Es posible que algún lector, poco habituado a visitar los
márgenes del espacio comunicacional, por donde circula una importante cantidad
de información alternativa, se sorprenda. Y tendrá sus razones si se pregunta:
¿por qué, si todos los profesores, investigadores, periodistas, pertenecientes
a las instituciones más importantes del sistema-mundo, se han expresado de ese
modo el “ciudadano de a pie” no se enteró? La respuesta es sencilla, pero dura:
existe un control sobre la información ejercido por los poderes internacionales
que lo impiden. Pero, a medida en que se profundice la crisis estructural y no
sea ya posible ocultarla y si, además, este proceso es acompañado por una
actitud de compromiso por parte de ese “ciudadano” que quiera saber más dejando
atrás el escepticismo paralizante, se irá corriendo el telón que oculta el
verdadero escenario del mundo global.
Es esa precisamente la intención de estas páginas. Ir
abriendo una brecha de luz que haga más claro el panorama de la realidad
actual. Es que los tiempos se están acelerando, los riesgos que décadas atrás
podían parecernos lejanos hoy se han comenzado a asomar por sobre el horizonte.
El profesor Alejandro Nadal lo pinta de
este modo:
No hay pausa para respirar.
El capitalismo vive a través de mutaciones patógenas continuas. Es como si se
tratara de un enfermo que en momentos de aparente buena salud estuviera
preparando los momentos de graves convulsiones. No hay que caer en una visión
reduccionista. No todas las crisis son iguales, ni tuvieron las mismas causas.
El desarrollo del capitalismo es un proceso contradictorio y por ello ha tenido
fases de relativa prosperidad. Precisamente en esas etapas de estabilidad se
gestan las mutaciones que conducen a más crisis. Es fácil observar que la
crisis es el apellido del capitalismo: no existe un mecanismo de ajuste que
permita solucionar el problema de la inestabilidad de las funciones de
inversión y de preferencia de liquidez en una economía monetaria de tal manera
que se alcance una situación de pleno empleo. El punto es este: no es
que no funcione el mecanismo, sino que no existe. Definitivamente, la
visión ingenua sobre el capitalismo debe ir a reposar en el museo de los mitos
curiosos. Se desprende una importante tarea política e histórica para la
izquierda, la única fuerza capaz de cuestionar las bases del capitalismo. (subrayados RVL).
La pregunta que surge de inmediato es ¿entonces qué? ¿cuál
es el sistema que debe reemplazarlo? La respuesta que hoy tenemos a la mano
tiene varios aspectos: 1.- Los cambios históricos no se produjeron porque
estaba listo en ese momento el sistema de reemplazo; por el contrario, porque
el viejo ya no funcionaba ni daba respuestas a las nuevas necesidades se
desmoronó; por esa razón fue posible comenzar a construir lo nuevo. 2.-
Afirmado esto, debemos comprender que la pasividad de partes importantes de la
población global es un fuerte impedimento para poder avanzar hacia una sociedad
más equitativa.
Tomar conciencia de la necesidad de convertirnos en
protagonistas de la política, en todas sus dimensiones, que comienzan por
formas precarias de organización en las cuales se pueda debatir entre los
“ciudadanos” qué mundo se desea y qué caminos posibles hay para transitar hacia
él es uno de los primeros pasos. Nos debe empujar el saber que los poderosos de
todos los tiempos nunca hicieron fácil ese tránsito. Es que ello supone poner
en riesgo le preservación de privilegios insoportables e injustificables.
Sin
embargo queda un problema que no ha tenido respuesta hasta aquí. Si el
capitalismo no puede ofrecer ninguna salida ¿qué ocurre con la democracia? Intentaré
algunas reflexiones en próximas notas.
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