domingo, 27 de febrero de 2011

IX.- La conversión del vicio en virtud

Veamos ahora el maravilloso paso alquímico por el cual el vicio se convierte en virtud. Ya habíamos leído en el diccionario de la Real Academia Española: «codicia - deseo o apetito ansioso y excesivo de bienes o riquezas». Equivale a decir que hay un señalamiento de conductas nada apreciables subrayadas por lo “ansioso y excesivo”. Sin embargo en las carreras de Ciencias empresariales (administración, contabilidad, economía) se sostiene que la competencia es una regla imprescindible para cuyo cumplimiento la codicia de ganar lo más posible es un motor irreemplazable. Puesto que asegura de ese modo la mejor oferta para el demandante. Esto se expresa en la necesidad de producir la mayor cantidad de bienes y ello en el menor tiempo posible para bajar costos, lograr la mejor calidad para conseguir la mayor porción del mercado, porque mejora la rentabilidad. El paso siguiente es pasar al mercado donde se producirá el intercambio. ¿Qué es un mercado? Recurramos a cualquier manual:
Mercado, en economía, es cualquier conjunto de transacciones o acuerdos de negocios entre compradores y vendedores. En contraposición con una simple venta, el mercado implica el comercio regular donde existe cierta competencia entre los participantes. El mercado es, también, el ambiente social (o virtual) que propicia las condiciones para el intercambio. En otras palabras, debe interpretarse como la institución u organización social a través de la cual los ofertantes (productores y vendedores) y demandantes (consumidores o compradores) de un determinado bien o servicio, entran en estrecha relación comercial a fin de realizar abundantes transacciones comerciales.
El modelo de mercado que se enseña parte de la modelización de un funcionamiento ideal: la competencia perfecta. ¿Cono se describe y define ésta?
No todos los mercados son eficientes en el sentido de que no en todos ellos existen unas condiciones técnicas llamadas de competencia perfecta. Los mercados eficientes o de competencia perfecta son aquellos en los que se asume que existen tantos vendedores como compradores de un mismo bien o servicio que ninguno de ellos, actuando independientemente, puede influir sobre la determinación del precio y que éste a su vez, está dado y es fijado por las mismas fuerzas del mercado. La competencia perfecta es una representación idealizada de los mercados de bienes y de servicios en la que la interacción recíproca de la oferta y la demanda determina el precio.
La aclaración de que no todos los mercados son eficientes (que yo subrayo) señala la posibilidad de que halla algunos que no lo son. Este modo de presentar el problema parte de la suposición de que aquellos que no lo son representan una excepción a la regla que sostiene que el mercado de competencia perfecta es el modelo que más se da. Debe aceptarse también otra anomalía representada por la presencia de monopolios u oligopolios que dificultan el buen funcionamiento. Para que el mercado de competencia perfecta funciones se deben cumplir ciertos requisitos: «1. Existencia de un elevado número de oferentes y demandantes. La decisión individual de cada uno de ellos ejercerá escasa influencia sobre el mercado global.- 2. Homogeneidad del producto. No existen diferencias entre los productos que venden los oferentes.- 3. Transparencia del mercado. Todos los participantes tienen pleno conocimiento de las condiciones generales en que opera el mercado. 4. Libre acceso a la información.- 6. Libre acceso a recursos».
Surge la pregunta ¿Dónde se puede encontrar un mercado que reúna estas condiciones? La respuesta académica dirá: «en ninguna parte, es sólo un modelo que sirve para ver cuánto se aleja cada mercado de lo ideal» Lo sorprendente es que estamos en presencia de una ciencia que parte de un modelo ideal, a sabiendas de que es imposible que se encuentre en la realidad. ¿Alguna otra ciencia funciona así? ¿Es imaginable a la ingeniería construyendo a partir del supuesto de que el edificio no debería caerse? O ¿a un químico que repitiera un procedimiento de la alquimia en la búsqueda da fabricar oro? Pues bien, así opera la ciencia económica y así forma a sus estudiantes.

miércoles, 23 de febrero de 2011

VIII.- La codicia y la astucia como instrumentos

Volvamos sobre el tema alrededor del cual estamos tratando de pensar el sistema capitalista. Una cita de Carlos Marx nos puede poner en tema para evitar las explicaciones simplistas: «Ser capitalista significa ocupar una posición en la producción que no es meramente personal sino social. El capital es un producto social, y únicamente puede ponerse en movimiento mediante la actividad común de muchos o, en última instancia, de todos los miembros de una sociedad. El capital no es, pues, un poder personal sino social». Esto no exculpa a aquellos que transgreden todas las normas posibles tras su codicia ilimitada, pero posibilita ubicarlos como actores de un escenario que tiene sus propias reglas cuya violación se paga con un “fuera de juego”. La competencia es intrínseca al sistema y ella impone normas, métodos, sistemas, que si bien son flexibles sus límites se imponen como la pérdida del capital invertido. Entonces la codicia apela a la astucia sin la cual no logrará ser un ganador. Este ganador comienza a fijar sus propias reglas desconociendo las existentes, porque sin reglas también él podría perder.
Hace un tiempo un viejo profesor me contó esta especie de parábola hablando sobre los agentes del mercado muy osados: «supongamos una mesa de póker cuyas apuestas llegan a mil pesos. Uno de los cuatro jugadores se siente teniendo cien pesos en el bolsillo. Como es muy hábil y confía en ello arriesga y gana. Al terminar el juego se lleva los tres mil pesos de la mesa. Entonces se sienta a jugar en una mesa cuyas apuestas suben a diez mil pesos, arriesga nuevamente y se lleva los treinta mil pesos de los otros. Con ese dinero repite la operación en una mesa de cien mil pesos de apuestas y se lleva los trescientos mil de los otros. En todos esos casos si perdía no tenía con que responder. Por último se sienta en mesas de apuestas de cien mil pesos, pero antes de jugar pide que le muestren los cien mil de cada uno de los otros y lo mismo hace él. Moraleja: trampea hasta que se tornan poderosos y no permiten el riesgo de que alguno de los otros le haga la trampa a él. Aparecieron las reglas, porque lo que pone en juego es mucho». Me dijo entonces, esto es lo que algunos especuladores hacen hasta que se hacen poderosos, entonces no permiten las trampas.
Cuando todo ello se convierte en sistema, en cultura, en prácticas individuales y colectivas, se van naturalizando las conductas de los concurrentes al juego del capital, juego que según la doctrina no debe tener arbitraje alguno, porque así lo impone la libertad del mercado, y que sólo la derrota es el castigo del que jugó mal sus piezas. Al atribuirle al mercado un mecanismo técnico y unas leyes que se presentan como un producto de la naturaleza que opera más allá de la voluntad de los agentes que intervienen, de allí la libertad del mercado: es libre porque permite la concurrencia de todos (todos los que tengan dinero para operar en él), libre porque en él la oferta y la demanda se enfrentan en un juego de uno contra uno que termina satisfaciendo a todos (según reza el dogma). Si bien esto es lo que observó Adam Smith en el siglo XVIII en Londres, donde muchos oferentes y muchos demandantes .
En el Manifiesto Comunista de 1848 Marx advertía: «La existencia y el predominio de la clase burguesa tienen por condición esencial la concentración de la riqueza en manos de unos cuantos individuos, la formación e incremento constante del capital; y éste, a su vez, no puede existir sin el trabajo asalariado». No es que Smith fuera ingenuo, el contaba con el riesgo de la codicia del empresario, pero creía que el mercado lograría equiparar fuerzas y ser más distributivo, había escrito setenta y cinco años antes que Marx, todavía algunas de las prácticas del sistema no estaban tan claras. Marx señalaba prácticas que ya estaban en boga en su época. Por lo tanto, pretender encontrar juego limpio hoy es de una ingenuidad supina, o una hipocresía militante que trabaja para ocultar lo que en realidad pasa.
Veremos ahora, en las notas siguientes, la capacidad de ocultamiento ideológico que la ciencia económica practica en las instituciones académicas, donde abrevan los medios de comunicación.

domingo, 20 de febrero de 2011

VII.- El ocultamiento de la verdad

La hipótesis de acto criminal generado por la burbuja inmobiliaria, que llevó a la crisis del capitalismo, primero en la economía estadounidense y hoy en la Zona del Euro, no es sólo una especulación de algunos investigadores, hoy es materia compartida por la mayoría del periodismo serio. Pone como medida del buen periodismo a los dos periodistas que denunciaron el Watergate , Bob Woodward y Carl Bernstein, ellos muñidos del deber de investigadores públicos y empujados por el coraje de sus autoridades directas, denunciaron un esquema también criminal. Infelizmente, este caso fue una excepción honrosa y heroica, y no la regla de comportamiento de la industria de la comunicación y de sus trabajadores. Y hoy mucho menos con una prensa concentrada en pocas manos.
Esto queda ratificado por lo siguiente: «Cualquier operador o analista sabe que cuando hay información perfecta, no puede haber equívoco en el error y sí premeditación. Esta tesis es corroborada por el francés Jean-François Gayraud, comisario divisional para crímenes financieros (equivale al puesto de coronel) de la Direction de La Surveillance Du Territoire (DST) la agencia de contra-espionaje de Francia. Gayraud sostiene que la “crisis” de la burbuja estadounidense fue un acto criminal de empresas especuladoras. Sus enunciados fueron publicados en la contratapa de la edición de 25 de septiembre de 2008 del periódico La Vanguardia, de Cataluña», pero no encontró eco en los medios ni las agencias internacionales.
Así la posible fuente para investigar y denunciar mundialmente el crimen de la mayor transferencia de renta colectiva hacia cofres privados fue muy poco investigada y se concluyó que la avidez de ganancias fáciles y rápidas de unos cuantos funcionarios inescrupulosos fueron la causa de tan devastador suceso y, a partir de allí fue arrojada al limbo de las causas inconclusas. Poco tiempo después los medios se encargaron de informar que la crisis ya había pasado y que la recuperación comenzaba a visualizarse, sobre todo en los Estados Unidos. De este modo «es la propia industria de los medios la que amortigua la posible ira popular frente a la acción cómplice entre mandatarios de gobiernos en función-clave y criminales de cuello blanco, operando con la especulación fraudulenta».
La pregunta necesaria para confrontar con las afirmaciones de Lima Rocha debe ser: ¿Cuál es la verdad que se oculta? Para ello recurriremos a otra autoridad académica el economista Alejandro Nadal quien lleva la pregunta a un marco investigativo y más abarcador para ofrecer una respuesta: «Uno de los rasgos más interesantes de la economía estadunidense y de los principales países europeos es la caída en la tasa de ganancia a lo largo de la segunda mitad del siglo XX. Sobre este tema existen muy pocos estudios de autores en la academia tradicional, pero los análisis de corte marxista son abundantes, rigurosos y revelan una reducción muy importante de la rentabilidad del capital en Estados Unidos y los principales países europeos a partir de los años 60 hasta los 80». Esto permite pensar que la especulación financiera fue tras una rentabilidad que se había visto muy reducida dentro del ámbito de la producción.
Aunque la explicación se vuelva un tanto compleja es necesario dejar en claro que la crisis financiera 2008-09 fue el resultado de un largo proceso que se fue incubando en las última cuatro décadas. Esto corre la mira de la acusación tan ingenua de que unos pocos “niños malos de Wall Street” fueron los causantes del desastre financiero. Por ello señala Nadal: «Las causas de esta caída de las ganancias son motivo de un importante debate. Lo importante es que esa caída se ve acompañada del aumento en la tasa de inflación en los años 70 y del estancamiento en el crecimiento de los salarios reales. La interpretación es inmediata: los capitalistas incrementaron sus precios para compensar la reducción en la rentabilidad. Y como la evolución desfavorable de las ganancias frena las nuevas inversiones, esto explica el estancamiento con inflación de los años 70. Esa estanflación se saldó con brutales incrementos en la tasa de interés que provocaron la crisis de la deuda de los años 80 a nivel mundial. (Subrayados míos)
Tratemos de comprender mejor. El capital reaccionó comprimiendo costos laborales por todos los medios disponibles. De aquí viene el endeudamiento de la clase media y trabajadora ante la necesidad de financiar un nivel de vida que ya no podía sostener. Las empresas también aumentaron los horarios de la jornada de trabajo (por eso coexisten aumentos de productividad y estancamiento salarial). Procedieron a la flexibilización laboral a ultranza, con el “contrate y despida” como lema, y recurrieron a la subcontratación y desplazamiento de empleos a otros países con menores costos laborales. La acumulación de estas tendencias produjo una retracción de la producción y un aumento de la especulación financiera que estalló en una burbuja imposible de sostener.

miércoles, 16 de febrero de 2011

VI.- El periodismo como vocero del sistema

En esta serie de notas intento que no se pierda el hilo conductor de lo que estoy planteando. Puesto que es probable que la necesidad de abordar en amplitud el tema puede despistar a algún lector. Partamos de lo que nos dice el diccionario de la Real Academia Española: «Codicia: deseo o apetito ansioso y excesivo de bienes o riquezas». Esta simple definición se circunscribe a la actitud de una persona, pero lo que hemos estado investigando apunta a detectar cómo puede convertirse en un valor central de la cultura actual y cómo, y aquí reside el nudo central, puede haberse travestido en una virtud. Para ello hemos tenido que buscar en los recovecos del sistema cultural burgués y deberemos seguir haciéndolo. El paso que propongo ahora es mostrar cómo se va dando en la comunicación social este proceso, que ha logrado hacer ver blanco lo que hasta hace un tiempo se veía como negro.
Comencemos por los comentarios de un analista, politólogo académico, como Bruno Lima Rocha que ofrece en una nota con un sugerente título: “El periodismo económico como portavoz del capital financiero”. Su sola lectura ya dice bastante. «Reconocemos que el tema es algo redundante y justo por eso vemos su importancia. Tampoco se trata de una novedad mostrar el uso de eufemismos y del empleo del argot “técnico” como forma de enmascaramiento de situaciones de hecho, por cuenta de los agentes económicos. Tratándose de grandes inversores de base especulativa, comprando, vendiendo y repasando productos financieros, muchas de las veces aquello que es mediatizado encubre actos criminales». La acusación es grave y, tal vez, sorprenda por lo poco que aparece en los medios masivos. Sin embargo la crisis 2008-09 que atravesó todo el sistema capitalista globalizado ha tenido bastante de lo que denuncia y el tratamiento que se le ha dado otorga la razón a Lima Rocha.
El punto a discernir, que puede presentarse como un poco académico, pero que es necesario meterse en él para avanzar, es la capacidad de generar sentido en una dirección que tiene la información pública. El modo en que se presente el tema puede decir al mismo tiempo que oculta parte de la verdad, que en tanto parte puede convertirse fácilmente en una falsedad. Lo que le interesa a nuestro investigador es: «ese entrecruzamiento informativo, cuando la producción de sentido, generada a través de los medios, de la economía, naturaliza, enmascara o alivia la letalidad de los actos premeditados de los especuladores considerados como grandes e importantes y los efectos que causan en la vida cotidiana de poblaciones enteras. En la actualidad, la lucha entre los efectos de ese enmascaramiento, con la complicidad de la industria de los medios de comunicaciones y la perspectiva del pueblo en movimiento, tiene su campo de batalla en las calles y plazas de Grecia».
La hipótesis de la que parte la formula con toda sencillez, pero con fuerte impacto: «Afirmamos que la mayor parte de la cobertura periodística en economía, oficia más como portavoz del capital financiero que como intérprete de sus acciones. Y, por elegir los puntos de vista de la complicidad, los especialistas, columnistas y fuentes de la industria de la comunicación casi nunca narran el “juego” como un casino de ruleta viciada». Esto queda evidenciado con mayor claridad cuando la investigación crítica acusa: «Es cuando especialistas que trabajan con una postura crítica exponen sus puntos de vista, denunciando a través de una base factual irrefutable, el salvajismo criminal de los agentes económico-financieros».
En este juego de la especulación financiera la capacidad de obtener la mejor información posible, si no garantiza el éxito al menos minimiza el riesgo: «En teoría, el acto de especular deriva de las informaciones fragmentadas y del riesgo. De ese modo, un gerente de operaciones de un Fondo de Inversión (hedge fund) tiene la capacidad de anticipación, vendiendo títulos y acciones en alza y comprándolos en baja. En este juego, la aleatoriedad es la regla para evitar los fraudes. Luego, el accionar fraudulento es la combinación de ventas y compras en conjunto, manipulando el llamado comportamiento de manada, cuando en teoría todos los inversores se moverían en la misma dirección».
Además de la conspiración --sostiene-- son formas típicas el burlar las reglas: «obtener información privilegiada (inside information), anticipándose a los demás especuladores; “maquillar” balances para elevar la apreciación de los papeles; rebajar de forma intencional los títulos de un país para que le cueste más caro al Estado financiar su deuda a corto plazo; negociar de forma “expuesta”, cuando la capacidad de pagos está comprometida al punto de no realizarse. Todas estas “técnicas” de enriquecimiento ilícito son ampliamente practicadas y por su parte, aunque usuales, casi nada mediatizadas». Deja así al descubierto la maniobra ilícita, es decir, el acto delictivo que nunca aparece en los grandes medios.

domingo, 13 de febrero de 2011

V.- La base científica de la publicidad

Comencemos preguntándonos por qué detenernos en el análisis de los medios. Respuesta: porque se han convertido en el vehículo privilegiado del “adoctrinamiento de la masa”. Creo que esta afirmación asusta o puede parecer alocada. Es como pensar que la sociedad globalizada es la Alemania de Hitler. No, por supuesto, pero tampoco que nada tiene de aquella. Primero decir que las técnicas propagandísticas que se le adjudicaron a Paul Joseph Goebbels (1897–1945), político alemán, que fue el ministro de propaganda de la Alemania Nacional Socialista, fueron extraídas de las investigaciones realizadas por especialistas estadounidenses y llevadas a ese país en la década del treinta. En aquella época las universidades del norte eran las que tenían los estudios más avanzados en materia de comunicación de masas. Por ello, un agudo intelectual como Goebbels, poseedor de una inteligencia superior orientada a las comunicaciones y a la psicología de masas, comprendió la capacidad de esas universidades y entró en contacto con varios de esos investigadores, siendo uno de sus representantes más importantes Walter Lippmann (1889-1974), egresado de Harvard, periodista, comentarista político, crítico de medios y filósofo.
La plasmación de esas doctrinas en el ideario publicista del régimen nazi adquirió una fama extraordinaria que hizo olvidar su verdadero origen. La lectura de algunos de sus principios nos permiten ver cómo siguen vigentes en las comunicaciones actuales: 1.- «La propaganda debe limitarse a un número pequeño de ideas y repetirlas incansablemente, presentarlas una y otra vez desde diferentes perspectivas, pero siempre convergiendo sobre el mismo concepto. Sin fisuras ni dudas»; 2. «Toda propaganda debe ser popular, adaptando su nivel al menos inteligente de los individuos a los que va dirigida. Cuanto más grande sea la masa a convencer, más pequeño ha de ser el esfuerzo mental a realizar. La capacidad receptiva de las masas es limitada y su comprensión escasa; además, tienen gran facilidad para olvidar»; 3.- «Hay que emitir constantemente informaciones y argumentos nuevos a un ritmo tal que, cuando el adversario responda, el público esté ya interesado en otra cosa»; 4.- «Acallar las cuestiones sobre las que no se tienen argumentos y disimular las noticias que favorecen el adversario, también contraprogramando con la ayuda de medios de comunicación afines». Un superficial análisis de las comunicaciones actuales muestra la fidelidad a estas premisas.
Este proceso de concentración de la propiedad en pocas manos se intensificó en la década de los ochenta, aunque algunos atisbos de lo que se estaba produciendo ya se tuvieron en la década del cuarenta. La película Ciudadano Kane, dirigida, escrita, producida y protagonizada por el estadounidense Orson Welles, considerada como una de las obras maestras de la historia del cine, se basó en la vida de William Randolph Hearst (1863-1951) quien fue un periodista, magnate de la prensa estadounidense y además inventor y promotor de la llamada “prensa amarilla” o “sensacionalista”. Si bien para aquella época aparecía como un dueño importante de medios comparado con la concentración actual pasaría desapercibido. Un aspecto importante para seguir en la comparación que propongo es lo que se llamó en aquella época la “prensa amarilla”. Se trataba de un periodismo de investigación mezclado con titulares impactantes, alejados en muchos casos del paradigma imperante respecto de la neutralidad y del rigor periodístico. El objetivo primero de Hearst era vender la mayor tirada posible sin tener en cuenta la veracidad ni la objetividad de los datos.
La década de los ochenta, década de la mayor concentración privada de medios, fue también el momento en que la prensa se alineó con los intereses del capital concentrado de lo cual la cobertura de las guerras de Kuwait, Irak y las que siguieron mostraron una actitud mucho más propagandística que informativa. Se puede colocar en primera línea a CNN y a las empresas del grupo de Keith Rupert Murdoch, magnate australiano, director y principal accionista de News Corporation (que engloba por ejemplo los periódicos The Sun y The Times o los conglomerados de cadenas vía satélite Fox y Sky), la corporación de medios de comunicación más grande e influyente del mundo. Ha comprado el Wall Street Journal y el Financial Times. Estas corporaciones de medios están comprometidas con la derecha norteamericana y británica y son dos puntos de difusión de las ideas del neoliberalismo.
Llegados a este punto creo que comienza a percibirse como se cierra el círculo de intereses del capitalismo financiero y sus socios políticos del mundo.

martes, 8 de febrero de 2011

IV.- La publicidad como modo de la comunicación

Es, precisamente, a fines de los años sesenta que se fue estructurando una nueva disciplina conformada por el aporte de ciencias sociales como la psicología profunda, la psicología de masas, la psicología social, la psiquiatría, la antropología social, la sociología: el marketing social. En sus contenidos y en sus investigaciones pueden comprobarse las denuncias de Erich Fromm: tratar lo humano, lo social, como si fuera una cosa a investigar. La capacidad de manipulación que las ciencias físicas le han aplicado a la naturaleza fue trasladada al ámbito de lo social. Veamos cómo se ha dado esta transformación.
El profesor de la Universidad de París, Ignacio Ramonet, nos propone pensar: «Hasta ahora teníamos tres esferas autónomas: la de la información, la de la comunicación publicitaria y la de la cultura de masas. La cultura de masas es la cultura que se somete al mercado. La cultura que selecciona el mercado es la cultura de masas. Hasta ahora teníamos estas tres esferas independientes. Ahora observamos que se están fusionando. Una esfera absorbe a las demás. La esfera de la comunicación publicitaria es la que absorbe a las demás. Hoy día los principios de la comunicación publicitaria se imponen tanto en la información como en la cultura de masas. Es decir que se comunica de la misma manera cuando se informa, se publicita o se hace cultura de masas. ¿Cómo se comunica? Privilegiando tres cualidades: la rapidez (ya sea publicidad, información o texto la información debe ser rápida y corta, con títulos directos como títulos publicitarios); la sencillez (máximo de comprensión); y hay que ser divertido. El aburrimiento es el adversario de estas tres esferas de comunicación. De hecho, cuando estas tres cualidades se repiten conducen inevitablemente a una concepción muy infantil del pensamiento. Hay un proceso de infantilización de los mensajes».
Ya estamos más cerca de la comprensión de este fenómeno tan complejo como es el de la comunicación de masas. Aparece el objetivo central de todo el procedimiento: la infantilización de la mente del consumidor de medios. Por ello no debe sorprendernos que la televisión estadounidense esté programada para una mentalidad de nueve años. Este criterio se hace extensivo al resto del mundo que consume este tipo de televisión, lo cual nos permite analizar los programas que vemos. La necesidad de que sea “divertido”, como afirma Ramonet, pinta con trazos bien claros la concepción que los responsables de la comunicación tienen de su auditorio. Este investigador agrega: «¿Qué es la opinión pública? Es el reflejo de la opinión de los medios. Sobre la mayoría de los problemas sobre los que hablan los medios nosotros los ciudadanos no tenemos ninguna experiencia concreta. La experiencia que tenemos es virtual, tiene como fuente a los medios».
Estoy suponiendo que el lector se debe preguntar a esta altura ¿Y la codicia? Debo tranquilizarlo diciendo: permítame dar toda esta vuelta para llegar al centro del problema equipado con un bagaje conceptual que nos habilite para pensar en profundidad este tema. La dificultad que tiene el “ciudadano de a pie” es que piensa los problemas que le ofrece la información pública con las mismas palabras con que se la presentan. Las palabras no son asépticas, no son inocentes, estás cargadas de significaciones y es allí donde radica el conflicto: es necesario desarmar el discurso mediático para descubrir dentro de él las trampas en las que caemos ingenuamente. La más burda de ellas es la creencia de que si lo dicen los medios es cierto, de allí debemos pasar a las más sutiles que son las más difíciles de descubrir.

domingo, 6 de febrero de 2011

III.- El discurso justificador

El análisis del comportamiento de las empresas de medios de comunicación permite desentrañar el problema que he venido planteando. Recurramos a la ayuda de dos investigadores de la Universidad de Buenos Aires, Martín Becerra y Guillermo Mastrini, quienes han estudiado detenidamente este tema: «Las características económicas de la industria cultural deben complementarse con la impronta social y política de la producción simbólica. Esto significa, que sus productos no sólo tienen un costo de producción y un valor de intercambio en el mercado sino además un rol muy significativo en la constitución de identidades políticas y culturales. En general los estudios en comunicación se preocuparon mucho por este último aspecto. Desde nuestra perspectiva, y centralmente a partir de las transformaciones del sector en los últimos veinte años, ambas cuestiones deben ser consideradas en conjunto. Desde un punto de vista sociopolítico, un elemento central está constituido por el pluralismo informativo y cultural. Una de las claves de la participación ciudadana en la definición de las principales tendencias de la sociedad es tener la posibilidad de acceder a una variada gama de productos culturales y opiniones. La concentración de la propiedad de los medios limita esta variedad».
Este es el punto central de la cuestión, como ya quedó dicho: ofrecer un discurso periodístico monocorde, a través de la capacidad comunicacional que representa un multimedio de modo que el público tenga acceso a una construcción informativa que ofrece una versión de la realidad acorde con sus intereses ideológicos. Acá aparece la “constitución de identidades políticas y culturales” cuyo resultado es una visión semejante a los intereses dominantes. El capital concentrado desaparece como tema a pensar, mucho más como problema a resolver, se invisibiliza del horizonte informativo. Su desaparición garantiza su impunidad. Debo agregar otra dimensión de lo que se podría denominar “gran plan operativo informacional”, aunque esto pueda resultar disparatado a primera vista.
Este el problema central que quiero mostrar ahora: la capacidad de haber convertido en un hecho natural que todo debe pasar por el mercado puesto que todo se compra y se vende, por lo tanto la noticia, la información en general, también se ha convertido en una mercancía más. Es decir es un objeto que debe redituar la correspondiente ganancia, directa o indirectamente por los efectos culturales conseguidos. El paso que sigue es reducir lo comercial a un mecanismo técnico, carente de valoración, como una actividad aséptica que se ocupa de la circulación de bienes lucrativos en respuesta a la satisfacción de supuestas “demandas naturales”. La razón de ser del mercado es la satisfacción de la demanda de acuerdo a las preferencias del consumidor. La tarea que estamos emprendiendo es descubrir qué se oculta detrás de esta simplificación.
Una convicción que ha ganado una porción muy importante de la población es la aceptación de que “todo es negocio”, y que, por tanto, en él rige sólo la conveniencia y el interés de los participantes. De allí se desprende que no debe mezclarse ingenuamente “el negocio” con los miramientos morales, puesto que en el mercado cada quien vela por sus propio interés individual. Cuando alguien compra o vende intentará sacar el máximo provecho posible sin importar los métodos utilizados: el tema fundamental pasa por la capacidad de argumentación mediante la cual se puede vender un gato por una liebre. Todo depende de las habilidades de negociación que cada uno posea, y esto es sólo un tema técnico, no caben juicios morales.
El pensador alemán Erich Fromm (1900-1980), miembro del Instituto de Investigaciones Sociales de la Universidad de Fráncfort, detectó el fenómeno que recién comenzaba a fines de la década de los sesenta y lo planteó en estos términos: «Las aplicaciones de la psicología se han generalizado a partir del manejo del consumidor y del trabajador, al manejo de todo el mundo, a la política. Mientras que la idea original de la democracia se basaba en el concepto del ciudadano responsable y con ideas claras, en la práctica esto se distorsiona cada vez más, por la utilización de los mismos métodos que se desarrollaron primero en la investigación de mercado y en las “relaciones humanas”… el [antes] ciudadano se convierte en una cosa, se lo trata y se lo maneja como a tal y las llamadas “relaciones humanas” son las más inhumanas, porque son relaciones “cosificadas” y alienadas».

miércoles, 2 de febrero de 2011

II.- La expansión planetaria del capitalismo

Dije en nota anterior que el neoliberalismo de fines de los setenta del siglo pasado, a diferencia del liberalismo del siglo XIX, se preocupó por convertir el proyecto político de dominación planetaria en una doctrina coherente que debía ser materia de enseñanza y prédica a través de todo tipo de institución disponible. Los medios de comunicación fueron el instrumento perfecto para tal tarea. Los ochenta fueron el tiempo de la concentración de empresas de comunicación en manos del capital concentrado. Ignacio Ramonet, director de Le Monde Diplomatique, afirma en este sentido: «Asistimos a escala planetaria a una apertura de las economías y a una relación cada vez más estrecha entre las economías de los países. Este fenómeno de mundialización económica es una mundialización que se caracteriza más como una mundialización financiera más que económica. Sobre el 100% de los intercambios que se realizan en el mundo, 99% son financieros. La globalización es esencialmente financiera, a esa mundialización se la llama el neoliberalismo económico. Desde cualquier parte del mundo puede enviarse una orden que se transforma en una venta o una compra, en una inversión a través de las bolsas integradas del mundo».
Esta capacidad operativa para hacer negocios requirió un sistema de información mundializado, veloz y eficiente. Este sistema fue la base sobre la que operó la concentración de la comunicación de masas, resultado de una operación de compras y fusión de medios que fue creando la nueva figura de los “multimedios”, por lo cual se aunaba en una empresa la telefonía, la radio la televisión y la prensa escrita. «De hecho, lo que ocurre en la comunicación es que estos tres medios que se mezclan inducen la mezcla de tres máquinas: el teléfono, la computadora y el televisor. Hoy esos tres aparatos se confunden y el proyecto es crear una máquina que suplante a los tres. Eso significa que las industrias del teléfono, de los ordenadores y la televisión se mezclan y aparecen grupos de mega-comunicación sin fronteras». Nos enfrentamos entonces ante corporaciones trasnacionales de un poder muy difícil de medir, pero de dimensiones que asustan.
Si a comienzo del siglo XX los monopolios eran un tema de debate y de regulación legislativa, obligando a empresas petroleras a desarmarse dando mayor viabilidad al mercado, hoy pareciera que el tema ha dejado de ser una preocupación. Justo en un tiempo en que las mega-corporaciones lucen con su poder concentrado, casi intocables, moviéndose en un espacio internacional de muy difícil control. ¿Por qué en la opinión pública este tema no aparece? ¿Cómo han logrado este proceso de “naturalización” de este estado de cosas? ¿Cómo se transformó un tema preocupante en una ventaja mundial? Esta capacidad de provocar el letargo a la conciencia crítica fue el corolario de un trabajo de persuasión sostenido en las últimas tres décadas al que aportaron especialistas de las ciencias sociales.
Un primer paso en la aproximación al tema nos lo ofrece el profesor de la Universidad de Wisconsin-Madison Robert W. McChesney quien afirma: «En pocas industrias el nivel de concentración ha sido tan asombroso como en los medios de comunicación». Esto que puede presentarse como una anomalía es, en realidad, el logro de un objetivo bien preciso: el control de la opinión pública mundial. La escritora española y aguda analista, Belén Gopegui, plantea el tema con mucha claridad: «Los grandes medios de comunicación producen las noticias que transmiten. Esto es algo que olvidamos con frecuencia. Los medios son emisores además de transmisores, emiten su versión del asunto, su versión de la realidad. No son un medio a través del cual todos nos comunicamos, sino que son emisores de conocimientos, ideas y actitudes que a continuación transmiten a quienes las leen o escuchan. No es el periodista quien utiliza el periódico para transmitirnos algo, es el periódico mismo y evidentemente no me refiero al pedazo de papel sino a la empresa sin la cual ese pedazo de papel no existiría, la empresa que fabrica el periódico y contrata al periodista para que produzca una versión de la realidad y, al contratarlo, lo selecciona en función de sus intereses».
Estoy intentando colocar el problema en toda su desnudez para poder comprender los mecanismos mediante los cuales se ha logrado el resultado mostrado. Son parte de la respuesta a las preguntas que he formulado.