sábado, 31 de enero de 2009

Lo uno y lo otro

Ya hablamos de las limitaciones que cercan a Obama y que acotarán fuertemente su capacidad de maniobra. Esto le da marco a las expectativas que ha despertado la presencia de un presidente negro en la Casa Blanca que se llama blanca pero que fue construida por negros. Estos, precisamente, están viviendo un tiempo de fiesta porque uno de ellos llegó. Y lo hizo acompañado por una mujer muy singular, a juzgar por sus declaraciones. Les advirtió a sus conciudadanos que el único que podía arreglar el desastre heredado era su esposo, pero ella no se puede olvidar que su abuelo negro murió siendo esclavo y fue enterrado en una fosa común dentro del campo en el que trabajaba, Carolina del Sur. Por tal razón le presta a Barack sólo por cuatro años.
Como una mujer con su formación intelectual, el acompañamiento político a su esposo, que declara que: «Cuando era niña [fines de los sesenta] no había políticos negros en el Capitolio y en los micros los negros sólo podían viajar en el asiento de atrás. En los parques donde jugaba, blancos y negros usaban distintos baños y distintos bebederos, y muchos comercios y restaurantes sólo atendían a los blancos», no puede ser y no parece que vaya a ser, nada más que esposa, su papel puede sorprendernos. Veamos quién es. Cuando estaba en el secundario sólo se dedicó a estudiar porque decía que: «No iba a hacer deportes simplemente porque era alta, negra y atlética» y descollar en el deporte es propio de negros, a diferencia de su hermano que ingresó a la Universidad de Princeton para jugar en el equipo de básquetbol. Recién en su tercer año en la universidad comenzó a practicar básquetbol y lo hizo muy bien. Primero logró que se la reconociera por su capacidad intelectual.
La tesis de su licenciatura en sociología llevó como título “Comunidad negra y negros educados en Princeton”, en la que muestra que no la pasó bien como estudiante negra. Dijo de su universidad: «Universidades predominantemente blancas como Princeton están diseñadas para servir a las necesidades de alumnos blancos». Luego pasó a Harvard donde conoció a su esposo. Con esto quiero decir que su voz se ha hecho oír en su matrimonio y nada hace pensar que no siga siendo así. Pareciera un contrapeso que le recuerda a Barack “de donde venimos” y esto no es poca cosa.
Ahora quiero rescatar algunas de las cosas que hizo Mr. President en sus primeros días: «1.- Dio orden de cerrar Guantánamo; 2.- ordenó terminar con la tortura y las cárceles secretas; 3.- ordenó desconocer todas las órdenes y recomendaciones emanadas del Departamento de Justicia desde el 2001; 4.- afirmó que para combatir el terrorismo no se puede abandonar los principios de los Padres Fundadores; 5.- eliminó el veto que la administración Bush le había concedido a presidentes, ex presidentes, vicepresidentes y ex vicepresidentes sobre la publicidad de documentos de la Casa Blanca; 6.- revirtió una instrucción del gobierno anterior que alentaba a las oficinas estatales a demorar y desalentar la entrega de información, y ordenó a los empleados públicos a ser “abiertos, transparentes y que se involucren con la comunidad”; 7.- Para cumplir con su promesa de “cambiar la manera en que las cosas se hacen en Washington”, puso en práctica un sistema de control más férreo sobre los lobby parlamentarios». Bien, como dije en la nota anterior, sobre economía no dijo ni hizo nada, aunque debe reconocerse que el parlamento va a ser una seria traba en el tema.
Planteado todo esto nos queda esperar. No hay duda que está frente a una oportunidad que hace muchísimos años no se daba. No hay duda que tiene una inteligencia y una formación que no admite ningún punto de comparación con Busch. Uno puede contentarse con que “ya es algo” y que una promesa de alguna brisa fresca se podrá esperar. Otro podrá sacar a relucir la cantidad de cosas que no es esperable que haga dado lo ya dicho. Pues bien: ni dejarse llevar por el exitismo fácil, ni caer en el escepticismo de que nada es posible. La consigna es esperar con los ojos abiertos.

lunes, 26 de enero de 2009

La pesada herencia

Ya había aparecido, en notas anteriores, el problema que debe enfrentar Obama. Ya habíamos hablado de las causas de este desastre que, como un huracán, se despliega por la economía y las finanzas. Si el capitalismo ha sido desde su nacimiento poco proclive distribuir la renta con alguna ecuanimidad; si el famoso mecanismo del mercado demostró que su capacidad para asignar recursos tuvo siempre una perversa tendencia a favorecer a los que más tienen; si el capitalismo siempre vio al Estado como una intromisión indebida en su operatoria; entonces, qué es lo sorprendente de esta situación.
La respuesta a esta pregunta no es fácil de hallar, sin embargo hay bastante certeza como para decir que si la codicia es mala por sí misma, dejarla a su libre juego de tener cada vez más sin ningún control estatal, como se pudo comprobar en estas últimas décadas, se convierte en un monstruo ciego e insaciable que no repara en las consecuencias sociales. Hemos podido aprender que dentro de las reglas propias del capitalismo se fueron dando dos líneas de desarrollo: la de la producción de bienes y servicios y, una segunda, la de la creación de instrumentos financieros cada vez más complejos y sofisticados para aumentar la renta a través de prácticas especulativas. Era de esperar, porque la lógica misma de la ciencia económica así pudo preverlo (pero no lo hizo), que en algún momento la primera se encontrara en serias dificultades frente a la segunda.
La vieja escuela inglesa supuso, desde sus comienzos, que el libre mecanismo del mercado sería lo suficientemente sólido como para sacar del juego a aquellos que no cumplieran con la ética de sus reglas. No caben dudas que a esta altura del proceso esas cuatro palabras suenan a cuento de hadas. A un cuento que contaba el que estaba haciendo trampas, el que se beneficiaba con la credulidad de sus contertulios, como el embaucador sentado en una mesa de pocker. De tal modo que los más sagaces y sin escrúpulos comprendieron rápidamente que se habría un ancho campo para las especulaciones, para los fraudes, para las estafas y así lo hicieron. Entre los miles de operadores de los mercados bursátiles debemos reconocer a una estrella rutilante que alcanzó el cenit por su capacidad de mantenerse en la cúspide tanto tiempo y por el monto de sus operaciones: Bernard Madoff.
Cuando decía más arriba que había dos canales de ganar dinero, el segundo se fue convirtiendo desde los setenta en una operatoria virtual: se compraban y se vendían papeles. Es decir, se operaba con valores simbólicos de naturaleza opuesta a los bienes y servicios de la producción. Esos papeles son acciones, títulos, bonos, papel moneda, que se cotizan (no se valorizan porque allí no se crea valor) según la capacidad del comprador para creer en su consistencia. Muy parecido a los que compran alta costura, compran apariencia, imagen, status, todos bienes intangibles. Todo funciona más o menos bien mientras lo aparente se mantenga cerca de los valores reales, que la moneda circulante esté en proporción con la generación de valores reales, es decir en una proporción de no más de tres a uno. Hemos llegado a una relación de veinte a uno. Por tal razón, algunos pensaron que operaban con papel pintado. Cuando algunos de estos operadores tuvieron la sospecha de que lo que tenían en la mano carecía de valor comenzaron a vender, así comenzó la catarata que todavía no paró.
Cuando los poseedores de esos papeles toman conciencia de qué es lo que tienen en sus carteras comienza la corrida y se producen las crisis. Esto se fue agravando, pero de esto no se habla, cuando el tesoro de los EEUU comenzó a emitir papeles pintados de verde. ¿Qué extraña magia hace que un papel verde casi sin respaldo sea aceptado como moneda de pago? ¿Qué extraño mecanismo logra que no se haya desatado la una inflación devastadora? Les dejo la explicación a los economistas.

viernes, 23 de enero de 2009

Debemos hablar de Obama

Porque cualquier silencio podría dejar dudas acerca de callarse. Y debemos hacerlo porque se había desatado una “obamamanía”, que todavía sigue vigente, ante la cual se debe tomar posición.
Comencemos por las promesas, los acentos, los temas prioritarios de la campaña y repasemos hoy los nuevos giros, los cambios de énfasis, la modificación del orden de las prioridades. Podemos observar la actitud de la prensa mundial que no pata de hablar de la nueva era que se abre con el acceso de Barack Obama al Salón Oval de la Casa Blanca. Pero, sobre todo, en la preparación de su equipo las designaciones que fue haciendo como, por ejemplo: jefe de su Consejo de Asesores Económicos a Lawrence Summers, ex secretario del Tesoro de Bill Clinton y principal propulsor de la desregulación financiera de los noventa que abrió el camino a los especuladores que provocaron la crisis actual. La ratificación del secretario de Defensa designado por George W. Bush, Robert Gates, un hombre del Pentágono, que dará continuidad a la “guerra contra el terrorismo”. Tanto Gates como Hillary Clinton apoyaron la reactivación de la Cuarta Flota destinada a cuidarnos y amenazarnos a los díscolos de los pueblos de Latinoamérica.
Nos cuenta Atilio Borón que «En su audiencia ante el Senado, Bill Clinton dijo que la nueva administración de Obama debería tener “una agenda positiva” para la región para contrarrestar “el temor propagado por Chávez y Evo Morales”». Debemos preguntarnos de qué temor se trata, ¿de un ataque nuclear a los EEUU? ¿a que invadan el continente con la plaga de la eliminación del analfabetismo? ¿o a esa “insidiosa” penetración de médicos que van curando gratis?
Todo ello, no está hablando de tiempos que anuncien un mejoramiento de las relaciones con los pobres del mundo. Más bien confirma los pronósticos de algunos que afirman ser bastantes pesimistas. Obama llega a la presidencia diciendo que representaba el cambio. Pero, hasta ahora, nada confirma que ese cambio no sea lago más que cosmético. El gabinete que lo rodea habla más de continuidad que de ruptura, aunque no faltan, como en las películas, algún general negro, algún juez negro, alguna trabajadora social que hable de los pobres. Pareciera seguir el viejo consejo del Gatopardo, el príncipe siciliano: «que algo cambie para que todo quede como está». Sin embargo, la crisis en la que está sumido el mundo, y en especial su país, exige terapia de shock, cirugía mayor, ¿está en condiciones de hacerlo con el equipo que lo rodea y asesora?
¿El silencio frente a las atrocidades de la franja de Gaza no nos está diciendo algo? Es que el Estado de Israel en un aliado fundamental del Pentágono para el desarrollo de sus planes en el Medio Oriente. Volvamos la mirada hacia nuestro continente. La Flota, se mira y no se toca. Además, «uno de sus principales consejeros sobre América latina es el abogado Greg Craig, asesor de Madeleine Albright, ex secretaria de Estado de Bill Clinton». Este señor Craig, es además abogado del ex-presidente de Bolivia, Gonzalo Sánchez de Lozada, de quien el Estado boliviano ha reclamado la extradición desde los EEUU para ser juzgado por la represión durante su gestión que dejó un saldo de 65 muertos y centenares de heridos.
Para analizar la situación de Obama con ojos piadosos debo agregar que no se trata de lo que desearía o le gustaría hacer, sino de las posibilidades reales que el entramado de poder del gigante del norte le puede permitir. Y pesa mucho más el aparato político construido a lo largo de décadas que la capacidad de operar de cualquier presidente. Esto, sin la menor duda Obama lo sabía cuando se postuló.

miércoles, 21 de enero de 2009

Para pensar nuestro futuro

Para cerrar estos comentarios creo necesario volver hacia la década del treinta. En esa época ya estaban algunas cabezas preparando y planificando la posguerra de un conflicto que recién comenzaba. En 1941, el fundador de Time-Life y conocedor del establishment, Henry Luce, en un famoso editorial de la revista Life, sostenía tan tempranamente que «el Siglo Estadounidense debía ser construido sobre el rol preeminente de bancos neoyorquinos y bancos de inversión de Wall Street que para entonces habían reemplazado claramente a la City de Londres como centro de gravedad de las finanzas globales» y postulaba que este nuevo dominio «debía ser construido de un modo muchísimo más deliberado que el Imperio Británico que reemplazaba».
Afirma F. William Engdahl: «Un grupo ultra-secreto de planificación para la posguerra del Consejo de Relaciones Exteriores, el Grupo de Estudios de Guerra y Paz, dirigido por el asesor del presidente Roosevelt Johns Hopkins y el geógrafo geopolítico, Isaiah Bowman, presentaron una serie de estudios pensados para establecer los fundamentos del mundo de posguerra, comenzando ya en 1939, mucho antes de que los tanques alemanes arrollaran Polonia. El Imperio Estadounidense debía ser ciertamente un imperio. Pero no cometería el error fatal de los anteriores imperios británicos u otros europeos, o sea, el de ser un imperio de conquistas coloniales abiertas con costosas tropas en ocupación militar permanente. En su lugar, debía ser presentado como el mejor guardián de la libertad y de la democracia, etc.».
El mundo del nuevo Siglo Estadounidense debía ser dirigido por el que debía presentarse como el campeón del libre comercio por todas partes, lo que beneficiaría a la economía más fuerte de los primeros años de la posguerra, EEUU. El núcleo de los Estudios de Guerra y Paz, que fue preparado e implementado por el Departamento de Estado después de 1944, debía ser la creación de una organización de Naciones Unidas que reemplazara la Liga de Naciones dominada por los británicos. La columna vertebral de esa nueva organización de Naciones Unidas, que serviría como el preservador del status quo favorable a EEUU en la posguerra, era la creación de lo que se llamó originalmente como instituciones de Bretton Woods (el Fondo Monetario Internacional y el Banco Internacional de Reconstrucción y Desarrollo o Banco Mundial). Es importante saber cómo se habían definido los planes y cómo fueron ejecutados por las sucesivas administraciones (republicanas o demócratas). Porque ahora estamos ante la crisis que produjo los resultados de ese plan de dominio y que debe servirnos de alerta para prestar atención a las salidas que ofrezcan los sucesores de aquellos hombres de los cuarenta.
Estamos ante un panorama mundial extremadamente militarizado que no desaparecerá por un cambio de gobierno del norte. Los poderes que se proyectan sobre el escenario global permanecen más allá de los políticos de turno. Las condiciones en que se desarrollará el mundo hacia delante son de extrema gravedad. Los conflictos son muchos y variados: políticos, económicos, financieros, militares, culturales, religiosos, etc. Y cada uno de ellos requiere un tratamiento específico para encausarlo por senderos de negociaciones, evitando los caminos violentos. Éstos pueden tener comienzos planificados pero su posterior proceso es de pronóstico desconocido. Alcanza con mirar Afganistán e Irak para tener una medida de lo imprevisto de los resultados.
Esta serie de notas son intentos de acercar los diversos temas que hoy le preocupan a un público bastante alejado de estas problemáticas. Las ha impulsado la convicción de que sólo la participación más amplia posible de todos los ciudadanos puede generar instancias de control político sobre los modos y las metodologías con las que sean tratados los temas. Abrigan la esperanza de que puedan despertar interés sobre problemas que adquieren consecuencias mundiales cada vez más graves.

sábado, 17 de enero de 2009

El análisis de Eric Hobsbawm

Vuelvo recurrentemente sobre un tema que creo es fundamental en este tiempo: las salidas alternativas a la crisis. Y esto encuentra justificación en muchas de las informaciones que circulan que ofrecen soluciones cosméticas, “para que todo quede como está” según el Gatopardo. Entre tanta palabrería se puede distinguir la actitud de los agazapados que perciben con inteligencia que hay muchos indicios de que se acaba su tiempo. Por ello, recurren a sofisticados argumentos sostenidos por el pensamiento posibilista para ofrecer salidas que perecieran ser novedosas cuando no son otra cosa que retoques superficiales que se proponen conservar lo fundamental del sistema imperante: su negocio.
La sabiduría que otorgan los noventa y un años le permite decir al historiador Eric Hobsbawm que estamos ante un momento crítico de la historia. Momentos como estos ha habido otros y en ellos se ha jugado el destino del tiempo posterior. Y reside en la condición de oportunidad gran parte de lo que podrá verse realizado en un futuro histórico. En los días que van corriendo, en medio de las alternativas inciertas, se recurre a hechos que significaron giros violentos e inesperados que alteraron el curso de los acontecimientos: uno es la crisis de la Bolsa de Nueva York de 1929 y la recesión que siguió en los años treinta, y el otro es el simbólico derrumbe del Muro de Berlín de 1989. En ambos casos, señala el historiador, estábamos presos de una opción de hierro: capitalismo o comunismo, y la pobreza de la opción impidió pensar con profundidad, situación muy bien utilizada por los medios académicos y de comunicación de occidente demonizando el comunismo, lo cual mostraba que en realidad no había tal opción.
Hobsbawm lo plantea de este modo: «solíamos pensar hasta entonces que había dos alternativas, o una o la otra: o el libre mercado o el socialismo. Pero en realidad hay muy pocos ejemplos de un completo caso de laboratorio de cada una de esas ideologías». Las experiencias políticas que se cobijaron bajo cada una de estas ideologías no pueden ser tomadas como modelos (exitosos o fracasados) que permitan definir con claridad las bondades y defectos de cada una. Por el contrario, los hechos nos muestran que el tan pregonado mercado libre fue el escenario donde se dio el dominio de las megaempresas que impidieron la competencia y que posibilitaron la concentración del capital en pocas manos. En el otro modelo, la Unión soviética no desarrolló el socialismo sino un capitalismo de Estado, como lo señaló hasta en una encíclica el papa Juan Pablo II.
«Entonces, creo que tenemos que dejar de pensar en una o la otra y debemos pensar en la naturaleza de la mezcla. Particularmente hasta qué punto esa mezcla está motivada por la conciencia socialista y de las consecuencias sociales de lo que ha pasado». El humanismo de este historiador nos abre a pensar que en ambos casos las consecuencias de la aplicación que los regímenes hicieron, cada uno de su doctrina, dejó a la posteridad un saldo de dolor humano muy alto. Hoy pareciera que se va creando un consenso acerca de lo que se hace necesario: «Todos están de acuerdo en que, de una forma u otra, habrá un mayor rol para el Estado. Ya hemos visto al Estado como el prestamista de última instancia [EEUU – RVL]. Quizás regresemos a la idea del Estado como empleador de última instancia, que es lo fue bajo Franklin Roosvelt, en el New Deal en EEUU».
Creo que nuestro pensador ve con todo rigor una salida necesaria que la define así: «Lo que sea, será un emprendimiento público de acción e iniciativa, que será algo que orientará, organizará y dirigirá también la economía privada. Será mucho más una economía mixta que lo que ha sido».

lunes, 12 de enero de 2009

No perder la oportunidad

La crisis, como se ha dicho muchas veces, ofrece también un momento que contiene una oportunidad. Pero, un viejo refrán dice: «A la ocasión la pintan calva», lo que significa que son escasas las veces en que se presenta. Por ello, debemos pertrecharnos con la mejor artillería intelectual para no dejar pasar de largo un escenario como éste. Hay que hacer un duro esfuerzo de memoria para recordar si hemos vivido una situación semejante en la que estuvieran en debate las “razones fundantes” del sistema capitalista en su etapa de dominación financiera. Por lo tanto debemos, en primer lugar, valorar lo positivo de este momento; en segundo lugar, prepararnos para la revisión de esos fundamentos; y en tercer lugar, no permitir que este debate se circunscriba a los especialistas, puesto que, como ya quedó dicho, su mirada sesgada no garantiza ni honestidad ni independencia de criterios.
Me parece muy oportuna la cita del tercer presidente de los EEUU Thomas Jefferson (1743-1826), que Alfredo Zaiat trae a nuestra memoria: «Yo creo que las instituciones bancarias son más peligrosas para nuestras libertades que los ejércitos en pie. Si el pueblo estadounidense permite alguna vez que los bancos privados controlen el tema de su moneda, primero por inflación, luego por deflación, los bancos y las corporaciones que crecerán alrededor de los bancos privarán al pueblo de toda propiedad hasta que sus hijos se despierten sin hogar en el continente que sus padres conquistaron». Este advertencia de 1802 no parece haber sido escuchada por los dirigentes políticos posteriores. Se la puede colocar al lado de la afirmación de Bertold Brech (1898-1956): «Peor que asaltar un banco es fundar un banco». Nos enfrenta a una verdad milenaria que puede encontrar uno de sus orígenes en el Antiguo Testamento, respecto de los riesgos de prestar dinero, no para el que lo hace sino para el que lo recibe, especular y lucrar con la necesidad del otro.
Ante todo esto podríamos preguntarnos, con mucha prudencia, si esto alanza para pensar que se puede derrumbar el fundamentalismo del mercado libre. Y digo prudencia porque los facilismos optimistas pueden hacernos caer en la trampa de no medir que lo que nos espera es un largo y duro sufrimiento antes de que esos deseos se vean realizados. Dice Zaiat: «El caos global generado por el modelo de la autorregulación del riesgo en el sistema bancario, concepción a la que adhirieron casi todas las bancas centrales del mundo bajo el dominio del Comité de Basilea, se reveló como un arma de destrucción masiva. La quiebra de las entidades financieras de las potencias económicas hace suponer que una nueva época comenzará con otras reglas de funcionamiento». Sin embargo, es necesario no olvidar que los intereses financieros y el poder de la banca concentrada no desaparecerán con tanta facilidad.
Lo que estamos observando es que los fondos públicos han salido a socorrer a esos bancos tras la explicación de que era imprescindible para evitar lo peor. Debo decir que no tengo en claro eso peor a quiénes hace referencia: ¿lo peor para los pobres y deudores? o ¿lo peor para algunos banqueros? También podemos ver que quienes están a cargo de la operación (Paulson y Bernanke), como ya vimos, son parte del proceso que nos colocó al borde del abismo. Si son ellos los que deciden quien se salva y quien desaparece el resultado que se intenta es una reacomodación de los dineros que quedarán en manos de unos pocos. Todos de la misma banda. Y no es de esperar que sean ellos los que salgan a combatir la codicia, los fraudes financieros, la especulación alocada y temeraria. Por ello, repito una vez más que la participación lo más amplia posible de todos debe ser la valla que impida que sigan avanzando por el mismo camino. No es necesario saber mucho de esta materia, alcanza con mirar todo desde una ética que defienda el bien común.

jueves, 8 de enero de 2009

Es difícil para que no se entienda

Antes me he referido a la codicia como uno de los motores de esta carrera desenfrenada tras la obtención del mayor lucro posible, a cualquier precio. Esto ha quedado justificado por una teoría que depositó en la magia de la mano invisible la regulación del juego del mercado. Debemos ahora detenernos a pensar si el centrar los resultados de la debacle financiera en el mal comportamiento de algunos banqueros malos no es, en realidad, un modo de desviar el problema para evitar la discusión central sobre el funcionamiento del capitalismo financiero. Porque esto haría suponer que apartando a esos malos funcionarios (públicos y/o privados) se podría reencausar el buen y sano capitalismo.
Ya vimos antes que una prédica dogmática sobre la necesidad de dejar el libre juego de las fuerzas del mercado porque garantizaba así su buen funcionamiento, se ve ahora modificada por una crítica superficial que coloca en la debilidad o deficiente presencia del Estado las razones de los desmadres producidos. Lo que ocultan estas críticas es que la política que se desprendió de esa dogmática impulsó el retiro de esa presencia, desmantelando las no muchas regulaciones que existían para dejar las manos libres (¿las invisibles?) de quienes operaban. Pero la invisibilidad de algunas de esas manos parece que se pretende hacerlas visibles poniéndoles nombre y apellido. De este modo el problema queda reducido a las malas manos, que pagando sus culpas dejan en la oscuridad a todas las manos estructurales que edificaron la totalidad del edificio del capitalismo financiero.
La crisis que se ha desatado no ha sido la consecuencia de un Estado bobo que no ha sabido detener a tiempo lo que venía sucediendo desde hace décadas, sino la consecuencia de un Estado enclaustrado e imposibilitado de actuar por una arquitectura jurídica que le impidió todo margen de maniobra. Esa arquitectura fue pergeñada por la misma banda de delincuentes que hoy se rasgan las vestiduras por no haber detectado a los malos operadores del mercado. Cómo podemos creerles a los funcionarios del gobierno estadounidense (siendo quienes son) cuando proclaman la necesidad de una reestructuración del funcionamiento del sistema financiero internacional si fueron ellos lo que armaron el actual. La sofisticación que se ha logrado en la creación de “instrumentos financieros” ha llegado a tal extremo que comenta Paul Krugman que el presidente de la Reserva Federal, Ben Bernake, precisó de «un curso de puesta al día cara a cara con los gestores de los fondos de productos financieros derivados (hedge funds) a mediados de agosto», para poder comprender de qué se trataba ese galimatías.
Krugman se pregunta: «¿Cómo fue que las cosas se tornaron tan opacas? La respuesta es: "innovación financiera". Dos palabras que, desde ya, deberían despertar la alarma de los inversores». Zaiat hace una lista de esos instrumentos: «El menú de ese festín ha sido amplio, destacándose hipotecas subprime, securitización de activos financieros, fondos de cobertura (hedge fund), papeles comerciales de corto plazo que sustituyeron al crédito tradicional, eliminación de fronteras entre banca de inversión y comercial, liberalización de requisitos de capital que alentó el apalancamiento, proliferación de derivados financieros, los credit default swaps, irrupción de nuevos intermediarios financieros y no bancarios. El abordaje de las potencias económicas a los dramáticos desequilibrios generados por esas “innovaciones financieras” derivará en un nuevo régimen de regulación, que hoy se desconoce».
Lo que no debe pasar inadvertido es que cuando nos proponemos pensar en todo ello, como ya dije, una parte importante de nuestra información proviene de fuentes estrechamente ligadas a esas bandas, de las que ya quedó dicho algo. Por lo tanto es necesario descubrir la lógica interna de los términos del debate, porque tenemos la suerte de que entre nosotros inteligentísimos periodistas repiten la Biblia que reciben desde esos centros financieros y opinan a partir de allí. Otros inteligentísimos economistas, a sueldo de esos intereses, predican y pronostican catástrofes si no nos atenemos a sus consejos.

miércoles, 7 de enero de 2009

El descontrol del sistema financiero mundial no es nuevo

Volvamos algunos pasos históricos hacia atrás. Después de lo que se podría llamar una mutación interna del capitalismo global, sostén financiero de los procesos posteriores, que puede ubicarse en la mitad de los setenta: conocida como la Crisis del Petróleo, aparecieron los petrodólares (tema en el que no puedo entrar aquí ). Es allí donde se puede detectar una de las causas de las sucesivas crisis del capitalismo. La sobreabundancia de dinero disponible, que no encontraba lugar en el sistema de producción, por la retracción económica que produjo el alza del precio del barril de crudo, comenzó a girar por el mundo buscando algunos resquicios de rentabilidad. A fines de los setenta y comienzo de los ochenta esos capitales se fueron expandiendo, generando nuevos modos de operar dentro de los mercados internacionales. La mutación a la que hice referencia puede describirse como el predominio del capital financiero que adquirió una velocidad de circulación que se despegó de los procesos industriales y comerciales. Las operaciones financieras en papeles de todo tipo centuplicaron el dinero que operó dentro de las transacciones de bienes comerciales.
Hasta hace unos pocos años eran muy pocas las voces públicas que advertían que el sistema financiero internacional estaba funcionando de forma descontrolada o caótica, y sólo recientemente, como quedí dicho antes, una personalidad como Alan Greenspan afirmaba en público que los mercados bursátiles del mundo se comportaban como casinos. Esta afirmación había sido precedida una década antes por la profesora británica Susan Strange, quien en 1986, a partir de un profundo estudio del sistema financiero occidental publicó su libro Capitalismo casino, obra capital para comprender los cambios sistémicos que se habían producido en las finanzas internacionales durante los años setenta y ochenta. En una obra posterior de 1998, Dinero loco, con la que continúa su análisis e intenta explicar la transformación del sistema financiero internacional que conocíamos desde la posguerra en el sistema financiero global que ahora conocemos. La profesora se esfuerza por hacernos entender que no se trata tan sólo de la ampliación de la escala geográfica de las operaciones financieras, sino que esta transformación implica la conformación progresiva, aunque por hasta ese momento incompleta, de un único mercado financiero integrado: la globalización financiera.
Con este estudio sobre el funcionamiento de las finanzas, más toda su trayectoria, pudo dar un paso muy importante para hacer tomar conciencia al mundo académico y al de los financistas, el surgimiento y la consolidación de la Economía Política Internacional, de la que Strange fue ferviente pionera. Esta necesidad de estudiar el ámbito económico desde su estructuración global haciendo hincapié en su funcionamiento financiero. Dentro de é la expansión sin precedentes de las finanzas internacionales durante este período que ha condicionado el crecimiento de la producción y del comercio internacional de manera trascendental. Esta temática, dice la profesora, ha sido hasta hace poco totalmente olvidada por los especialistas. Abordarla posibilita la comprensión del poder como una fuerza estructural y no sólo relacional.
El título de su primer libro era toda una denuncia de lo que estaba sucediendo y de los riesgos que se asumían de no intervenir en ese proceso. Decir que el sistema capitalista se había convertido en un casino es mucho más que decir que algo no funciona bien, es asumir una actitud seria de compromiso, avalada por su seriedad académica, para llamar la atención sobre la locura que después describió en su segundo libro. Aparecen aquí, según mi entender, preguntas muy graves respecto de cómo funciona la lógica de análisis de los especialistas, tanto académicos como profesionales de empresas, que les impidió tomar nota de lo que ya se sabía hace más de veinte años. Por qué se siguió dentro de un juego cuyo peligro hoy vemos concretado en esta gravísima crisis. Qué les impidió ver lo que inexorablemente iba a suceder.

domingo, 4 de enero de 2009

La lógica del imperio

Los sistemas sociales, dentro de sus límites, funcionan con una lógica propia. Los imperios de la antigüedad exigían que todos los sometidos pagaran impuestos a la metrópoli, para ellos dominar era recaudar. La globalización es un modelo imperial, si no leamos a George Soros: «El sistema capitalista puede compararse con un imperio cuya cobertura es más global que la de cualquier imperio anterior. Gobierna toda una civilización y, como otros imperios, quienes están fuera de las murallas son considerados bárbaros». Cuando la Casa Blanca tuvo conciencia de que había logrado sumarse a la lista de los imperios de la historia asumió ser la Comandante en Jefe y se comportó como tal. Por ello, ya en 1948, el jefe de planificación del Departamento de Estado, George F. Kennan pudo escribir en un memorando confidencial interno: «Tenemos aproximadamente un 50% de la riqueza del mundo, pero sólo un 6,3% de su población... Nuestra verdadera tarea en el período por venir es elaborar un modelo de relaciones que nos permita mantener esa posición de disparidad sin sufrir un detrimento en nuestra seguridad nacional». De allí en más pudieron haber cambiado los estilos, pero el objetivo fundamental quedó grabado en el mármol.
Pero, decía Fierro: «No hay tiento que no se corte, ni plazo que no se cumpla», y la historia siguió su curso. Hoy nos encontramos en la otra punta de esa historia. Desde los ochenta las cosas se comenzaron a desmadrar y una sucesión de crisis anunciaba ciertos resquebrajamientos en la base de la pirámide. Se hizo necesario innovar sin que este proceso alterara el concepto central. Esta nueva etapa requería de nuevos conceptos. Así fue que en diciembre de 1996 se hizo público el concepto de "nueva economía" desde la tapa del semanario estadounidense Business Week, que se extasiaba entonces ante un verdadero milagro: «Desde comienzos de 1995 el mercado ha crecido en un resonante 65%. ¿El mercado se ha vuelto loco? Nada de eso», y explicaba las causas: «la emergencia de una nueva economía edificada sobre la base de los mercados globales y la revolución informática. Desde comienzos de los años 80, y de manera acelerada en los últimos años, la economía estadounidense ha iniciado una reestructuración fundamental. Un tercio del crecimiento económico se debe a las inversiones en computadoras y en telecomunicaciones. De Internet a la televisión, nuevas empresas aparecen prácticamente de un día para el otro para aprovechar las tecnologías de vanguardia».
Importantes personajes del medio financiero, apoyados en la certeza que da el éxito, lo aseguraban. Como Bruno Vanryb, director de la firma francesa BVRP Software: «La nueva economía es más de todo: más finanzas y más Bolsa, más competencia, equipos, crecimiento, servicio, y menos tiempo y distancia. Las empresas de la nueva economía muestran en efecto crecimientos anuales de 200%, 300% y hasta de 600%. En cuanto un producto aparece, al cabo de dos o tres meses surgen los competidores. Más finanzas y más Bolsa: las empresas pueden obtener capitales en la Bolsa y utilizarlos para hacer compras. Es también un acelerador del crecimiento: se puede aumentar más rápidamente la facturación y la presencia en el mercado».
Volvemos aquí a comprender algo que ya quedó dicho más arriba. Si todo crece a velocidades inexplicables, aunque se argumente la facilidad tecnológica, debió llamar la atención de las cabezas más lúcidas y menos enceguecidas por el dinero fácil. Este desarrollo repentino y deslumbrador ocultaba las burbujas que habían comenzado a formarse. Sin embargo, una vez más quede dicho, sonaron voces de alarma que no fueron escuchadas. Hasta el mismísimo Greenspan advirtió la burbuja de las “punto.com”.