De modo tal que se nos presenta, como imperiosamente necesario,
detenernos a reflexionar sobre estos hechos. Porque estas lentas
transformaciones, con diversos matices e intensidades, no son privativas de
este país del norte. La conducta de la comunidad europea frente a los
atropellos atroces contra pueblos prácticamente indefensos, cubiertos por una
vergonzosa cadena de mentiras, ha demostrado no tener el más mínimo reparo en su afán de participar, por lo
menos, en una parte del botín conquistado en esos países. Nos muestra que es la
contracara de ese mismo proceso. El "capitalismo salvaje", según la
expresión de Juan Pablo II, desbocado en su carrera por la sed insaciable de
dinero que no se detiene en considerar costos humanos. Y esto parece ser una
política compartida por todos los países centrales. Las denuncias del papa
Francisco hechas desde Lampedusa ante los repetidos dramas humanos representan
una línea sin solución de continuidad.
Podemos ver los resultados del
proceso de instalación de una "democracia" en el informe que sobre
Afganistán ofrece Amnistía Internacional. En él manifiesta su preocupación por:
El aumento del problema de la
seguridad, la mayor pobreza a niveles de miseria y el incremento del
narcotráfico a partir del 2003. La ayuda adecuada que se prometió no ha
llegado, además los países ricos como EE.UU., Inglaterra, Australia, no actúan
en la medida que debieran hacerlo y por otro lado dejan con absoluta libertad
el regreso de refugiados y desplazados, cuando deberían vigilar para que esos
movimientos se hagan con sentido humanitario y evitar las graves consecuencias
de que gran cantidad de personas vuelvan a lugares que no le ofrecen vías de
subsistencia.
En relación al narcotráfico:
Afganistán vuelve a ser el principal
suministrador de opio a nivel mundial. Algunos funcionarios de Naciones Unidas
sostienen que, este aumento del tráfico de opio, se debe a la hecatombe de
falta de aplicación de la ley que hubo durante 2001, pero en los preparativos
para la invasión de EE.UU. a Afganistán se hablaba del apoyo de los proveedores
de opio a EE.UU. a cambio de dejar liberada la zona para sus negocios. Algunos
datos reafirman esa hipótesis de mutuo acuerdo entre proveedores de opio y el gobierno
de EE.UU. Antes de la invasión los talibanes prohibieron el cultivo de
amapolas, desde donde se extrae el opio. Esa decisión produjo la reducción de
una producción anual de 185 toneladas pero luego de la liberación por el
ejército de EE.UU. la producción de 2002 aumentó a 3.400 toneladas.
El periodista Pierre Jourdan, director de la televisión francesa, informa
desde París que los datos que suministró Amnistía Internacional, coinciden con
los que ofrecen otros organismos internacionales, como es el caso de Naciones
Unidas. El tráfico de drogas es una de las facetas del movimiento de capitales
que gira por el mundo, amparado por “paraísos fiscales”; los “fondos buitres”
son parte de otro modo de los mismos mecanismos internacionales.
Nuestro país y nuestra América, bajo la presión de una deuda externa,
cuya legitimidad esconde mucha corrupción en su historia, se encuentra en la
necesidad de dialogar con esos países y con las organizaciones de crédito que
están a su servicio. La refinanciación de esa deuda se paga con hambre y
mortalidad infantil, de eso ya no quedan dudas. La necesidad de esa refinanciación
es un perverso instrumento de sometimiento a sus intereses.
Si bien este diagnóstico del mundo globalizado puede generar mucho
pesimismo, no debe ser un obstáculo para seguir pensando con mayor profundidad las
particularidades de la etapa que nos toca atravesar para ir perfilando un mundo
más equitativo. Ello sólo será posible si nos proponemos recuperar los valores
del humanismo; el respeto a las instituciones que han costado mucha lucha
construir; recuperar la vigencia de los derechos democráticos auténticos; no
aceptar que todo sea nada más que meros enunciados. La condición necesaria para
todo ello es no de develar las verdades que nos ocultan y las mentiras que nos
ofrecen aquellos que nos amonestan desde las tribunas de una moral hipócrita.
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