miércoles, 30 de diciembre de 2009

Miremos hacia adentro III

Viene a mi memoria una vieja consigna que aparecía pintada en muchas paredes de nuestro país: “Yankees go home” y se me ocurre que deberíamos salir a pintar hoy: “Yankees wellcome” para estar a tono con las conductas de una parte de nuestros dirigentes políticos y empresariales (aunque de estos últimos pareciera no poder esperarse otra cosa). Estas conductas son publicitadas y aplaudidas por los medios más importantes (los concentrados, claro). Parto de la premisa de que hoy una gran parte de aquello que se llama la opinión pública está confundida, tiene serios problemas para discernir y tomar posición ante situaciones de carácter político en las que está en juego nuestra dignidad nacional (si no se asusten, digo lo que digo aunque suene pasado de moda). También podría llevar como título esta nota: “De Braden a Valenzuela” para enmarcar una serie de personajes que hemos tenido de visita con un discurso bastante homogéneo.
Para apoyarme fundamentadamente en mis apreciaciones recurro a quien exhibe títulos suficientes como para que sus afirmaciones merezcan, por lo menos respeto académico. Me refiero al Dr. Mario Rapoport, economista, doctorado en Historia en la Universidad de París I-Sorbona. Actualmente dirige el Instituto de Estudios Históricos, Económicos, Sociales e Internacionales (IDEHESI) del Conicet-UBA; es investigador superior del Conicet y profesor titular de universidades argentinas y del exterior.
La visita de un funcionario de tercera línea, como el subsecretario de Estado adjunto para América Latina de los EE.UU., Lic. Arturo Valenzuela, politólogo y académico chileno norteamericano, que ha demostrado una gran capacidad para cambiar de opinión, obliga a salir al ruedo. Este señor podría entrar en la categoría de personas de las que se burlaba Groucho Marx cuando decía: “estos son mis principios, si no le gustan tengo otros”. Y, como dije, decido dejar la palabra a quien tiene méritos para hablar sobre la situación. Nos informa el profesor de la UBA: «Retrocediendo raudamente en el pasado, como al visionar al revés alguna película del cine mudo, la visita del enviado del presidente Obama y encargado de asuntos latinoamericanos de Estados Unidos al sur del continente, Arturo Valenzuela, dejó una sensación de déjà vu en la política de Washington sobre nuestro país (desde Cordell Hull y Braden, de recordada actuación en épocas de “relaciones tumultuosas”, hasta Terence Todman, denominado el “virrey”, en los más apacibles tiempos de las “relaciones carnales”). Sus dichos y acciones levantaron una ola de suspicacias sobre la forma de entender los vínculos mutuos. Valenzuela no fue recibido por los presidentes en Argentina y Brasil, donde se reunió con funcionarios subalternos, pero en Buenos Aires (no en la nación vecina) tuvo también entrevistas con políticos opositores que respaldaron sus conceptos». Acá aparece el “wellcome” que le han concedido ciertos personajes de nuestro escenario público.
Este señor visitante, sin el manejo del lenguaje diplomático (se supone que eso es él) repite lo que ha oído en sus encuentros con “la oposición”. Se siente obligado a hablar, como diría mi abuela: “por boca de ganso”, y señalar con tono de preocupación que la Argentina muestra una elevada sensación de “inseguridad jurídica”. Uno se pregunta junto a nuestro profesor, sabiendo de donde viene y a quien responde el visitante: «¿Qué tipo de seguridad jurídica tuvieron los depositantes o inversores que han visto a cientos de bancos donde tenían colocados sus ahorros derrumbarse de la noche a la mañana? En el 2009 quebraron poco más de 130 bancos de los 8500 existentes y aunque el gobierno de Washington rescató varias entidades financieras, una gran cantidad, sobre todo medianas y pequeñas, se fueron a pique sin su ayuda. En cuanto a los depósitos, la FDIC (Federal Deposit Insurance Corporation) sólo cubre hasta un cierto límite los de aquellos bancos asegurados en ella, no la de todos los bancos ni toda clase de acreencias».
Es notable las diferentes varas con que mide este concepto nuestro visitante: «¿Qué seguridad jurídica existió para los miles de propietarios de inmuebles que se encontraron sin poder seguir pagando sus hipotecas y fueron desalojados de sus hogares? ¿Cuál fue la seguridad jurídica de los futuros jubilados cuyos fondos de pensión cayeron en el pozo interminable creado por las pérdidas de valor de los activos financieros a los que estaban ligados y se quedaron sin ingresos futuros después de años de aportes y de trabajo? ¿De qué seguridad jurídica se habla para los que perdieron sus empleos en numerosas empresas que achicaron masivamente su personal o cerraron directamente sus puertas? En fin, ¿cómo se aprecia la seguridad jurídica de grandes industrias que se encontraron financieramente arruinadas hasta llegar a ser nacionalizadas, como General Motors, en un país que pregona que ése es el principal peligro para sus compañías fuera de sus fronteras? Puede decirse que muchos de estos casos tienen que ver con la mecánica misma de la crisis, pero es imposible no mencionarlos por la retórica existente».
Debemos preguntarles a los que fueron a visitarlo ¿no saben nada de todo esto? ¿de dónde saca la autoridad moral para hablar (justo él) de este tema? Otro tanto deberíamos hacer con nuestros grandes y “serios” medios.

sábado, 26 de diciembre de 2009

No se puede servir a dos señores…

Se puede leer en el Evangelio de San Mateo: «Nadie puede servir a dos señores; porque aborrecerá a uno y amará al otro; o bien se entregará a uno y despreciará al otro. No podéis servir a Dios y al Dinero». Estas palabras de Jesús que el evangelista cita vienen a cuento por lo que voy a plantear. Leyendo una nota que publicó el profesor Titular y ex Vicedecano de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA, Norberto Alayón, vinieron a mi memoria estas palabras. Además de la sorpresa (no sé si sorpresa) de la posición pública que adopta una institución señera, prestigiosa y respetada como es Caritas, un organismo de la Pastoral Caritativa de la Iglesia Católica, dependiente del Equipo Pastoral Social del Episcopado Argentino. No se puede desconocer ni poner en dudas su larga actividad en socorro de las capas más desprotegidas de la población. Sin embargo, cuando se coloca junto a un sector de la sociedad argentina de una muy triste, cuando no escandalosa, historia uno siente un choque de valores que desconcierta, cuanto menos.
Días atrás, el domingo 6, aparece una solicitada en el “gran diario argentino” del Grupo Clarín cuya posición política aparece como «exasperadamente crítico del gobierno nacional» como sostiene el profesor, quien agrega: «La solicitada convocó a un acto en el Rosedal de Palermo, organizado por la Sociedad Rural Argentina, Confederaciones Rurales Argentinas, Federación Agraria Argentina y Coninagro. Se trata de un poderoso bloque político-económico, que representa prioritariamente los intereses de los sectores de mayor concentración de riqueza, que se resisten con reciedumbre a reducir las ganancias extraordinarias que en estos tiempos les proporciona el cultivo de soja, mostrándose reiteradamente insensibles a la necesidad del mejoramiento de la sociedad toda. Exhibiendo uñas y dientes, aunque empleando en esta ocasión un lenguaje cuasi celestial, organizan un claro acto opositor (lo cual es legítimo), con argumentaciones hilarantes, si no fuera por la pérfida hipocresía con la que intentan confundir y violentar la más elemental memoria de sus comportamientos históricos en perjuicio de toda la sociedad». Debo decir que la información en la que se apoya es indiscutible, lo que me lleva a preguntar ¿qué ha llevado a que el prestigio de Caritas se juegue tan desaprensivamente?
En la solicitada se dice que «debemos recuperar como país nuestra capacidad de generar riqueza y de distribuirla con justicia y equidad, interrumpiendo la lógica del capitalismo de amigos, que sólo conduce a una mayor desigualdad». No se puede estar en desacuerdo con esta propuesta, pero ¿cómo compatibilizarla por ejemplo, con los tradicionales intereses oligárquicos, de ayer y de hoy, de la dirigencia de la Sociedad Rural? Por el contrario, si hay expertos en el tema del «capitalismo de amigos» no se puede ignorar la actitud de esta institución durante la dictadura militar. ¿Qué decir entonces de personajes que han mantenido sus obscenos privilegios tanto en democracia como en dictadura, muy cercanos a esa institución? Dice el profesor: «Quienes también deben saber algo de este tema del capitalismo de amigos, deben ser Francisco de Narváez, el Grupo Macri, algunos grupos mediáticos. Durante el gobierno de Carlos Menem, la Rural mantenía muy buenos vínculos con el ex presidente riojano, pero está claro que en esa época no se quejaban. En fin, la amistad es un valor excelso» pero se prostituye cuando está al servicio de los negocios.
No puede dejar de sorprender, hasta se diría con cierto cinismo, que el día 10 en que realizaron el acto, como subrayan en la solicitada, «se cumplen 26 años del retorno de la democracia», pero se lo menciona respecto de un acto en el que se revaloriza a la persona de José Alfredo Martínez de Hoz, «genuino exponente -al igual que su padre- de la Sociedad Rural, representó objetivamente a esta entidad en la dictadura de Videla, Massera y Agosti, desempeñándose como poderoso ministro de Economía, mientras se desplegaba el más oprobioso genocidio que debió soportar la Nación».
Entonces, ¿a cuál de los dos señores se sirve? Porque está escrito: «No podéis servir a Dios y al Dinero». Agrega el profesor, citando al poeta español Juan de Iriarte y Cisneros (1702-1771): «En cualquier caso, siempre es bueno reparar en aquellos versos de la tradición española que decían: “El señor don Juan de Robres, con caridad sin igual, hizo hacer este hospital y primero hizo los pobres”. Y también tener presente que los filántropos necesitan más a los pobres, que los pobres a los filántropos».

miércoles, 23 de diciembre de 2009

Miremos hacia adentro II

La desidia de una parte importante de los hombres y mujeres de nuestro país respecto de temas que deberían ser importantes para todos (pero que hoy parecen no convocar) dejan un ancho espacio vacío que tiende a ser ocupado por actores que en otros tiempos se mantenían dentro de sus esferas específicas. La ausencia de una clase dirigente con vocación de trabajo al servicio de la Nación es parte de los huecos que se perciben en la escena pública. Tampoco aparecen aquellos intelectuales que alzaban su voz señalando caminos y que confrontaban en un diálogo respetuoso respecto de los grandes temas. Los dirigentes sociales, empresarios, deportivos (como ya dije antes), están tan sumidos en la búsqueda del éxito inmediato que quedan ciegos para levantar la vista hacia un horizonte del mediano y largo plazo que posibilite trazar algunas líneas directrices hacia un futuro colectivo más promisorio.
Lo que resulta mucho más extraño es que no pocos de esos dirigentes presionan tras objetivos que de lograrse pueden ser negativos para sus empresas. Las huellas del neoliberalismo, convertido en ideología imperante en sectores de la economía concentrada, los ciega para ver y comprender hasta dónde se llegaría de poner en práctica las medidas que ellos mismos proponen. La queja continua acerca de lo mal que van las cosas no se compadece con los balances de sus empresas. Esto es comentado por un economista como Javier González Fraga, que no puede ser sospechado de oficialista, cuando señala la disparidad de los resultados de los negocios de sectores de la economía y lo que dicen acerca de cómo está la economía del país.
Dentro de este panorama me quedé realmente sorprendido por las palabras que le escuché decir a un directivo de la Unión Industrial Argentina, José Ignacio de Mendiguren. Más allá de quien es o quien ha sido, y dejando de lado la convicción que pueda tener en sus declaraciones debo rescatar una especie de parábola que contó en una entrevista radial. «Estaba yo reunido con un señor industrial de primera línea que me estaba planteando la necesidad de tomar algunas medidas imprescindibles para poder seguir invirtiendo en la Argentina. Era tal el despropósito de lo que solicitaba, que atentaba contra sus propios intereses, que en un momento le dije: “Mire es paloma que está parada en la ventana del despacho. Si se le parara un gorrión al lado se quedaría muy tranquila, pero si se le acercara un gato saldría volando de inmediato. ¿Sabe por qué? Porque en su organismo tiene inscripto un código que le advierte cuando su vida está en peligro, es parte de su genoma. Uds., como muchos otros empresarios, no tienen ni el instinto ni el olfato para detectar quiénes son sus depredadores y quiénes son sus posibles aliados”. Así los intereses de ellos corren un grave peligro por falta de la reacción necesaria, ponen la cabeza y se arriesgan a que se las corten».
Insisto, no puedo decir que quien era entrevistado hablara con honestidad, pero lo que intento rescatar es la ceguera, la mediocridad, las limitaciones de esos empresarios que producen y venden dentro del mercado interno, razón por la cual sus intereses corren paralelos a los de muchos habitantes de este país. Si le va bien a la Argentina ellos se benefician, si le va mal también ellos pierden, sin embargo no están en condiciones de distinguir una cosa de la otra. La posibilidad de una ganancia inmediata es más importante que el crecimiento de la empresa.
El economista Guillermo Wierzba, profesor de la UBA, analizando el documento que ha presentado hace poco la Asociación de Empresarios Argentinos (AEA), sostiene que es tal el peso de la ideología neoliberal que parecen hablar desde el fondo del siglo XIX: «El documento se inspira en un concepto de la propiedad privada de tipo decimonónico, recuperado por la oleada intelectual neoliberal de fines del siglo pasado, que excluye las limitaciones impuestas a la misma a partir del desarrollo del pensamiento democrático. El orden jurídico internacional ha incorporado, por ejemplo, a los derechos humanos como parte inalienable del orden democrático moderno, integrando a ellos a los derechos económicos y sociales. A su vez, el derecho de propiedad empresaria resulta de una sustancia diferente a la de la propiedad personal y su extensión no puede ser ilimitada, ni precede a la organización institucional, sino que debe encuadrarse en la misma».
Para traducirlo a un lenguaje más llano: si la libertad con que se utiliza la propiedad de las empresas no admite ningún tipo de limitación, ¿qué hacemos, por ejemplo, con la contaminación ambiental? ¿qué hacemos con el uso abusivo de los suelos que pueden desertificar las mejores tierras nuestras? Éste es el problema y es difícil entender su necedad.

domingo, 20 de diciembre de 2009

Seguimos con los laboratorios VIII

Las cosas que hemos venido leyendo nos coloca frente a un problema, uno más, que generan las prácticas comerciales de las multinacionales. Son problemas que por momentos nos sorprenden porque nos cuesta aceptar hasta donde pueden llegar. Muchas veces nos damos cuenta que nuestra imaginación es muy pobre frente a la creatividad de este tipo de empresas. Una película inglesa de hace un tiempo atrás, El jardinero fiel, denuncia en su trama las prácticas que venimos leyendo basada en hechos reales que se produjeron en Kenia. Sin embargo hay una vieja afirmación: «la realidad supera a la ficción» que se aplica a la perfección a estos casos. Parte de lo que denuncia el Dr. Ávila Vázquez entra en esa actitud de incredulidad porque sobre esas prácticas que aparecen en la película se encuadra en la idea de que en África se puede hacer cualquier cosa, puesto que muy pocos se preocupan por ese continente. Pero debemos hacernos cargo de la denuncia de este médico: «Los costos de las investigaciones son crecientes, los innumerables abusos cometidos contra los pacientes han ido generando mecanismos de protección del público en los países centrales y, como consecuencia de ello, se incrementa el desplazamiento de los ensayos hacia países de desarrollo intermedio, donde los médicos están bien formados y pueden cumplir con eficiencia los pasos instrumentales de los protocolos, sobre todo cuando llegan a percibir como pago hasta 12.000 u$s por cada paciente sometido a ensayos». Una vez más el dinero sometiendo a la ética.
«La Red Latinoamericana de Ética y Medicamentos confirma que el número de ensayos clínicos está aumentando exponencialmente en nuestra región y que el incremento se debe entre otras causas a la facilidad de reclutar pacientes sobre todo entre los grupos más vulnerables, es decir entre los pobres. Los ensayos consisten, básicamente, en probar en un grupo de pacientes una nueva droga y compararla contra una ya conocida y de probados efectos o a veces contra placebo (nada); se busca mejorar los efectos terapéuticos y disminuir los tóxicos; la mayoría de los estudios tienen resultados negativos o no superiores a los preexistentes». Nuestro país responde a las exigencias de los laboratorios: tenemos pobres, médicos muy bien formados y dispuestos a transgredir la ética profesional por dinero.
Habiendo cubierto las exigencias nos dice: «Actualmente entre nosotros se llevan adelante cientos de pruebas, sobre miles de pacientes, experimentando muy diversas drogas como antidepresivos, antiepilépticos, anticoagulantes, drogas neurológicas, inmunológicas, etc. (no hay para chagas ni dengue, porque no son redituables). Los efectos perjudiciales a corto y largo plazo son desconocidos y la prensa “científica” generalmente los esconde. Simultáneamente los costos de cuidado de esos pacientes siguen a cargo de la Salud Pública o de la obra social del paciente reclutado para el ensayo. Me pregunto ¿porque el PAMI, APROSS, DASPU, PRENSALUD u otras mutuales no han tomado medidas para evitar que los costos de los ensayos con sus afiliados recaigan sobre sus fondos solidarios?».
No es que no se haya hecho nada al respecto, pero no parece suficiente, según nuestro comentador: «Se aprobó una ley que intenta regular la actividad, es un paso adelante pero insuficiente. Es preciso defender los derechos ciudadanos de los pacientes cuando la ciencia neoliberal los manipula con fines estrictamente comerciales. Con ese objetivo la UNESCO emitió la Declaración Universal de Bioética y Derechos Humanos en 2005, formulando lineamientos que promueven la defensa de los grupos vulnerables; propendiendo al beneficio de la comunidad que pone su cuerpo; protegiendo a las personas de los daños a su salud; justificando las investigaciones transnacionales solamente en la necesidad del país anfitrión; exigiendo la independencia de los comités de ética de evaluación, respecto de los laboratorios y CRO locales, entre otros aspectos. El avance del conocimiento humano es importante para mejorar las condiciones de vida de la humanidad, pero no su única condición. La Comisión de Determinantes Sociales de la OMS publicó que los avances en medicamentos y tecnología, entre 1991 y 2000, evitaron 176.633 muertes en EEUU, pero si la tasa de mortalidad en afro-americanos fuera igual a la de los blancos se hubieran evitado 886.202 muertes, demostrando que el problema no está en que nos falten conocimientos sino que las herramientas para cuidar y recuperar la salud no están al alcance de todos por la gran inequidad del sistema».

miércoles, 16 de diciembre de 2009

Miremos hacia adentro

Después de varias notas en las que hemos podido hacernos cargo de cómo está esta globalización, en manos de quienes están las decisiones que nos involucran a una gran mayoría del planeta, cuáles son los pocos (o casi nulos) límites que se ponen ante la sagrada tarea de ganar dinero de cualquier modo, volvamos la vista a nuestra sociedad y veamos en qué estado nos encontramos. Ya, en alguna nota anterior, me he referido al nivel deplorable de las dirigencias (políticas, deportivas, periodísticas, sociales, educacionales, económicas, empresariales, institucionales de todo tipo) que tienen en sus manos los destinos de todos nosotros como comunidad política (antes se decía la Nación, pero por alguna razón las palabras desaparecen).
Sin embargo, esta descripción peca de una característica muy común a nuestros modos actuales de vivir y pensar: «el problema es de los otros». Los medios se detienen largamente en las “dificultades” dentro de las cuales estamos sumergidos, pero nunca hacen referencia a nuestra conducta ciudadana, la de todos nosotros, incluidos ellos, que hace alarde de una despreocupación infinita por lo que podríamos denominar (con viejas palabras) “el bien común”, es decir la salud socio-política de la comunidad por encima de los intereses particulares. Estas conductas pueden observarse desde cómo se maneja en el tránsito hasta en cómo se vota. Se me podrá decir que mezclo peras con tornillos, déjenme explicar.
Un respetable periodista, como lo es Washington Uranga, se ha detenido a pensar a partir de un informe del Observatorio Político y Electoral integrado por investigadores y docentes de la UBA: «se pone en evidencia, una vez más, que las decisiones electorales no están vinculadas mayormente con convicciones profundas y con el análisis de trayectorias, sino más bien con una serie de circunstancias, muchas de ellas coyunturales y, en buena parte de los casos, no directamente ligadas a lo que se pone en juego. En este caso: la reciente elección de legisladores. Un dato no menor, también resultado del estudio, es que el 15 por ciento de los encuestados dice haber inclinado su voto por alguno de los candidatos el mismo día del acto electoral. Y en ese sentido no hay mayor contraste entre los diferentes candidatos (15 por ciento de los que votaron por Michetti, 15,4 de los que lo hicieron a favor de Heller, el 15,7 de los que se inclinaron por Prat Gay y 15,2 de los que se decidieron por Pino Solanas)». La importancia de una votación parece haber sido decidida en “cara o cruz” circunstancial.
Se desprende del trabajo de este equipo que «en la mayoría de los casos el voto es un bien volátil, sobre todo en el electorado de clase media. Pero podría decirse lo mismo de los resultados de zonas del conurbano que otrora se consideraban “cautivas” del voto justicialista y que ahora emigraron hacia otros horizontes». Esta falta de lo que hubiéramos llamado en otras épocas “falta de coherencia” hoy se la califica de libertad de los votantes. La muy proclamada “libertad” permite esta variancia tan amplia que se corre de un extremo a otro del arco político-ideológico. ¿Esto es un avance o un retroceso? La incorporación de metodologías del marketing a las campañas electorales ¿tiene alguna responsabilidad en estos virajes eleccionarios? En última instancia ¿qué pasó para que la conciencia política se haya vuelto tan volátil, tan inconsistente, tan voluble?
El Sr. Uranga nos acompaña en estas reflexiones: «La política contemporánea tiene razones que la razón política no puede explicar. Las preferencias electorales están marcadas más que por las convicciones profundas (esas que podríamos llamar ideológicas) por los intereses personales (aquello que favorece a mi bolsillo, por ejemplo), las circunstancias recientes o, tan sólo, por los humores pasajeros, tal como lo podría revelar el hecho de la cantidad de personas que decidieron el sentido de su sufragio el mismo día de la elección. Vale la pena preguntarse cuál es el sentido de la política hoy. O cómo consolidar propuestas políticas que se apoyen en convicciones fuertes y alimenten procesos de mediano y largo plazo. Esta debería ser la respuesta a buscar, si es que no queremos quedar sometidos simplemente al manejo de los creativos y estrategas del marketing siempre contratados por los que más dinero y poder tienen. Sin perder de vista, claro está, que el voto es apenas una expresión de la política y que la democracia se construye todos los días a través de múltiples herramientas. Pero, para bien o para mal, en el sistema democrático el voto determina los gobernantes y con ellos la orientación que se le quiere dar a la sociedad».
Ahora se puede entender por qué invité a mirar para adentro, para hacernos cargo de la parte de culpa que tenemos en el estado actual de cosas que padecemos.

domingo, 13 de diciembre de 2009

Otra más de los laboratorios VII

Veamos como todos estos manejos se han dado en nuestro país. Para ello recurro a una nota que escribió el neonatólogo y ex subsecretario de salud de la ciudad de Córdoba, el Dr. Medardo Ávila Vázquez. En ella nos cuenta una historia que comienza en la década pasada: «El embajador norteamericano James Check (1993-1996) declaró al llegar a Buenos Aires que tenía dos grandes áreas de negocios bilaterales para desarrollar en su gestión, una la introducción de transgénicos, principalmente soja, en la producción agropecuaria argentina, y la otra el desarrollo de los ensayos clínicos de nuevos fármacos para la gran industria de laboratorios farmacéuticos. Después de más de 15 años todos conocemos el crecimiento en la producción de transgénicos, sus "ventajas" económicas y el perjuicio ambiental y sanitario que esta producción acarrea. Es menos conocido el crecimiento del negocio de los ensayos clínicos. Este en 10 años pasó de utilizar 10.000 a 45.000 argentinos que "prestan", anualmente, su cuerpo a los laboratorios para prueba de drogas. Un mercado que movió 50.000 millones de dólares el año pasado a nivel mundial y que, crecerá un 11% por año, al 2018. El gran desarrollo de esta actividad ocurre junto a la instauración del paradigma de ciencia neoliberal en EEUU. Con la modificación de la ley de patentes, fortalecen el concepto de que los científicos no "descubren" la cura de una enfermedad, sino que la "inventan", y por lo tanto ese descubrimiento ya no integra el conocimiento general de la humanidad, sino que esa invención es propiedad privada de una persona o grupo económico que financia la investigación».
Nos volvemos a encontrar con la invención de enfermedades. Se podría pensar que es una nueva versión de una mutación que se fue dando en la producción capitalista. La ciencia económica afirmó durante décadas que la producción de mercancías respondía a la demanda del consumo. En consecuencia con este concepto aparece la necesidad de estudiar las características de esa demanda: calidad, cantidad, tipos, etc. Ello dio lugar a la aparición de una supuesta “ciencia” nueva: el marketing. En esta conformación colaboraron especialistas de las ciencias sociales (psicólogos sociales, psicoanalistas, antropólogos, sociólogos, etc.) cuya tarea apuntaba al conocimiento de las conductas del hombre masa. Erich Fromm decía en la década del sesenta lo siguiente: «La creciente complejidad de las empresas y del capital, hacen que sea de la mayor importancia conocer por adelantado los deseos del consumidor y no sólo conocerlos, sino también influir sobre ellos y manejarlos. Las inversiones de capital en las gigantescas empresas modernas no se hacen por presentimientos, sino después de un amplio manipuleo y una investigación concienzuda del consumidor y de todo el mercado».
Es evidente que los laboratorios entran en esa categoría «gigantescas empresas modernas» y se mueven a nivel mundial con las mismas técnicas e instrumentos que las demás empresas capitalistas. La particularidad de producir medicamentos o instrumental médico las ha revestido de una aureola de “gente de ciencia” que encubre que en realidad son “gente del capital” y, como tal, toda su actividad tiene como objetivo fundamental: el mayor lucro posible por cualquier medio. Esto último puede sonar demasiado duro, sin embargo es necesario modificar nuestro imaginario y colocar estas empresas dentro del cuadro general del mercado capitalista. Así se entiende mejor las cosas que venimos leyendo. Propongo seguir leyendo al Dr. Ávila Vázquez para avanzar en este tema:
«Los científicos y hasta las universidades pasaron a tener participación económica directa en las empresas biotecnológicas; la figura del investigador-empresario forma parte de la vida normal de la comunidad científica universitaria, los más exitosos y prestigiosos son los que tienen la mayor cantidad de patentes registradas, dando forma a lo que se llamó Capitalismo Académico. Pero los laboratorios necesitan rápidamente presentar nuevos y exclusivos productos, por lo que actualmente el 75% de las investigaciones son realizadas directamente por “organizaciones que investigan por contrato” (CRO en ingles), que constituyen grupos privados dedicados al reclutamiento de pacientes y desarrollo de pruebas en el marco de los protocolos establecidos a nivel central. Estos CRO se han reproducido en nuestro país y en Córdoba. El vínculo entre ciencia y mercado en el área de salud se da en el marco del sistema de salud norteamericano sometido a prácticas comerciales del mercado ultracapitalista, donde no existe un subsector público capaz de priorizar y sostener la salud como valor social. Recordemos las dificultades que enfrenta el presidente Obama para extender la prestación de salud a los que están fuera del mercado».

martes, 8 de diciembre de 2009

Más sobre los laboratorios

La industria de la telefonía móvil se ha encargado de ocultar el resultado de investigaciones que demostraban la contaminación electromagnética y sus consecuencias sobre la salud humana. Por ello insiste Jara: «Soy partidario de aplicar siempre el principio de precaución antes de poner en servicio una tecnología que pueda dañar la salud humana. La información libera, la alarma la provocarán quienes impulsen tecnologías y servicios contaminantes. Existen centenares de estudios científicos que concluyen que la contaminación electromagnética es dañina para nuestra salud. También existen multitud de trabajos, casi más que los primeros, pagados por las operadoras telefónicas, cuyas conclusiones son contrarias a los primeros. En los últimos años se han publicado varios macroestudios, hechos por científicos de diferentes países, multidisciplinares, con financiación pública, que concluyen que esta polución daña nuestra salud. Incluso el Parlamento Europeo se ha hecho eco de ellos y ha llamado a la aplicación del principio de precaución».
En nuestro país en el cual la proliferación de los celulares ha llegado a batir records impide que este tipo de información llegue al público, puesto que publicitan sus productos en los medios que deberían comunicar estos resultados.
En contraposición a esta conducta aparecen en esos mismos medios información, casi siempre proporcionada por alguna universidad desconocida, que nos hablan de la detección de algún tipo nuevo de enfermedad. Miguel Jara las denomina “enfermedades inventadas”. Cabe preguntarse ¿qué es una enfermedad inventada? Las explica de este modo: «Durante los últimos lustros asistimos a la aparición en los medios de comunicación de enfermedades nuevas, nuevas denominaciones de síntomas que se confunden con enfermedad. Por ejemplo, la timidez está siendo diagnosticada como Fobia social para vender antidepresivos. Y el Síndrome de las Piernas Inquietas es un concepto nuevo para definir ciertos problemas neurológicos que padecen algunas personas pero se etiqueta así para abrir nuevos mercados y vender nuevos medicamentos neurolépticos. Son enfermedades que no existen y están promocionadas por laboratorios farmacéuticos. Esto se hace permanentemente. Están apareciendo “enfermedades” como las que describe el DSM-IV, el libro sobre diagnóstico de patologías psíquicas que es la “Biblia” de los psiquiatras. El Trastorno Oposicionista Desafiante, que es la rebeldía de los niños o el Incumplimiento terapéutico, cuando un paciente decide no tomar su medicación, parece surrealista, ¿no? Pero es cierto».
La creación de nuevas enfermedades o el pánico generado por la exageración de peligros a enfermarse se ha visto hace poco con la gripe A: «Se ha repetido la campaña de marketing del miedo que ya se puso en marcha en la primera mitad de la década actual con la gripe aviar. Con similares actores y beneficiarios. Se cogen enfermedades leves y se crea alarma social para expandir la sensación de tensión y preocupación y que así la población “abrace” los tratamientos que ofrecen los mismos que crean esos temores. Esto no se hace de un día para otro. Para comprenderlo hay que entender las redes no conectadas entre sí de relaciones de influencia desarrolladas por la industria farmacéutica durante las últimas décadas». ¿Hasta dónde pude llegar la impiedad de ganar dinero?
«En España ha comenzado la vacunación contra la “pandemia” de gripe A. Como han advertido muchos profesionales sanitarios durante los últimos meses el remedio puede ser peor que la enfermedad. Esta vacuna se ha vendido expandiendo el miedo entre la población para se inocule una vacuna que sin el marketing del miedo no se pondría, al menos en la medida que interesa a los laboratorios fabricantes de la misma. La gripe A es una enfermedad leve, más que una gripe estacional y las vacunas siempre pueden producir reacciones adversas de diferente gravedad. Han de saber que la Comisión Europea ha autorizado para toda Europa dos vacunas: Focetria, del laboratorio Novartis y Pandemrix, de GlaxoSmithKline. Ambas llevan como conservante mercurio, el polémico timerosal. Este excipiente puede producir autismo (trastorno generalizado del desarrollo que se caracteriza por una alteración de la interacción social y de la comunicación, así como por patrones de comportamiento repetitivos y estereotipados) en los niños, entre otros daños neurológicos».
Debemos estar atentos ante este tipo de denuncias.

domingo, 6 de diciembre de 2009

El poder de las grandes multinacionales

La entrevista en la que Miguel Jara está informándonos del resultado de sus investigaciones avanza sobre otros tipos de empresa que no difieren mucho en sus manejos de los laboratorios. Como propuesta de comprensión de todo ello habla de un concepto interesante: el actual desorden organizado. Idea que encierra una contradicción en su expresión que él explica de este modo: «El desorden organizado alude en buena medida, a los grandes grupos industriales que manejan la economía y la sociedad a su antojo y utilizan a la clase política para ello y para dar una sensación de legitimidad democrática a lo que es puro autoritarismo de mercado. Una sociedad en la que tantas personas enferman por el grado de contaminación al que hemos llegado, en parte porque existen muchas industrias que contaminan sin pudor, no es una sociedad sana, muy por el contrario. Pero ese caos es controlado por los grandes grupos industriales que además pretenden hacernos ver que vivimos en el mejor de los mundos posibles. Una de las enseñanzas del libro Un mundo feliz de Aldous Huxley es que la sociedad totalitaria perfecta es aquella en la que el individuo es feliz en su alienación. El colapso ambiental se oculta tras la inconciencia de mucha gente. Muchos de nuestros conciudadanos están enfermando por “estar” en esta sociedad, como le digo. Los diferentes contaminantes despiertan hipersensibilidades en sus organismos. Al ignorar que eso es una clara señal de que nos hemos equivocado de camino habremos entrado en ese “mundo feliz” de la novela».
Una de esos modos de la inconciencia se puede detectar en el uso masivo de los celulares telefónicos. Cuenta Jara, en la primera parte de su libro, que en 2002, Gro Harlem Brundtland, una destacada médica y política noruega que es reconocida como una líder internacional en desarrollo sostenible y la salud pública era entonces la máxima responsable de la Organización Mundial de la Salud, comentó a un periodista noruego que en su oficina de Ginebra estaban prohibidos los teléfonos móviles. La doctora Harlem sufría hipersensibilidad a los campos electromagnéticos. La noticia fue publicada el 9 de marzo de 2002 en el periódico noruego Dagbladet. Meses después de publicarse la información, Gro Harlem tuvo que abandonar la dirección de la OMS. Denuncia Jara que, según el doctor Carlos Sosa, médico especialista en contaminación por irradiaciones electromagnéticas, ha sido Michael Repacholi, el máximo representante medioambiental de la OMS, y a la industria de la telefonía móvil, como autores de la renuncia de la Dra. Harlem. La denuncia sostiene: «El 5 de Julio de 2005 fue descubierto públicamente que el Dr. Michael Repacholi, persona responsable en el tema de evaluación de efectos sobre la salud de la tecnología móvil y de líneas de transporte de energía eléctrica en la Organización Mundial de la Salud, recibió 150.000 dólares al año de parte de la industria de telefonía móvil, para reuniones y viajes. Esto significa que transgredió las normas de la OMS que prohíben recibir dinero directamente de la industria».
El poder de corrupción de las grandes empresas no parece tener límites. Esto lleva al Dr. López Arnal a preguntar: ¿Los colegas científicos pueden comportarse con tan poca piedad? ¿Tanto poder tiene la industria de la telefonía móvil para descabezar nada más y nada menos que la dirección de la OMS? Ante esta pregunta responde Jara: «Todo sector industrial que se precie tiene grupos de presión, lobbies, a su disposición para infiltrarse y presionar en las instituciones más importantes. Esto lo hacen a diario y supone la desvirtuación de la democracia. Piense que las decisiones que hoy toman instituciones como la OMS o el gobierno europeo, la Comisión Europea, o cualquier gobierno, están muy influidas por los intereses privados. Parte de esa estrategia consiste en someter la ciencia a los intereses del mercado».

miércoles, 2 de diciembre de 2009

El poder de los laboratorios medicinales V

Habiendo tomado noticia de lo que quedó dicho en la nota anterior ¿qué hacer? Propone Miguel Jara tener muy en cuenta el principio de precaución: «Dicho principio viene a decir que hasta que no esté perfectamente garantizado que un servicio o tecnología es inocuo no ha de ponerse en circulación. Hoy ocurre lo contrario, se han liberado al medioambiente unas 104.000 sustancias químicas tóxicas muchas de las cuales se ha comprobado con estudios científicos que son nocivas. Convivimos con ellas a diario, están en casi todas partes, incluso dentro de nuestros cuerpos y no sabemos como interactúan entre ellas. Desde los años 40 del siglo pasado los soviéticos saben que la contaminación electromagnética enferma a las personas pero durante los últimos años asistimos a un despliegue descomunal de redes de telecomunicaciones inalámbricas que funcionan por microondas. Son dos ejemplos de tecnologías contaminantes a las que no se ha aplicado el principio de precaución y ya están enfermando a nuestros convecinos. Si no se acota, el problema irá a más».
Está denunciando la existencia de lo que se podría denominar con pleno sentido víctimas de la civilización tecnológica. «Vivimos en una sociedad tan mercantilista que los intereses de los grandes grupos industriales y los de la ciudadanía son contrarios. Es como si existiera una guerra social abierta pero silenciada: lo que es bueno para la industria de las comunicaciones inalámbricas, la expansión masiva de antenas es malo para la ciudadanía; lo que es bueno para el sector farmacéutico, que existan siempre personas enfermas, es malo para la ciudadanía que aspira a tener salud; lo que es bueno para la industria química (por cierto muy ligada a la farmacéutica) es malo para las personas que enferman cada vez más por la contaminación química. Es el modelo económico el que está enfermo pues al regirse por la competencia fomenta el que las grandes empresas para mantener e incrementar sus dividendos estén obligadas a producir cosas nuevas aunque éstas en muchos casos no tengan sentido, no sean útiles e incluso hagan daño».
Se podría argumentar que estamos en plena cultura de la información ¿cómo entender que todo esto no se sepa públicamente? «Nunca hemos estado tan informados como ahora, pero eso al mismo tiempo produce una saturación informativa que genera confusión, luego desinformación. Por un lado son tantas las cosas importantes que deberíamos saber que no tenemos tiempo material para informarnos sobre ellas. Por otra parte la tónica general de mis libros es contarles a los lectores cómo los grupos industriales sobre los que trabajo de manera sistemática intentan controlar la información de los tema que les afectan, presionan a los periodistas y científicos que divulgan esos asuntos y montan campañas de desinformación inducida, por ejemplo, realizando estudios científicos que lleguen a las conclusiones que ellos buscan y jugando a generar confusión para que los negocios continúen con la excusa de que tal o cual servicio o tecnología “no se ha probado que sea nocivo”. Es una trampa dialéctica porque la carga de la prueba no debe recaer sobre la ciudadanía sino sobre las empresas que quieran poner en el mercado productos que puedan ser malos para la salud o el medioambiente».
No son pocos los casos en que los grandes medios, socios del capital concentrado, ocultan, deforman o mienten sobre este tipo de información que afecta a los grandes negocios. Por ejemplo, en los EEUU hasta no hace mucho tiempo importantes científicos de universidades de primera línea desmentían que existiera algo así como el “efecto invernadero” o el “calentamiento global” y los medios repetían estos desmentidos sin el menor pudor, mientras que los científicos que denunciaban estos fenómenos no encontraban modo de hacerlos públicos. Entonces ¿cómo sorprendernos por estas manipulaciones informáticas?