchos capítulos para revisar en los códigos de ética periodística, pero
mucho más para escribir acerca del papel que juegan los medios de comunicación
en la política actual, actuando como voceros de poderes que casi nunca dan la
cara. ¡Ah! Equivocarse no es grave. Basta con rectificarse y pedir disculpas.
Insistir en el error denota falta de honestidad.
Si un “botón de
muestra” alcanza, en realidad estamos frene a una botonería completa en calidad
y diversidad de botones. Y no es Argentina el único escenario de esta muestra,
la serie de notas anteriores hablan claro de un proyecto global[1].
[1] Puede consultarse en la página www.ricardovicentelopez.com.ar
mi trabajo Qué se oculta debajo de ciertos
debates.
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