miércoles, 27 de abril de 2011

El marco histórico de la globalización III

Tal vez, el lector que está un poco alejado de este tipo de manejos “legales” pueda sentir que todo esto es una exageración o una gran mentira. El manto de silencio que la información pública tiende sobre la historia y la actualidad respecto de lo que no “debe ser público” ha logrado este resultado. De todos modos sigo avanzando con el informe del Dr. James Polk. Para justificar mi insistencia me voy a detener en uno de sus libros que más repercusiones ha tenido en la cultura noratlántica. Se trata de “Patologías de la Función Pública de América: El triunfo de la ignorancia y Bliss ”. Alguien que conoce su obra, Norman Goldman, ha publicado un comentario de este libro que nos sirve para evaluar el pensamiento y la capacidad investigativa del Dr. Polk.
«El investigador estadounidense James Polk basa su rigurosa investigación que publica [en el libro de referencia] en la enorme cantidad de notas que aparecen al final de cada capítulo, sobre ellas apoya sus argumentos. Esta investigación intenta demostrar, y lo logra sólidamente, que los estadounidenses están más interesados en sus bienes materiales (como teléfonos celulares, videojuegos, computadoras), y en las estrellas pop, que en pensar y hacer algo sobre el enorme aparato del poder conservador. Denuncia que las empresas que les venden de todo se ocupan también de obstaculizar la posibilidad de alguna desconformidad sobre el sistema cultural y dificultan, en la medida de lo posible, toda crítica además de neutralizar y destruir la esfera pública. Como él señala, “hay una pérdida de la perspectiva global, lo cual lleva al ciudadano estadounidense a tener un sistema de referencia cerrado, dado que sus interpretaciones, en su mayor parte, se basan en los medios de comunicación. Estos hacen un gran trabajo para deformar la realidad con el objetivo de sofocar la crítica y silenciar la potencial oposición ».
Agrega más adelante: «La delusión que muestra el retrato de Polk respecto del ciudadano de los Estados Unidos, aunque a veces puede ser descrito como algo cínico, no deja de mostrar en él los exámenes microscópicos de la sociedad norteamericana. Denuncia Polk que en los Estados Unidos, en gran medida, ese ciudadano queda definido y representado por aquellos que se han aferrado a un sueño que se ha convertido en un camino sin fin hacia la nada». El autor también incursiona en el difícil tema de la religión de ese pueblo: «nos entrega un acta de acusación mordaz del cristianismo evangélico, que pinta como un sistema de moral que en la actualidad está en quiebra. Además, Polk se refiere al cristianismo evangélico como los "talibanes propios de los Estados Unidos" representados por los evangelistas de la televisión». En cuanto al estado de la política estadounidense y los políticos: «Polk nos recuerda que no debemos olvidar la locura por la cual un presidente [Bill Clinton] es acusado por la cámara baja del Congreso por un supuesto falso testimonio sobre una historia de sexo en la Casa Blanca, pero al mismo tiempo se ignora la mayoría de los actos flagrantes de violencia contra pueblos de todo el planeta».
Hice un alto en el análisis del trabajo del Dr. James Polk porque creí necesario avalar sus afirmaciones con su trayectoria y su producción investigativa. Porque debemos seguir sorprendiéndonos a medida que avancemos en esta investigación. La política internacional ha sido, desde hace mucho tiempo, una materia de especialistas que ha sido resguardada de la mirada de los profanos. Lo que trasciende es una versión edulcorada y descafeinada que poco dice de los verdaderos manejos, negociaciones, decisiones, acuerdos, etc. que se hacen sentir en nuestras vidas cotidianas sin que podamos saber con certeza las causas que las produjeron. Poder inmiscuirnos en estos asuntos puede resultar pesado, molesto, increíble, por lo que al hacerlo se puede correr el riesgo del menosprecio o la desvalorización. Pero nada de ello debe detenernos porque de esos asuntos depende, en gran parte, nuestro destino común en la Tierra.

domingo, 24 de abril de 2011

El marco histórico de la globalización II

El concepto de integración apareció como necesidad después de las guerras sangrientas que afectaron al territorio europeo conocidas como la Guerra de Treinta Años que llevaron al Tratado o Paz de Westfalia de 1648. Allí por primera vez en la Historia europea, se habló de «Estados-Naciones», de «libertad de prédica religiosa» y de «limites internacionales». El concepto de nacionalismo como idea no sólo romántica, sino también como elemento fortificador en un país, adquirió estatus político. A partir de entonces Europa se transformó. La filosofía que expresaba el Tratado se reflejaba en sus palabras: «Habrá una paz cristiana y universal y una amistad sincera, auténtica y perpetua entre todos y cada uno de los Estados. Que esta paz y amistad sea observada y cultivada con tal sinceridad y celo, que cada parte se esforzará en procurar el beneficio, honor y ventaja del otro». Europa se asentaba sobre este compromiso y reconocieron la soberanía de los numerosos principados que constituían el campo de la influencia alemana, y que delegó en Francia y Suecia la tarea de guardianes de la paz.
El Tratado de Westfalia fue de considerable importancia por otro motivo significativo. Dice Polk: «Los consejeros en Münster y Osnabrück pudieron establecer mediante un discurso racional el concepto de un acuerdo de paz basado en la primacía de la razón y de las reglas del derecho que trascendían los intereses nacionales y sistemas de creencias beligerantes, produciendo, con un sentido genuinamente Kantiano, la idea reguladora de la paz alcanzable como principio de razón para guiar todas las acciones de las partes involucradas, y a la cual todos los participantes (Queriendo o no queriendo), debían someterse. Esto es claramente evidente en la forma en que diversas cláusulas del tratado asumieron un papel metanormativo. De esa manera el tratado allanó el camino para una era de pensamiento secularizado en el cual el vigor de la ley y la negociación política servían de instrumentos para la resolución de conflictos y de líneas directivas de soberanía nacional basada en principios de razón».
Es muy importante poder discernir los modos en que el derecho internacional y la diplomacia de cada Nación han utilizado estos antecedentes en sus negociaciones, no siempre «con tal sinceridad y celo» como rezaba en el Tratado. En la medida en que después de la Segunda Guerra, y como resultado de una voluntad, no siempre sincera y honesta, se propuso reparar las atrocidades heredadas con legislación e instituciones que decían querer preservar una paz duradera, «auténtica y perpetua» como había propuesto el Tratado, pero que no había logrado. A pesar de ello y contraviniendo los propósitos enunciados: «Paralelamente al desarrollo de principios internacionales de conducta cosmopolita en nuestra propia época como los que se encuentran en la Declaración Universal de Derechos Humanos y en los estatutos de la Convención de Ginebra, los intereses económicos y financieros han explotado tanto los códices formulados en acuerdos internacionales y medidas jurídicas que actualmente sustituyen leyes nacionales previamente existentes a través de organismos cada vez más totalitarios como la Organización Mundial del Comercio. Es el poder encarnado en los dominios de intereses financieros concentrados que actualmente están en el proceso de transformar nuestra vida cotidiana y las esferas de experiencia en formas previamente inimaginables».
El Dr. Polk se interna en el análisis de los manejos que el poder financiero fue desarrollando para imponer sus intereses por encima de lo proclamado en las normas internacionales. Denomina Golpe de Estado a lo que sucedió en los EEUU en 1914: «Silenciosamente, y cuidadosamente ocultado al conocimiento público, ocurrió un golpe de Estado en 1914 en EE.UU. Los resultados de ese golpe incruento se hacen sentir actualmente a una escala verdaderamente global. Con una planificación cuidadosa y detallada, los representantes de las instituciones financieras más poderosas de Europa y de EE.UU. tuvieron éxito mediante la promulgación de la Ley de la Reserva Federal (también conocida como la ley Glass-Owen) en la alteración radical y permanente de los fundamentos de la nación en su conjunto. Mediante la creación del sistema de la Reserva Federal, los intereses financieros que concibieron, escribieron e implementaron en la ley Glass-Owen se apoderaron de la autoridad del gobierno de EE.UU. como representante teórico de los ciudadanos del país para imprimir nuestra propia moneda y colocaron esa autoridad en manos de un cártel bancario privado».

miércoles, 20 de abril de 2011

El marco histórico de la globalización I

Con esta nota voy a iniciar la publicación de series de artículos con un tema común, como indica el título. Voy a centrarme en una descripción y análisis de esta etapa del mundo global, dada la cantidad de información que circula sobre la cuestión que da lugar a interpretaciones lavadas, superficiales, lineales. Voy a seguir para ello un estudio del Dr. James Polk en el que aborda este tema con observaciones muy interesantes que superan sobradamente el tratamiento habitual de los medios de comunicación. Como técnica explicativa subrayaré los aspectos que pretendo resaltar para una mejor comprensión. Comienza afirmando: «Nuestra era se define en gran parte por dos conceptos muy interrelacionados: la globalización y la denominada “guerra contra el terrorismo”. En su calidad de operadores geopolíticos-económicos, ambos conceptos se complementan como medios significativos para fines específicos; ambos conforman aspectos importantes de nuestras vidas de todos los días y determinan la forma y el contenido de gran parte de lo que pasa por discurso público. Particularmente en Europa y en EE.UU. se mantiene a las poblaciones vigilantes ante “peligros claros y presentes” planteados ostensiblemente por el “terrorismo internacional” por medio de iconos que impactan nuestra memoria de movimientos de tropas en Asia Central y/o conspiraciones estratégicamente desplegadas para atentados que supuestamente son frustrados “justo a tiempo” por nuestros servicios de inteligencia».
La globalización no es, entonces, un mero despliegue de la comunicación que nos interrelaciona con el resto del mundo. Su implementación aparece como un proyecto de dominio universal al servicio de los intereses del capital concentrado, aunque esta afirmación todavía no haya aparecido. Continúa: «La globalización ha procedido mediante tres interpretaciones y representaciones del mundo en su conjunto, diferentes pero claramente interrelacionadas: como el “momento cosmopolita” sociopolítico del globo como encarnación de nuestro mundo cotidiano; como la escena de operaciones de los intereses corporativos/financieros multinacionales; y como el campo de batalla en el cual se considera que los conflictos incitados requieren soluciones exhaustivas, globales, que deben lograrse mediante un Nuevo Orden Mundial. En su estado actual, la construcción de un mundo unificado es en gran parte sinónimo del gobierno mundial ideal tal como fue conceptualizado por el filósofo francés Auguste Comte en el Siglo XIX, en el cual los banqueros internacionales y los think tanks elitistas determinan y ejecutan las políticas públicas».
Esta parte de su análisis apunta a la denuncia de los propósitos inconfesables del proyecto de la globalización, como etapa última de un proceso imperial que comenzó con el descubrimiento y la conquista de las Nuevas Tierras en el siglo XVI, por parte del Reino de Castilla y Aragón. El proyecto imperial fue continuado en el siglo XIX por el Imperio Británico, para dejar ese puesto de comando a los Estados Unidos al terminar la Segunda Guerra. El período que analiza el Dr. Polk se centra en esta última etapa. Se impone ahora la pregunta sobre cuáles son las características propias de este tiempo global. Nos dice al respecto: «Incluida en este ideal global está, por supuesto, la disolución completa de la nación-Estado como tal a través de la gradual, pero de facto irreversible, integración de naciones individuales en el marco totalitario de entidades políticas, económicas y de las principales judiciales/jurídicas que operan a escala global (las más importantes: las Naciones Unidas, el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial, el Banco de Pagos Internacionales y la Organización Mundial de Comercio)».
En este aspecto específico cabe diferenciar la necesaria integración de Naciones-Estado, en conglomerados regionales que fortalezcan su posición internacional, de los intentos de someter a esos Estados al dominio de organismos internacionales, como los señalados, que imponen políticas que privilegian los intereses del capital concentrado internacional. Y, en las últimas décadas, de las finanzas internacionales que llevaron a la crisis 2007-8, de la cual todavía no hay signos de recuperación, a pesar de lo que comunique la prensa internacional.

domingo, 17 de abril de 2011

XXI.- Provisorias reflexiones finales III

Para centrarnos dentro de lo que he pretendido plantear, debo decir que, lo que se ha denominado en las últimas décadas la “batalla cultural”, ha sido ganada hasta ahora, claramente, por el pensamiento único del neoliberalismo. Esta derrota histórica, que podemos fechar en los fines de la década del setenta del siglo pasado, y sus consecuencias políticas, es el verdadero escollo que no permite esclarecer qué debatimos, cómo y para qué lo estamos haciendo. Y esta dificultad es lo que estoy intentando definir. La dificultad radica en los modos de plantear la cuestión, lo que está condicionado por lo que ha quedado dicho. Es esta dificultad de salir de un paradigma lo que entorpece el debate. A ello se agrega la formación de una opinión cuyo sentido común está acomodado a las explicaciones simples y fáciles.
Se atribuye a Guillermo de Ockham (1280–1349), lo que se ha conocido como la navaja de Occam que si bien no se considera un principio irrefutable de la lógica, ciertamente no es un resultado científico. Su formulación: «La explicación más simple y suficiente es la más probable, mas no necesariamente la verdadera», es enseñada en muchas universidades en las carreras de Ciencias Económicas. La navaja de Ockham es la expresión del sentido común y, por lo tanto, sus seguidores afirman que su aplicación no debería plantear controversias. Sin embargo, preferir una explicación en función de la menor cantidad de causas invita a una escasa reflexión para el discernimiento respecto de ciertos fenómenos sociales, económicos y políticos. Son muchos los temas relacionados con la política y la economía, entre otros, que se manejan a partir de La navaja de Ockham en los medios masivos, condicionando la opinión pública a quedarse en ese nivel del conocimiento que se contenta con el sentido común, que tantas certezas le proporciona.
Pierre Bourdieu (1930-2002) en una conferencia de 1972, planteaba ya los problemas que ofrecían el tratamiento de los temas políticos en estos tiempos globalizados: «La primera condición para responder de forma adecuada a una cuestión política es, por tanto, ser capaz de construirla como política; la segunda, tras haberla construido como política, es ser capaz de aplicarle categorías específicamente políticas, que pueden ser más o menos adecuadas, más o menos refinadas, etc. Estas son las condiciones específicas de producción de opiniones. Segundo principio a partir del cual las personas pueden producir una opinión: lo que llamo el "ethos de clase" (por no decir "ética de clase"), es decir, un sistema de valores implícitos que las personas han interiorizado desde la infancia y a partir del cual generan respuestas a problemas extremadamente distintos».
Para el tema que estamos tratando se ha impuesto como necesario pensar todo desde el esquema de la disputa derecha-izquierda, lo que coloca los términos del debate en uno de los dos campos. A pesar de ello la fuerte desideologización del debate político ha tendido a reducirlo a un espectro mucho más reducido en torno a un centro bastante difuso. Hablar en política de las derechas y las izquierdas es una herencia de la Convención de la Asamblea francesa de 1789, en la que ubicando a la presidencia en el centro del salón se sentaron a cada lado de ella unos y otros. Dándose la particularidad de que los “revoltosos” estaban a la izquierda y la “gente razonable” estaba a la derecha. Precisamente éstos eran los que se oponían a seguir avanzando en las reformas porque lo fundamental ya se había logrado. La burguesía había desalojado del poder a la monarquía que era lo que se había propuesto. Lo demás no era necesario: los derechos de la “gente de bien” ya se habían conseguido, pero la “chusma” pretendía más.
Respecto de la crisis del capitalismo la, mostrada como imposible, salida hacia un socialismo también reduce todo a una discusión entre dos términos contrapuestos capitalismo vs. socialismo. La debilidad actual de los contenidos de estos conceptos ha llevado en nuestras tierras americanas a hablar con mayor precisión: capitalismo andino para Bolivia, capitalismo serio en la Argentina, o socialismo del siglo XXI para Venezuela, nuevo socialismo para Ecuador. Esto muestra la actitud revisionista y, al mismo tiempo, profundizadora respecto de esos conceptos.
Volviendo a América Latina, nos encontramos que cuando el debate se ha propuesto en esos términos es muy poco lo que se ha avanzado. Si bien cada uno de los procesos particulares asume las definiciones que considera más apropiadas para sus proyectos políticos, los calificativos con que se definen los conceptos hablan de la precariedad que encubren. No digo esto como una deficiencia, sino como una necesidad de demostrar que las salidas posibles están en construcción y la conceptualización es siempre, necesariamente, un paso último posterior a las prácticas políticas en esos procesos.
Finalmente, creo haber completado el recorrido crítico del tema propuesto: se expuso el tema, se revisó sus historias, se analizaron sus resultados y se plantearon las dificultades que debemos enfrentar hoy, asumiendo la necesidad de crear nuevos lenguajes, nuevas conceptualizaciones, abriendo caminos tentativos y provisorios con el compromiso de construir una sociedad más equitativa.

miércoles, 13 de abril de 2011

XXI.- Provisorias reflexiones finales II

Lo que puede parecer la introducción de un tema fuera de cuestión tiene por objeto plantear un problema que se aloja en la base de los debates que se desprenden de los temas ya expuestos. Las largas argumentaciones en torno a la salida de la situación que ha creado el agotamiento del sistema capitalista y de su cultura burguesa, por regla general adolecen de ciertas carencias. Por ejemplo, la toma de conciencia de que los términos de los planteamientos que se proponen están circunscriptos a un modo de pensar que se ha agotado junto con la cultura que los creó. Acá recurro a una advertencia que ha hecho Albert Einstein (1879–1955): «No podemos resolver problemas pensando de la misma manera que cuando los creamos». En este punto pareciera que nos encontramos en un laberinto pero, aun siendo así recordemos la enseñanza de Leopoldo Marechal (1900-1970): «De los laberintos sólo se sale por arriba». Y aquí encontramos una muy rica sabiduría. El eufemismo de Marechal nos invita a pensar que en los problemas o situaciones que se presentan verdaderamente complejos las soluciones deben ser buscadas en un plano superior, exterior, con la perspectiva de la lejanía, elevarnos y observar analíticamente y de forma "objetiva", en la medida de lo posible.
De lo dicho debe subrayarse dos afirmaciones: estamos en una etapa de “decadencia cultural” y la necesidad que nos impone esto es comenzar la indagación respecto a “modos del pensar alternativos” que nos ofrezcan posibilidades nuevas. La referencia anterior a América como un suelo nutricio nuevo puede haber sorprendido a algún lector, pero este es un punto insoslayable para abordar la problemática propuesta. Todo marco cultural construye en la mente de sus habitantes una estructuración intelectual que tamiza su relación con el contorno que le toca en suerte . “No vemos todo lo que miramos ni miramos todo lo que vemos”. La percepción queda condicionada para seleccionar ciertos aspectos y situaciones para los que estamos previamente preparados por la educación, que hemos recibido, en su sentido más abarcador. La cultura burguesa, como cualquier otra ha cumplido esa tarea. La impronta que le imprimió a la mentalidad moderna le proporcionó un modo de abordar fuertemente sesgado por el racionalismo y el cientificismo de los últimos siglos. Allí radica la enorme riqueza que ha tenido a su disposición y que la llevó al nivel de civilización actual, pero, al mismo tiempo, sus mayores limitaciones cuando ya no se adecua a los cambios acontecidos, sobre todo a partir de la segunda mitas del siglo XX.
La construcción de una sociedad de masas, que llegó a la expresión más notable en esa época como resultado del desarrollo de los medios de comunicación, transformó la conciencia colectiva y el modo de pensar de mucha gente convertida en lo que se denominó la “opinión pública”. Paul Watzlawick (1921-2007) sostuvo que «lo que llamamos realidad es resultado de la comunicación», idea que reiteraron en múltiples variantes otros estudiosos que observan el rol incuestionable que hoy ha quedado subordinada a la influencia de los medios de difusión masiva. Acá aparece el papel fundamental de esos medios en la formación de los modos de pensar, del consenso y el logro de la mayor uniformidad posible de la conciencia de los miembros de la sociedad. Esto no aparece a través de la presentación explícita de planteamientos ideológicos manifiestos, sino mediante la adaptación a lo que presenta como realidad.
Este proceso ha modificado estructuralmente a la idea tradicional de que la gente tiene un sentido común que le permite tomar decisiones con cierta certeza. Esta idea fue definida por Hans Peter Peters : «El término sentido común describe las creencias o proposiciones que parecen, para la mayoría de la gente, como prudentes, siendo esta prudencia dependiente de unos valores de conciencia compartidos que permiten dar forma a una familia, clan, pueblo y/o nación». Sin embargo, la presencia del proceso de masificación alteró este modo de pensar por la imposición de criterios impuestos. Basta con transitar con cierta atención a través del entramado discursivo que nos envuelve para constatar que pese a los esfuerzos denodados de algunos de sus protagonistas por demostrar su pragmatismo y sentido común, lo que impera ineludiblemente es pura y simple ideología, es decir, formas de la conciencia que altera la percepción de la realidad. Si “sentido común” es lo que se nos presenta como evidente en un lugar del mundo, en una época determinada, la incidencia de la carga ideológica altera los contenidos percibidos.
El profesor de filosofía Lluis Roca nos habla de las ideas previas: «Lo principal se encuentra en la actitud previa. Al recibir una información nueva, las personas parten de opiniones que ya tenían. Tienen la tendencia a oír lo que les confirma y de ignorar o rechazar lo que les contradice. Pero uno se puede preguntar de dónde viene esta actitud preexistente». La respuesta a esa pregunta es clave para seguir avanzando. El lic. Juan González López atribuye un peso importante en la formación de la opinión pública a los que, en Estados Unidos se los denomina “tanques del pensamiento” (think tanks) que se articulan con los medios masivos: «reciben un fuerte financiamiento por parte del empresariado y, en ocasiones, del propio Estado. En el caso de la educación han sido los principales defensores teóricos del concepto de escuela privada y la competencia educativa, asociado a la “transversalmente” deseada calidad educativa. Los medios de comunicación legitiman constantemente las directrices emanadas de estos centros, en el caso de la educación, tales directrices reciben un importante respaldo de medios».

domingo, 10 de abril de 2011

XXI.- Provisorias reflexiones finales I

Me atrevo a decir que el círculo se ha cerrado. Partimos de la afirmación: «La codicia es buena», que he tomado como una buena excusa para reflexionar sobre el sistema capitalista y su cultura burguesa. Este análisis nos llevó a revisar las condiciones de inicio del capitalismo y allí recurrí a Weber y su célebre tesis sobre el «espíritu del capitalismo», que nos permitió pensar un tema que es fundamental para nuestra reflexión: la incidencia de los valores de la cultura en los procesos políticos. Está afirmación no intenta contradecir las tesis de Marx sobre el papel fundamental de la economía en el armado de las relaciones sociales, sólo pretende subrayar que en esta etapa del capitalismo financiero y a partir de la década del setenta del siglo pasado, como ya quedó dicho, concentró sus baterías informáticas sobre la población del planeta para catequizarla en el evangelio del consumo, la satisfacción de todos los deseos por el placer inmediato, el hedonismo ramplón. Es decir por la inculturación de un modo de vida sustentado en los valores del “American dreams” .
Partiendo, entonces, de la codicia recorrimos los últimos siglos de la cultura occidental y revisamos los resultados y consecuencias de la implementación de ese modelo. Después de la hoy ya mitológica Caída del Muro de Berlín, se expandió la sensación de que había desaparecido la última esperanza de un mundo mejor, del enterramiento de las más bellas utopías, pareció que no quedaba espacio disponible para pensar en alternativas diferentes. Lo que se difundió con bombos y platillos es que el capitalismo liberal había triunfado y no había más nada para debatir. Las décadas siguientes parecieron transitar por un túnel de la historia en el que se comenzaron a ver paisajes ya muy conocidos: una explotación cada vez mayor del trabajo humano, la pérdida paulatina de las conquistas obreras que tanto habían costado conseguir y, como contrapartida, la explosión irresponsable de una furia financiera por la conquista del mayor lucro posible. El estremecimiento que produjo pensar en el eclipse del futuro fue un sentimiento que embargó a muchos sectores de la población del planeta. Esto es la verificación de la eficacia de la inculturación del modelo global.
Entonces, sin futuro, el presente se convirtió en un tiempo en el que había que consumir y disfrutar desesperadamente, de cualquier modo al alcance de la mano, sin miramientos, utilizando cuanto se consiguiera para lograrlo sin reparar en consecuencias, pero sólo para aquellos que estuvieran “habilitados” para ello. A esta etapa el pensamiento posmoderno la denominó “el fin de la historia” y “el fin de las ideologías”. Un modo de reconocimiento explícito de que las utopías de la modernidad se habían agotado.
En un tiempo en el que nada era posible esperar, la vida se convirtió en un perpetuo presente, el futuro en tanto tal, como la aparición de los sucesos históricos del devenir, había desaparecido, sólo conservaba la idea de un transcurrir tecnológico cuyas novedades se conseguían en el mercado. La disociación de la subjetividad espiritual y la práctica de la vida cotidiana agostó a la primera convertida en un simple delirio escapista. No fue un tiempo propicio para la reflexión profunda y, por ello, la política se subordinó a los dictados de la economía pensada como una actividad de expectativas de corto plazo. El mediano y largo plazo había sido entregado al manejo de los dioses, misteriosos e incomunicativos. Una sensación de inseguridad espiritual se apoderó de tantos, por ello una ansiedad estimulada sumergió la conciencia colectiva en una cuasi desesperación, aunque se ocultara debajo de los bienes del consumo.
Todo ello hablaba de la profunda crisis de la Cultura Occidental, de un final de época que se manifestaba pero no se asumía. Sin embargo, paralelamente a ello América aparecía como un continente prometedor, lleno de promesas que el espíritu noratlántico no estaba en condiciones de percibir. En el año 1968 el papa Pablo VI había proclamado: «América Latina es el continente de la esperanza», poniendo en relieve «la original vocación de América Latina de plasmar en una síntesis nueva y genial lo antiguo y lo moderno, lo espiritual y lo temporal, lo que otros le han dado y su propia originalidad». Esta cita, como ya aclaré antes, no tiene ningún carácter religioso. Sólo recurro a un intelectual de una formación exquisita que anuncia al mundo que, ante la decadencia de la cultura europea está naciendo la alternativa de una cosmovisión diferente y más esperanzadora. Este es el punto del tema.
Porque en ese momento se amasaba en estas tierras un modo de pensar, síntesis de tradiciones indígenas y del resultado de la crítica a la tradición del pensamiento moderno, que prometía un nuevo punto de partida para una reflexión novedosa. Ésta se expresó en dos corrientes paralelas de estrecho vínculo entre ellas: la Filosofía de la Liberación acompañada por una Ética de la Liberación y una Teología de la Liberación que partían de otro punto sus indagaciones. Para proponer dos figuras representativas, con el enorme riesgo de ser injusto, nombro a Enrique Dussel como representante de las primeras y a Leonardo Boff de la tercera.

miércoles, 6 de abril de 2011

XX.- Es necesario mejorar urgentemente la distribución

Hemos estado analizando el proceso por el cual en las últimas décadas, más específicamente, con el acceso de Ronald Reagan Presidente de los Estados Unidos entre 1981-1989, y con él los republicanos y su neoliberalismo, en estrecho contacto con Margaret Thatcher, Primera Ministra del Reino Unido entre 1979 y 1990, se incrementó la profundidad de la brecha entre ricos y pobres. Los noventa y la primera década del este siglo el proceso siguió su camino. Esto nos señala con claridad que el sistema capitalista, sobre todo cuando el Estado se recluye en su función meramente administrativa (recuérdese que en el país del norte a los gobiernos se los denomina “administraciones”), el libre juego del mercado, que es muy poco libre, acumula la riqueza en un solo, el de los ricos. Es sencillo, entonces, comprender que el problema central que el capitalismo no puede resolver con su famoso automatismo del mercado es el de la “distribución de la riqueza”. Como ejemplo claro veamos las últimas decisiones políticas del presidente Obama, un demócrata corrido al centro-derecha del espectro político.
Para ello nos basaremos en los análisis económicos de Sam Pizzigati , quien va siguiendo este tema en su país:
El pacto de recorte fiscal de la administración Obama anunciado la semana pasada [diciembre – 2010] ha enfurecido a muchos estadounidenses. Pero la pródiga generosidad hacia los ricos de EEUU no debe sorprender a nadie. Mucha de la cháchara sobre el pacto de recorte fiscal que la Casa Blanca ha acordado con los líderes republicanos del Congreso ha girado entorno a las implicaciones a corto plazo del pacto, los dólares que extendiendo los recortes de Bush dos años –y declarando un año de “fiesta” fiscal a la Seguridad Social –irán a los bolsillos de EEUU. Esos dólares son –unos 77.000 $, promedio, para cada norteamericano perteneciente al 1% más rico, y poco menos de 400 $ para los contribuyentes pertenecientes al 20% más pobre– ciertamente una lectura animada. Pero el impacto más significativo del pacto, como señala el economista Paul Krugman, será casi seguro a largo plazo. Nos enfrentamos a “la creciente probabilidad de que los impuestos bajos para los ricos se hagan permanentes, dañando las políticas públicas durante las décadas venideras”.
Nuestro investigador agrega que existe una gran probabilidad de que se haya entrado en lo que Chuck Collins , ha calificado como «espiral mortal hacia la plutocracia ». Esta espiral se retroalimenta con una lógica que produce «a mayor riqueza concentrada, más ricos utilizan esa riqueza –y poder– para reescribir nuestras reglas económicas y concentrar más, si cabe, los privilegios». Esto no es una novedad del neoliberalismo, un teórico del liberalismo clásico muy respetado en ese país, Walter Lippmann (1889-1974), creía, que «el progreso social y económico ya no requería de impuestos altos a los ricos, puesto que el “tamaño de la torta puede ser incrementado por invención, organización, inversión de capital, y política fiscal”», y de allí revertiría sobre el resto de la Nación. A pesar de ello Lippmann no dejaba de advertir que: «el sentir general se ha puesto por completo en contra de la acumulación privada de excesiva riqueza». Si bien es cierto hubo presidentes que sostuvieron posiciones opuestas como el demócrata Harry Truman (1884-1972) que sostuvieron que los que: «ayudan a los ricos y clavan un cuchillo en la espalda del pobre», otro demócrata de muy buena imagen como el presidente John Kennedy (1917-1963) como apoyo a su política lanzó aquella frase célebre: «la marea creciente levanta todos los barcos».
Pizzigati, ante el panorama político de los Estados Unidos, reflexiona:
Los peligros que arriesgamos como sociedad cuando apartamos la mirada de la persecución de las grandes fortunas se mantienen más vívidamente que en cualquier otro momento desde la Gran Depresión. Respetados y reputados expertos y políticos en plataformas de opinión –premios Nobel como Joseph Stiglitz, ex altos cargos como Robert Reich– han estado vinculando estrechamente nuestros tiempos difíciles con lo que el politólogo de la Universidad de Yale, Jacob Hacker , llama «nuestra hiper-concentración en lo alto». Este fenómeno, que inquieta a algunos intelectuales del norte, entre ellos Chuck Collins, sostiene:
Solo hay unas pocas formas de intervenir para prevenir la "Espiral Letal Hacia la Plutocracia", y revertir el curso. Todas requieren de una ciudadanía comprometida que diga de forma clara: "Queremos una economía que sirva a todos, no solo a los ricos". La primera intervención es mediante impuestos progresivos sobre la riqueza, los ingresos y la propiedad. Necesitamos de manera urgente restaurar un impuesto progresivo sobre la propiedad. En lugar de hacer un trato para instaurar la propuesta Republicana sobre los impuestos que debilita la ley, el Congreso debe empujar el Responsible Estate Tax Act, que comenzaría a romper la riqueza concentrada. La segunda es mediante una robusta campaña de reforma financiera que cierre el vinculo entre riqueza y poder político. Cualquier cosa que coloque obstáculos entre la influencia política y la riqueza ayuda a alentar la Espiral Letal.
Palabras que encierran una sabiduría política que no debe menospreciarse.

domingo, 3 de abril de 2011

XIX.- Codicia sí, pero sin excesos especulativos

La descripción que hemos leído en la nota anterior nos habla de fuertes desigualdades, de tratamiento diferencial, de claras injusticias. Ahora bien ¿nos habla también de delito? La respuesta inmediata sería: por supuesto que no, a algunos, por mayor capacidad les ha ido bien y a algunos otros por incapacidad les fue mal. Ante las dificultades del tema vamos a recurrir al profesor Vicenç Navarro quien nos propone una interesante reflexión, que sintetizo de este modo: si un cirujano opera a un paciente y comete un error, resultado de negligencia o de incompetencia, que causa su muerte, el cirujano probablemente será sancionado, sanción que puede incluso llegar al encarcelamiento y pérdida de su licencia para ejercer su profesión, la cirugía. Es lo que se llama mala práctica médica. El sistema de sanciones es necesario para proteger a la ciudadanía de incompetencias y negligencias de profesionales cuyas acciones pueden afectar su bienestar y calidad de vida. Entonces ¿Cómo entender la falta de sanciones ante la crisis que venimos analizando, sobre todo ante lo mostrado del tratamiento desigual. La democracia ¿no es el sistema de la igualdad ante la ley?
El profesor Navarro comenta:
Estas normas y sanciones, sin embargo, han sido totalmente ignoradas en la situación actual en la que los banqueros, debido a sus malas prácticas, han creado la mayor crisis financiera hasta ahora conocida desde la II Guerra Mundial, crisis que ha causado un enorme dolor y daño a millones de personas. A pesar de ello, ninguno ha terminado en la cárcel. La enorme incompetencia, negligencia y avaricia de tales banqueros ha llevado a la ruina a millones y millones de personas. Y el daño era previsible, pues ya a mediados de la primera década del siglo XXI hubo economistas como Dean Baker en EEUU, entre otros, que alertaron de que las malas prácticas bancarias nos estaban llevando a una situación catastrófica. Mientras, las agencias de evaluación de bonos como Moody, Standard & Poor’s, entre otras, estaban dando excelentes notas a los bancos que se colapsaron al día siguiente de que tales agencias les dieran una nota de sobresaliente. Y semejante incompetencia e irresponsabilidad (cuando no complicidad) se presentó entre las agencias e instituciones supervisoras de los bancos y del sistema bancario, incluyendo los Bancos Centrales de tales países. Nadie –repito, nadie- ha sido sancionado.
La respuesta que nos ofrece incluye el tema de “complicidad”, dice el diccionario: «Actitud con que se muestra que existe conocimiento por parte de dos o más personas de algo que es secreto u oculto para los demás». Entonces, ¿Qué habrá sido lo oculto que los cómplices sabían? Sigamos a Navarro:
Este silencio ensordecedor de la actividad sancionadora de los Estados es escandaloso. Pero la situación es incluso peor. En lugar de llevar a la cárcel a los banqueros y a sus supervisores (tanto del sector público como del privado), se les dio millones y millones de dólares y euros, no sólo una sino dos, tres y cuatro veces, a fin de evitar que se colapsaran, conllevando además enormes beneficios personales. Ha sido el caso más bochornoso que ha ocurrido en los últimos cien años y que expresa el maridaje entre poder financiero y poder político en la mayoría de tales Estados.
Si empezamos a entretejer la información que hemos leído nos encontramos ante una flagrante “complicidad” que nos permite entender que no sólo los funcionarios supieron algo que era secreto, porque en ese caso hablaríamos de recibir dinero para no hablar de lo que saben. Por aquello de que «el hilo se corta por lo más delgado» veamos el caso de Islandia:
En, hace un año y medio, los tres mayores bancos colapsaron como resultado de sus actividades especulativas. Sólo la ayuda del Estado les permitió sobrevivir. El Parlamento de Islandia acaba de publicar el informe de una Comisión Parlamentaria nombrada para averiguar la causa de lo ocurrido. En el informe se documenta no sólo la incompetencia, sino las malas prácticas de los equipos de dirección de aquellos bancos, así como la incompetencia, cuando no la complicidad, de las agencias privadas (sistema de auditoría) y públicas, que en teoría deberían supervisarlas. Como consecuencia, se han llevado a los tribunales a los equipos directivos de aquellos bancos, así como a sus supervisores, con petición de encarcelamiento y sanción por su comportamiento, que el informe define como criminal.
En los Estados Unidos el enojo del Presidente Obama no alcanzó para modificar algo sustancial de la legislación vigente en la que se amparan los banqueros y especuladores. La Comisión Europea ha propuesto en diciembre del año pasado «la homologación entre los países de la UE de los sistemas de normas y sanciones contra delitos financieros, intentando frenar los excesos en la especulación bancaria». No se puede dejar pasar por alto la utilización de la palabra “exceso”, es como si dijeran: un poco está bien, pero no exageren. Veamos qué es especular, según el diccionario es: «comprar bienes que se cree van a subir de precio para venderlos y obtener una ganancia sin trabajo ni esfuerzo», eso no está mal, a pesar de que se hayan producido entre la compra y la venta maniobras para lograr subir los precios.
Como bien ha dicho el Premio Nobel de Economía, Joseph Stiglitz, “hasta que los banqueros y responsables de las instituciones supervisoras del sistema financiero no terminen en la cárcel, la crisis financiera no se resolverá” (4-11-2010).