En el curso de una semana apareció el tema e la educación con un subrayado interesante. Primero, la presidenta lo incluyó en su discurso de asunción del mando ante la Asamblea Legislativa. Allí hizo un señalamiento respecto de dónde había estudiado la pareja presidencial que puede ser considerada como una afirmación de principios: “somos hijos de trabajadores y él es Presidente y yo soy Presidenta; somos eso, producto de la educación pública”. De modo que coloca en un primer plano a este tipo de educación en tiempos en los que se habla tan mal de la función que se realiza. Pero agregó de inmediato: “Pero también quiero decir que aquella educación pública no es la de hoy. Yo me eduqué en una escuela donde había clases todos los días, donde los maestros sabían más que los alumnos, donde nosotros teníamos que estudiar todo el día para poder aprobar y pasar, porque creíamos en el esfuerzo, porque creíamos en el sacrificio”.
Esto debe ser tomado, en mi opinión, como un punto de partida para la discusión del problema educativo. Porque yo encuentro una recurrencia en afirmar que la educación es un problema de presupuesto, como si con más dinero solamente se resolviera el estado de la educación actual. “Porque no hay financiamiento estatal que valga. Podemos destinar no seis puntos del Producto Bruto, podemos destinar diez, pero si no hay capacitación y formación docente, si los alumnos no estudian, si la familia no se hace cargo, en fin si todos no trabajamos y nos esforzamos y cooperamos en lograr el bien común, va a ser muy difícil no solamente lograr una mejor calidad de educación sino también seguramente un mejor país”.
Me pareció un acto de sinceramiento del problema al colocar los factores intervinientes y las diferentes responsabilidades que se debe asumir. El Estado deberá poner el dinero necesario, los docentes deberán incorporar las capacitaciones necesarias que financiará el Estado, pero además, y esto lo digo como docente de treinta y cinco años de experiencia, también deberán recuperar una vocación que muchas veces no se la ve en ellos. Con gremios excesivamente sindicalizados, quiero decir que centra sus luchas en el tema salarial, que son necesarias pero no suficientes. Debieran encontrar otros modos de protesta que el simple paro que perjudica al alumno y convierte a los padres en rehenes. No aparecen de las organizaciones gremiales propuestas de cursos de capacitación, estudio, debate, etc.
Para ello “entonces todos los que formamos y forman parte de la escuela pública debemos encontrar formas dignas de lucha por los derechos que cada uno tiene pero esencialmente defendiendo con inteligencia a la escuela pública”. Porque los padres que tienen dinero resuelven por el lado de la escuela privada, pero ella no es mejor que la pública, sólo asegura más días de clases, pero ello no alcanza.
Preguntado el ministro de educación sobre las palabras de la presidenta que defendió la vieja escuela dijo: “Lo que ella quiso decir es que efectivamente el maestro no es lo mismo que el alumno. ¿Qué quiere decir hoy saber más? No es que sea el poseedor de la información, porque la información hoy se puede transmitir por muchas modalidades. Lo que el maestro tiene que saber más es en valores y tiene que transmitir algunos valores porque es el adulto y el alumno es el joven… El aprendizaje es asimétrico y esta verdad hay que sostenerla… Si queremos una sociedad justa tenemos entonces que traducir esta idea de justicia en términos concretos: tenemos que aprender a convivir con el otro, a resolver nuestros conflictos por vía no violenta, a respetar al diferente. Acá reside la diferencia con la escuela anterior”.
Si la presidenta y el ministro lo tienen claro, llegó la hora de las realizaciones. Pero la de todos: padres, hijos, maestros, funcionarios, dirigentes políticos, etc. Así será posible avanzar, caso contrario deberemos llorar sobre la leche derramada, pero asumir que hemos ayudado a derramarla.
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