martes, 30 de octubre de 2007

Mi insistencia en la ignorancia

Para continuar con mi confesión, que no habla bien de mí, debo seguir afirmando que hablo de lo que no sé. Esta afirmación, en sí misma infamante, me desprestigia pero al mismo tiempo me libera de decir cosas inteligentes. La confesión me coloca en estado de impunidad intelectual. Y como de economía estamos hablando voy a aprovechar un privilegio muy común en ciertos estratos de nuestra sociedad: los inimputables. Habiendo asumido esta condición puedo seguir avanzando con tranquilidad de conciencia, la misma tranquilidad que exhiben aquellos que no han ahorrado esfuerzos en hacer las peores trapisondas.
Bien, como dijo Clinton: “Se trata de economía, estúpido”. Pero como pretendo estar atento a lo que dicen los especialistas y sus asesorados debiera modificar ligeramente la frase clintoniana: “Se trata de economía, hipócritas”. Y si me atrevo a hacer esta acusación pública es porque me baso en lo que dice el economista Alfredo Zaiat: “La hipocresía del discurso del poder económico es uno de sus rasgos característicos, pero en Argentina asume una particularidad que no deja de llamar la atención. Con la cuestión de los precios se parece al zorro que está cómodo en medio del gallinero pidiendo protección para la granja mientras se va comiendo a los pollitos” (Página 12, 21-10-07).
Esto viene a cuento por el debate acerca de la supuesta explosión inflacionaria que se está produciendo en nuestro país y que tan preocupados tiene a nuestros dirigentes. Partiendo de lo que leí alguna vez en un manualcito de economía, cuando estaba intentado entender algo de esta materia, la ley de la oferta y la demanda es la reina del mercado. Bajo su imperio el precio es inversamente proporcional a la oferta, o dicho de otro modo es directamente proporcional a la demanda. Por lo que podemos concluir que hay dos modos de resolver el aumento de precios: se aumenta la oferta o se achica la demanda. La primera condición depende de los productores, producir más, la segunda (¡que casualidad!) también de ellos, puesto que si congelan los aumentos de sueldos baja la capacidad adquisitiva y disminuye la demanda.
Ya estoy oyendo a algún especialista que está diciendo ¡qué bruto! Debo recordarle que ya me declaré en ese estado, y es precisamente esa condición la que me permite estar diciendo barbaridades, ya que sólo un bárbaro puede ser tan ignorante. Bárbaro es todo aquel que está fuera del ámbito de los cultos, es decir los especialistas. Pues bien desde esa situación pregunto: ¿aumentar la producción exige mayor inversión? ¿se puede acusar a los consumidores de no invertir más?, entonces ¿quiénes deben invertir, los mismos que se quejan de que no hay inversión? Si no son los productores/inversores los que lo deben hacer no puedo explicarme cómo se sale de este problema.
Aparecen, ahora, las razones de las dificultades para invertir: la inseguridad jurídica, la desconfianza en las reglas que no son estables, la presión de los costos, etc. De todo ello saco como conclusión, y los lectores perdonarán la barbaridad, que los compradores extranjeros de las grandes empresas, que siguen llevándose las estrellas productivas de nuestra industria, son más brutos que yo en materia económica: no se dan cuenta del pésimo negocio que están haciendo. Esto me deja tranquilo, somos muchos los brutos ignorantes.

viernes, 26 de octubre de 2007

La opción por la ignorancia

La ciencia que se fue encargando de estudiar los fenómenos económicos se fue convirtiendo, con el paso del tiempo en estos dos últimos siglos, en un problema semejante al de la física cuántica. Uno intenta leer y comprender pero es una tarea penosísima. En algún momento se me ocurrió estudiar economía para tener una visión más clara de esta fundamental problemática. Pero desistí, tal vez por incapacidad, por falta de volunta, etc., pero yo me dije que lo hice por “salud espiritual”. Aunque esa respuesta no haya sido muy clara, ni para mí, la acepté como buena. Entonces, me declaré ignorante, por las ventajas que otorga poder preguntar todo, aún lo más trivial y obvio, debiendo soportar la mirada superior de los especialistas. Ellos, con un lenguaje cargado de anglicismos, pueden responder con suficiencia.
Como la ignorancia otorga impunidad permite volver los intrincados problemas a su status más simple, al nivel de la discusión de la feria. Todos sabemos que estamos ante un proceso inflacionario. Según entiendo, esto se puede definir como un aumento de precios de los bienes que el ciudadano de a pie compra cotidianamente. Digo esto porque la propiedad inmobiliaria ha aumentado significativamente en los últimos años pero nunca apareció en los grandes titulares con caracteres de catástrofe, sin embargo el tomate si logró ese notable triunfo.
Ahora bien, por qué aumentan los precios. La pregunta nos remitiría a los que fijan los precios, es decir a los grandes productores o distribuidores. Por lo tanto, si algunos de los actores del mercado no deberían quejarse éstos serían los empresarios de esos rubros. Sin embargo, si leemos o escuchamos sus declaraciones (hechas por ellos o por los economistas que hablan en su nombre) nos enteramos de las preocupaciones que ellos tienen sobre este problema. Preocupaciones que les presentan a todos los candidatos que se reúnen con ellos. Éstos, como están en campaña, repiten esas preocupaciones textualmente. Lo insólito es que algunos funcionarios oficiales se dejan arrastrar por esta corriente y hablan desde los mismos problemas.
Por lo que todo el tema de los empresarios gira alrededor del aumento de costos de su producción, lo cual los obliga a aumentar sus precios. El sentido común, arma a la que apela la ignorancia, diría que entonces ellos están disgustos a reconocer que esos aumentos deben ser trasladados a los salarios. Perdón, una vez más mi ignorancia. Esto no se puede hacer porque aumentaría la inflación, ya nos lo explicó un economista serio como es el Dr. Lavagna.
Ahora bien, si el aumento de los insumos es el determinante del aumento de precios, la energía y demás servicios, en caso de aumentar agravarían la situación. Nuevamente la ignorancia mía. No puedo explicarme cómo los empresarios y sus asesores aconsejan el aumento de las tarifas de los servicios públicos.

miércoles, 24 de octubre de 2007

Pensando hacia adelante

Estamos muy cerca de la definición electoral y, aunque todo pareciera decir que la “elección” ya está hecha, no debemos quedarnos con la mente en octubre y pensar qué deberíamos exigirle al próximo gobierno dado las materias que estamos lejos por debajo de cuatro, es decir no aprobadas. Y el uso de la primera persona del plural intenta introducirnos en un pensamiento de tipo comunitario, que nos incluya a todos y nos permita asumir la cuota de culpas, irresponsabilidades, desidias, desentendimientos, en la que hemos caído como comunidad nacional. Continuar depositando en los dirigentes las falencias que asolan a nuestra Argentina es, por lo menos, caer en un autismo político que es una parte importante de las causas que nos ha depositado en este presente.
Nuestra realidad de hoy, aunque es conocida por todos, requiere de un recordatorio de temas fundamentales. Creo que en primer lugar debe colocarse la miseria reinante para una parte nada despreciable de nuestra población, y aquí despreciable tiene varias acepciones. Si bien se puede decir que no es despreciable en cantidad, lo es también por el desentendimiento que de ella hacemos. Hay datos que lo demuestran: la colecta “más x menos” de Caritas cada año recibe menos aportes en un país que ha mejorado notablemente su promedio de ingresos. Si bien es cierto que el promedio siempre engaña respecto de su distribución, por lo menos aquellos que más han recibido no lo reflejan en lo que aportan. El consumo ostentoso, el aumento del turismo interno, la facturación de los grandes centros comerciales, son un indicativo de que un sector de la población, aunque no sea importante si lo es el nivel de sus gastos, dispone de un plus que lo dedica a sí mismo. No estoy hablando de privarse de todo, simplemente recordar que hay otro sector que no recibe nada.
Esto está ligado directamente a cómo percibe la situación ese sector privilegiado cuando refleja su modo de entender el problema son su voto. Si dirigentes que exponen el tema de la seguridad sosteniendo que se resuelve con la policía recogen una cantidad importantes de votos queda claro que para aquellos el problema les es ajeno. No relacionan miseria con delito. Olvidan que la fiesta de los noventa fue para algunos mientras otros perdían sus puestos por fábricas cerradas. Cuando hoy comienza a verse que estamos frente a la tercera generación de niños que no vieron trabajar a sus padres ni a sus abuelos y que el trabajo perdió el carácter de dignificador de la persona, acusar a aquellos que caen en la delincuencia es, en el mejor de los casos, una liviandad.
Entonces, creo que la Argentina del 2008 en adelante debe ser pensada como un problema de todos, superando las parcialidades políticas pero acordando prioridades comunes, encontrando o construyendo espacios de debate político que nos permita hablar y escucharnos a todos a partir del compromiso de pensar para todos, incluyendo pensar en aquellos que perdieron la posibilidad y la voluntad de hacer oír sus reclamos. El futuro es el resultado del esfuerzo compartido o es el fracaso de todos como Nación. Debiendo recordar que este mundo globalizado ya no es el receptor de los emigrantes, sino, por el contrario es el expulsador de aquellos que intentan resolver su futuro en el extranjero.

martes, 16 de octubre de 2007

Las derechas y las izquierdas

Es necesario detenernos a pensar el contenido de las palabras que utilizamos en nuestra habla cotidiana. Prestando una atención especial en las que hacen referencia al quehacer político. Las palabras en las que me voy a detener en esta nota son dos: derecha e izquierda. Debemos señalar que la palabra derecha está asociada a lo correcto, a lo bien recibido, a lo que se debe acordar. De allí la expresión “hay que darle la derecha” queriendo significar que se le otorga razón o veracidad a lo afirmado; o “hay que andar por la derecha” lo que indica estar en lo correcto o por el buen camino. Por el contrario, la palabra izquierda parece referirse a lo opuesto. Alguien que no se comporta como es esperable “ha tomado por la izquierda”; el que compra ilegalmente lo hace “por izquierda”, o el que “trucha” una firma se dice que “firmó con la izquierda”, entonces queda asociada a lo falso. Si recordamos el idioma del Dante aparece la siniestra, de la que deriva lo siniestro y estamos ya en lo repudiable.
Por lo que vemos cada una de estas palabras contienen valores opuestos que definen lo que está bien o lo que está mal. Podríamos decir que se reservan para sí un valor moral sobre el bien y el mal. Se podría conjeturar que, si la mayoría de los humanos tienden a utilizar su mano derecha como la más hábil, y algo parecido sucedería con las regiones del cerebro, la izquierda sería menos hábil, es decir menos útil, lo que equivaldría a decir que quien no usa la derecha algo tiene que no anda bien. Dicho esto con todo respeto por los zurdos, me refiero a los que utilizan la mano o el pie izquierdo. Aunque, pensándolo un poco, se ha hecho famoso y muy respetable en fútbol el puesto de “el diez” que está colocado a la izquierda del ataque y por lo tanto debe ser ocupado por un zurdo. Y me viene a la memoria que Vilas era zurdo, que el pibe Messi también lo es, etc. Bueno serán excepciones que no atentan contra la sabiduría de la norma. Pero en el box los zurdos son los más peligrosos porque alteran la técnica de la defensa al pararse al revés de lo que “corresponde”. ¿Será de allí que viene el cuidado que hay que tener con los que cultivan la izquierda? Ya me desvié de lo que quería tratar.
El tema es la política. Hablar en política de las derechas y las izquierdas es una herencia de la Convención de la Asamblea francesa en la que ubicando a la presidencia en el centro del salón se sentaron a cada lado de ella unos y otros. Dándose la particularidad de que los “revoltosos” estaban a la izquierda y la “gente razonable” estaba a la derecha. Precisamente éstos eran los que se oponían a seguir cambiando el mundo porque lo fundamental ya se había logrado. La burguesía había desalojado del poder a la monarquía que era lo que se habían propuesto. Lo demás no era necesario: los derechos de la “gente de bien” ya se habían conseguido, pero la “chusma” pretendía más. Es decir, la misma historia de siempre.
Creo que, ahora que hemos podido desentrañar el más oculto misterio de porque unos son buenos y los otros son malos, es mucho más fácil entender la política en este mundo. Todo lo que está a la izquierda debe ser rechazado, salvo los que están en el centro-izquierda (debiéndose descifrar cuánto de centro y cuánto de izquierda tienen). Está también el centro-derecha (acá me parece más fácil saberlo, porque siendo la derecha lo correcto en todo caso sería lo casi correcto, que no está mal). Nos queda la derecha que no parece presentar problema alguno para definirla: debe ser mala porque nadie es de derecha. Por último, el centro que me cuesta pensarlo porque el centro debe ser el punto medio. Aristóteles lo definía como el ideal, claro que él no tuvo que pensar la política como nosotros, le tocó un momento más sencillo. Antes los esclavos eran esclavos y se terminó. Hoy todos creen que tienen derechos y es esto lo que complica las definiciones.
Si ser de izquierda se caracteriza por las demandas vociferadas y ser de derecha por el discurso razonable se podría resolver sin muchas dificultades el tema: con hablar bajo y pausado se adquiriría el derecho a la verdad. Sin embargo, parece que esto no alcanza para remediar la situación. Si tuviéramos una derecha vociferante, como había en otros tiempos, resolveríamos el asunto despreciando los extremos. Esto nos dejaría un espectro menos amplio que iría desde el centro-izquierda al centro-derecha, con lo cual los matices nos obligarían a hacer un análisis mucho más fino de las diferencias entre unos y otros. Puesto que de no hacerlo nos parecería que todos son lo mismo y dicen cosas semejantes.
Creo estar arribando a un pensamiento más sereno. Si la dificultad del análisis radica en lo fino de los matices el problema no radica en los políticos sino en un público que no es capaz de percibirlos con nitidez. Pero como es muy difícil asumir la culpa lo más sencillo es acusar a los otros y quedarnos en paz. No son los políticos los que no presentan un discurso comprensible y coherente, es la gente que no está en condiciones de entender lo expuesto. Por ello he oído a muchos políticos quejarse de la ignorancia de la gente cuando expone lo mejor para la sociedad y ésta no lo acompaña en sus propuestas. Cuando tengamos un público preparado nuestros políticos podrán resolvernos los problemas. Mientras tanto no nos quejemos, la culpa es nuestra.

jueves, 11 de octubre de 2007

El tomate periodístico

La vorágine informativa nos arrastra a someternos a la lógica del periodismo. Debe entenderse por periodismo eso que se hace hoy en los medios masivos, muy lejos de lo que hayan sido en otros tiempos las plumas que se podían leer en los periódicos como, por ejemplo, Ortega y Gasset escribiendo en La Nación. Pero dejémonos de nostalgias. Sin embargo, esta sensación deprimente que le ataca a uno cuando abre un periódico, escucha la radio o ve televisión no es algo que sólo me pase a mí. Por ello me sentí mejor cuando leí las palabras que Ignacio Ramonet dijo, hace pocos días, en la clausura de la Bienal Iberoamericana de Comunicación en Córdoba (Argentina). Después de detallar el estado actual de los medios masivos y las consecuencias que ello tiene en la conformación de la “opinión pública” (sobre ello hablaré en otra nota) nos alentó a seguir teniendo esperanzas porque el público comienza a darse cuenta de sus juegos. Según este profesor de la Sorbona de París ha comenzado a generarse un gran descrédito de “las verdades” de estos medios.
Dijo entonces: “En la mayoría de los países – no sé si es el caso en Argentina- se han desarrollado ediciones cómicas que tienen vocación por hacer reír en los que los tema es el telediario, y los periodistas son los personajes más payasos de la sociedad”. A partir de allí dio unos cuantos ejemplos acerca de cómo funciona el humor como modo de expresar el descreimiento sobre algún tema. Sostuvo que cuando se toman satíricamente las afirmaciones que circulan en la información pública esto indica que el gran público ya no cree en ella. Bien, esto abre un ámbito de espera para ver estas manifestaciones en nuestro país.
Como cierre de sus palabras exhortó a que deberíamos iniciar un nuevo camino para que circule la información y que ésta sea creíble: “Hay que desarrollar la comunicación comunitaria, hay que crear una nueva generación de periodistas –no estar condenados a hacer lo mismo que sus predecesores- porque el mundo mediático está viviendo una revolución radical y esa nueva generación debe utilizar Internet con sentido de la creatividad, con sentido de la imaginación para inventar el periodismo de nuestro tiempo. Una información mejor es posible y entre todos lo vamos a lograr".
Todo esto viene a cuento de los dolores de cabeza que les estamos dando al tomate. Nunca este pobre fruto se ha sentido más vapuleado, más desprestigiado, más insultado, que en estos días. Pero me he encontrado con un comentario radial en el que uno de los periodistas de la mesa le propuso a sus compañeros que trataran de adivinar de cuándo era la noticia que les iba a leer. Esta noticia hablaba de una suba del tomate del 360% debido a dificultades climáticas en la zona. Ninguno pudo acertar con la respuesta. Entonces, el que proponía el acertijo informó: apareció en diario Los Andes de Mendoza en noviembre del 2006. Para completar el juego les pidió a sus compañeros que buscaran en Internet los diarios y revistas de aquella época y se fijaran si alguno de ellos había hecho algún comentario en lugar destacado de semejante aumento.
Ahora bien, un alimento que puede ser sustituido por otros, que hasta no hace tanto tiempo era un fruto estacional que se consumía en período muy corto del año, ¿a qué se debe que se haya convertido en noticia relevante de todos los medios? Noticia que dentro de unos pocos días desaparecerá. No quiero avanzar con conjeturas, se las dejo al amable lector.

martes, 2 de octubre de 2007

La concentración de medios y la “libertad de prensa”

Hace más de un año el director del periódico Le Monde Diplomatique, Ignacio Ramonet, analizaba la situación de las publicaciones periodísticas en Europa y decía: “La disminución de la difusión de periódicos, su cada vez mayor concentración en un puñado de grupos industriales y su mayor dependencia de los intereses económicos de esos grupos caracterizan a la prensa escrita actual [esto es extensible a todos los medios - RVL]. Un fabuloso desarrollo tecnológico pone a la información al alcance de un público cada vez más extenso y con mayor rapidez. Pero simultáneamente se incrementa un periodismo complaciente en menoscabo de un periodismo crítico, lo que pone el riesgo la noción misma de prensa libre y perjudica y degrada a la democracia”.
De este párrafo se pueden sacar varias conclusiones. Los medios de comunicación, deberíamos decir de información, o tal vez de desinformación, han sido acaparados por un “puñado de grupos industriales” (otro tanto ocurre en nuestro país), capitales que hasta no hace más de 25 años no se ocupaban de este negocio. La consolidación de los grandes conglomerados económicos permitió que dieran un paso hacia el control de la opinión pública, ahora desarrollada dentro del marco de las reglas de la democracia. Pero como democracia es hoy el reino del mercado la vía utilizada fue la compra de esos medios y su concentración. Por tal razón se puede comprender, aunque no justificar, que por razones de conservación de sus puestos de trabajo haya proliferado “un periodismo complaciente”. Paralelamente se fue disolviendo el “periodismo crítico”.
Esto nos coloca en la pista del proceso que se ha ido dando dentro de esos medios. La censura estatal burda en el mundo occidental ha casi desaparecido, pero ha sido reemplazada, entre otras, por la censura interna que se verifica en las redacciones. Y la censura interna es más fácil de aplicar cuando los periodistas han asumido los valores que los medios pregonan: pero que están todos ellos subordinados al claro objetivo de la mayor rentabilidad: la censura se convirtió en autocensura. Agreguemos a esto que la rentabilidad se obtiene por la venta de espacios publicitarios y que estos son definidos por las empresas y las agencias de publicidad (muchas veces pertenecientes a los mismos grupos empresario). Ambas están regidas por objetivos comunes: llegar a la conciencia del mayor número posible de consumidores por los caminos más efectivos. Esta mercantilización penetra en los medios que apelan a todo tipo de trucos para vender (CD, DVD, revistas, juegos con premios).
Ramonet nos advierte: “Lo cual refuerza la confusión entre información y mercancía, con el riesgo de que los lectores ya no sepan qué es lo que compran. Así es como los diarios enturbian más su identidad, desvalorizan el título y ponen en marcha un engranaje diabólico que nadie sabe en que acabará”. Creo que hoy todo ello describe la situación actual de los medios, hasta tanto no seamos capaces de convertirnos en, por lo menos, consumidores críticos y selectivos. Esto podría hacer sentir las preferencias de un público que demanda bienes culturales y no camuflaje de mercado. Me pareció impactante la figura del “engranaje diabólico” utilizada por quien sabe mucho de ello porque se encuentra en el corazón mismo de este proyecto devastador.
Planteado lo anterior se puede comprender la conducta de un diario “serio”: La Nación”. Habiéndose hecho público que uno de sus abogados es el Dr. Roberto Durrieu, que fue funcionario del Proceso Militar. Héctor Timerman, envió una carta a ese diario, publicada el 16-9-07 en la sección “cartas de lectores”, denunciando el papel de este abogado en el secuestro de su padre. El diario “serio” mutiló esa carta, censurando los pasajes que comprometían a este funcionario y a opiniones editoriales que se habían emitido con anterioridad. ¿Es eso libertad de prensa? ¿Con qué autoridad este diario habla de libertad de prensa? ¿No se le podría decir que “el que está libre de pecados arroje la primera piedra”?