Volvamos al tema de
la cantidad de puestos de trabajo. Algunos autores han arriesgado la
confirmación de la tesis de Jeremy Rifkin en su libro El fin del trabajo, que lleva el inquietante subtítulo, Nuevas Tecnologías contra Puestos de
Trabajo: el Nacimiento de una Nueva Era. El tema que le mueve a escribir
este libro es tomar nota de un dato que encierra una gravedad no asumida por
varios investigadores: el desempleo en el mundo ha alcanzado niveles no vistos
desde la Gran Depresión de los años treinta. Con datos que extrae de las
publicaciones de la Organización Internacional del Trabajo escribe en 1996:
Más
de 800 millones de seres humanos están en la actualidad desempleados o
subempleados en el mundo. Esta cifra puede crecer dramáticamente entre hoy y el
final de siglo. Porque nunca como ahora la sustitución de la mano de obra por
la máquina adquirió una forma universal y sistemática, que no permite pensar en
las comparaciones habituales que se hacen con la Revolución Industrial. Las
máquinas fueron sustituyendo al hombre en los puestos de trabajo en estos dos
últimos siglos, pero en los ciclos anteriores apareció un nuevo sector que
absorbió gran parte de esa desocupación creada. Hoy la dimensión que está
tomando esta sustitución hace pensar en la aparición de “una nueva era”. Las máquinas inteligentes están sustituyendo,
poco a poco, a los seres humanos en todas las tareas, forzando a millones de
trabajadores de producción y administración a formar parte del mundo de los
desempleados, o peor aún, a vivir en la miseria.
Gran parte de los
políticos y economistas siguen afirmando que esto representa nada más que un
ajuste en el corto plazo, un reacomodamiento de la distribución de la mano de
obra. Por ello, pasado el reajuste se generarán cantidades de nuevos puestos de
trabajo en el tercer sector de los servicios, que permitirán ocupar gran parte
de esta mano de obra. Afirman que la
creación de puestos en el área comercial exigirá más empleados, para atender el
incremento de la demanda de una enorme cantidad de nuevos productos.
Este optimismo no
va acompañado por las cifras de las estadísticas que las investigaciones
ofrecen, en las que se ve que la productividad de las empresas ha subido en
proporciones sorprendentes, al tiempo que en esas mismas empresas la cantidad
de empleados ha sido reducida. Lo más sorprendente es que hace más de ochenta
años, en plena crisis, el inglés John Maynard Keynes[1] decía
en su libro Teoría General del Empleo
(1936):
Nos
afecta una nueva enfermedad de la que algunos lectores puede que aún no hayan
oído su nombre, pero de la que oirán hablar mucho en el futuro inmediato -se
denomina “desempleo tecnológico”. Esto significa desempleo debido al
descubrimiento según el cual se economiza el uso de la mano de obra excediendo
el ritmo al que podamos encontrar nuevos usos alternativos para toda esta mano
de obra.
Apoyado en una fuente
inobjetable, como es el MIT, afirma Rifkin que lo que pronosticaba Keynes se
está cumpliendo:
Este
enorme incremento en la productividad ha representado fuertes reducciones en la
masa laboral. Michael Hammer, antiguo profesor del Massachusetts Institute of
Tecnology y primer impulsor de la reestructuración de los procesos
empresariales, afirma que la reingeniería produce normalmente como resultado
una disminución del 50% en los empleos de una empresa y del 75% en su masa
laboral. Los mandos intermedios son, por regla general, el nivel de los más
afectados por este proceso. Hammer estima que más del 80% de las personas
implicadas en responsabilidades de tipo medio pueden resultar afectadas... En
las primeras fases de los procesos de reingeniería en curso, algunos estudios
al respecto predicen una pérdida da hasta 25 millones de personas entre la masa
laboral en el sector privado sobre un total que podría hallarse alrededor de
los 90 millones de trabajadores.
[1] Economista inglés (1883-1946). Recibió una educación de elite en Eton
y Cambridge, orientándose hacia la economía por consejo de su maestro, Alfred
Marshall.
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