miércoles, 28 de noviembre de 2012

La crisis estructural del capitalismo VI



Volvamos al tema de la cantidad de puestos de trabajo. Algunos autores han arriesgado la confirmación de la tesis de Jeremy Rifkin en su libro El fin del trabajo, que lleva el inquietante subtítulo, Nuevas Tecnologías contra Puestos de Trabajo: el Nacimiento de una Nueva Era. El tema que le mueve a escribir este libro es tomar nota de un dato que encierra una gravedad no asumida por varios investigadores: el desempleo en el mundo ha alcanzado niveles no vistos desde la Gran Depresión de los años treinta. Con datos que extrae de las publicaciones de la Organización Internacional del Trabajo escribe en 1996:
Más de 800 millones de seres humanos están en la actualidad desempleados o subempleados en el mundo. Esta cifra puede crecer dramáticamente entre hoy y el final de siglo. Porque nunca como ahora la sustitución de la mano de obra por la máquina adquirió una forma universal y sistemática, que no permite pensar en las comparaciones habituales que se hacen con la Revolución Industrial. Las máquinas fueron sustituyendo al hombre en los puestos de trabajo en estos dos últimos siglos, pero en los ciclos anteriores apareció un nuevo sector que absorbió gran parte de esa desocupación creada. Hoy la dimensión que está tomando esta sustitución hace pensar en la aparición de “una nueva era”. Las máquinas inteligentes están sustituyendo, poco a poco, a los seres humanos en todas las tareas, forzando a millones de trabajadores de producción y administración a formar parte del mundo de los desempleados, o peor aún, a vivir en la miseria.
Gran parte de los políticos y economistas siguen afirmando que esto representa nada más que un ajuste en el corto plazo, un reacomodamiento de la distribución de la mano de obra. Por ello, pasado el reajuste se generarán cantidades de nuevos puestos de trabajo en el tercer sector de los servicios, que permitirán ocupar gran parte de esta mano de obra.  Afirman que la creación de puestos en el área comercial exigirá más empleados, para atender el incremento de la demanda de una enorme cantidad de nuevos productos.
Este optimismo no va acompañado por las cifras de las estadísticas que las investigaciones ofrecen, en las que se ve que la productividad de las empresas ha subido en proporciones sorprendentes, al tiempo que en esas mismas empresas la cantidad de empleados ha sido reducida. Lo más sorprendente es que hace más de ochenta años, en plena crisis, el inglés John Maynard Keynes[1] decía en su libro Teoría General del Empleo (1936):
Nos afecta una nueva enfermedad de la que algunos lectores puede que aún no hayan oído su nombre, pero de la que oirán hablar mucho en el futuro inmediato -se denomina “desempleo tecnológico”. Esto significa desempleo debido al descubrimiento según el cual se economiza el uso de la mano de obra excediendo el ritmo al que podamos encontrar nuevos usos alternativos para toda esta mano de obra.
Apoyado en una fuente inobjetable, como es el MIT, afirma Rifkin que lo que pronosticaba Keynes se está cumpliendo:
Este enorme incremento en la productividad ha representado fuertes reducciones en la masa laboral. Michael Hammer, antiguo profesor del Massachusetts Institute of Tecnology y primer impulsor de la reestructuración de los procesos empresariales, afirma que la reingeniería produce normalmente como resultado una disminución del 50% en los empleos de una empresa y del 75% en su masa laboral. Los mandos intermedios son, por regla general, el nivel de los más afectados por este proceso. Hammer estima que más del 80% de las personas implicadas en responsabilidades de tipo medio pueden resultar afectadas... En las primeras fases de los procesos de reingeniería en curso, algunos estudios al respecto predicen una pérdida da hasta 25 millones de personas entre la masa laboral en el sector privado sobre un total que podría hallarse alrededor de los 90 millones de trabajadores.






[1] Economista inglés (1883-1946). Recibió una educación de elite en Eton y Cambridge, orientándose hacia la economía por consejo de su maestro, Alfred Marshall.

domingo, 25 de noviembre de 2012

La crisis estructural del capitalismo V



En 1996 el Dr. Lester Thurow publica otro libro en el que avanza en sus investigaciones, El Futuro del Capitalismo, al que agrega como subtítulo Cómo la Economía de Hoy Determina el Mundo del Mañana. Es allí donde está denunciando, aunque no lo denomine así, el avance del neoliberalismo como una ideología y una política económica cuya aplicación en marcha ya estaba determinando el mundo futuro. Le preocupa más acentuadamente el camino que está tomando el mercado global y las consecuencias que ya se dejaban ver. Su posición ideológica no es sencilla de rotular: es un liberal, defensor del sistema capitalista en el que «el mercado manda, y sólo el mercado manda. Nadie lo pone en duda», pero dentro del cual comienza a percibir ciertas exageraciones, desviaciones o, tal vez, los inicios de un fundamentalismo peligrosos para la estabilidad del mundo. Es posible decir que esos resultados estaban implícitos en los modos de avanzar del capitalismo desde los setenta en adelante, pero que no se habían manifestado en toda su dimensión. Esto lo lleva a afirmar:
Las verdades eternas del capitalismo -el crecimiento, el pleno empleo, la estabilidad financiera, el aumento de los salarios reales, el dejar operar a los mercados- parecen haberse esfumado, así como los enemigos del capitalismo. Algo dentro del capitalismo ha cambiado para causar estos resultados. Si el capitalismo pretende sobrevivir algo tiene que ser modificado para alterar estos resultados inaceptables.
Si alguno puede sorprenderse de estas palabras es necesario decir que es un liberal moderado que ha demostrado lo que se podría llamar una cierta “honestidad intelectual”. Quiero llamar la atención sobre algunas cosas afirmadas por él:
a) Las verdades eternas parecen haberse esfumados, está haciendo referencia, sin duda, a los dogmas, más de una vez recitados por gran parte de la comunidad académica y que para muchos todavía siguen siendo incuestionables; pero él se ve obligado a ponerlos en duda, por lo que está sucediendo en el mercado global y esto va de la mano con la desaparición de “los enemigos” (está haciendo referencia a la desintegración de la Unión Soviética);
b) El capitalismo si pretende sobrevivir deberá introducir algunos cambios, con lo que pone en tela de juicio la perdurabilidad del sistema de continuar dentro de este esquema. Los cambios serán necesarios para poder mantenerse en pie. Avizora peligros serios, esto se debe a lo que con toda claridad señala como “resultados inaceptables”. Ahora bien, estos cambios no parecen ser sencillos, porque las estructuras de poder son necesariamente defensores del status quo. Por la sencilla razón de que esté quien esté en el gobierno son piezas de un sistema político dentro del cual deben compartir “ciertas reglas”.
Sus análisis lo llevan a presagiar tiempos de gran inestabilidad, como así realmente se dieron. Para defender su tesis subraya algunos datos sobre las crisis últimas que el sistema afrontó y de las que salió airoso, en parte por azar y en parte por falta de “opositores serios”. «El capitalismo que ahora parece irresistible, con sólo unos pocos deslices, podría haber desaparecido». Pero los defensores del fundamentalismo capitalista, tal cual ya se comenzaba a presentarse, minimizan los riesgos que corrió y se aferran al hecho de haber sobrevivido. Esto les hace pensar en una capacidad, casi infinita, de sobrevivencia que lo hace indestructible.
De este modo la apertura de las ideas hacia pensar sobre caminos alternativos, aún dentro del mismo sistema, se hace muy difícil: «Sin un fracaso evidente la mayoría de las mentes están cerradas casi todo el tiempo», es un modo cuidadoso de referirse a la derecha republicana. Si recordamos la prédica de los medios de comunicación durante los noventa puede darnos una idea cómo se pregonaban las “verdades inconmovibles” que se afirmaban cotidianamente como “dogmas revelados”. Estos “dogmas” no toleraban, ya, revisión de ninguna naturaleza. He aquí un gran mérito de este académico y ensayista, al aventurarse por andariveles no compartidos por los corifeos del mercado a ultranza. Es un economista que lee y piensa la historia, lo cual lo lleva a advertir a quienes quieren escucharlo que:
Las sociedades florecen cuando las creencias y tecnologías son congruentes y declinan cuando los cambios inevitables en las creencias y tecnologías llegan a ser incongruentes. Esta realidad se puede apreciar analizando la historia de las sociedades exitosas del pasado, muchas de ellas construidas sobre valores muy diferentes, manejadas sobre la base de principios muy diferentes de los que hoy existen. Pero todas ellas necesitaron de esta congruencia para tener éxito.
El capitalismo construido sobre el valor del libre mercado ha entrado en contradicción con la expansión del ideario globalizador, y esto traerá consecuencias nefastas para todos. Casi una profecía que se cumplió diez años después.

miércoles, 21 de noviembre de 2012

La crisis estructural del capitalismo IV



En una nota anterior mencioné el problema de la desocupación creciente, un tema de muy difícil solución dentro del esquema productivo actual. El aumento de la desocupación está ligado estrechamente al fenómeno de la tecnologización, aunque se pretenda desmentirlo con argumentos circunstanciales. Si durante algunas décadas esto fue posible de disimular fue debido a que en un mercado globalizado el aumento de la producción encontró colocación en los mercados periféricos. Esto significa que la utilización de tecnología en un país central consigue una baja de costos que se hará sentir en el mercado internacional, invadiendo los mercados nacionales de los países menos tecnologizados.
Por lo cual conseguirán un aumento de la producción que recaerá como consecuencia en el cierre de la industria local, en los países periféricos. El empleo en el país central es la contracara de la desocupación en el país periférico. Para dar un ejemplo de la sustitución de mano de obra por la tecnología podemos leer estas cifras comparativas que hablan con claridad: en los Estados Unidos, en la década del sesenta, cada millón de dólares de inversión industrial generaba entre cuarenta y cincuenta puestos de trabajo, la misma inversión en 1994 produjo la creación un cuarto de puesto de trabajo. Es decir que se requería entonces cuatro millones  para generar un puesto de trabajo. En treinta y cinco años el sistema exige una inversión doscientas veces mayor para demandar la misma cantidad de trabajadores. Estas cifras van en aumento. En el caso de Argentina, en la industria pesada se puede observar que en 1990 producir una tonelada de acero requería 14,8 hs/hombre, cinco años después se necesitaba sólo 9 hs/hombre, se había reducido el 40% de trabajo humano, por lo tanto menos puestos de trabajo.
Un sistema que requiere expulsar mano de obra para seguir avanzando está, al mismo tiempo,  reduciendo la capacidad promedio de consumo de la población. Si bien el argumento utilizado por los economistas es que la robótica abarata la producción y, en este sentido, se beneficia al consumidor, cosa innegable, no puede ocultarse que una parte importante de los consumidores son los trabajadores y que sin ingresos no podrán consumir. Terrible paradoja que enfrenta un sistema que necesita vender en escalas como no se habían conocido antes, de allí la cultura del consumismo, y que por la otra punta deja cada vez más gente fuera del mercado.
La propia lógica de este sistema lo lleva a emprender una loca carrera hacia el abismo. La que no parece tener solución dentro de los términos en los que el poder político-económico está plantado. El presidente de la B.M.W., empresa automotriz alemana, sostenía un diagnóstico similar. Afirmaba que “la productividad aumenta en una medida tal que podemos producir cada vez más coches con menos trabajo... Sólo si consiguiéramos vender B.M.W. en todos los rincones del planeta, habría alguna posibilidad de asegurar los puestos de trabajo actuales”.
Dice Jeremy Rifkin[1] que ya Carlos Marx había advertido esta contradicción, ya que pensaba que los propios capitalistas iban a detener el proceso de suplantación de hombres por máquinas. El riesgo de encontrarse ante la falta de consumidores iba a ser el punto de quiebre del problema. Leamos sus palabras:
Efectivamente, mediante la eliminación directa del trabajo humano del proceso de producción y mediante la creación de un ejército en la reserva formado por desempleados cuyos salarios podrían ser constantes y permanentemente reducidos, los capitalistas podían estar inconscientemente cavando su propia tumba, puesto que serían cada vez menos los consumidores con suficiente nivel adquisitivo para comprar sus productos.



[1] Sociólogo, economista, escritor, asesor político y activista estadounidense. Investiga el impacto de los cambios científicos y tecnológicos en la economía, la fuerza de trabajo, la sociedad y el medio ambiente.

domingo, 18 de noviembre de 2012

La crisis estructural del capitalismo III



 Un intelectual muy importante del establishment estadounidense, profesor del Massachussets Institute of Tecnology —el famoso MIT— Dr. Lester Thurow[1], aporta una mirada crítica sobre el proceso que estamos analizando:
El capitalismo tiene sus virtudes y sus vicios. Es una máquina maravillosa para producir bienes y servicios abundantes... pero los mercados libres tienden a producir niveles de desigualdad en los ingresos que son políticamente incompatibles con el gobierno democrático... abandonado a su propia inclinación, en sí mismo el sistema capitalista tiene la tendencia a caer en la inestabilidad financiera o en el monopolio... Si el Gobierno no hubiese acudido al rescate, el capitalismo financiero, según es practicado en los Estados Unidos, estaría derrumbándose... si el sistema bancario no hubiese sido rescatado por el Gobierno, el pánico se habría desatado... y es probable que ahora estuviese en marcha una repetición de la Gran Crisis...
Debe tenerse en cuenta que esto está dicho en 1991. Se puede percibir entonces la agudeza de su mirada que ya estaba advirtiendo sobre las inestabilidades del sistema que se precipitaría luego, en el 2007, en la crisis financiera más grave de las últimas décadas y de difícil pronóstico:
Paradójicamente, mientras Europa oriental privatizaba, Estados Unidos nacionalizaba (¡sic!), el Gobierno  norteamericano se vio  obligado, a principios de 1991, a absorber doscientos mil millones de dólares de activos  privados... Una corporación oficial, la Resolución Trust, se ha convertido de hecho en la principal propietaria norteamericana... En el sector industrial Estados Unidos acaba de ver la punta del témpano de las Corporaciones agobiadas por un exceso de deudas, quebradas por las fusiones y capturas... El capitalismo anglosajón sin ataduras se ve en dificultades para afrontar la situación actual, y tal vez no sea la oleada incontenible del futuro que los personajes de la derecha política se complacen en exaltar.
La idea de un futuro esplendoroso del capitalismo no estaba en la cabeza de este profesor, puesto que observaba las consecuencias del gobierno del republicano Ronald Reagan. Su mirada crítica no apunta a la destrucción del capitalismo y a la sustitución por algún tipo de socialismo, muy por el contrario está advirtiendo sobre los excesos y la voracidad de la práctica de las finanzas que están minando las bases de la estructura económica. Hoy estamos ante la confirmación de sus peores presagios.
Thurow nos ofrece un método en el que se entrelazan los factores psicológicos, los sociológicos, los políticos y los económicos en sus análisis, y eso le otorga una riqueza a sus conclusiones que son poco reconocidas en el modo de pensar de los economistas:
En el capitalismo individualista nadie se preocupa por la preservación de las instituciones. Como el grupo no es importante, la preservación de determinada firma no es importante. El libro “Barbarians at the gates” [que puede ser traducido como Los bárbaros están en la puerta] es una interesante historia de maximización completa del ingreso individual, aunque ello signifique destruir un imperio industrial (como sucedió en el caso de R. J. R. Nabisco). El maximizador de beneficios sencillamente no se preocupa por la posibilidad de destruir la empresa. De lo que se trata es de aumentar su propio ingreso. La fidelidad a las instituciones y a las empresas carece de importancia. Por lo que sabemos acerca de la eliminación de la firma bancaria de inversiones Drexel Burnham Lambert, algunos de los individuos que representaron un papel fundamental en la absorción de R. J. R.Nabisco también estaban dispuestos a destruir su propia firma sólo con el fin de obtener sus bonificaciones anuales. El ingreso actual es más importante para los maximizadores del beneficio que la existencia futura de la empresa.
Encontramos, entonces, en esta explicación líneas de pensamiento que nos abren un ancho cauce para comprender mejor las calamidades que produjeron los financistas rapaces en 2007/8, como consecuencia de operaciones, las hipotecas sub-prime[2], que no repararon en los daños colaterales.


[1] Profesor de Economía y Ex-Decano de la Sloan Business School del Massachussets Institute of Tecnology.
[2] Fueron un tipo especial de hipoteca, preferentemente utilizado para la adquisición de vivienda, orientada a clientes con escasa solvencia, y por tanto con un alto nivel de riesgo de impago.