Los medios de comunicación nos informan sobre
investigaciones que está realizando la justicia respecto a la venta y uso de
medicamentos denominados “truchos”. Este es un problema serio, pero no puede
dejar de sorprendernos por qué no aparece información sobre investigaciones a
los laboratorios internacionales. Esto no invalida lo primero, pero pareciera
funcionar como un telón que oculta maniobras de delitos muchos más graves y de
dimensiones insospechadas que realizan los laboratorios medicinales
internacionales. Hace unos años, como consecuencia de la lectura de un informe
sobre el comportamiento de las empresas productoras de medicamentos escribí
algunas notas al respecto. Hoy debo volver sobre el tema por nuevas denuncias
de mayor gravedad. Lo que voy a contar se apoya en un folleto publicado por los
jesuitas de Barcelona y su autora es una monja benedictina, doctora en medicina
egresada de Harvard e investigadora, Teresa Forcades i Vila, quien ha venido
sosteniendo una lucha con sus denuncias.
En este folleto se dedica a contar algunas cosas que hacen
los laboratorios más importantes del mundo[1].
Por ejemplo, cuenta el éxito que Pfizer, la principal compañía farmacéutica de
EEUU cuya página nos informa «La historia de Pfizer habla de asumir riesgos y
aceptar desafíos. Esta breve reseña de lo que fueron sus hitos fundamentales,
permite entender cómo la pequeña Empresa de ayer se convirtió en la poderosa
Organización de hoy y remarca las fortalezas que están construyendo su futuro».
Fundada en 1841 ha
llegado a ser uno de los más grandes laboratorios del mundo. Su último éxito de
mercado ha sido la presentación del Viagra, el fármaco fue patentado en 1996, y
aprobado para su uso en disfunción eréctil por la Administración de Drogas y
Alimentos de Estados Unidos (FDA) en 1998, se convirtió en la primera pastilla
aprobada para el tratamiento de ese problema.
Se ofreció a la
venta ese mismo año, e inmediatamente se convirtió en un gran éxito: las ventas
anuales de Viagra en el período 1999-2000 superaron los mil millones de dólares
y facturó tres años después de su aparición la cifra de 1.500 millones de
dólares en el 2001. Las promesas de tales ganancias, que iban en aumento,
movieron a los laboratorios a pensar la posibilidad de crear un Viagra
femenino.
En tiempos en que se habla tanto de las multinacionales, de
sus capitales, de sus maniobras ilícitas, de su expansión global que les da un
poder con características casi divinas: son omnipotentes, omnipresentes y
omniscientes, lo que les permite ocultar sus fines exclusivamente mercantiles,
sea como fuere. Los laboratorios medicinales gozan de una aureola diferente
porque se dedican a investigar y producir cosas que están ligadas directamente
a la vida y el dolor. Un mundo como el actual tan fascinado por los resultados
de la tecnología le otorga a los medicamentos poderes casi mágicos. Los
laboratorios no desperdician estos aspectos que el imaginario social guarda
cuidadosamente. Por el contrario los explotan puntillosa y científicamente.
No debemos dejar de lado una amplia gama de instituciones que
colaboran en la creación y en el mantenimiento de ese imaginario social. Éstas
cubren un espacio que abarca desde academias, universidades, empresas
productoras de tecnología medicinal, revistas especializadas, entre las más
serias. Luego aparece el mundo que comercializa los medicamentos que no
desprecia el marketing y la publicidad. De estos últimos es fácil suponer que
no se detienen demasiado en el cumplimiento de las reglas éticas. Pero veamos a
los laboratorios que se presentan como serios.
Como consecuencia del éxito del viagra se reunieron en
Nueva York especialistas médicos para definir «el perfil clínico de la
disfunción sexual femenina. La iniciativa, organización y financiación del
encuentro corrieron a cargo de nueve compañías muy preocupadas por el hecho de
que no existiera una definición de este trastorno compatible con un potencial
tratamiento farmacológico. Los promotores de tal encuentro eligieron entre sus
colaboradores directos las personas que debían asistir al mismo. El objetivo de
la reunión era diseñar la estrategia adecuada para crear una nueva patología en
función de los intereses económicos de la industria farmacéutica». Creo que se
va entendiendo bien, era necesario crear una nueva patología para la cual luego
se pudiera vender el tratamiento adecuado. Sobre todo en un terreno tan
publicitado hoy como lo es el sexo y el placer.
Sigamos leyendo: «Un año y medio más tarde, en octubre de
1998, se celebró en Boston la primera conferencia internacional para la
elaboración de un consenso clínico sobre la disfunción sexual femenina. Ocho
compañías financiaron esta conferencia y 18 de los 19 autores de la nueva
definición “consensuada internacionalmente” admitieron tener intereses
económicos directos con estas u otras compañías». Hasta acá vamos descubriendo
dos verdades, celosamente ocultas por laboratorios, farmacéuticos y médicos
como parte de este importante negocio internacional: la creación de una nueva
enfermedad y la producción de los medicamentos
adecuados para ella.
[1]
Teresa Forcades i Vila, Los crímenes de
las grandes compañías Farmacéuticas, Cuaderno nº 141. Se puede consultar en
internet en www.fespinal.com
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