Siguiendo en la búsqueda de reacciones desde el
centro mismo del sistema nos encontramos con un profesor de Economía de la New
York University (EEUU), Nouriel Roubini[1] (1959)
que adquirió notoriedad por sus acertadas predicciones sobre la recesión global
provocada por la Crisis de las hipotecas subprime[2]. Esas
predicciones, que fueron consideradas pesimistas, le valió el sobrenombre de
“Dr. Doom” (Doctor Catástrofe). Después de sus acertadas predicciones se
convirtió en una especie de gurú de la city financiera y hombre de consulta de
importantes empresas. En una entrevista televisada que le realizó el Wall
Street Journal (11-09-2011), la publicación más importante de la Bolsa de Nueva
York, hizo algunas afirmaciones sorprendentes, sobre todo para el público de
los países centrales. Transcribo a continuación las preguntas y sus respuestas:
«Wall Street Journal: Usted pintó una imagen
sombría del crecimiento económico en curso, con creciente riesgo de otra
recesión a la vuelta de la esquina. Eso suena terrible. ¿Qué puede hacer el
gobierno y qué pueden hacer las empresas para volver a encarrilar la economía,
o se trata simplemente de sentarse y esperar la tormenta?
Roubini:
Las empresas no están haciendo nada. No están sirviendo de ayuda. Todo este
riesgo no hace sino ponerlas más nerviosas. Tiene su lado bueno esperar. Dicen
que están haciendo recortes porque hay exceso de capacidad y que no contratan a
trabajadores porque no hay suficiente demanda final, pero hay una paradoja aquí. Si no estás contratando
trabajadores, no habrá suficientes ingresos salariales, suficiente confianza en los consumidores, suficiente
consumo, no habrá suficiente demanda final. En los últimos dos o tres años
hemos experimentado un genuino empeoramiento porque hemos asistido a una
radical redistribución del ingreso desde el trabajo hacia el capital, desde los
salarios hacia los beneficios, y la desigualdad de ingresos ha crecido y la
propensión marginal al gasto de un hogar es mayor que la propensión marginal de
una empresa, porque, si comparamos empresas con hogares, éstos últimos tienen
más propensión al ahorro. De modo que la redistribución del ingreso y de la
riqueza empeora el problema de la inadecuada demanda agregada. Karl Marx
llevaba razón. Llegado a cierto punto, el capitalismo puede destruirse a
sí mismo. No puedes perseverar en el desplazamiento de ingresos del trabajo al
capital sin tener un exceso de capacidad y una falta de demanda agregada. Y
eso es lo que ha ocurrido. Pensábamos que los mercados funcionaban. Pues no
están funcionando. El individuo puede ser racional. La empresas, para
sobrevivir y salir adelante, pueden abaratar más y más los costes del trabajo,
pero los costes del trabajo son los ingresos y el consumo de algún otro. Por
eso es un proceso autodestructivo».
No puede sino producir sorpresas que alguien, con sus
antecedentes u su carrera profesional estrechamente ligado a Wall Stret[3],
se atreva a decir que Carlos Marx había acertado con sus análisis y, peor aún,
con sus pronósticos, teniendo en cuenta que de lo que se está hablando es del posible
y probable fin del capitalismo. Una aseveración de tal naturaleza provocó un
revuelo en los medios financieros, semejante tal vez a las dudas severas que el
establishment tuvo durante la década de 1930, después de la quiebra de esa Bolsa
de Valores. «Pensábamos que los mercados
funcionaban. Pues no están funcionando» sostuvo, es decir puso en duda uno de
los pilares básicos del mercado, su autoregulación y la racionalidad exclusiva
que debería dar su mejor resultado.
«La empresas, para sobrevivir y salir
adelante, pueden abaratar más y más los costes del trabajo, pero los costes del
trabajo son los ingresos y el consumo de algún otro». Esta “verdad” empírica
fácilmente comprobable, que los ajustes abaratan el costo de producción
despidiendo trabajadores, que son, mirados desde la otra vereda potenciales consumidores si tienen
ingresos. Entonces al quitarles el ingreso los elimina de esa condición. «Por
eso es un proceso autodestructivo» la síntesis de una de las afirmaciones de
Marx que en boca de Roubini produjo casi un sismo ideológico.
[1] Ha
desempeñado diversas funciones en el Departamento del Tesoro de los Estados
Unidos, fue docente en la Universidad de Yale y actualmente es profesor de
economía en la Escuela de Negocios Stern, de la Universidad de Nueva York.
También es presidente de RGE Monitor, una firma de consultoría dedicada al
análisis financiero.
[2] Es
una modalidad crediticia del mercado financiero de Estados Unidos que se
caracteriza por tener un nivel de riesgo de impago superior a la media del resto
de créditos.
[3] Es el
nombre de la estrecha calle neoyorquina situada en el bajo Manhattan, entre
Broadway y el East River. Lugar tradicional y corazón histórico del distrito
financiero, principal y permanente lugar de la Bolsa de Valores de Nueva York.
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