miércoles, 29 de agosto de 2012

El poder de los laboratorios medicinales V


 Habiendo tomado noticia de lo que quedó dicho en las notas anteriores ¿qué hacer? La propuesta de  Miguel Jara es tener muy en cuenta el principio de precaución: «Dicho principio viene a decir que hasta que no esté perfectamente garantizado que un servicio o tecnología es inocuo no ha de ponerse en circulación. Hoy ocurre lo contrario, se han liberado al medioambiente unas 104.000 sustancias químicas tóxicas muchas de las cuales se ha comprobado con estudios científicos que son nocivas. Convivimos con ellas a diario, están en casi todas partes, incluso dentro de nuestros cuerpos y no sabemos como interactúan entre ellas. Desde los años 40 del siglo pasado los soviéticos saben que la contaminación electromagnética enferma a las personas pero durante los últimos años asistimos a un despliegue descomunal de redes de telecomunicaciones inalámbricas que funcionan por microondas. Son dos ejemplos de tecnologías contaminantes a las que no se ha aplicado el principio de precaución y ya están enfermando a nuestros convecinos. Si no se acota, el problema irá a más».
Está denunciando la existencia de lo que se podría denominar con pleno sentido víctimas de la civilización tecnológica. «Vivimos en una sociedad tan mercantilista que los intereses de los grandes grupos industriales y los de la ciudadanía son contrarios. Es como si existiera una guerra social abierta pero silenciada: lo que es bueno para la industria de las comunicaciones inalámbricas, la expansión masiva de antenas es malo para la ciudadanía; lo que es bueno para el sector farmacéutico, que existan siempre personas enfermas, es malo para la ciudadanía que aspira a tener salud; lo que es bueno para la industria química (por cierto muy ligada a la farmacéutica) es malo para las personas que enferman cada vez más por la contaminación química. Es el modelo económico el que está enfermo pues al regirse por la competencia fomenta el que las grandes empresas para mantener e incrementar sus dividendos estén obligadas a producir cosas nuevas aunque éstas en muchos casos no tengan sentido, no sean útiles e incluso hagan daño».
Se podría argumentar que estamos en plena cultura de la información ¿cómo entender que todo esto no se sepa públicamente? «Nunca hemos estado tan informados como ahora, pero eso al mismo tiempo produce una saturación informativa que genera confusión, luego desinformación. Por un lado son tantas las cosas importantes que deberíamos saber que no tenemos tiempo material para informarnos sobre ellas. Por otra parte la tónica general de mis libros es contarles a los lectores cómo los grupos industriales sobre los que trabajo de manera sistemática intentan controlar la información de los tema que les afectan, presionan a los periodistas y científicos que divulgan esos asuntos y montan campañas de desinformación inducida, por ejemplo, realizando estudios científicos que lleguen a las conclusiones que ellos buscan. Jugando a generar confusión para que los negocios continúen con la excusa de que tal o cual servicio o tecnología “no se ha probado que sea nocivo”. Es una trampa dialéctica porque la carga de la prueba no debe recaer sobre la ciudadanía sino sobre las empresas que quieran poner en el mercado productos que puedan ser malos para la salud o el medioambiente».
No son pocos los casos en que los grandes medios, socios del capital concentrado, ocultan, deforman o mienten sobre este tipo de información que afecta a los grandes negocios. Por ejemplo, en los EEUU hasta no hace mucho tiempo importantes científicos de universidades de primera línea desmentían que existiera algo así como el “efecto invernadero” o el “calentamiento global” y los medios repetían estos desmentidos sin el menor pudor, mientras que los científicos que denunciaban estos fenómenos no encontraban modo de hacerlos públicos. Entonces ¿cómo sorprendernos por estas manipulaciones informáticas?

domingo, 26 de agosto de 2012

El poder de los laboratorios medicinales IV


 El periodista Salvador López Arnal, también profesor-tutor de Matemáticas en la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED- España) y de informática de ciclos formativos, intento subrayar que se trata de un intelectual de una sólida formación integral, lo cual avala y da crédito a los diálogos que realiza y a la esmerada selección de sus invitados. Ha publicado su encuentro con Miguel Jara, escritor, periodista especializado en la investigación de temas de salud y ecología, corresponsal en España de nada menos que el British Medical Journal (BMJ) y usual colaborador de la revista Discovery DSalud. Jara ha realizado la investigación que sirvió de base para el documental “Carga tóxica” de Documentos TV (TVE) sobre los efectos en nuestra salud de las sustancias químicas que existen en nuestro medio ambiente. Es igualmente autor de Traficantes de salud (Icaria, Barcelona, 2007); Conspiraciones tóxicas (Martínez Roca, Barcelona, 2007), en colaboración con Rafael Carrasco y Joaquín Vidal, y de La salud que viene. Nuevas enfermedades y el marketing del miedo (Península, Barcelona, 2009), su ensayo más reciente.
Voy a citar parte de lo que se dijo y hacer algunos comentarios. Si he tomado tantas precauciones en la presentación es por el tipo de información que se hace pública que requiere el aval de seriedad profesional de quien lo hace. Estas manifestaciones se inscriben en la línea de lo que vengo publicando. Introduce Miguel Jara un concepto que sorprende: «El marketing del miedo es la expansión de manera perfectamente controlada, premeditada y estructurada por la cual el miedo entra en la población para, en el caso que analizo, hacer creer a la ciudadanía que puede estar o está enferma y así vender medicamentos, antivirales y/o vacunas. Se utiliza para “obligar” a la población a abrazar las soluciones “establecidas” y hoy está cada vez más extendido entre las prácticas de la industria farmacéutica. Así podemos comprobarlo en la última década con los ejemplos de la “epidemia” de gripe aviar, la gran campaña de lobby y marketing del miedo para vender la vacuna contra el virus del papiloma humano o la “pandemia” de la gripe A. Creo que al concluir la lectura de mi último libro puede entenderse bien el fenómeno de la invención o exageración de enfermedades al que asistimos durante los últimos años».
En notas anteriores ya había aparecido algo similar de parte de la Doctora Teresa Forcades i Vila que ahora adquiere un concepto específico: una metodología de marketing para incrementar la venta de determinados específicos. Esto puede empujar hacia una actitud de rechazo al avance de la medicina y de sus logros terapéuticos, por ello aclara: «Partimos de la base de que casi cualquier consecución humana es técnica, pero si estamos de acuerdo en que hemos llegado a un punto en que todo, absolutamente todo, ha de ser revisado bajo el paradigma ético, debemos concluir que no vale todo, que no vale toda técnica sino que sólo vale la técnica que tenga el bien de las personas como objetivo primero. Inventar la bomba atómica fue un prodigio técnico que hoy supongo que la mayor parte de la ciudadanía tacharía de monstruoso. Hoy existen servicios y tecnologías que son puros objetos de consumo para el mercado y que en su mayor parte además provocan graves impactos ambientales y merman nuestra salud. Y las personas que enferman por vivir en nuestra sociedad, sólo por hecho de “estar” en esta sociedad son el vivo retrato del fracaso del modelo económico».
Equivale a decir. Si bien la tecnología ha aportado numerosos progresos en el cuidado de la salud pública, no por ello todo lo que ella produzca debe ser aceptado sin más. El predominio de un modo de entender la producción (en este caso la de medicamentos) cuyo objetivo excluyente es el lucro subordina todo a ese logro. Aparecen entonces maniobras non sanctas mediante las cuales se intenta vender hasta lo innecesario, que en este caso se convierte, como ya vimos, en la invención de nuevas enfermedades para las cuales ya se tiene preparado un medicamento específico.

miércoles, 22 de agosto de 2012

El poder de los laboratorios medicinales III


Las maniobras que ya fueron comentadas dan una idea de la cantidad de dinero que se mueve en este tipo de negocios. La doctora Teresa Forcades i Vila nos informa: «El extraordinario incremento de poder político y económico de las grandes compañías farmacéuticas estadounidenses se inició con la ley de extensión de patentes (Ley Hatch-Waxman) que la mayoría republicana de la era Reagan aprobó en 1984, y se consolidó con la creación de la Organización Mundial del Comercio (OMC) en 1994, destinada a asegurar que la globalización no atentara contra los intereses del gran Capital. Los márgenes brutos de esta industria son del 70 al 90% y su tasa de ganancias es la más elevada de todas (según la revista Fortune fue, en el año 2000, del 18,6%, versus el 15,8% de los bancos comerciales; la tasa de ganancias de Pfizer, la mayor compañía farmacéutica, fue en el año 2004 del 22% del total de las ventas, que fueron de 53 billones de dólares. A pesar de dichas ganancias billonarias, la carga impositiva de la industria farmacéutica es muy inferior a la media de las empresas (de un 16,2% versus el 27,3% del promedio de la gran industria), mientras que su principal producto (los medicamentos de receta) incrementa de precio muy por encima del nivel de la inflación (de un 6 a un 20% todos los años)».
Esto nos está poniendo en la pista de lo que se mueve por detrás de la compra de un medicamento que nuestro médico nos receta. Cuánto de negocio se agazapa detrás de los congresos, en las investigaciones “científicas”, en las publicaciones de tantas revistas [excepto las serias] en las que opinan profesionales al servicio de esas grandes empresas. Este negocio internacional tiene una plataforma de lanzamiento en los EEUU donde las prácticas de cabildeo de lobbystas profesionales[1], es decir de especialistas en conseguir que se aprueben determinadas leyes que faciliten, en este caso, el negocio de los laboratorios.
«El lobby de las compañías farmacéuticas de EEUU (la PhRMA) contaba en el año 2000 con 297 lobbysters profesionales, es decir, uno por cada dos congresistas. Dicho número –que ya superaba en mucho el de cualquier otro grupo de presión –, ha sido triplicado en los últimos años, de modo que en 2002 la PhRMA financió el trabajo de 675 lobbysters, lo que significa que había, trabajando en Washington, más promotores de los intereses de las compañías farmacéuticas que congresistas. Ello ha hecho posible que esta industria consiguiera las ventajosas condiciones que le han permitido dominar progresivamente el mercado mundial: el 60% de las patentes de medicamentos son de EEUU, versus el 20% de la Unión Europea. EEUU domina el mercado de los 50 medicamentos más vendidos (todos, blockbusters, es decir productos que pasan cada uno los mil millones de dólares de facturación)».
¿Qué consiguen estos profesionales de la presión a congresistas?: «Las exenciones y reducciones de impuestos y la multiplicación de leyes y pactos favorables a partir de la era Reagan muestran que la situación actual de desproporcionado privilegio de que disfruta la industria farmacéutica no es fruto del “libre mercado” sino de una política deliberada destinada a proteger una industria que en EEUU es tan estratégica como la del petróleo. En el año 2002, la suma de las ganancias de las 10 compañías farmacéuticas más importantes superó las ganancias combinadas de las otras 490 empresas que aparecen en la lista de las 500 industrias más provechosas de la revista Fortune (las 10 farmacéuticas más importantes, juntas, tuvieron un beneficio total de 35,9 billones de dólares y las restantes 490 empresas, juntas, tuvieron un beneficio total de 33,7 billones de dólares)».
La Dra. Marcia Agnell, editora jefe durante casi 20 años de la revista médica de mayor impacto, el New England Journal of Medicine, afirma: «Una industria con tal volumen de ganancias es como un gorila de 500 kg: hace lo que quiere». Y Philippe Pignarre, directivo durante diecisiete años de una gran compañía farmacéutica y actualmente profesor de la Universidad de París-VIII, insiste en que «el mercado no es ni ha sido nunca una realidad “natural” sino “cultural” o “social”, o sea, fruto de reglamentaciones y normas que no regulan una “realidad natural” previa al establecimiento de las normas sino que “hacen posible”, “dan a luz” o “modifican” una realidad intrínsecamente cultural. El mercado siempre tiene normas que lo regulan. El “mercado libre” (libre mercado) no existe; existe, eso sí, el “mercado salvaje”, es decir, el mercado regulado según los intereses del rey de la selva o del gorila de 500 kg, y el “mercado menos salvaje”, en el que las normas intentan atemperar la avidez de los más fuertes». La ley que impera es la del sagrado lucro.



[1] Un lobbysta es un profesional que realiza acciones dirigidas a influir ante la Administración Pública, las Cámaras de Representantes o funcionarios en general, para promover decisiones favorables a los intereses del sector de empresas para el que trabaja.

domingo, 19 de agosto de 2012

El poder de los laboratorios medicinales II


 Voy a continuar contando lo que la Dra. Forcades i Vila denuncia en su trabajo. Un año después de lo relatado en la nota anterior, apareció un artículo en una revista especializada (JAMA)[1] titulado Disfunción sexual en EE.UU.: prevalencia y variables predictivas. En él se afirmaba con seriedad científica que un 43% de la población femenina sufría la “nueva enfermedad” que se definía de acuerdo a lo que ya se ha mencionado antes:  «Los pasos seguidos para identificar a la “población enferma” fueron los siguientes: 1) se elaboró una lista de siete “problemas” considerados cada uno de ellos de suficiente peso como para justificar el diagnóstico de la nueva enfermedad si una mujer los había presentado durante dos o más meses en el último año; 2) se pasó el cuestionario a una muestra de 1.500 mujeres; 3) se evaluaron los resultados de forma que responder “Sí” a uno solo de los ítems se consideró criterio suficiente para identificar la enfermedad».
Queda claro que la manipulación en el manejo de las respuestas conseguía que la encuesta demostrara, precisamente, lo que se estaba buscando (¡las encuestas, las encuestas…!). Comenta nuestra autora que de este modo todas las mujeres que no habían sentido el deseo sexual durante dos meses o más, cualquiera fuera la causa de ello, quedaban encuadradas dentro de la definición de la enfermedad. «Independientemente de si estaban de luto por la muerte de un ser querido, preocupadas por falta o por exceso de trabajo, atrapadas en una relación insatisfactoria o gozando de una etapa de plenitud interior», todas ellas eran consideradas enfermas afirma. Y agrega «Dos de los tres autores del citado artículo tenían vínculos económicos con laboratorios farmacéuticos».
Sigue: «El mismo año, 1999, tuvo lugar un tercer encuentro sobre el mismo tema organizado por la Facultad de Medicina de la Universidad de Boston, pero promovido y financiado por 16 compañías farmacéuticas. El 50% de los asistentes admitieron tener intereses en la industria farmacéutica. Del encuentro surgió el Forum para la Función Sexual Femenina, que celebró dos conferencias más en los años 2000 y 2001 en Boston gracias a la financiación de 20 compañías lideradas por Pfizer».
En el 2003 todas estas maniobras fueron denunciadas por Ray Moynihan en «una de las revistas médicas de mayor prestigio, el British Medical Journal. Los editores de la revista recibieron 70 respuestas con relación a ese artículo y dos tercios de las respuestas fueron en apoyo de Moynihan» que recogían la indignación de los médicos ante esas maniobras comerciales. «En diciembre de 2004, la agencia reguladora de los medicamentos en EE.UU. impidió que se comercializara el primer medicamento destinado a sanar la “disfunción sexual femenina”... Los responsables de los estudios clínicos –todos financiados y supervisados por Proctor y Gamble [laboratorios]- habían presentado sus resultados de forma sesgada, de modo que lo que eran unos beneficios dudosos y unos más probables efectos secundarios peligrosos [cáncer de pecho y enfermedad cardiaca] se anunciaban como beneficios claros».
Concluye en esta parte la doctora: «La disfunción sexual femenina (como cualquier otra enfermedad) tiene que ser estudiada en función de los intereses médicos de las mujeres afectadas y no en función de los intereses económicos». Yo comenté con algunos médicos esto y me contestaron que no era novedad, que cualquier profesional con años de práctica había ya visto muchas cosas como estas. Por ello cierro con estas palabras de la Dra. Forcades i Vila: «Si los médicos no colaborásemos con los abusos de las compañías farmacéuticas, esos abusos no acontecerían». Pero la connivencia de cierto sector de la profesión médica con las prácticas comerciales de los laboratorios internacionales posibilitan pasar a un segundo plano este tipo de maniobras. Al someter los medicamentos al mismo criterio con que se maneja cualquier otro tipo de mercancía, éstos no se distinguen del manejo comercial en general. De este modo los medicamentos quedan reducidos al nivel de una mercancía cualquiera cuya función en el mercado es producir ganancias, sin más.


[1] JAMA es la sigla de Journal of the American Medical Association (Revista de la Asociación Médica Estadounidense), nombre oficial de la revista médica, el medio de divulgación de dicha asociación. Se publica semanalmente, 48 veces al año, siendo la revista médica de más amplia difusión en el mundo.

miércoles, 15 de agosto de 2012

El poder de los laboratorios medicinales I


 Los medios de comunicación nos informan sobre investigaciones que está realizando la justicia respecto a la venta y uso de medicamentos denominados “truchos”. Este es un problema serio, pero no puede dejar de sorprendernos por qué no aparece información sobre investigaciones a los laboratorios internacionales. Esto no invalida lo primero, pero pareciera funcionar como un telón que oculta maniobras de delitos muchos más graves y de dimensiones insospechadas que realizan los laboratorios medicinales internacionales. Hace unos años, como consecuencia de la lectura de un informe sobre el comportamiento de las empresas productoras de medicamentos escribí algunas notas al respecto. Hoy debo volver sobre el tema por nuevas denuncias de mayor gravedad. Lo que voy a contar se apoya en un folleto publicado por los jesuitas de Barcelona y su autora es una monja benedictina, doctora en medicina egresada de Harvard e investigadora, Teresa Forcades i Vila, quien ha venido sosteniendo una lucha con sus denuncias.
En este folleto se dedica a contar algunas cosas que hacen los laboratorios más importantes del mundo[1]. Por ejemplo, cuenta el éxito que Pfizer, la principal compañía farmacéutica de EEUU cuya página nos informa «La historia de Pfizer habla de asumir riesgos y aceptar desafíos. Esta breve reseña de lo que fueron sus hitos fundamentales, permite entender cómo la pequeña Empresa de ayer se convirtió en la poderosa Organización de hoy y remarca las fortalezas que están construyendo su futuro». Fundada en 1841 ha llegado a ser uno de los más grandes laboratorios del mundo. Su último éxito de mercado ha sido la presentación del Viagra, el fármaco fue patentado en 1996, y aprobado para su uso en disfunción eréctil por la Administración de Drogas y Alimentos de Estados Unidos (FDA) en 1998, se convirtió en la primera pastilla aprobada para el tratamiento de ese problema.
 Se ofreció a la venta ese mismo año, e inmediatamente se convirtió en un gran éxito: las ventas anuales de Viagra en el período 1999-2000 superaron los mil millones de dólares y facturó tres años después de su aparición la cifra de 1.500 millones de dólares en el 2001. Las promesas de tales ganancias, que iban en aumento, movieron a los laboratorios a pensar la posibilidad de crear un Viagra femenino.
En tiempos en que se habla tanto de las multinacionales, de sus capitales, de sus maniobras ilícitas, de su expansión global que les da un poder con características casi divinas: son omnipotentes, omnipresentes y omniscientes, lo que les permite ocultar sus fines exclusivamente mercantiles, sea como fuere. Los laboratorios medicinales gozan de una aureola diferente porque se dedican a investigar y producir cosas que están ligadas directamente a la vida y el dolor. Un mundo como el actual tan fascinado por los resultados de la tecnología le otorga a los medicamentos poderes casi mágicos. Los laboratorios no desperdician estos aspectos que el imaginario social guarda cuidadosamente. Por el contrario los explotan puntillosa y científicamente.
No debemos dejar de lado una amplia gama de instituciones que colaboran en la creación y en el mantenimiento de ese imaginario social. Éstas cubren un espacio que abarca desde academias, universidades, empresas productoras de tecnología medicinal, revistas especializadas, entre las más serias. Luego aparece el mundo que comercializa los medicamentos que no desprecia el marketing y la publicidad. De estos últimos es fácil suponer que no se detienen demasiado en el cumplimiento de las reglas éticas. Pero veamos a los laboratorios que se presentan como serios.
Como consecuencia del éxito del viagra se reunieron en Nueva York especialistas médicos para definir «el perfil clínico de la disfunción sexual femenina. La iniciativa, organización y financiación del encuentro corrieron a cargo de nueve compañías muy preocupadas por el hecho de que no existiera una definición de este trastorno compatible con un potencial tratamiento farmacológico. Los promotores de tal encuentro eligieron entre sus colaboradores directos las personas que debían asistir al mismo. El objetivo de la reunión era diseñar la estrategia adecuada para crear una nueva patología en función de los intereses económicos de la industria farmacéutica». Creo que se va entendiendo bien, era necesario crear una nueva patología para la cual luego se pudiera vender el tratamiento adecuado. Sobre todo en un terreno tan publicitado hoy como lo es el sexo y el placer.
Sigamos leyendo: «Un año y medio más tarde, en octubre de 1998, se celebró en Boston la primera conferencia internacional para la elaboración de un consenso clínico sobre la disfunción sexual femenina. Ocho compañías financiaron esta conferencia y 18 de los 19 autores de la nueva definición “consensuada internacionalmente” admitieron tener intereses económicos directos con estas u otras compañías». Hasta acá vamos descubriendo dos verdades, celosamente ocultas por laboratorios, farmacéuticos y médicos como parte de este importante negocio internacional: la creación de una nueva enfermedad y la producción de los medicamentos adecuados para ella.


[1] Teresa Forcades i Vila, Los crímenes de las grandes compañías Farmacéuticas, Cuaderno nº 141. Se puede consultar en internet en www.fespinal.com

domingo, 12 de agosto de 2012

Reflexiones finales


Es posible que algún lector, poco habituado a visitar los márgenes del espacio comunicacional, por donde circula una importante cantidad de información alternativa, se sorprenda. Y tendrá sus razones si se pregunta: ¿por qué, si todos los profesores, investigadores, periodistas, pertenecientes a las instituciones más importantes del sistema-mundo, se han expresado de ese modo el “ciudadano de a pie” no se enteró? La respuesta es sencilla, pero dura: existe un control sobre la información ejercido por los poderes internacionales que lo impiden. Pero, a medida en que se profundice la crisis estructural y no sea ya posible ocultarla y si, además, este proceso es acompañado por una actitud de compromiso por parte de ese “ciudadano” que quiera saber más dejando atrás el escepticismo paralizante, se irá corriendo el telón que oculta el verdadero escenario del mundo global.
Es esa precisamente la intención de estas páginas. Ir abriendo una brecha de luz que haga más claro el panorama de la realidad actual. Es que los tiempos se están acelerando, los riesgos que décadas atrás podían parecernos lejanos hoy se han comenzado a asomar por sobre el horizonte. El profesor Alejandro Nadal lo  pinta de este modo:
No hay pausa para respirar. El capitalismo vive a través de mutaciones patógenas continuas. Es como si se tratara de un enfermo que en momentos de aparente buena salud estuviera preparando los momentos de graves convulsiones. No hay que caer en una visión reduccionista. No todas las crisis son iguales, ni tuvieron las mismas causas. El desarrollo del capitalismo es un proceso contradictorio y por ello ha tenido fases de relativa prosperidad. Precisamente en esas etapas de estabilidad se gestan las mutaciones que conducen a más crisis. Es fácil observar que la crisis es el apellido del capitalismo: no existe un mecanismo de ajuste que permita solucionar el problema de la inestabilidad de las funciones de inversión y de preferencia de liquidez en una economía monetaria de tal manera que se alcance una situación de pleno empleo. El punto es este: no es que no funcione el mecanismo, sino que no existe. Definitivamente, la visión ingenua sobre el capitalismo debe ir a reposar en el museo de los mitos curiosos. Se desprende una importante tarea política e histórica para la izquierda, la única fuerza capaz de cuestionar las bases del capitalismo. (subrayados RVL).
La pregunta que surge de inmediato es ¿entonces qué? ¿cuál es el sistema que debe reemplazarlo? La respuesta que hoy tenemos a la mano tiene varios aspectos: 1.- Los cambios históricos no se produjeron porque estaba listo en ese momento el sistema de reemplazo; por el contrario, porque el viejo ya no funcionaba ni daba respuestas a las nuevas necesidades se desmoronó; por esa razón fue posible comenzar a construir lo nuevo. 2.- Afirmado esto, debemos comprender que la pasividad de partes importantes de la población global es un fuerte impedimento para poder avanzar hacia una sociedad más equitativa.
Tomar conciencia de la necesidad de convertirnos en protagonistas de la política, en todas sus dimensiones, que comienzan por formas precarias de organización en las cuales se pueda debatir entre los “ciudadanos” qué mundo se desea y qué caminos posibles hay para transitar hacia él es uno de los primeros pasos. Nos debe empujar el saber que los poderosos de todos los tiempos nunca hicieron fácil ese tránsito. Es que ello supone poner en riesgo le preservación de privilegios insoportables e injustificables.
Sin embargo queda un problema que no ha tenido respuesta hasta aquí. Si el capitalismo no puede ofrecer ninguna salida ¿qué ocurre con la democracia? Intentaré algunas reflexiones en próximas notas.

miércoles, 8 de agosto de 2012

Pinceladas sobre la democracia y el capitalismo X


Ya quedó dicho que la posible quiebra del sistema capitalista es para muchos habitantes del Primer Mundo una tesis caduca, resultado de un marxismo que había demostrado palmariamente, con la caída del mundo soviético, sus profundos errores de análisis y diagnóstico, también debemos recordar que hasta principios de este siglo sectores importantes de las clases altas y medias de la periferia acompañaron y, en gran medida siguen haciéndolo, estas convicciones. Es que los prejuicios bien arraigados, sobre todo cuando son machaconamente repetidos por la prensa concentrada, son muy difíciles de erradicar. Es lo que hemos estado viendo en páginas más arriba. Los sobresaltos de conciencia que producen algunas declaraciones de personajes eminentes del establishment.
Me voy a detener ahora en una nota recientemente publicada (19-7-2012) en el importante periódico La Jornada de México[1] por un profesor destacado de la Universidad Nacional Autónoma de México, Alejandro Nadal[2], quien aborda el mismo tema que Nouriel Roubini, pero poniendo el centro de sus análisis en el concepto de crisis. Si las que se han producido son un mero fallo del mecanismo de mercado que requiere algunas reparaciones o si, por el contrario, éstas son consecuencias necesarias del modo en que se relacionan la producción, el trabajo y la distribución de la riqueza. La primera tesis es la que sostiene desde hace muchas décadas la ortodoxia académica que justifica y legitima ideológicamente el orden imperante.
El profesor Nadal está más cerca de la segunda tesis y, para entrar en el análisis comienza preguntándose:
«¿Cuándo fue la última vez que una economía capitalista se mantuvo en expansión y en armonía social? Parece que hay que hacer un buen ejercicio de memoria porque no es fácil recordar semejante episodio de placidez. Y sin embargo, en el imaginario social perdura la creencia de que en una época perdida que habría que recuperar, el capitalismo pudo hacer entrega de buenos resultados. Quizás el anhelo profundo del ser humano es ese mundo de paz, bienestar y justicia. Pero esa aspiración no significa que ese mundo anhelado sea posible bajo la feroz regla del capital. La historia del capitalismo revela un proceso de continua expansión y eso ha sido interpretado como señal de éxito. En esa misma historia hay una nutrida sucesión de episodios de contracción y descalabro. Es como si la crisis incesante fuera el estado natural del capitalismo».
Para sostener su afirmación destaca situaciones reales, históricas, que se han producido en los últimos siglos, sobre todo a partir de la Revolución industrial del siglo XVIII. Aparecen una serie de acontecimientos que han sido presentados por los manuales de Historia Económica como accidentes inevitables, muchas veces imprevisibles, como si se tratara de fenómenos climáticos o geológicos, ajenos a la voluntad humana. La lista de crisis traumáticas que se han producido dentro de esa historia: especulación financiera, la caída de la demanda provocada por recortes salariales, exceso de capacidad instalada ante las caídas de las ventas, etc. En la mayor parte de estos casos las consecuencias: desempleo y empobrecimiento, destrucción y guerras dejaron profundas cicatrices pronósticos sombríos para una parte muy importante de los habitantes del planeta.
Se refiere a los años del «mítico periodo glorioso del capital» como un argumento algo endeble. Se detiene en el siglo XX, fundamentalmente en el período 1920-21 cuando se presenta una crisis deflacionaria[3] que precedió a la Gran Depresión. Estos procesos marcaron muy profundamente a los actores económicos de la historia económica y política de la primera mitad del siglo.
«Después de la Segunda Guerra viene la llamada época dorada de expansión capitalista. Esa fase (1947-1970) estuvo sostenida por circunstancias excepcionales e insostenibles: la demanda de la reconstrucción de postguerra y del consumo postergado desde la crisis de 1929. La era dorada duró poco: a fines de los sesenta comienza el agotamiento de oportunidades rentables para la inversión. En 1973 concluye el crecimiento de los salarios y arranca la crisis de estancamiento con inflación, la misma que desemboca en el alza brutal de las tasas de interés y desencadena la crisis de los años 80 a escala mundial. En América Latina nos acostumbramos a decir la década perdida de los 80. Olvidamos que en los países centrales la crisis se había gestado precisamente en la era dorada. La crisis de los 80 le pega a todo el mundo».
Las lecturas precedentes nos colocan ante la necesidad de aceptar el desafío de las dudas frente a tantas certezas ciegas que hoy campean por el escenario internacional. La severísima crisis en la que está sumida la vieja Europa, la desaprensión social con que se aplican lo que se supone son las medidas para superarla, cuando se va a cada paso que todo empeora, no permite una actitud que se desentienda de las consecuencias que van apareciendo que, en un mundo globalizado, no deja lugar del mundo sin afectar, en mayor o menor medida.


[1] Es uno de los principales periódicos mexicanos de circulación nacional, fundado el 19 de septiembre de 1984 por Carlos Payán. Ocupa el cuarto puesto nacional en tiraje y el tercero en el Distrito federal. La versión en línea apareció en 1995 y permite un acceso libre a todos los contenidos. Desde su aparición, su página web se aloja; mediante contrato comercial, en la Universidad Nacional Autónoma de México.
[2] Es un economista mexicano, Doctor en Economía por la Universidad de París X, actualmente es profesor e investigador de su especialidad en el Centro de Estudios Económicos del Colegio de México en las áreas de Teoría Económica Comparada y Economía del Cambio Técnico.
[3] En economía se llama deflación a la baja generalizada y prolongada (como mínimo, dos semestres según el FMI del nivel de precios de bienes y servicios. Es el fenómeno contrario al de la inflación.