lunes, 13 de agosto de 2007

Tengo un pecado nuevo que no debo estrenar contigo

Nuestros abuelos y bisabuelos (y tátara… y choznos, etc.) vivían en un mundo en el que el tiempo transcurría muy lentamente. Por ello, los cambios sociales se iban preparando paulatinamente, se producía en la generación siguiente cuando la gente ya estaba avisada de que algo se venía y lo iba adoptando de a poco. Pero llegó el siglo XX, cambalache, y todo se disparó. Es cierto que el siglo anterior venía avisando que se producirían modificaciones sociales pero, aquí en la periferia, nosotros los vimos sentados en la tribuna del mundo. Esas cosas les pasaban “a ellos”, gente muy distinta a nosotros.
Se produjeron dos guerras y ya no fue tan fácil quedarse sentado mirando. Una inmigración que escapaba de aquel infierno fue llegando a nuestras tierras y el relato de aquellos dramas nos metió en medio de la turbulencia del mundo. Paralelamente, el tiempo fue tomando una velocidad mayor. En los cincuenta y los sesenta comenzamos a bailar al compás de una música que nos parecía un poco loca (al lado de la que llegó después eran canciones de cuna).
Comenzando los ochenta sentimos que nos metían con patas y todo en medio de la debacle financiera mundial. Un cowboy se subió al caballo de la Casa Blanca, sacó su Colt 38 y comenzó a disparar por el mundo (claro, después vino otro tejano y disparó con calibres superiores, pero es otra historia). Finalmente, llegamos a los noventa, meta pizza y champaña, vedettes en la Casa Rosada, valijas con no se sabe qué (o mejor es no saberlo) entraban y salían de esa casa y del país. Hasta que las tablas de multiplicar saltaron por los aires y resultó que 1 x 1 no era 1, sino tres o cuatro, o… qué se yo.
Por suerte, ahora estamos en el siglo XXI y todo eso quedó atrás. Hemos entrado en otro mundo, llegó la hora de “cumplir con los deberes”, porque el siglo de los derechos ya fue superado, según dijo el nuevo jefe. No hay dudas de que el asesoramiento del ex-ingeniero dio sus frutos. Pero sospecho que la prédica de este apóstol de “los deberes” no se circunscribe al ámbito interno, ya se convirtió en asesor internacional, cono resonancias inesperadas. Vean de qué me enteré.
Días atrás el Diario La Stampa de Milán comenta una novedad vaticana. Ya el título de la noticia me dejó perplejo: Benedicto XVI convierte en pecado los adelantamientos con el coche. Y comenta: “La Iglesia católica pone nuevas trabas para que sus feligreses alcancen el paraíso. Hoy ya no se trata del preservativo ni del aborto, aún en caso de que ponga en peligro la vida de uno de los dos o de ambos. Esta vez hace uso de su capacidad como agente civilizador y se encarga de la educación vial. Adelantarse con el coche se convierte en pecado. Nada indican si poniendo o no en riesgo las condiciones de seguridad de los demás automóviles. Los vehículos, amonesta la Santa Sede, «más que servir a un uso prudente y ético para la convivencia o la solidaridad y al servicio de los demás», son habitualmente un instrumento de «abuso»”.
Qué se puede agregar. Está todo dicho.

miércoles, 1 de agosto de 2007

Corrupción e información pública

Le gente está tan saturada de oír hablar de la corrupción, es tanto lo que se muestra al respecto, que se oyen quejas porque ya aburre. Esa gente no sabe apreciar el servicio que nos brindan los medios (se llaman así porque se ponen en el medio) poniendo en nuestro conocimiento todo ello. Ya hemos visto que este tema no es nuevo, que tiene larga historia. Pero la diferencia radica en que en aquellos tiempos no había ni diarios, ni radio, ni tele, ni brillantes comunicadores independientes, ni periodistas probos (porque prueban de todo), ni la agudeza que hoy exhiben para comentar el acontecer cotidiano. Aquellos hombres vivían en la ignorancia total. Con decirles que ni sabían leer, salvo “unos pocos elegidos” como dicen Les Luthiers. Por ello, entre su ignorancia y las pocas informaciones que les llegaba de la tradición oral, era muy fácil engañarlos. En cambio nosotros tenemos informaciones en “vivo y directo” de cualquier parte del mundo. Una información instantánea y veraz, descomprometida de cualquier poder que intente ponerla a su servicio, por lo que estamos en conocimiento cierto de todo lo que pasa. Es tal certeza que nos brindan que mucha gente afirma seriamente que “si no pasó por la televisión eso no ocurrió”.
En lo local tenemos un Haddad que ha comprado muchos medios de comunicación en poco tiempo, para evitar que algún poder extraño se le adelante e intente engañarnos con sus informaciones. Él se hizo de una gran fortuna en breve plazo, que la puso en ese objetivo, pero no le alcanzaba. Por ello, fue a buscar a unos amigos que tiene en los EE. UU. y les pidió prestado algún dinero para completar el pago. Miren hasta donde es capaz de sacrificarse por brindarnos una buena comunicación. Su disposición para servir a su gente no siempre es reconocida como merecería. En el nivel internacional una de las figuras señeras, en el mundo de la información, puede ser Ted Turner con su creación de la cadena CNN. El esfuerzo informativo que desplegó llegó al extremo de arriesgar a sus hombres al enviarlos al Medio Oriente, cuando nadie quería ir, para traernos en directo la operación Tormenta del Desierto. Y fue tan minucioso en su trabajo que cuando la transmisión del desembarco no quedó como él deseaba exigió a los marines que subieran a los barcos y volvieran a desembarcar. Todo este esfuerzo para brindarnos las mejores imágenes. Otro que puede nombrarse, entre otros muchos, es el australiano Rupert Murdoch (el de Fox News) que compró cadenas de televisión, radios y revistas en todo el mundo para garantizar el flujo limpio de la información.
Gracias a toda esa voluntad, puesta al servicio de la mejor información, estamos al tanto de todos los actos de corrupción que se producen. Aquí radica la fundamental diferencia con otras épocas de la historia. Eso nos permite dudar sobre si hoy has más corruptos que en otra época. En esto, como en muchas otras cosas, lo que ocurre es que estamos más y mejor informados, y por ello tenemos la “sensación informática” que hoy hay más corrupción. Al contrario, porque la conocemos cada vez hay menos. ¿Quién se atrevería hoy a caer en manos de la justicia por cometer un ilícito, al saber que se conocería de inmediato?