miércoles, 26 de mayo de 2010

El capitalismo en crisis XXIII

¿Cómo se han colocado dentro de este escenario los poderosos del dinero? La reacción puesta en práctica de inmediato desde dicho bloque dirigente partió de su muy favorable posición de poder, dada la correlación de fuerzas fraguada en las pasadas tres décadas. El método fue sencillo, aunque no por ello menos terrible: implementaron, como respuesta, una inmensa transferencia de deuda desde el sector privado del gran capital financiero al sector público, que cargaba con ella, con el fin de suturar la incontenible hemorragia de pérdidas en el valor de los activos. Es decir, arbitraron y realizaron de inmediato una vasta operación de “socialización de las pérdidas” para después, en la recuperación volver a “privatizar las ganancias”, el viejo truco de los bancos. El profesor Riutort Serra le pone un tono serio al tema:
«Este sistema ha tocado fondo. Depurar el endeudamiento acumulado en los países centrales costará mucho tiempo. Además, la desigualdad existente entre las fracciones y las categorías de las clases altas y las grandes mayorías, en especial de asalariados, ha adquirido tal dimensión que el consumo de masas no se relanzará si no se invierte la tendencia a la desigualdad. Lo que contraviene la posición de poder y los fines ya logrados por el bloque dominante, a los que su voluntad manifiesta no se muestra dispuesta a renunciar».
El historiador y politólogo belga Eric Toussaint sintetiza lo sucedido de este modo:
«En resumen, la gran transformación que comenzó en los años ochenta, continuación de la ofensiva lanzada por el capital contra el trabajo, suponía un crecimiento económico cuyos resultados estaban repartidos de manera cada vez más desigual. El crecimiento estaba apoyado en el consumo sostenido por una acumulación de deudas en el marco de una financiarización creciente de la economía. Más tarde o más temprano, este modelo de acumulación debía entrar en crisis cuando el eslabón más débil de la cadena cediera (el mercado de las subprime). Y eso sucedió a mediados del 2007. Lejos de ser un accidente económico o la consecuencia de las fechorías de algunos, se trata de la continuación natural de la lógica que prevalece en el sistema capitalista».
Agrego a ello cómo ve esta etapa el economista Michel Husson, miembro del Instituto de Estudios Económicos y Sociales francés:
«Los mercados financieros no son un parásito en un cuerpo sano. Se alimentan del beneficio no invertido pero, con el tiempo, adquieren un grado de autonomía que refuerza este mecanismo. Los capitales libres circulan a la búsqueda de una rentabilidad máxima (la famosa norma del 15%) y logran, al menos temporalmente, obtenerla en ciertos segmentos. Los propios bancos captan una parte creciente de los beneficios. Esta competencia por un rendimiento mayor eleva la norma de rentabilidad y rarifica un poco más los lugares de inversión juzgados rentables, desprendiendo así nuevos capitales libres que a su vez partirán a la búsqueda de una rentabilidad financiera aún mayor. Este círculo vicioso se basa, una vez más, en un reparto de las rentas desfavorable a los trabajadores y al reconocimiento de sus necesidades sociales».
La repartición desigual de la riqueza fue un objetivo fijado en la década de los setenta, como ya vimos, y una revancha a la pérdida de poder que la economía concentrada había padecido después de la posguerra. Las dificultades que comenzaba a presentar la obtención de utilidades en el mercado de producción de bienes, en parte por las conquistas laborales y sociales, debían ser compensadas por cualquier medio. El profesor de la Universidad de Buenos Aires, Mario Rapoport, economista e historiador, nos orienta en este sentido:
«Bajo el predominio neoliberal, el Estado se desentendía de cualquier acción destinada a paliar las desigualdades sociales generadas por el mercado, e incluso las acentuaba a través de la legislación laboral y de políticas que fomentaban el desempleo. Tenía, sin embargo, una activa participación en la desregulación de las actividades financieras, la apertura externa, la venta de activos públicos y el sostenimiento de un “cepo” cambiario. En este último caso se trataba, paradójicamente, de un tipo de cambio fijo, para el que la libertad de mercado no funcionaba, aunque ayudaba a garantizar la entrada de capitales externos y su tasa de rentabilidad posibilitando, luego, su posterior fuga. Más aún, si nos remontamos hacia atrás, la prédica de un Estado presuntamente imparcial, con escasa o nula intervención en la actividad económica, queda desenmascarada cuando se observa que la implantación de los modelos neoliberales es precedida y acompañada en América latina por el terrorismo de Estado, como en Chile, en 1973, y en Argentina, en 1976. El discurso que promovía la retirada del Estado de la esfera económico-social no impedía, en nuestro país, llevar adelante la contención del salario nominal, la disolución de la CGT, la supresión de actividades gremiales y la reforma a la Ley de Contratos de Trabajo».
Se entiende entonces que el Estado no fue un enemigo del mercado como los liberales afirman desde una doctrina del siglo XIX ya caduca. Por el contrario, fue la garantía en la aplicación de las políticas neoliberales.

martes, 25 de mayo de 2010

El capitalismo en crisis XXII

El profesor Bernat Riutort Serra, de la Universitat de les Illes Balears, analiza lo que él llama La gran dimensión de la súper-crisis financiera desencadenada por la falta de pago de las hipotecas subprime en los Estados Unidos. Define, como muchos otros economistas, a esta crisis como muy grave, sólo comparable a la crisis del veintinueve de Wall Street. Afirma que, a pesar de no ser una consecuencia buscada, se ha convertido en una crisis de la economía real, de alcance mundial, dado sus muy graves repercusiones económicas, sociales y políticas. Pero, no debe perderse de vista que este es el resultado de un largo proceso:
«El poder del gran capital financiero y corporativo de los centros del capitalismo creció en el curso de las tres últimas décadas con cada uno de los avances de la transnacionalización, de la desregulación, de la liberalización, de la privatización y de la re-mercantilización, incrementando en su favor el desarrollo y la institucionalización de los derechos de la gran propiedad de los capitales, mientras; 1) disminuía el poder de las empresas medianas y pequeñas de la economía real, colocadas a la defensiva ante la intromisión y el alcance de las dinámicas impuestas por la financiarización y la globalización de la economía; 2) se reducía, en mayor medida, el poder de la ciudadanía que sufría, desorientada y a la defensiva, la sustracción de la capacidad democrática de los estados de tomar decisiones en los ámbitos económicos y sociales y, en particular; 3) se desmontaba de manera sistemática el poder de la gran mayoría de los asalariados, socavando los pactos sociales sobre los que se había institucionalizado su inclusión social y política a partir de la última posguerra mundial, mientras se recortaban sistemáticamente los derechos sociales».
Por lo que vemos, ante la crisis los centros del poder financiero intentaron protegerse de las pérdidas y cubrirse en la medida de lo posible. No todos lo lograron, hubo ganadores y perdedores. El ex -candidato presidencial demócrata [EEUU], John Edwards , habla de «la existencia de “dos Américas”, una, la de los ciudadanos del común y, otra, la de las grandes corporaciones. Cada vez la distancia entre ellas dos es más grande y sus intereses más contradictorios». Edwards denunció que «hay 37 millones de pobres y que es peor la desigualdad; el 40% del crecimiento del ingreso en las décadas del 80 y del 90 fue a parar a manos del 1% de la población más rica y que los 300.000 individuos millonarios superan en riqueza a la suma de los 150 millones más pobres, como también que apenas el 30% de los ciudadanos creen que la próxima generación vivirá mejor». Reconoce que la desigualdad en el ingreso tiene su peor nivel desde 1928 y, así mismo, que si todos los americanos participaran en la misma proporción en la distribución de la riqueza como hace 30 años, las familias del 80% de menores ingresos podrían haber ganado 7.000 dólares más por año. El economista Paul Krugman, afirma que: «En la realidad, para el 90% de los hogares el ingreso permanece estancado. Todos ellos están conectados además con la globalización en la cual los grandes perdedores han sido los sectores de bajos salarios y los ganadores los que perciben las más altas remuneraciones».
El Dr. Chalmers Ashby Johnson, escritor estadounidense, profesor emérito de la Universidad de California tiene una mirada más pesimista del futuro de la globalización, sobre todo del estado financiero de los EEUU. Se refiere a ello en un artículo cuyo título lo dice todo: Yendo a la bancarrota. En él declara que «la deuda pública estadounidense es "insostenible": 9,81 millones de millones de dólares, más del 75% del PIB, incrementada en un 45% desde enero de 2001 cuando George W Bush asumió». Johnson argumenta que el desplazamiento de la industria norteamericana a los nuevos "talleres del mundo", como China, no sólo obedece a un modelo económico global sino a una política de Estado -incubada durante décadas-. «Se fue desechando la producción de bienes en general a fin de adoptar "un militarismo keynesiano" consistente en especializarse en las industrias de seguridad y defensa, financiadas con presupuesto público. Ese rubro supera los 650.000 millones de dólares anuales, que es más de la mitad del total del gasto militar de los 10 primeros países en ese campo. Entre 1940 y 1996, sumó al menos 5,8 millones de millones». Johnson asegura que «en 1990 el valor de las armas, del equipo y de las factorías dedicadas al Departamento de Defensa era el 83% del valor de todas las plantas y equipo industriales. Es decir, una economía orientada con tal dirección no podrá solventar su déficit; los rendimientos iniciales que ese modelo aporta al aparato productivo con el tiempo van decreciendo». La seriedad del denunciante hace que se lea esto con mucha preocupación.

sábado, 22 de mayo de 2010

El capitalismo en crisis XXI

Cuando dije en notas anteriores que nos quieren convencer de que la crisis ya pasó, deberíamos preguntar ¿para quiénes? Parece haber algunos para quienes la crisis terminó siendo un buen negocio; y hay quiénes (la mayoría del planeta) han pagado el precio más duro, sin posibilidad a la vista de recuperarse. El economista, profesor de la Universidad Nacional de Rosario, Julio C. Gambina sostiene al respecto: «Aun cuando algunos señalan el fin de la crisis de la economía mundial, existen evidencias de la gravedad económica social de la coyuntura, puesta de manifiesto en el crecimiento de la miseria, la pobreza y el desempleo. No hay dudas de que las crisis la pagan los trabajadores y los pueblos». Es este el problema que queda fuera del comentario cotidiano de los especialistas consultados por los medios de comunicación. El problema es planteado siempre desde el interés del mercado, es decir de los inversores, los hombres del dinero, y las consecuencias del avance de la pobreza en el mundo sólo aparece cuando se padece alguna catástrofe.
El orden mundial, resultado de las definiciones que adoptó la Trilateral Comission a principio de los años setenta, promovió la transnacionalización de la economía, alentando un proceso de libre movimiento de los capitales. Este fue un programa sostenido por los capitales más concentrados del mundo y sustentado en el poder político, diplomático y militar de los principales Estados capitalistas y los organismos internacionales que pretendían ordenar y legislar sobre el sistema mundial. Es una tendencia asumida como respuesta a la crisis de rentabilidad del capital a fines de los ‘60 y comienzos de los ’70. La pérdida de la rentabilidad se cargó sobre las espaldas de los trabajadores. Un profundo conocedor del entramado de la actividad financiera es el economista Pam Martens, quien trabajó en Wall Street por más de veinte años. Desde su vasta experiencia advierte:
«Creo que es hora de tomarse a Wall Street al pie de la letra. Ha dejado sobradamente claro su ansia insaciable por finiquitar tantas cosas: el mercado de la vivienda, el sistema financiero, la economía, la legislación reformista, el futuro de la próxima generación. Wall Street está tan macerada en la destrucción que los símbolos de muerte se encuentran por doquier. Wall Street denomina “lápidas” a los grandes anuncios de prensa que publica para lanzar sus ofertas de mercado (para entender lo apropiado que resulta, considérense los miles de millones en ofertas de bonos y acciones que recauda para las grandes tabacaleras). ¿Y cómo llama Wall Street a la terminación de una orden de compra o venta? Una "ejecución" (pensemos en cuantas operaciones de derivados "ejecutaron" para pacientes hoy tullidos y en reanimación como Fannie Mae, Freddie Mac y AIG; o los vehículos aparte de los balances que crearon para Enron, WorldCom y docenas de empresas hoy en bancarrota)».
Puede parecer un juego irónico de palabras, sin embargo el problema es serio. Sostiene que tal como está estructurada actualmente la banca de inversión de Wall Street no tiene incentivos para poner empresas viables en el mercado: «Wall Street invierte enormes sumas lo mismo para ponerle lápiz de labios a un cerdo y presentárselo al público que para lanzar empresas sólidas con verdadero potencial de crecimiento de empleos. A lo largo de la última década, miles de millones de dólares de ahorros de toda una vida de los inversores han acabado mal colocados en falaces modelos de negocio. Hoy esas empresas no valen nada u operan en céntimos con Pink Sheets , cementerio de las ideas fallidas de la banca de inversión». ¿Cuál es el resultado que está afectando a la población del mundo, incluido el “primer mundo”? El presidente de la Comisión Europea, José Manuel Barroso, declaró que en la UE. «Es totalmente inaceptable que casi 80 millones de europeos vivan hoy bajo el umbral de la pobreza», manifestó esto ante periodistas en Bruselas. Comentando el proyecto de estrategia "Europa 2020" aprobado por la Comisión Europea para garantizar el crecimiento económico y la tasa de actividad en los países de la UE, que prevé la creación de una "plataforma europea" para combatir la pobreza. La población total de los 27 países que forman la Unión Europea supera 500 millones de personas de las que más del 15% se encuentra ahora en esas condiciones, en el famoso Primer Mundo.

miércoles, 19 de mayo de 2010

El capitalismo en crisis XX

El recorrido investigativo que hemos venido haciendo nos enfrenta a la cantidad de pre-juicios que nos han ido inculcando como verdades no revisables ni debatibles. Esto se acentuó a partir de la década de los ochenta, década durante la cual comenzaba a evidenciarse que la Unión Soviética estaba en serios problemas, aunque no era esperable que en tan corto lapso implosionara como lo hizo. Hasta entonces las críticas al capitalismo financiero tenían como marco de fondo la existencia de una alternativa, el socialismo, en sus diferentes versiones. El panorama de los noventa mostraba un sistema triunfante y un sistema fracasado. No tener oponentes a la vista envalentonó a los hombres del dinero y se lanzaron tras la victoria total, cuyo precio era el hambre de los pueblos. Las famosas “leyes del mercado” aparecen desfiguradas cuando se las mira desde el reverso y es allí donde aparecen los mecanismos más oscuros del sistema financiero. Consultando a un investigador del Centro de Estudios sobre la Estructura Económica (CENES) de la Universidad de Buenos Aires, el profesor Julio Sevares, nos encontramos con una maraña que envuelve ese funcionamiento:
«El lavado y el blanqueo de dinero alcanzaron magnitudes escandalosas, revelando extensas redes de delito de guante blanco y corrupción en las que participan grandes bancos y empresas y gobiernos de países grandes y chicos, del centro y de la periferia. La mayor parte de las operaciones de lavado y blanqueo se hacen a través de los centros financieros offshore en los que tienen sucursales todos los bancos y grandes compañías financieras del mundo. La cantidad de dinero que circula por los circuitos grises y negros del sistema es tan grande que se ha convertido en una amenaza en varios sentidos: implica una gigantesca evasión impositiva, reduce el control de los mercados monetarios de los países afectados y constituye una inmensa “caja” disponible para financiar la corrupción y el delito, por lo cual vulnera los sistemas jurídicos y políticos. Según el GAFI , «los posibles costos políticos y sociales del lavado de dinero, si no se controla o se maneja inefectivamente, son serios. El crimen organizado puede infiltrar las instituciones financieras, adquirir control de grandes sectores a través de las inversiones u ofrecer sobornos a funcionarios públicos y también a gobiernos. La influencia económica y política de las organizaciones criminales pueden debilitar el tejido social, los estándares éticos colectivos y, finalmente, las instituciones democráticas de la sociedad. En los países en transición hacia sistemas democráticos, esta influencia criminal puede minar la transición. Más aún, el lavado de dinero está inextricablemente unido a la actividad criminal que lo genera. El lavado permite continuar esa actividad criminal».
Un ejemplo paradigmático es el papel que ha jugado en este sistema la banca suiza. Sostiene el investigador suizo Jean Ziegler , experto en el tema de delito financiero, «Una oligarquía financiera reina desde hace cerca de doscientos años sobre un Estado y un pueblo cuya legislación, sistema ideológico y burocracias electorales están estrechamente adaptadas a sus necesidades. Gracias a un sistema bancario hipertrofiado, también gracias a esas instituciones que son el secreto bancario y la cuenta de número, esta oligarquía funciona como un encubridor del sistema capitalista mundial». Cita luego a Chateaubriand cuando dice: «Neutral en las grandes revoluciones de los Estados que los rodeaban, los suizos se enriquecieron con la desgracia de los demás y fundaron un banco sobre las calamidades humanas». Otro buen ejemplo de este tipo de instituciones financieras es el del Banco de Crédito y Comercio Internacional (BCCI) , que llevó a cabo el fraude financiero más grande de la historia. El Banco de Inglaterra pidió a Price Waterhouse, una de las empresas de auditoría más importante del mundo, que investigara secretamente al BCCI, a principios de 1991. En junio del mismo año la firma informó sobre operaciones fraudulentas y el BI le retiró la licencia. Durante veinte años operó en el mercado sin mayores dificultades hasta que la verificación de un faltante de cientos de millones puso fin a su accionar.

domingo, 16 de mayo de 2010

El capitalismo en crisis XIX

El escritor y periodista Alfredo Toro Hardy hace una descripción de lo que ha denominado El club de los amos del mundo. Poner nombre y apellido a esa categoría de personas a las que se hace referencia como los inversores o como los factores del poder, descubre quiénes son los que intentan operar desde las sombras, por fuera de las leyes, saltando las normas e imponiendo su voluntad al servicio de los negocios, porque en definitiva «business is business» , dice:
«La globalización estimuló el surgimiento de una oligarquía mundial del capital, un auténtico club de los amos del mundo. El mismo desafía la esencia de la gobernabilidad democrática. Nunca antes las corporaciones multinacionales habían alcanzado su dimensión actual. Tal como refería Noreena Hertz en 2001, de las cien mayores economías del mundo, cuarenta y nueve eran Estados-naciones y cincuenta y uno corporaciones multinacionales (The Silent Takeover, London, William Heinemann). Desde entonces la balanza se ha inclinado en la dirección de estas últimas, gracias a un proceso sistemático de grandes fusiones empresariales. Dichas megacorporaciones tienden a ser controladas con mano firme. Hace varias décadas John Kenneth Galbraith desarrolló su teoría de la evolución corporativa en la que analizó las conductas del liderazgo, la realidad actual, muestra a figuras de alto brillo como Steve Jobs, Steve Ballmer, Larry Ellison, Warren Buffet, Ted Turner o Rupert Murdoch, dominan con fuerza sus emporios económicos».
Esos grandes amos del mundo no sólo comparten un mismo código de valores, sino que suelen reunirse frecuentemente. Sus valores son aquellos que dan sustento a la globalización. Los lugares de encuentro donde se reúnen tienen dos características diferentes: aquellos abiertos y públicos como el Foro Económico Mundial y otros privados y secretos como Bilderberg, la Comisión Trilateral o el Chairmans Club . Según Bruno Cardeñosa : «Desde hace décadas grupos de “sabios” dictan cuáles deben ser las acciones y decisiones de quienes gobiernan. Están detrás de ellos. Trabajan de forma casi anónima. En silencio. Y, por supuesto, de espaldas a los ciudadanos. Se agrupan en torno a los think-tank, una red de grupos que son auténticos laboratorios de ideas que después se convierten en realidad. Estos grupos pretenden gestar una red de mando que no se vea afectada por el “capricho” de turno de los ciudadanos». Todo esto lo lleva a Toro Hardy a sostener:
«La conjunción entre el gigantesco poder económico de las corporaciones, el liderazgo carismático sobre las mismas, la presencia de un código de valores compartidos y la existencia de un marco asociativo común, genera un poder desmesurado. No es exagerado hablar, por tanto, de un “club de los amos del mundo”. De acuerdo con la lista anual de billonarios de la revista Forbes, aparecida el pasado 10 de marzo [2010], los activos personales de los integrantes de ese club son de 3,6 millones de millones de dólares. Sin embargo, el monto de los activos corporativos por ellos controlados hace que la cifra antes referida luzca por entero insignificante en comparación. Cualquier Estado que se enfrente al código de valores o a los intereses de aquéllos, debe estar dispuesto a asumir un costo muy elevado, razón por la cual son pocos quienes se arriesgan a hacerlo. Ello ha conducido a lo que el historiador John Pocock ha calificado como la subordinación de las comunidades soberanas de ciudadanos al poder del dinero. Incluso en los momentos de mayor vulnerabilidad del club, como es el caso de la gran crisis económica iniciada en 2008, los impuestos de los ciudadanos han estado a disposición de sus necesidades».
Curiosamente, varios de estos amos han decidido medirse con los simples mortales en los espacios abiertos en los que se mueven estos últimos. Ello les ha implicado abandonar el mundo de la opacidad, con sus inmensos privilegios y prácticas soterradas, para someterse al conteo de los votos, al escrutinio público y a los altibajos del sentimiento popular. El primero en hacerlo fue Silvio Berlusconi en Italia y el más reciente Sebastian Piñera en Chile, sin olvidar a gerentes de estos como Vicente Fox en México y a Mauricio Macri en Argentina. Esto ha sido interpretado como una pérdida de confianza de los hombres del dinero respecto de los hombres de la política. Acá se puede intentar la hipótesis de que esa desconfianza se deba a la incapacidad, debilidad, falta de representatividad, o a que ha llegado la hora de sincerar dónde reside el verdadero poder, y esto iría de la mano en una intensificación del avance del militarismo en las relaciones entre Estados.

miércoles, 12 de mayo de 2010

El capitalismo en crisis XVIII

Algunos analistas de mercado han mirado un poco más allá, han sabido levantar la cabeza para mirar el horizonte hacia el que se encaminaba todo. Uno de los que han estado más preocupados por la dirección de los sucesos ha sido Martin Wolf, quien no es solamente el líder de opinión del influyente matutino Financial Times de Londres, sino que exhibe además la experiencia de ex economista jefe del Banco Mundial. Este analista, tal vez muy preocupado porque había malinterpretado completamente lo que había sucedido diez años atrás cuando la crisis asiática empezó en Tailandia, a la que creyó «como un mero "hipo"» del sistema. En este caso decía: «Ahora tengo miedo de que la combinación de la fragilidad del sistema financiero con los enormes beneficios que genera para los que están dentro, destruya algo todavía más importante -la legitimidad política de la propia economía de mercado- a través de todo el globo». Es que ya había percibido que «el crecimiento económico en EEUU desde la última recesión, siete años atrás, ha sido hasta cierto punto considerable, propulsado por una deuda creciente, tanto de las y los consumidores como del gobierno estadounidense». Volvamos a Harman:
«Esto ha tenido enormes implicaciones. Para que una economía capitalista funcione suavemente, la riqueza que se produce a través del sistema debe ser comprada. Las y los trabajadores y campesinos en todo el mundo no pueden comprar más que una porción de ésta, ya que sus estándares de vida se mantienen bajos para obtener beneficios. Esto significa que el resto deben usarlo los capitalistas, ya sea para su consumo personal, para gastos de estado que parezcan esenciales para ellos mismos (ejércitos, armas, etc.) o en inversiones que busquen futuros beneficios. Si la inversión baja por debajo del ahorro, una brecha se abre entre lo que se produce y lo que se compra. Algunas firmas no pueden vender toda su producción y despiden a las y los trabajadores para mantener el equilibrio en su contabilidad. Esto reduce todavía más lo que se puede comprar y se promueve una recesión. Esto aún no ha pasado en los últimos cinco años, ya que el préstamo para los consumidores norteamericanos ha provisto mercados extras y absorbió la producción de plusvalía».
Siguiendo esta línea de los críticos del capitalismo especulativo podemos leer lo que sostiene el economista John Brown. Su advertencia se dirige a señalar cómo se presenta el problema de modo tal que la solución sea la propuesta. Si lo que sucedió con esta última crisis es que algunos “chicos malos” se excedieron en el juego, que fueron víctimas de una codicia sin límites, todo se resuelve con el castigo a los culpables. Este analista intenta ir más allá, aunque sus conclusiones rocen cierto extremismo:
«El problema del capitalismo no es la transgresión de sus propias normas morales o jurídicas -transgresión que es perfectamente posible e incluso frecuente- sino el funcionamiento normal de un sistema basado en la expropiación y la explotación del trabajador individual y colectivo. La rapiña normal respetuosa de las leyes, del Estado de derecho y aun de los derechos humanos es un fenómeno mucho menos llamativo que los excesos de los sátrapas de la finanza, pero es infinitamente más grave. Por eso pretenden que desviemos la mirada de ella para atender a la prédica moral de todos aquellos que hasta anteayer contribuyeron a desdibujar los límites entre capitalismo legal y delincuencia organizada. Y es que la gravedad de la situación "normal" estriba en el hecho de que el capitalismo obligatorio, impuesto no por el mercado, sino por el Estado, impide a los presuntos "ciudadanos" de nuestras democracias decidir democráticamente qué y cuánto producen nuestras sociedades y cómo lo hacen. Tampoco, por mucho que Friedman y Hayek hablen del mercado como la más excelsa democracia -tan excelsa que fue compatible con el régimen del general Pinochet- puede el libre ciudadano de nuestros regímenes decidir qué consume, limitado como está a elegir dentro de la gigantesca y repetitiva oferta de unos mercados tan tóxicos como los activos financieros con qué se va a envenenar hoy o qué inútil artefacto comprará para sobrevivir a la soledad y el aburrimiento».

domingo, 9 de mayo de 2010

El capitalismo en crisis XVII

Leer lo que dicen analistas de primera línea (nota anterior) me parece importante dado que enfrentamos cotidianamente una versión, la que circula por los medios concentrados, que sostiene que ya pasó lo peor y que el sistema esta retomando su senda de crecimiento. Debemos comprender que detrás de esas manifestaciones optimistas asoma la intención de alentar la actividad económica: que los productores inviertan y produzcan y que los consumidores compren, de modo de colocar nuevamente sobre sus vías a la economía real, sacudida por la experiencia extraviada de los financistas especuladores. Veamos, un poco, como operaron estos personajes, convertidos hoy en los “chicos malos”. No es que no lo hayan sido, es que no reside allí la totalidad de las causas de las crisis, como algo ya vimos. Avancemos con la lectura del Dr. Harman:
«Para ver el comienzo de este proceso es necesario mirar de dónde ha venido la crisis. Todo el mundo está de acuerdo en que las causas inmediatas deben ubicarse en las hipotecas de alto riesgo de EEUU. Ávidos de hacer ganancias fáciles, los financieros empezaron a prestar dinero a quienes antes eran vistos como altamente peligrosos porque eran pobres, no tenían empleo seguro o no habían sido capaces de pagar deudas previas. Los precios de las casas estaban subiendo y se asumió que si no podían mantener los pagos de sus hipotecas podrían expropiarlas y venderlas con una ganancia muy apetecible. Los financieros que prestaron dinero en mucho de los casos no lo hicieron de sus propios bolsillos. Éstos, a su vez, fueron a pedir dinero a otros, y ésos, en consecuencia, pidieron en otro lado. En cada fase, pequeñas diferencias en tasas de interés para números muy grandes de transacciones implicaban sumas enormes de dinero, que aparentaban beneficios sin esfuerzo. Virtualmente todos los grandes bancos en ambos lados del Atlántico se unieron, constituyendo entidades especiales para poder pedir prestado y dar crédito, empaquetando toda clase de tipos de préstamos juntos, que se llamaron "instrumentos financieros". Durante un tiempo todo parecía ir bien y los que estaban involucrados se felicitaban unos a otros por su brillante actuación emprendedora. Poco tiempo antes de la crisis, en el Northern Rock tuvo lugar "el brindis de una glamorosa cena en el sistema financiero donde fue alabado por sus habilidades en innovación financiera"».
Los primeros signos de que no todo iba tan bien, como se oía decir a las voces más aplaudidas por el gran éxito hasta entonces, se mostraron alrededor de comienzos del 2007. El crecimiento económico de EEUU empezó a mostrar dificultades. El incremento brusco en el número de hipotecados que no podían pagar las tasas de interés y de quienes dependía todo el negocio se tornó delicado. Crecía el número de expropiaciones. Pero: «los implicados en el negocio de los "instrumentos financieros" estaban más interesados en continuar con la cosecha de beneficios que en los problemas de los estadounidenses pobres». Entonces, algo comenzó a mostrarse como una disfunción del negocio. Los precios inmobiliarios comenzaban a caer ante la sobreoferta de bienes, los prestamistas descubrieron que el negocio ya no era lo que se suponía, la puesta en venta del millón de casas expropiadas, para conseguir el dinero para pagar lo que ellos mismos habían pedido prestado no alcanzaba para saldar sus pasivos. Los bancos de pronto se enfrentaron a pérdidas de decenas de billones de dólares. Lo que empeoraba más la situación era que nadie sabía con exactitud dónde se detenía la caída, lo que comprometía la situación de cada banco en particular. El problema real radicaba en la complejidad de los "instrumentos financieros", es decir el intrincado sistema de préstamos sobre préstamos sobre otros préstamos, una verdadera locura que era indescifrable. Las instituciones financieras de todo el sistema sintieron miedo para prestarse dinero entre ellas, ya que no sabían si lo recuperarían. Esto provocó lo que se llamó la "crisis crediticia".

jueves, 6 de mayo de 2010

El capitalismo en crisis XVI

Nos estamos acercando al tema central de este trabajo: la crisis en que está sumido el capitalismo. Es cierto que esta no es la primera de ellas y que, como sostienen sus defensores, de todas las anteriores salió, con sus heridas pero salió. La pregunta es si ésta es una más de ellas o es la definitiva, además que sea la definitiva no debe interpretarse como un derrumbe a corto plazo, puede durar siglos, aunque puede estallar en pocas décadas. Me adelanto a responder: esta pregunta no es nada fácil de contestar y es muy probable de que nadie tenga la contestación definitiva. Puedo decir, desde mis convicciones, que el capitalismo especulativo voraz está herido de muerte, pero como los grandes monstruos de las historias su muerte puede llegar en un plazo mayor al deseado por quienes sueñan con un mundo mejor. Cito ahora a un diplomado de la famosa y prestigiosa London School of Economics, el Dr. Chris Harman (1942 -2009), periodista británico y editor internacional, que mantuvo una posición muy crítica, según veremos. Ante la crisis financiera que estamos padeciendo. Sostuvo:
«Enfrentados al desbarajuste del sistema, eran como gente tratando de navegar un barco sin mapa, compás o timón. Depositaron su fe en la economía "neoclásica" ortodoxa, tal y como se enseña en los institutos y las universidades, ya que se supone que prueba la superioridad del capitalismo frente a cualquier posible alternativa. Pero nunca ha sido capaz de explicar la propensión del sistema a las crisis. El sistema descansa sobre la interacción no planificada de miles de corporaciones multinacionales y un puñado de grandes gobiernos. Es como un sistema de tráfico sin señalización, carteles, semáforos, restricciones de velocidad e, incluso, sin una conciencia clara de que todas y todos deben conducir por un mismo lado de la carretera. Esto hace que sea muy difícil, para aquellos que proclaman tener una visión del sistema, evitar que los derrumbes en el sector financiero se generalicen en algo mucho más serio dentro de unos meses. Y cualquier éxito que tengan será temporal, como mucho demorando el momento de la catástrofe un par de años».
El periodista inglés Larry Elliott escribió en febrero de este año (2010):
«Nadie podrá decir que no les avisaron. Hace una década, recién despedido de su puesto de economista jefe del Banco Mundial, Joseph Stiglitz puso al descubierto la chapuza en que los ideólogos del libre mercado del Tesoro norteamericano y el Fondo Monetario Internacional habían convertido la crisis financiera asiática del final de la década de 1990. Suponía un ataque en toda regla por parte de alguien situado dentro del mismo Washington e hizo daño, sobre todo cuando Stiglitz afirmó que muchos de los responsables de obligar a países como Tailandia e Indonesia a soportar una recesión más profunda y más larga eran "licenciados de tercera de universidades de primera". Concluía él su artículo de New Republic avisando al FMI y al Tesoro norteamericano que, a menos que comenzaran a dialogar con sus críticos, "las cosas seguirán yendo muy, pero muy mal"».
Paul Krugman decía reflexivamente, no hace tanto tiempo:
«Es difícil creerlo ahora, pero no hace tanto tiempo los economistas se felicitaban mutuamente por el éxito de su especialidad. Estos éxitos -o al menos así lo creían ellos- eran tanto teóricos como prácticos y conducían a la profesión a su edad dorada. En el aspecto teórico, creían que habían resuelto sus disputas internas. Así, en un trabajo titulado The State of Macro (es decir, de la macroeconomía, el estudio de cuestiones panorámicas como lo son las recesiones), Olivier Blanchard, del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), actualmente economista jefe del Fondo Monetario Internacional, declaraba que había habido "una amplia convergencia de puntos de vista". Y en el mundo real, los economistas creían que tenían las cosas bajo control: "El problema central de la prevención de la depresión está resuelto", declaraba Robert Lucas, de la Universidad de Chicago, en su discurso inaugural como presidente de la American Economic Association en 2003. En 2004, Ben Bernanke, un antiguo profesor en Princeton que ahora preside la Reserva Federal, celebraba la Gran Moderación del comportamiento económico comparado con las dos décadas precedentes, y que atribuía en parte al mejorado desempeño de la política económica».

domingo, 2 de mayo de 2010

El capitalismo en crisis XV

Nos estamos acercando al tema central de este trabajo: la crisis en que está sumido el capitalismo. Es cierto que esta no es la primera de ellas y que, como sostienen sus defensores, de todas las anteriores salió, con sus heridas pero salió. La pregunta es si ésta es una más de ellas o es la definitiva, además que sea la definitiva no debe interpretarse como un derrumbe a corto plazo, puede durar siglos, aunque puede estallar en pocas décadas. Me adelanto a responder: esta pregunta no es nada fácil de contestar y es muy probable de que nadie tenga la contestación definitiva. Puedo decir, desde mis convicciones, que el capitalismo especulativo voraz está herido de muerte, pero como los grandes monstruos de las historias su muerte puede llegar en un plazo mayor al deseado por quienes sueñan con un mundo mejor. Cito ahora a un diplomado de la famosa y prestigiosa London School of Economics, el Dr. Chris Harman (1942 -2009), periodista británico y editor internacional, que mantuvo una posición muy crítica, según veremos. Ante la crisis financiera que estamos padeciendo. Sostuvo:
Enfrentados al desbarajuste del sistema, eran como gente tratando de navegar un barco sin mapa, compás o timón. Depositaron su fe en la economía "neoclásica" ortodoxa, tal y como se enseña en los institutos y las universidades, ya que se supone que prueba la superioridad del capitalismo frente a cualquier posible alternativa. Pero nunca ha sido capaz de explicar la propensión del sistema a las crisis. El sistema descansa sobre la interacción no planificada de miles de corporaciones multinacionales y un puñado de grandes gobiernos. Es como un sistema de tráfico sin señalización, carteles, semáforos, restricciones de velocidad e, incluso, sin una conciencia clara de que todas y todos deben conducir por un mismo lado de la carretera. Esto hace que sea muy difícil, para aquellos que proclaman tener una visión del sistema, evitar que los derrumbes en el sector financiero se generalicen en algo mucho más serio dentro de unos meses. Y cualquier éxito que tengan será temporal, como mucho demorando el momento de la catástrofe un par de años.
El periodista inglés Larry Elliott escribió en febrero de este año (2010):
Nadie podrá decir que no les avisaron. Hace una década, recién despedido de su puesto de economista jefe del Banco Mundial, Joseph Stiglitz puso al descubierto la chapuza en que los ideólogos del libre mercado del Tesoro norteamericano y el Fondo Monetario Internacional habían convertido la crisis financiera asiática del final de la década de 1990. Suponía un ataque en toda regla por parte de alguien situado dentro del mismo Washington e hizo daño, sobre todo cuando Stiglitz afirmó que muchos de los responsables de obligar a países como Tailandia e Indonesia a soportar una recesión más profunda y más larga eran "licenciados de tercera de universidades de primera". Concluía él su artículo de New Republic avisando al FMI y al Tesoro norteamericano que, a menos que comenzaran a dialogar con sus críticos, "las cosas seguirán yendo muy, pero muy mal".
Paul Krugman decía reflexivamente, no hace tanto tiempo:
Es difícil creerlo ahora, pero no hace tanto tiempo los economistas se felicitaban mutuamente por el éxito de su especialidad. Estos éxitos -o al menos así lo creían ellos- eran tanto teóricos como prácticos y conducían a la profesión a su edad dorada. En el aspecto teórico, creían que habían resuelto sus disputas internas. Así, en un trabajo titulado The State of Macro (es decir, de la macroeconomía, el estudio de cuestiones panorámicas como lo son las recesiones), Olivier Blanchard, del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), actualmente economista jefe del Fondo Monetario Internacional, declaraba que había habido "una amplia convergencia de puntos de vista". Y en el mundo real, los economistas creían que tenían las cosas bajo control: "El problema central de la prevención de la depresión está resuelto", declaraba Robert Lucas, de la Universidad de Chicago, en su discurso inaugural como presidente de la American Economic Association en 2003. En 2004, Ben Bernanke, un antiguo profesor en Princeton que ahora preside la Reserva Federal, celebraba la Gran Moderación del comportamiento económico comparado con las dos décadas precedentes, y que atribuía en parte al mejorado desempeño de la política económica.
Leer lo que dicen analistas de primera línea me parece importante dado que enfrentamos cotidianamente una versión, la que circula por los medios concentrados, que sostiene que ya pasó lo peor y que el sistema esta retomando su senda de crecimiento. Debemos comprender que detrás de esas manifestaciones optimistas asoma la intención de alentar la actividad económica: que los productores inviertan y produzcan y que los consumidores compren, de modo de colocar nuevamente sobre sus vías a la economía real, sacudida por la experiencia extraviada de los financistas especuladores. Veamos, un poco, como operaron estos personajes, convertidos hoy en los “chicos malos”. No es que no lo hayan sido, es que no reside allí la totalidad de las causas de las crisis, como algo ya vimos. Avancemos con la lectura del Dr. Harman:
Para ver el comienzo de este proceso es necesario mirar de dónde ha venido la crisis. Todo el mundo está de acuerdo en que las causas inmediatas yacen en las hipotecas de alto riesgo de EEUU. Ávidos de hacer ganancias fáciles, los financieros empezaron a prestar dinero a quienes antes eran vistos como altamente peligrosos porque eran pobres, no tenían empleo seguro o no habían sido capaces de pagar deudas previas. Los precios de las casas estaban subiendo y se asumió que si no podían mantener los pagos de sus hipotecas podrían expropiarlas y venderlas con una ganancia muy apetecible. Los financieros que prestaron dinero en mucho de los casos no lo hicieron de sus propios bolsillos. Éstos, a su vez, fueron a pedir dinero a otros, y ésos, en consecuencia, pidieron en otro lado. En cada fase, pequeñas diferencias en tasas de interés para números muy grandes de transacciones implicaban sumas enormes de dinero, que aparentaban beneficios sin esfuerzo. Virtualmente todos los grandes bancos en ambos lados del Atlántico se unieron, constituyendo entidades especiales para poder pedir prestado y dar crédito, empaquetando toda clase de tipos de préstamos juntos, que se llamaron "instrumentos financieros". Durante un tiempo todo parecía ir bien y los que estaban involucrados se felicitaban unos a otros por su brillante actuación emprendedora. Poco tiempo antes de la crisis, en el Northern Rock tuvo lugar "el brindis de una glamorosa cena en el sistema financiero donde fue alabado por sus habilidades en innovación financiera".
Los primeros signos de que no todo iba tan bien, como se oía decir a las voces más aplaudidas por el gran éxito hasta entonces, se mostraron alrededor de comienzos del 2007. El crecimiento económico de EEUU empezó a mostrar dificultades. El incremento brusco en el número de hipotecados que no podían pagar las tasas de interés y de quienes dependía todo el negocio se tornó delicado. Crecía el número de expropiaciones. Pero: «los implicados en el negocio de los "instrumentos financieros" estaban más interesados en continuar con la cosecha de beneficios que en los problemas de los estadounidenses pobres». Entonces, algo comenzó a mostrarse como una disfunción del negocio. Los precios inmobiliarios comenzaban a caer ante la sobreoferta de bienes, los prestamistas descubrieron que el negocio ya no era lo que se suponía, la puesta en venta del millón de casas expropiadas, para conseguir el dinero para pagar lo que ellos mismos habían pedido prestado no alcanzaba para saldar sus pasivos. Los bancos de pronto se enfrentaron a pérdidas de decenas de billones de dólares. Lo que empeoraba más la situación era que nadie sabía con exactitud dónde se detenía la caída, lo que comprometía la situación de cada banco en particular. El problema real radicaba en la complejidad de los "instrumentos financieros", es decir el intrincado sistema de préstamos sobre préstamos sobre otros préstamos, una verdadera locura que era indescifrable. Las instituciones financieras de todo el sistema sintieron miedo para prestarse dinero entre ellas, ya que no sabían si lo recuperarían. Esto provocó lo que se llamó la "crisis crediticia".