domingo, 31 de julio de 2011

La concentración de medios

El complejo proceso que se fue desplegando, sobre todo a partir de fines de la década de los setenta, fue combinando diversas decisiones de lo que podríamos llamar el “poder internacional concentrado” respecto de cómo ir avanzando sobre la titularidad de los medios de comunicación. Hace unos pocos años, una autoridad en la materia, el director del periódico Le Monde Diplomatique, Ignacio Ramonet , analizaba la situación de las publicaciones periodísticas en Europa y decía: «La disminución de la difusión de periódicos, su cada vez mayor concentración en un puñado de grupos industriales y su mayor dependencia de los intereses económicos de esos grupos caracterizan a la prensa escrita actual [esto es extensible a todos los medios - RVL]. Un fabuloso desarrollo tecnológico pone a la información al alcance de un público cada vez más extenso y con mayor rapidez. Pero simultáneamente se incrementa un periodismo complaciente en menoscabo de un periodismo crítico, lo que pone el riesgo la noción misma de prensa libre y perjudica y degrada a la democracia».
De este párrafo se pueden sacar varias conclusiones. Yo lo voy a intentar desde la línea de esta serie de notas. Los medios de comunicación, deberíamos decir de información, o tal vez de desinformación, han sido acaparados por un “puñado de grupos empresarios” (otro tanto ocurre en nuestro país), con capitales que hasta no hace más de 25 años no se ocupaban de este negocio. La consolidación de los grandes conglomerados económicos permitió que dieran un paso hacia el control de la opinión pública, ahora desarrollada dentro del marco de las reglas de la democracia. Pero como “democracia” es hoy el “reino del mercado” la vía utilizada fue la compra de esos medios y su concentración. Por tal razón se puede comprender, aunque no justificar, que por razones de conservación de sus puestos de trabajo haya proliferado “un periodismo complaciente”, como puede verse hoy en nuestro país. Paralelamente se fue disolviendo el “periodismo crítico”.
Esto nos coloca en la pista del proceso que se ha ido dando dentro de esos medios. La censura estatal explícita en el mundo occidental ha casi desaparecido, pero ha sido reemplazada por la censura interna que se verifica en las redacciones. Y la censura interna es más fácil de aplicar cuando los periodistas han asumido los valores que los medios exhiben: todos ellos marcados por el claro eje de la mayor rentabilidad. Agreguemos a esto que la rentabilidad se obtiene por la venta de espacios publicitarios y que estos son definidos por las empresas y las agencias de publicidad. Ambas están regidas por objetivos comunes: llegar a la conciencia del mayor número posible de consumidores por los caminos más efectivos. Esta mercantilización penetra en los medios que apelan a todo tipo de trucos para vender (CD, DVD, revistas, juegos con premios). No debe perderse de vista que los empresarios que avanzaron sobre los medios tienen una diversidad de empresas que deben ser protegidas y apoyadas por la información de esos medios.
Ramonet nos advierte: «Lo cual refuerza la confusión entre información y mercancía, con el riesgo de que los lectores ya no sepan qué es lo que compran. Así es como los diarios enturbian más su identidad, desvalorizan el título y ponen en marcha un engranaje diabólico que nadie sabe en que acabará». Entonces la pretensión de recuperar para los medios el papel de difusores de cultura es ridícula, inocente, irrealista o infantil. Creo que hoy todo ello la describe, hasta tanto no seamos capaces de convertirnos en, por lo menos, consumidores críticos y selectivos que hagamos sentir las preferencias de un público que demanda bienes culturales y no camuflaje de mercado. Me parece impactante la figura del “engranaje diabólico” utilizada por quien sabe mucho de ello porque se encuentra en el corazón mismo de este proyecto devastador.

jueves, 28 de julio de 2011

Las técnicas de la información

Las técnicas provenientes del ámbito de la publicidad o de la ficción cinematográfica, que se han incorporado a la información responden a una amplia batería disponible. La metodología de machacar sobre la conciencia del espectador ha logrado la pérdida de parte de éste de gran parte de su capacidad de análisis y, mucho más aún, de su capacidad crítica para desenmascarar estos perversos juegos comunicacionales.
Es que cuentan los medios de comunicación con una escuela de altos estudios que dan el ejemplo de cómo actuar. Esta escuela está en los Estados Unidos y desde allí se “da cátedra” de cómo debe manejarse la información. Volamos a Héctor Sosa:
Los medios son empresas comerciales cuyas mercancías de venta son la ficción y "la realidad", los límites entre ambas se han mimetizado de tal forma que se torna difícil (para millones de personas) discernir dónde empiezan o terminan cada una de ellas. ¿Acaso la CNN y Fox News no utilizaron las técnicas y recursos de ficción de Hollywood para editar las imágenes de las invasiones a Afganistán e Irak? ¿El Pentágono no diseña puestas en escena con la estética de las películas de guerra de la industria cinematográfica de los EE.UU.? ¿Por qué las bombas de racimo lanzadas sobre Bagdad eran en colores, como fuegos artificiales? ¿Para qué el Pentágono y Hollywod concretaron un acuerdo, en el 2003, de "cooperación e intercambio de experiencias" en sus respectivos "rubros"? Según un estudio del diario español "La Vanguardia", los Estados Unidos es el principal productor de ficción y de noticias mundiales en el mercado de la imagen planetaria, se afirma que ya ocupa el 70% de Europa, el 90% de África y el 75% de Latinoamérica.
Creo que estamos ahora en mejores condiciones de comprender cómo funciona la comunicación en nuestro país y a qué nos estamos enfrentando respecto de la información que llega a un público amplio, desconocedor de todos estos mecanismos. Esa ingenuidad del consumidor de información, dado que este tipo de análisis no puede ser encontrado en los grandes medios concentrados, por obvias razones, llevan a una actitud acrítica que sigue aceptando, aunque cada vez menos, la “verdad” que trasmiten esos medios.
Había quedado dicho que la mayoría de las empresas de comunicación audiovisual adoptaron el molde de EE.UU., Latinoamérica y, en nuestro caso, Argentina, no han sido la excepción: la mayor parte de sus programaciones corresponden a la ficción, y un porcentaje importante de las producciones periodísticas incorporaron elementos de ésta. Según un estudio realizado por la Agencia Nacional de Comunicación (ANC) de la UTPBA «casi el 90% de la TV abierta nacional tiene como temática excluyente la ficción y el deporte, y apenas un 10,4% lo ocupan los noticieros». Del 10,4% del espacio "periodístico" la publicidad (que es ficción) se lleva una cuarta parte, y el resto son notas y producciones cuyos contenidos «están dedicados en un 80% a la violencia, la inseguridad, las catástrofes y noticias de la “farándula”».
Planteadas así las cosas nos encontramos con que una parte de las informaciones son presentadas de manera novelada. Así determinados temas pasan a ser "casos" y los "casos" van adquiriendo formas y dinámicas de una historia ficcionalizada. Hay personajes centrales y secundarios, buenos y malos, conocidos y desconocidos. Existe un inicio, un desarrollo y en ocasiones finales; se montan escenografías de videoclip y se recurre a textos de guiones más cercanos a técnicas de redacción publicitaria (de impacto) que periodísticas.
El consumidor de información se enfrenta a la ambigüedad de la ficción-realidad y la fragmentación intencionada con propósitos específicos, atomización y sesgado de la información que hace casi imposible desarrollar un proceso de análisis que contenga cierta lógica y convierte su descifrado en una tarea sólo para especialistas. «¿Qué capacidad de asociación puede tener el consumidor de información ante tanta diversidad temática, ante imágenes y símbolos tan diversos? ¿Cómo pueden millones de personas -que en su gran mayoría son receptores pasivos- discernir sobre lo que es real de aquello que no lo es, sobre un hecho verdadero o uno "producido"?» Pueden agregarse algunas otras preguntas: ¿Pueden los periodistas tener una posición o pensamiento acrítico sobre este tipo de modelo informativo? El debate, como siempre, está abierto. Los espacios para las miradas ingenuas son estrechos. Y cada vez lo serán más.

domingo, 24 de julio de 2011

La noticia es mercancía

Paralelamente al proceso histórico mencionado, comenzó a desplegarse una intención crítica, en la década de los sesenta hacia ese tipo de mecanismo impuesto por las comunicaciones internacionales, y que se instalaron en las publicaciones nacionales. Esa actitud acompañaba el despertar de la conciencia anticolonialista en América Latina, que intentaba pasar todo texto por el tamiz del análisis ideológico. Así aparecieron muchos trabajos que fueron desmitificando el difícil entramado de las comunicaciones de masas. Un interesante análisis nos lo proporciona Héctor Sosa en una nota que lleva este sugerente título: “Cuando la mentira es la verdad”, en el cual sostiene la siguiente tesis: “La industria del espectáculo y del entretenimiento borran los límites entre la realidad y la ficción”. Si bien se refiere especialmente a la televisión, da para pensar en la información, en general:
Los noticieros y las producciones periodísticas televisivas incrementaron, en la última década, la utilización de recursos teóricos, técnicos y humanos provenientes del género de ficción, generando una delgada y sinuosa frontera entre realidad e irrealidad. La estética y contenidos de las películas, series, novelas, reality shows, y de la publicidad avanzaron sobre el formato televisivo de los noticieros. El fenómeno, surgido en los Estados Unidos, terminó siendo "el modelo" a imitar por la mayoría de los medios del planeta. A este proceso se le sumaron dos hechos que no deberían pasar inadvertidos: a) El consumo mundial de televisión aumentó, durante los últimos años, en casi todos los continentes, b) En la grilla de programación de las principales cadenas de TV (abierta y de cable), los materiales de ficción ocupan entre un 65 y 75% de sus espacios, ambos datos surgieron de la investigación realizada por Eurodata Worldwide, en el año 2005.
Esta débil línea que separa la ficción de lo real permite moverse con cierta libertad, mal utilizada, en un juego que borra los límites, de modo tal que el espectador se acostumbra a aceptar esa superposición entre dos formas de la verdad, que terminan sustituyéndose mutuamente. Sigamos leyendo:
La técnica de "ficcionalizar" hechos de la realidad y colocarlos dentro de un espacio periodístico no tiene nada de ingenuo y mucho menos de neutro. «El término ficción se relaciona con la simulación, la ilusión, la fantasía, la paradoja o la mentira. En esencia, podemos decir que es el modo de presentar una historia de forma que el público llegue a creerla o sentirla como una verdad momentánea», explica el sitio Media Televisión, en su nota sobre la ficción en TV 2004. Desdibujar o directamente borrar los límites entre ficción y realidad forman parte del andamiaje teórico-práctico del que se vale el poder real para ocultar lo que no le conviene e imponer sus valores culturales. La superabundancia informativa, la noticia-vértigo, la imposición de un presente continuo y la descontextualización constante de los hechos son también aliados de las técnicas de manipulación. Existe una marcada tendencia a analizar los mensajes de la televisión desde el lugar de “lo periodístico” o de acuerdo a una división temática o segmentada de su programación, cuando en realidad la ideología del medio se manifiesta desde el inicio de la transmisión hasta el cierre.
Dice Sosa que estos manejos no tienen “nada de ingenuo”, por lo que deberíamos relacionar lo afirmado con otro concepto que las más de las veces pasa inadvertido: las “empresas de comunicación de masas” son “empresas comerciales”, por lo tanto venden también sus productos: “la información”. Para ello estudian las formas más adecuadas de presentarlos. Hay, en este terreno, son asesoradas por una cantidad de consultoras especializadas, cuando no tienen sus propios departamentos de marketing, sobre un amplio espectro de posibilidades respecto del gran público.

miércoles, 20 de julio de 2011

En torno a la libertad

El siglo XX mostró una novedad respecto de presentarse como un mundo dividido en dos campos. A partir de la finalización de la Primera Guerra Mundial (1914-18), la Rusia zarista comenzaba un proceso de transformación que la colocaba frente a una experiencia desconocida hasta entonces, como era la construcción de una sociedad socialista. Los avatares del resultado del Tratado de Versalles, con el cual se cerró la contienda, presagiaban que los problemas no resueltos volverían a encender la chispa guerrera, como efectivamente sucedió. El período de pre-guerra y el posterior, de conflicto armado, (1939-45) enturbiaron esta problemática. Desde los años treinta, la aparición del nazismo, que se había agregado a la existencia de la Unión Soviética en el escenario internacional, se presentaban como modelos que cuestionaban, con su sola presencia, el modelo político de la democracia liberal.
La posguerra mostró vencedores a los aliados (los Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia y la Unión Soviética); sin embargo, estos aliados circunstanciales durarían poco. Las diferencias irreconciliables de las democracias occidentales con el socialismo soviético dividieron el escenario al configurar dos bandos antagónicos, hasta la implosión y caída de la Unión Soviética, a fines de los ochenta. Estas más de cuatro décadas fueron de tal tensión política, aunque no llegó a un nuevo enfrentamiento por la posesión de armas nucleares en los dos bandos y cuya utilización hubiera sido catastrófica. Pero ello no impidió que esas tensiones fueran de tal magnitud que se hablara de “Guerra Fría”.
Estos dos modelos enfrentados parecían poner en juego el concepto de libertad, alrededor del cual se fue desarrollando una larga controversia ideológica. Digo “parecía”, porque el problema giraba en torno a qué se entendía como tal. No voy a entrar en el análisis de ese debate, sino a tratar de describir y analizar las transformaciones que se fueron produciendo con respecto a la libertad y a un concepto correlativo: la “libertad de prensa”.
El período que se abre a partir del final de la Segunda Guerra fue presentado como el “triunfo de la libertad y de la democracia” en el área del “mundo libre”, es decir, la que no pertenecía al campo socialista. Esto se reflejó en algunos cambios en los medios de comunicación masiva, prensa escrita fundamentalmente, dado que todavía la televisión no se había desarrollado como lo hizo a partir de los sesenta. Allí se puede observar una diferencia entre lo que se publica entre los Estados Unidos y Europa. En ésta, se mantienen con mucho énfasis los medios como voceros de las distintas corrientes políticas que son fácilmente identificables. En cambio, en el Gran País del Norte comienza a imponerse el concepto de “información objetiva”, al diferenciar, de este modo, la “información” como dato objetivo de la “opinión editorial”, en la que se expresa la posición de la dirección del medio. El predomino de los Estados Unidos en el mundo occidental convierte este modo del periodismo en el dominante, el que se fue adoptando en nuestro país.
Esto generó la convicción de que la lectura de los periódicos informaba con “objetividad”, por lo que se impuso como “verdad” todo lo que se publicara, lo cual hizo que el “ciudadano de a pie” no dudara de lo que se publicara. De allí fue que este convencimiento caló tan hondo en la “opinión pública”, que la información publicada funcionó como “criterio de verdad” para el saber del ciudadano. El periodismo resultó entonces el centro generador de noticias que pasaban a conformar la verdad que el público consumía y de las cuales no se dudaba. Esta información pasó a estructurar la “realidad” como dos bandos (al estilo hollywoodense): los “buenos” y los “malos”. Tal vez, cueste trabajo comprender y aceptar que se haya logrado esto con tanta facilidad, al mirar desde este hoy cómo ha ido cayendo la credibilidad de los medios en amplios sectores de la opinión informada.

domingo, 17 de julio de 2011

El marco histórico de la globalización XXV

Hemos revisado la historia del siglo XX con la mirada puesta en el proceso que culminó con la concentración del capital en pocas manos y la mayor miseria de una parte muy importante de la población del planeta. Hemos partido de este último tiempo a sabiendas de que el curso reconoce un punto de partida de más de cinco siglos. La expansión de la conquista de la península ibérica dio inicio a lo que se puede denominar la mundialización del poder imperial. La derrota del Imperio español a manos de los británicos fuerza un cambio de mando que perfecciona el dominio colonial que va a durar hasta el fin de la Segunda Guerra, aunque ya había síntomas del agotamiento desde la Primera Guerra, para entronizarse el poder estadounidense que dará un viso más institucional con la formación del neocolonialismo. Por lo tanto la ambigüedad terminológica: expansión colonial, mundialización, planetarización, globalización, son diferentes modos de hacer referencia a ese proceso, que admite para su análisis, ciertas adecuaciones históricas pero que no puede ocultar la voluntad de dominio que mueve ese afán durante todo ese tiempo.
Un punto relevante para señalar es la Revolución industrial de mediados del siglo XVIII en Inglaterra que le va a otorgar una potencia económica determinante a un capitalismo joven que se fue asentando durante el siglo XIX: el capitalismo liberal de libre competencia, como se lo ha denominado, aunque esa expresión encubre mucho de lo que ha sido. Desde fines de ese siglo se van conformando formas asociativas entre la producción, el comercio y las finanzas a las que el líder de la Revolución Soviética, comúnmente conocido como V. I. Lenin, denominó en 1916: “Imperialismo, fase superior del capitalismo”, libro en el que hace un profundo análisis de esa etapa. Ese capitalismo dejará atrás la fase liberal de la competencia al concentrarse en grandes conglomerados que monopolizarán la actividad económica mundial. Las dos guerras mundiales pueden entenderse como ajustes territoriales, económicos y financieros del reparto del globo con el predominio de los vencedores. La posterior guerra llamada “fría” y o Tercera Guerra Mundial como el Subcomandente zapatista Marcos la ha denominado llega hasta la implosión de la Unión Soviética. Ella se caracteriza por guerras localizadas en territorios alejados de los dos imperios (el estadounidense y el soviético) que intentan diversas reorganizaciones y repartos de esos territorios y los negocios que allí se pueden desarrollar.
El resultado de lo que Marcos llama, según su análisis, la Cuarta Guerra Mundial es la globalización que instauraría un mundo sin opositores, con un solo dueño, los Estados Unidos: «La concepción que da fundamento a la globalización es lo que nosotros llamamos "neoliberalismo", una nueva religión que va a permitir que el proceso se lleve a cabo. Con esta Cuarta Guerra Mundial, otra vez, se conquistan territorios, se destruyen enemigos y se administra la conquista de estos territorios. Esta Cuarta Guerra Mundial usa lo que nosotros llamamos "destrucción". Se destruyen los territorios y se despueblan. A la hora que se hace la guerra, se tiene que destruir el territorio, convertirlo en desierto. No por afán destructivo, sino para reconstruir y reordenar». Estamos en esa etapa del dominio imperial.
Agrego acá, para terminar, la palabra del Obispo Emérito Pedro Casaldáliga , quien habla desde la mirada cristiana y su compromiso con los oprimidos: «Para salir al paso de cualquier ingenuidad, es bueno recordar que el neoliberalismo es capitalismo puro; más aún, es el capitalismo llevado a las últimas consecuencias. No es sólo el capital sobre el trabajo, sino el capital contra el trabajo; trabajo que sería un derecho de todos y que está siendo prohibido a una mayoría creciente, por obra del desempleo. El lucro por el lucro, que en el capitalismo neoliberal se constituye en el mercado total y omnipotente, haciendo de la misma humanidad una compraventa. La propiedad privada, cada vez más privatista y privatizadora: el neoliberalismo es el capitalismo de la exclusión decretada para la inmensa mayoría de la humanidad. Siempre el capitalismo impidió a muchos “tener”, a la mayoría; hoy el neoliberalismo le impide “ser” a esa mayoría inmensa. Hablábamos de tres o cuatro mundos. Para el sistema neoliberal el mundo se divide redondamente en dos: los que tienen y cuentan y pueden vivir bien, y los que no tienen y no son y, por lo mismo, sobran.
El capitalismo que podríamos llamar más tradicional se apoderaba de los estados y capitalizaba encima de ellos. El capitalismo neoliberal propugna e impone la estructura del estado mínimo. Con lo cual, de hecho, acaba negando la misma sociedad. Un mundo, con sus países, sin unos estados auténticamente representativos y garantes de los espacios, oportunidades y armonía de convivencia para los ciudadanos y ciudadanas, ya es un mundo sin sociedad. Y sin futuro también. El neoliberalismo es tan homicida como suicida. A los países de ese otro mundo, el tercero, les queda el desempleo, el hambre, la violencia».

miércoles, 13 de julio de 2011

El marco histórico de la globalización XXIV

El análisis del poder de las corporaciones debe ir acompañado por una mirada sobre la situación del trabajo dentro de ese mismo período, porque trabajadores y marginados son las víctimas de este proceso. Veamos este aspecto del tema. Los años setenta del siglo pasado puso sobre la superficie del sistema capitalista que se estaba produciendo una tendencia muy severa hacia la pérdida de la renta del capital. Este proceso se vio agravado por la denominada Crisis del petróleo que disparó los precios del crudo y tuvo como consecuencia una transferencia de utilidades en beneficio de los países productores: el valor del barril saltó desde los nueve dólares hasta siete u ocho veces su valor. Estas dos variables atentaron contra el capital internacional. A partir de allí se puede observar un recrudecimiento de la lucha del capital contra el trabajo por la obtención de una mayor tasa de ganancias. Para una mejor comprensión de este proceso recurro a la investigadora Claudia Danani quien sostiene que es necesario hacer un poco de historia de esta relación conflictiva, capital-trabajo:
«"Globalización" y "neoliberalismo" son términos que en las últimas dos décadas ganaron la primera fila a la hora de explicar los procesos de transformación sociopolítica y económica. Entre ellos, las transformaciones operadas en el trabajo. Usados como sustantivo o adjetivo ("globalización neoliberal" o "neoliberalismo globalizado", por caso), ambos dan lugar a argumentos simétricamente opuestos: en el primer caso, todo es nuevo con eso que llamamos globalización y neoliberalismo; en el segundo, en cambio, se trata de términos que sólo definen la fase actual de lo ya conocido: el sistema capitalista. Pero una historia política del trabajo requiere reconocer en él dos pilares: en primer lugar, el trabajo ha sido y es la vía legítima de satisfacción de necesidades, ya que es a cambio de él que los no propietarios obtienen un ingreso. Fue el reconocimiento del carácter productivo del trabajo (el hecho de que agrega valor) lo que lo convirtió en algo apreciado por las sociedades, para las que no daba lo mismo que la gente trabajara o no, ya que el trabajo de sus miembros es la fuente de generación de riqueza. Dicho de otro modo, ese interés de la sociedad por el trabajo de sus miembros fue una condición para que se convirtiera en cuestión política, y por lo tanto en objeto de acción estatal legítima».
Una vez planteado el marco conceptual de esta relación avanza en sus reflexiones: «A treinta años de "la crisis de los '70", no cabe duda de que se vive una ofensiva del capital contra el trabajo, así como que éste viene perdiendo la partida. Quienes ven en esto una fase más de la lucha de clases aciertan al señalar que, aun con lo perturbadores que son para la vida individual y colectiva, esos procesos alrededor del trabajo no son de una naturaleza diferente a otros procesos de fortalecimiento económico, social y jurídico del capital. En otras épocas aumentó el desempleo (en las sociedades capitalistas no hay riesgo más cierto que el de la desocupación), bajó el salario real, aumentó la tasa de ganancia por subas de la productividad no trasladadas a salarios, o se aplicaron durísimas legislaciones laborales». Esta lucha por la recuperación de utilidades se precipitó y se agudizó en las últimas tres décadas del siglo pasado, aprovechando un programa de concientización global que inculcó conceptos que ganaron el “sentido común” de una parte importante de la población del planeta, sobre todo sus clases medias urbanas.
«Bajo la invocación de la globalización y del progreso técnico, el neoliberalismo tuvo éxito en poner en cuestión la condición productiva del trabajo; es decir, en dudar de la necesidad (social) de trabajo para crear riqueza ("ya ven, ahí están las fabulosas tasas de desempleo para demostrarlo"); y, al hacerlo, cuestionó su utilidad social. Por supuesto, el neoliberalismo no inventó el argumento de que puede prescindirse del trabajo humano, interpretación que está en la base misma del sistema capitalista, del mismo modo que la compulsión del capital de expulsar trabajo del proceso productivo. Pero con la oleada globalizadora surgieron condiciones favorables para instalar esas "razones" en el sentido común, presentarlas como "evidentes por sí mismas" y quebrar la resistencia de movimientos sindicales, sociales y políticos diversos».
Logrado este propósito fue más fácil atacar la existencia de las organizaciones sindicales deteriorando su representatividad y, al mismo tiempo, debilitando su capacidad negociadora en defensa del salario. Esto se vio agravado por el aumento de la desocupación que empujaba a crecientes masas de trabajadores que aceptaban condiciones indignas que por lo menos le permitían recibir algún ingreso. «Tener o no tener trabajo se convirtió en la frontera entre "pertenecer y no pertenecer" a la sociedad, entre la inclusión y la exclusión social».

domingo, 10 de julio de 2011

El marco histórico de la globalización XXIII

Sigamos leyendo a Galbraith, notable pensador y educador, más que un simple economista, por la importancia que tienen todavía hoy sus palabras: «Nadie dudará que la corporación moderna es una fuerza dominante en la economía actual. En su tiempo hubo capitalistas en EE.UU.: El acero de Carnegie, el petróleo de Rockefeller, el tabaco de Duke, los ferrocarriles, a menudo incompetentemente controlados por unos pocos acaudalados. En su posición en el mercado y en la influencia política, la dirección corporativa moderna, a diferencia de la capitalista del siglo XIX, goza de aceptación pública. Obtiene un papel dominante en el establishment militar, en las finanzas públicas y en la ecología. También se considera como un hecho una autoridad pública. Sin embargo, los desfavorables defectos sociales y su secuela requieren atención. Uno, como acabamos de señalar, es la forma en la que el poder corporativo ha ajustado el propósito público para servir sus propias necesidades. Dictamina que el éxito social significa más automóviles, más receptores de televisión, un mayor volumen de todos los demás bienes de consumo – y más armas letales. Los efectos sociales negativos – polución, destrucción del paisaje, la salud indefensa de la ciudadanía, la amenaza de acción militar y de muerte – no cuentan como tales».
La autoridad de quien dice esto es suficiente aval de lo que hemos venido estudiando. «La apropiación corporativa de la iniciativa y de la autoridad pública es desagradablemente evidente en sus efectos en el medio ambiente y peligrosa en cuanto a la política militar y exterior. Las guerras constituyen una importante amenaza para la existencia civilizada y un compromiso corporativo con la adquisición y el uso de armas alimenta esta amenaza. Legitima e incluso otorga una virtud heroica a la devastación y la muerte. El poder en la gran corporación moderna pertenece a la dirección. El consejo de directores es una entidad afable, que se reúne con autosatisfacción, pero que es totalmente subordinada al verdadero poder de los gerentes». Estas afirmaciones desmienten lo que dicen los manuales sobre administración de empresas, lo que se enseña en las universidades, puesto que en esas lecturas no aparece el verdadero poder, no el que se muestra institucionalmente, que es el que decide hacia dónde y al servicio de quienes se ha globalizado.
Dice en este sentido: «Los mitos de la autoridad del inversionista, las reuniones rituales de directores y la reunión anual de los accionistas persisten, pero ningún observador de la corporación moderna que esté en sus cabales puede escapar a la realidad. El poder corporativo está en la dirección – una burocracia que controla su tarea y su compensación. Los emolumentos pueden bordear el robo. En numerosas ocasiones recientes, se ha hablado de escándalo corporativo. A medida que el interés corporativo se mueve hacia el poder en lo que solía ser el sector público, este último sirve el interés corporativo. Esto se hace tanto más evidente en los últimos movimientos de este tipo, el de firmas nominalmente privadas hacia el establishment de la defensa. De ahí proviene una influencia primaria sobre el presupuesto militar, sobre la política exterior, el compromiso militar y, en última instancia, la acción militar: La guerra. Aunque éste es un uso normal y esperado del dinero y de su poder, el efecto total se disfraza mediante casi todas las expresiones convencionales».
Si alguna duda queda acerca de cómo funciona el poder de la globalización, agrega: «En vista de su autoridad en la corporación moderna era natural que la dirección ampliaría su papel hacia la política y el gobierno. Solía haber el alcance público del capitalismo, ahora es el de la dirección corporativa. En EE.UU., los gerentes corporativos están estrechamente aliados con el presidente, el vicepresidente y el secretario de defensa. Las principales figuras corporativas se encuentran también en altas posiciones en otros sitios en el gobierno federal. El desarrollo de la defensa y de las armas son fuerzas motivadoras en la política exterior. Durante algunos años, también ha habido un control corporativo reconocido sobre el Tesoro. Y en la política medioambiental».
Termina con una afirmación y un llamado a la reflexión dictados por la experiencia y la sabiduría de sus, por entonces, noventa y seis años: «Estamos aceptando la muerte programada de los jóvenes y la matanza a discreción de hombres y mujeres de todas las edades. Así fue en la primera y en la segunda guerra mundial, y así sigue siendo en Irak. La vida civilizada, como la llaman, es una gran torre blanca que celebra los logros humanos, pero arriba hay permanentemente una gran nube negra. El progreso humano está dominado por la crueldad y la muerte inimaginables. La civilización ha hecho grandes adelantos a través de los siglos en la ciencia, el cuidado de la salud, las artes y sobre todo, si no por completo, el bienestar económico. Pero también ha dado una posición privilegiada al desarrollo de armas y a la amenaza y a la realidad de la guerra. La matanza masiva se ha convertido en el máximo logro civilizado. La realidad de la guerra es ineludible – la muerte y la crueldad generalizada, la suspensión de los valores civilizados, una secuela desordenada. Los problemas económicos y sociales que he descrito pueden, con reflexión y acción, ser confrontados. Y así sucede. La guerra sigue siendo el decisivo fracaso humano».

miércoles, 6 de julio de 2011

El marco histórico de la globalización XXII

En el año 2004, dos antes de su fallecimiento, un economista que no respondía al perfil de sus colegas, John Kenneth Galbraith (1908-2006), escribió un artículo que tituló “El poder corporativo” en el que narra algunas experiencias personales de su vida como importante funcionario del gobierno estadounidense. Lo que cuenta nos viene a cuento porque nos permite pensar desde dentro del sistema el tema que hemos estado analizando en estas páginas.
«A fines de la segunda guerra mundial, yo era director para efectos generales del estudio de bombardeos estratégicos de Estados Unidos – llamado Usbus. Dirigía un gran equipo económico profesional para evaluar los efectos industriales y militares de los bombardeos de Alemania. Después de considerables bombardeos la producción de aviones de caza aumentó efectivamente en Alemania a principios de 1944 gracias a la reubicación de maquinarias y equipos y a una administración más enérgica. Los resultados del informe fueron resistidos vigorosamente por las fuerzas armadas aliadas – especialmente, sobra decirlo, del comando aéreo, aunque fueron el resultado del trabajo de los expertos más capaces y apoyados por funcionarios de la industria alemana y por impecables estadísticas alemanas, así como por el director de la producción alemana de armamentos, Albert Speer. Todas nuestras conclusiones fueron dejadas de lado. Los aliados públicos y académicos del comando del aire se unieron para detener mi nombramiento a una cátedra en Harvard y lograron tener éxito durante un año». El poder de las grandes corporaciones de la industria armamentística se unía al comando de las fuerzas armadas para ocultar la verdad.
«Y no es todo. La mayor desventura militar en la historia de EE.UU., antes de Irak, fue la guerra en Vietnam. Cuando fui enviado a Vietnam en una misión de investigación a principios de los años 60, tuve una visión total de la dominación militar sobre la política exterior, una dominación que actualmente se ha ampliado al reemplazo de la “presunta autoridad civil”. Desarrollé una visión fuertemente negativa del conflicto. Más adelante, apoyé la campaña contra la guerra de Eugene McCarthy en 1968. En esa época el establishment militar en Washington estaba a favor de la guerra. Por cierto, se tomaba por un hecho que tanto las fuerzas armadas como la industria de armamentos deberían aceptar y endosar las hostilidades – el llamado “complejo militar-industrial” de Dwight Eisenhower».
Cabe citar acá las palabras de despedida de este presidente en Enero de 1961 para entender qué nos está diciendo Galbraith: «Gastamos anualmente en seguridad militar más que los ingresos netos de todas las empresas de Estados Unidos. Esta conjunción de un inmenso sistema militar y una gran industria armamentística es algo nuevo para la experiencia norteamericana. Su influencia total (económica, política, incluso espiritual) es palpable en cada ciudad, cada parlamento estatal, cada departamento del gobierno federal. Reconocemos la necesidad imperativa de esta nueva evolución de las cosas. Pero debemos estar bien seguros de que comprendemos sus graves consecuencias. Nuestros esfuerzos, nuestros recursos y nuestros trabajos están implicados en ella; también la estructura misma de nuestra sociedad. En los consejos de gobierno, debemos estar alerta contra el desarrollo de influencias indebidas, sean buscadas o no, del complejo militar-industrial. Existe y existirán circunstancias que harán posible que surjan poderes en lugares indebidos, con efectos desastrosos».
Los resultados de la advertencia de Eisenhower fueron nulos. El poder concentrado en ese “complejo militar-industrial” fue más fuerte que la previsión de las consecuencias que se hicieron sentir en la política de los gobiernos siguientes. Dice nuestro articulista: «En 2003, casi la mitad de todos los gastos discrecionales del gobierno de EE.UU. fue utilizada para propósitos militares. Una gran parte fue para la compra o desarrollo de armas. Los submarinos a propulsión nuclear costaron miles de millones de dólares, los aviones decenas de millones de dólares cada uno. Estos gastos no resultan de un análisis objetivo. Las firmas industriales relevantes hacen propuestas de diseños para nuevas armas, y reciben pedidos para la producción y el beneficio correspondiente. En un flujo impresionante de influencia y comando, la industria armamentista distribuye valiosos empleos, pagos de dirección y beneficios entre su electorado político, y es indirectamente una fuente valorada de fondos políticos. La gratitud y la promesa de ayuda política van a Washington y al presupuesto de defensa. Y en cuanto a la política exterior o, como en Vietnam y en Irak, a la guerra. Es obvio que el sector privado se impone con un papel dominante en el sector público». Más de cincuenta años después de la advertencia hoy se puede verificar ese poder como eje de la globalización.

domingo, 3 de julio de 2011

El marco histórico de la globalización XXI

Por todas estas razones ya expuestas: «El Departamento del Tesoro pronostica que el creciente endeudamiento público estadounidense alcanzará los 14,3 billones -el tope fijado por el Congreso- a más tardar a mediado de 2010. El límite del astronómico débito fue ampliado no menos de 10 veces en la última década, la más reciente en febrero del año anterior. El secretario del Tesoro Timothy Geithner manifestó su esperanza de que el Congreso eleve el límite de la deuda; caso contrario, la administración no podrá tomar prestamos y cesaría los pagos de sus deudas. La moratoria de la deuda norteamericana, algo que nunca pasó en Estados Unidos, tendría efectos devastadores para un país cuyos bonos son considerados entre las inversiones más seguras del mundo. Millones de estadounidenses, gobiernos e inversionistas extranjeros tienen grandes inversiones en valores del Tesoro».
Si colocamos este tema en un juego de espejos con la situación de Europa, sobre todo sus países más débiles como Grecia, España, Islandia, etc., podemos comenzar a ver más claro de qué se trata este proyecto de la globalización: concentrar la riqueza en una franja pequeña de ricos y descargar el peso de las deudas públicas sobre los sectores más desfavorecidos. ¿Cómo se percibe esto en los Estados Unidos? Observemos cuál es el tratamiento que la crisis merece en el Congreso de este país. «El Comité de Presupuesto de la Cámara de Representantes debate un proyecto republicano para el año fiscal 2012 que afectará sobre todo a la clase media. El 5 de abril, el presidente del Comité de Presupuesto de la Cámara de Representantes, el republicano Paul Ryan, presentó el plan de recortes de 6,2 millones de millones de dólares para la próxima década. La iniciativa republicana reduce inversiones en educación y recorta el financiamiento de los programas de asistencia médica Medicare para personas mayores y jubilados y Medicaid para familias de bajos recursos. Según Ryan, la reducción de ambas partidas contribuirá a sanear las deudas y el presupuesto».
La propuesta republicana desestima las recomendaciones de la Comisión Fiscal Bipartidista que solicitó reponer los impuestos para el dos por ciento de los más ricos a los mismos niveles de 1990. El demócrata Chris Van Hollen calificó el plan de Ryan de “rígida agenda ideológica”, al extender recortes tributarios a los ricos, empresas petroleras y otras entidades poderosas a costa del resto de los estadounidenses. «Los republicanos proponen reducir el déficit en cinco billones de dólares en 10 años reduciendo gastos médicos de los sectores más pobres. Quieren privatizar el programa de asistencia médica para ancianos y jubilados; eliminar fondos futuros para centros de salud reproductiva y planificación familiar, y también suprimir los fondos para la aplicación de partes de la reforma de salud promulgada en marzo de 2010».
El presidente Barak Obama afirmó: «No podemos darnos el lujo de tener un billón de dólares en reducciones impositivas para todos los millonarios y multimillonarios de nuestra sociedad; me niego a renovarlos nuevamente». El 19 de abril, Obama pidió a los ricos que hagan un sacrificio para resolver el problema de la deuda y el déficit fiscal del país, y reiteró que será necesario cesar las rebajas impositivas a los que más tienen. «Si le pedimos sacrificios a los centros de formación profesional, si le pedimos a la gente que haga sacrificios que podrían significar menos servicios públicos en sus barrios, entonces podemos pedirle a los millonarios hacer pequeños sacrificios». El intento de este tipo de eliminación de privilegios es un tema muy duro para las políticas que pretende implementar: eliminar las excepciones impositivas para los que ganan más de 250 mil dólares anuales. El jefe de la bancada republicana en la Cámara baja Eric Cantor de Virginia adelantó que su partido no aceptará ninguna abolición de recortes de impuestos.
La ideología del “libre mercado” desempeña un papel clave a la hora de apuntalar la alianza estado-capital en esta etapa. Para mostrar que la historia viene de más atrás se puede anotar que por treinta años, los presidentes de ambos partidos han seguido una línea con muy pocas variantes, muy ceñida a la concepción neoliberal en lo económico. Chuck Collins, es un estudioso experimentado en el Institute for Policy Studies, sostiene, sin embargo: «Hemos ganado victorias para familias trabajadoras --permiso familiar, incremento del salario mínimo, cuidado de salud más amplio, recortes de impuestos para la clase media-- pero el precio siempre ha sido recortes de impuestos para los ricos y las corporaciones. Bajo Clinton y Bush II no se podía lograr nada ligeramente progresista sin un gran hueso para la clase rica o corporativa: algún recorte al impuesto sobre la renta o algún resquicio corporativo».
En su criterio, solo hay unas pocas formas de intervenir para prevenir la "Espiral letal Hacia la plutocracia", y revertir el curso. Todas requieren de una ciudadanía comprometida que diga de forma clara: «Queremos una economía que sirva a todos, no solo a los ricos». Pero esto no parece estar cerca hoy.