La descripción que hemos leído en la nota anterior nos habla de fuertes desigualdades, de tratamiento diferencial, de claras injusticias. Ahora bien ¿nos habla también de delito? La respuesta inmediata sería: por supuesto que no, a algunos, por mayor capacidad les ha ido bien y a algunos otros por incapacidad les fue mal. Ante las dificultades del tema vamos a recurrir al profesor Vicenç Navarro quien nos propone una interesante reflexión, que sintetizo de este modo: si un cirujano opera a un paciente y comete un error, resultado de negligencia o de incompetencia, que causa su muerte, el cirujano probablemente será sancionado, sanción que puede incluso llegar al encarcelamiento y pérdida de su licencia para ejercer su profesión, la cirugía. Es lo que se llama mala práctica médica. El sistema de sanciones es necesario para proteger a la ciudadanía de incompetencias y negligencias de profesionales cuyas acciones pueden afectar su bienestar y calidad de vida. Entonces ¿Cómo entender la falta de sanciones ante la crisis que venimos analizando, sobre todo ante lo mostrado del tratamiento desigual. La democracia ¿no es el sistema de la igualdad ante la ley?
El profesor Navarro comenta:
Estas normas y sanciones, sin embargo, han sido totalmente ignoradas en la situación actual en la que los banqueros, debido a sus malas prácticas, han creado la mayor crisis financiera hasta ahora conocida desde la II Guerra Mundial, crisis que ha causado un enorme dolor y daño a millones de personas. A pesar de ello, ninguno ha terminado en la cárcel. La enorme incompetencia, negligencia y avaricia de tales banqueros ha llevado a la ruina a millones y millones de personas. Y el daño era previsible, pues ya a mediados de la primera década del siglo XXI hubo economistas como Dean Baker en EEUU, entre otros, que alertaron de que las malas prácticas bancarias nos estaban llevando a una situación catastrófica. Mientras, las agencias de evaluación de bonos como Moody, Standard & Poor’s, entre otras, estaban dando excelentes notas a los bancos que se colapsaron al día siguiente de que tales agencias les dieran una nota de sobresaliente. Y semejante incompetencia e irresponsabilidad (cuando no complicidad) se presentó entre las agencias e instituciones supervisoras de los bancos y del sistema bancario, incluyendo los Bancos Centrales de tales países. Nadie –repito, nadie- ha sido sancionado.
La respuesta que nos ofrece incluye el tema de “complicidad”, dice el diccionario: «Actitud con que se muestra que existe conocimiento por parte de dos o más personas de algo que es secreto u oculto para los demás». Entonces, ¿Qué habrá sido lo oculto que los cómplices sabían? Sigamos a Navarro:
Este silencio ensordecedor de la actividad sancionadora de los Estados es escandaloso. Pero la situación es incluso peor. En lugar de llevar a la cárcel a los banqueros y a sus supervisores (tanto del sector público como del privado), se les dio millones y millones de dólares y euros, no sólo una sino dos, tres y cuatro veces, a fin de evitar que se colapsaran, conllevando además enormes beneficios personales. Ha sido el caso más bochornoso que ha ocurrido en los últimos cien años y que expresa el maridaje entre poder financiero y poder político en la mayoría de tales Estados.
Si empezamos a entretejer la información que hemos leído nos encontramos ante una flagrante “complicidad” que nos permite entender que no sólo los funcionarios supieron algo que era secreto, porque en ese caso hablaríamos de recibir dinero para no hablar de lo que saben. Por aquello de que «el hilo se corta por lo más delgado» veamos el caso de Islandia:
En, hace un año y medio, los tres mayores bancos colapsaron como resultado de sus actividades especulativas. Sólo la ayuda del Estado les permitió sobrevivir. El Parlamento de Islandia acaba de publicar el informe de una Comisión Parlamentaria nombrada para averiguar la causa de lo ocurrido. En el informe se documenta no sólo la incompetencia, sino las malas prácticas de los equipos de dirección de aquellos bancos, así como la incompetencia, cuando no la complicidad, de las agencias privadas (sistema de auditoría) y públicas, que en teoría deberían supervisarlas. Como consecuencia, se han llevado a los tribunales a los equipos directivos de aquellos bancos, así como a sus supervisores, con petición de encarcelamiento y sanción por su comportamiento, que el informe define como criminal.
En los Estados Unidos el enojo del Presidente Obama no alcanzó para modificar algo sustancial de la legislación vigente en la que se amparan los banqueros y especuladores. La Comisión Europea ha propuesto en diciembre del año pasado «la homologación entre los países de la UE de los sistemas de normas y sanciones contra delitos financieros, intentando frenar los excesos en la especulación bancaria». No se puede dejar pasar por alto la utilización de la palabra “exceso”, es como si dijeran: un poco está bien, pero no exageren. Veamos qué es especular, según el diccionario es: «comprar bienes que se cree van a subir de precio para venderlos y obtener una ganancia sin trabajo ni esfuerzo», eso no está mal, a pesar de que se hayan producido entre la compra y la venta maniobras para lograr subir los precios.
Como bien ha dicho el Premio Nobel de Economía, Joseph Stiglitz, “hasta que los banqueros y responsables de las instituciones supervisoras del sistema financiero no terminen en la cárcel, la crisis financiera no se resolverá” (4-11-2010).
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