miércoles, 29 de enero de 2014

La inseguridad es una paranoia construida por los medios X



Propongo ahora detenernos en el análisis de un tema del que se puede tener alguna información, pero sobre el cual no hay una conciencia clara en el ciudadano de a pie: las implicancias últimas, las que desnudan la perversión de los manejos en la utilización de ciertas técnicas comunicacionales. El siglo XX nos acostumbró a ver en la publicidad un modo de acercar a un público necesitado de información las novedades que se iban presentando en el mercado. El escritor mejicano Arturo Pizá (1969) sintetiza en un párrafo el contenido del concepto:
La propaganda puede descubrir o encubrir, puede ser confiable o tendenciosa, seria o cínica, racional o emocional. Su fin último es convencer, pero a diferencia de la publicidad que ataca nuestros hábitos de consumo y autoestima, la propaganda compra la totalidad de la conciencia al reafirmar o cambiar nuestra ideología, nuestra identidad. Herramienta o arma, como se quiera, este elemento inevitable de la cultura de masas puede transformar lo inmutable o justificar lo inaceptable… puede atender un problema social o puede defender una teoría que se llevó la vida de más de 55 millones de personas. Difícilmente Adolfo Hitler se hubiera encumbrado de la forma en que lo hizo, sin una maquinaria propagandística bien orquestada. El enano austriaco sabía que tan importante como la campaña de terror desarrollada por Himmler, era la de  convencimiento fomentada por Goebbels.
El párrafo es lo suficientemente claro como para merecer algún comentario. Sin embargo, adolece de un defecto que intento poner en evidencia: atribuir al nazismo los peores manejos de la propaganda abre un camino para decir que también puede haber usos sanos, inocentes, necesarios. Por lo cual debemos decir que la experiencia terrible de ese régimen no debe empañar una utilización profesional de esta disciplina. Sin embargo, en tiempos de un capitalismo salvaje no se puede pensar con ingenuidad. Para acercarnos al pensamiento y a las investigaciones de los mejores exponentes del arte publicitario, desde una actitud de denuncia crítica debemos pensar en Vance Packard[1] (1914-1996) quien publicó The Hidden Persuaders (Los persuasores ocultos - 1957) que fue traducido como Las formas ocultas de la propaganda. En la presentación nos informa:
Este libro intenta explorar un campo nuevo, extraño y más bien exótico de la vida norteamericana. Trata de los esfuerzos que, en gran escala y a menudo con éxito impresionante, se realizan para canalizar nuestras decisiones en tanto que compradores. Apuntando a la manipulación de nuestros procesos mentales, mediante el uso de conocimientos extraídos de la psiquiatría y de las ciencias sociales. Los procedimientos suelen aplicarse en un plano que escapa a nuestra conciencia, de modo tal que las incitaciones son frecuentemente y en cierto sentido “ocultos”. De lo cual resulta que a muchos de nosotros se nos influye y se nos manipula en mayor medida de lo que nos damos cuenta, en lo que se refiere a las pautas de nuestra vida diaria. Algunas manipulaciones ensayadas son sencillamente divertidas; otras, turbadoras, en especial si se las considera como anticipadoras de lo que se nos depara en escala más intensa y efectiva, pues equipos de hombres de ciencia han suministrado ya instrumentos pavorosos
Pues bien, de esto se trata, y el modo engañoso de presentar la propaganda como una simple técnica de comunicación efectiva oculta todo lo que se ha movido por detrás, como denuncia Packard: estudios de  científicos sociales, investigadores, profesionales y académicos de alto nivel, para el logro de un mensaje que logre su objetivo sin poner en evidencia sus intenciones últimas.
En su libro este investigador explora la conducta de los consumidores, investigación motivacional y otras técnicas psicológicas, incluyendo la psicología profunda y tácticas subliminales para manipular las expectativas y provocar el deseo de los productos, sobre todo en EEUU en la época de la posguerra. El libro hace extensiva sus investigaciones dentro del campo de la política donde también encuentra aplicaciones de esas técnicas a la manipulación de la promoción de políticos con fines electorales.



[1] Sociólogo estadounidense. Estudió en la Pennsylvania State University. Posteriormente estudió periodismo obteniendo una maestría en la Universidad de Columbia. Autor de numerosos trabajos sociológicos en los que analiza con espíritu crítico y a veces mordaz aspectos tan importantes de la sociedad contemporánea como la búsqueda del éxito y el prestigio social (Los artífices del derroche, 1960).

sábado, 25 de enero de 2014

La inseguridad es una paranoia construida por los medios IX



Gracias al aporte de las investigaciones de los estudiosos que he consultado, hemos podido leer y pensar la tesis alrededor de la cual gira todo este estudio. Todo ello nos ha permitido un proceso de diversas aproximaciones. En mi opinión, hemos logrado encuadrar el tema de la inseguridad social dentro de un marco teórico, con las respectivas conclusiones de las investigaciones realizadas. Agrego, ahora, estos dos párrafos del profesor Hayward en los cuales se extiende para darle un primer cierre:
Muchos de los que delinquen no son capaces de descifrar el modo en que el capitalismo los está explotando porque no cuentan con educación o tienen una mala escolarización. No son capaces de manifestarse si no es a través de la protesta violenta. Lo que resulta interesante es que evidencian sus sentimientos en el mercado, llevándose los artículos que quieren: zapatillas, ropa deportiva, televisores de pantalla plana, etc. A la vez, muchos de los sentimientos que el capitalismo trata de engendrar entre los más jóvenes para hacerlos consumir pueden también utilizarse para explicar por qué provocaron los disturbios. Si se piensa en el consumismo, lo que se requiere de los jóvenes, especialmente, es una demanda constante por tener más, una demanda insaciable. La idea del consumismo está diseñada para que se diga: “lo voy a tener ahora, en realidad no puedo afrontar su costo, pero lo voy a conseguir”. Esta especie de suspensión de la racionalidad  normal, las prácticas irracionales, y la excitación consumista y demandante generan excitación y estimulación. En cierto modo, algunos de los rasgos que mostraron los disturbios fueron sentimientos o emociones similares: gente impulsiva, actuando por fuera del proceso de toma de decisiones, sin ser conscientes de que estaban siendo captados por las cámaras. Muchos pueden lidiar con esto y controlar la situación con eficacia. No obstante, algunas personas, y muy a menudo las más pobres dentro la sociedad, reciben la mayoría de los mensajes.
Esta afirmación corre el ángulo del delito, lo coloca como una de las consecuencias de una cultura que incita a consumir: en ella aparece una víctima que los medios convierte en un delincuente. Martillar la conciencia de los que están marginados mostrándole todo lo que podrían tener, pero a lo que no pueden acceder por estar arrinconados por ese mismo mercado que no les permite la entrada, es la expresión más perversa de este juego publicitario.
Algunos estudios realizados en los Estados Unidos sugieren que las personas más vulnerables de los barrios  más pobres son quienes están más expuestas a los avisos publicitarios, porque están mirando televisión todo el tiempo, no leen libros ni van al colegio, constantemente reciben el bombardeo de mensajes publicitarios. Incluso, los habitantes de algunos barrios pobres de los Estados Unidos ni siquiera pueden firmar o escribir su nombre, aunque conocen marcas muy exclusivas como Armani o Gucci, porque son bombardeados seis horas al día con promociones o publicidades. Son los más expuestos a la lógica que marca la cultura del consumo. No siempre, pero muy a menudo, fueron quienes estuvieron involucrados en los disturbios en Londres; con frecuencia, eso estuvo vinculado con lo que yo denomino la “mercantilización de la violencia” o el “marketing de la transgresión”.
La palabra del papa Francisco le da un cierre profundo a todo lo dicho hasta acá e ilumina con su sabiduría evangélica lo más hondo y estructural del problema. Ha escrito en el apartado Nº 59 de su Exhortación Evangelii gaudium que lleva como título: No a la inequidad que genera violencia:
Hoy en muchas partes se reclama mayor seguridad. Pero hasta que no se reviertan la exclusión y la inequidad dentro de una sociedad y entre los distintos pueblos será imposible erradicar la violencia. Cuando la sociedad –local, nacional o mundial– abandona en la periferia una parte de sí misma, no habrá programas políticos ni recursos policiales o de inteligencia que puedan asegurar indefinidamente la tranquilidad. Esto no sucede solamente porque la inequidad provoca la reacción violenta de los excluidos del sistema, sino porque el sistema social y económico es injusto en su raíz.

miércoles, 22 de enero de 2014

La inseguridad es una paranoia construida por los medios VIII



Una extraña combinación de negocios, corrupción y manejos políticos van apareciendo en los modos en que emergen expuestas las informaciones que llegan a un sector importante de los ciudadanos de a pie. La noticia con datos duros  (como dicen los periodistas aludiendo a cifras, índices, estadísticas, etc.) ofrece una variada gama de modos de ser presentada. Allí comienzan los intentos de manipulación que ha adquirido hoy ribetes muy sutiles. Operaciones de un mismo cariz se muestran en algunos programas de investigación en los canales de televisión respecto a modus operandi de la policía, estilos y métodos en las cárceles. Al respecto afirma el profesor Hayward:
Estos programas son conducidos ideológicamente. Entonces, lo que quieren mostrar es lo peligrosa que es la cárcel o lo deshumanizada que es la gente que las habita. Muchos se niegan a escuchar interpretaciones o explicaciones de manos de expertos porque creen que entienden la situación. En el Reino Unido, por lo menos, cantidades de famosos hablan sobre los problemas de la delincuencia, acerca de “volver a instaurar la pena de muerte”. Creen que pueden guiarnos y dar pautas sobre castigos penales. Y esto es muy frustrante. Por lo que uno de nuestros objetivos es desacreditar estereotipos, desafiar esta narrativa mono-ideológica de los medios de comunicación. No es que me interesen sólo los medios, pero la realidad es que los medios son muy  importantes, porque cambiar la comprensión de la gente implica atender el modo en que el crimen y su castigo se retratan en los medios de comunicación. Es necesario elaborar historias que desafíen la norma y, más importante aún, poner de relieve la hipocresía que existe en los medios de comunicación. El delito vende. Así es que de un lado aparecen estas narrativas que demonizan al delincuente y las percepciones de la derecha, y del otro están los medios que utilizan el delito para vender sus productos.
Las dos últimas décadas revelan medios de comunicación que funcionan más sofisticadamente, logrando ocultar los múltiples negocios que rondan esta problemática. Una investigación acerca de la proliferación de agencias de seguridad privada, la venta de tecnología del más variado tipo: desde cámaras de seguridad hasta botones antipánico, negocios inmobiliarios en torno a la construcción de “barrios seguros”, etc., nos permitiría apreciar las dimensiones que ha adquirido y el dinero que está en juego. Comenta el Profesor:
El pánico moral resulta bueno para los negocios. Así, lo que se hace es crear miedo y luego sacar provecho de eso. Por consiguiente, emergen grandes delitos y se benefician de vuelta del pánico moral en un proceso cíclico al modo de una escalera de caracol que parece hacer referencia a uno y otro constantemente. Hay cientos de reality shows policiales muy populares en televisión que encarnan siempre una misma posición ideológica. Nunca hablan sobre políticas o la situación del delito, sino que se refieren a un particular delito callejero. Entonces, antes teníamos el famoso pánico moral causado por la delincuencia callejera, todavía lo tenemos, pero lo que se estudia ahora es el tipo de miedo que el delito genera en la imaginación. Se filma la captura de un individuo, luego estos videos se utilizan como técnicas de promoción para conseguir más fondos para la policía, obtener herramientas de formación y crear nuevos cuerpos policiales. La gente mira programas como SWAT, un show que muestra a una policía altamente militarizada, existente en varias ciudades de los Estados Unidos, y entonces siente el temor que provoca el pánico moral. Luego demanda este tipo de fuerzas policiales militarizadas en su ciudad.
El tema del crimen y el delito se ha politizado, sobre todo en los países centrales y, como consecuencia se importa a nuestro país el análisis de la problemática en los términos que ya se han expuesto. No significa esto que el delito no exista y que éste ha ido aumentando en la misma medida en que se fueron deteriorando las políticas sociales y la cada vez más injusta distribución de la riqueza a partir de la dictadura cívico-militar. Como ya vimos en la opinión de importantes investigadores, esto es innegable. El tema que estamos intentando dilucidar es la relación real entre los índices de ese delito y el modo de impacto con que se los comunica. En tiempos electorales en aquellos países resurgen cada vez con más fuerza en las agendas. Aparecen los discursos con frases como “necesitamos más policías”, “tenemos que ser duros”. Se podría decir parafraseando la famosa frase de las películas: “Cualquier parecido con los hechos de nuestra vida real en Argentina es mera coincidencia”.


domingo, 19 de enero de 2014

La inseguridad es una paranoia construida por los medios VII



Es necesario desarmar el juego perverso que utiliza la existencia del delito para crear la necesidad de su eliminación, como si esto fuera posible, como no lo ha sido en la abultada experiencia internacional disponible. Desde la información de los medios nacionales, a la que se le suma una campaña sistemática de Holywood y de las productoras de series de los países centrales, que demuestran que el delito se puede combatir con un éxito asombroso, se contrapone la incapacidad de las fuerzas de seguridad locales. Esto queda grabado en la conciencia colectiva y hace más imperioso una solución inmediata. Como una muestra del ocultamiento de datos e informaciones quiero citar al investigador estadounidense Jeremy Rifkin[1] (1943), quien sostiene a mediados de los noventa:
Recientes estudios han mostrado una clara correlación entre el crecimiento del desempleo y de los crímenes violentos. En el estudio de Merva y Fowles los investigadores encontraron que, en los Estados Unidos, un crecimiento de un 1% en el desempleo se traduce en un crecimiento del 6,7% en los homicidios, de un 3,4% en los crímenes violentos y de un 2,4% en los crímenes contra la propiedad. Justo a las puertas de la nueva aldea global de base tecnológica encontraremos un creciente número de seres desesperados y sin futuro, muchos de los cuales se veránn abocados a entrar en una vida de crimen, colaborando de esta forma a la creación de una vasta subcultura criminal. La nueva cultura “fuera de la ley” está empezando a plantear una seria e importante amenaza para la capacidad de los gobiernos a la hora de mantener el orden y de garantizar la necesaria seguridad a sus ciudadanos.
El Profesor Hayward, dos décadas después, sigue sosteniendo esta línea investigativa respecto de las causas de la inseguridad social:
La gente, los sociólogos o criminólogos renuncian a la tarea de buscar las causas que derivan en la ocurrencia de delitos, los fundamentos culturales, sociales y económicos que se esconden detrás de ellos, o aquellas cuestiones que hacen que la delincuencia sea diferente en distintos lugares. La cuestión es tratar de entender las causas del delito en individuos y grupos, y explicar por qué sus niveles son diferentes en diversos lugares, culturas, países y ciudades. Estos son los objetivos originales de la criminología como disciplina. Y creo que en las últimas dos décadas hemos visto que se ha renunciado a ello.
Recurro a otra fuente académica seria, para que no queden dudas de las concordancias en las investigaciones y las causas señaladas en este tan debatido tema en nuestra sociedad. Me refiero al Doctor Lester C. Thurow[2] quien ya en los mismos noventa presagiaba:
Nadie puede saber exactamente qué sucederá en nuestra sociedad si la desigualdad continúa en aumento y una gran mayoría de nuestras familias experimentan una caída de los salarios reales. Pero justo es suponer que si el capitalismo no ofrece salarios reales crecientes para una mayoría de sus participantes, en un período en que la economía se está expandiendo, no mantendrá durante largo tiempo la adhesión de la mayor parte de la población. Del mismo modo, si el proceso político democrático no puede remediar lo que está generando esta realidad capitalista, con el tiempo también se habrá desacreditado. Un gran grupo de votantes con una hostilidad cambiante, que no obtiene beneficio del sistema económico y no cree que el gobierno se preocupe, no es una receta para el éxito político ni económico.
Volviendo al Profesor Hayward podemos encontrar una posible respuesta respecto de los porqués se encuentran tal disparidades respecto de un tema tan candente como el que estamos investigando, que está en la preocupación de los más importantes países del mundo desarrollado. 
Muchos piensan que es demasiado complicado o no están interesados en estas diferencias culturales. Lo que les interesa es controlar el crimen y aceptar el hecho de que tengamos que adjudicar grandes presupuestos para hacer frente a los altos índices de delincuencia, sosteniendo que es parte del vivir en una sociedad capitalista. Esa es la posición oficial, desde la cual se dice: “¿Qué vamos a hacer? Vamos a controlarlo usando técnicas de vigilancia y prisiones pobladas, ampliando los presupuestos destinados a la prisión, la militarización de la policía, mediante técnicas dirigidas a controlar la situación”.


[1] Sociólogo, economista, escritor, asesor político y activista estadounidense. Investiga el impacto de los cambios científicos y tecnológicos en la economía, la fuerza de trabajo, la sociedad y el medio ambiente. Uno de sus libros de más éxito y reconocimiento es El fin del trabajo, de 1995.
[2] Economista estadounidense político, recibió un doctorado en Economía de la Universidad de Harvard, Decano de la Sloan School of Management del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT).

miércoles, 15 de enero de 2014

La inseguridad es una paranoia construida por los medios VI



Para aportar una mirada diferente sobre el tema, y seguir enriqueciendo la investigación con aportes de los mejores especialistas en la materia, voy a convocar al Director de estudios sobre Criminología y Profesor de Terrorismo y Sociedad Moderna y Criminología Cultural de la Escuela de Política Social, Sociología e Investigación Social de la Universidad de Kent (Reino Unido), Keith Hayward. Entre sus obras más importantes se encuentran Cultural Criminology: An Invitation (2008), Framing Crime: Cultural Criminology and the Image (2008) y City Limits: Crime, Consumer Culture and the Urban Experience (2004). Además, publicó artículos sobre delito juvenil, cultura popular, fanatismo y la modificación del crimen, entre otros. Su presencia en la Argentina se debe a una invitación realizada por el Proyecto de la Secretaría de Ciencia y Técnica (UBA) “La cultura de la inseguridad y sus efectos sociales”, del Instituto de Investigaciones Gino Germani (IIGG).
Los comentarios acerca de sus actividades y sus análisis, son aportados por sus entrevistadoras, Natalia Aruguete[1] y Bárbara Schijman[2], quienes nos informan:
Su trabajo aborda los modos en que las dinámicas culturales se articulan con las prácticas del delito y su control   en la sociedad contemporánea. Su aporte al estudio del crimen y su prevención apunta a entender cómo se construye el discurso mediático y político detrás del mismo y propone, en cambio, contemplar para su comprensión variables culturales, sociales y económicas que generan que ciertos fenómenos tomen características singulares en distintas sociedades.
Todos estos detalles profesionales nos permiten comprender que quien va a discurrir sobre el tema tiene los necesarios antecedentes serios como para hablar con fundamento, en un tema en el cual la información disponible en el espacio público bordea la charlatanería. La presentación nos habla del sesgo académico que presenta. En sus publicaciones, a contrapelo de las tendencias dominantes en la materia, encarna una corriente más sociológica, según sus entrevistadoras:
Impulsor de la “criminología cultural”, Keith Hayward critica las corrientes teóricas dominantes, que giran en torno de la policía, las cárceles, la vigilancia y las cámaras. Analiza cómo las dinámicas culturales se articulan con las prácticas del delito y su control. Y en ese marco, advierte, los medios juegan un papel fundamental. Las “soluciones” se importan de experiencias extranjeras y se proponen sin analizar las características de cada caso. El ejemplo paradigmático que ofrece es las revueltas londinenses y las llamadas “pandillas”.
Ofrece una de toma de posición en el tema de la inseguridad social, y las “soluciones mágicas” que ofrecen los medios dominantes. Debemos repensar lo sucedido en nuestras campañas electorales en las cuales han aparecido como un lamentable latiguillo. Ello genera opinión en la gente que va acumulando una especial sensibilidad por la acomodación que esos mismos medios producen. Temas como la baja de imputabilidad para el delito de los menores, o el aumento de las penas tienen una triste historia en nuestro país, fundamentalmente tras la campaña realizada en el 2004 por el falso ingeniero Juan Carlos Blumberg. La paranoia desatada empujó a una parte importante de la dirigencia política a asumir ese discurso y presionar con modificaciones legales. Todas ellas ya habían fracasado en los países de donde se extrajeron, sin analizar esas experiencias, tal como afirma el Profesor Hayward. Ante estos modos de intentar resolver, critica:
Es que sólo promueve la justicia criminal. Y creo que el mundo necesita menos de justicia criminal y más de justicia social. Esta idea se contrapone a la organización de formas de justicia penal y a la criminología que las respalda. Se trata de un reto a esas posiciones, que, a menudo, tienen muy poco que ver con la justicia en la forma en que yo la percibo. Es en ese sentido que la criminología cultural se opone a las corrientes teóricas dominantes: la criminología institucional establecida gira en torno de la policía, las cárceles, la vigilancia, las cámaras, el control.




[1] Magíster en Sociología Económica por IDAES-UNSAM, Doctora en Ciencias Sociales por la Universidad Nacional de Quilmes e investigadora del CONICET.
[2] Directora del departamento de Lingüística del Centro de Investigaciones en Antropología Filosófica y Cultural (Conicet) y Profesora de Análisis de los lenguajes de los medios de comunicación (UBA).