Es necesario detenernos a pensar el contenido de las palabras que utilizamos en nuestra habla cotidiana. Prestando una atención especial en las que hacen referencia al quehacer político. Las palabras en las que me voy a detener en esta nota son dos: derecha e izquierda. Debemos señalar que la palabra derecha está asociada a lo correcto, a lo bien recibido, a lo que se debe acordar. De allí la expresión “hay que darle la derecha” queriendo significar que se le otorga razón o veracidad a lo afirmado; o “hay que andar por la derecha” lo que indica estar en lo correcto o por el buen camino. Por el contrario, la palabra izquierda parece referirse a lo opuesto. Alguien que no se comporta como es esperable “ha tomado por la izquierda”; el que compra ilegalmente lo hace “por izquierda”, o el que “trucha” una firma se dice que “firmó con la izquierda”, entonces queda asociada a lo falso. Si recordamos el idioma del Dante aparece la siniestra, de la que deriva lo siniestro y estamos ya en lo repudiable.
Por lo que vemos cada una de estas palabras contienen valores opuestos que definen lo que está bien o lo que está mal. Podríamos decir que se reservan para sí un valor moral sobre el bien y el mal. Se podría conjeturar que, si la mayoría de los humanos tienden a utilizar su mano derecha como la más hábil, y algo parecido sucedería con las regiones del cerebro, la izquierda sería menos hábil, es decir menos útil, lo que equivaldría a decir que quien no usa la derecha algo tiene que no anda bien. Dicho esto con todo respeto por los zurdos, me refiero a los que utilizan la mano o el pie izquierdo. Aunque, pensándolo un poco, se ha hecho famoso y muy respetable en fútbol el puesto de “el diez” que está colocado a la izquierda del ataque y por lo tanto debe ser ocupado por un zurdo. Y me viene a la memoria que Vilas era zurdo, que el pibe Messi también lo es, etc. Bueno serán excepciones que no atentan contra la sabiduría de la norma. Pero en el box los zurdos son los más peligrosos porque alteran la técnica de la defensa al pararse al revés de lo que “corresponde”. ¿Será de allí que viene el cuidado que hay que tener con los que cultivan la izquierda? Ya me desvié de lo que quería tratar.
El tema es la política. Hablar en política de las derechas y las izquierdas es una herencia de la Convención de la Asamblea francesa en la que ubicando a la presidencia en el centro del salón se sentaron a cada lado de ella unos y otros. Dándose la particularidad de que los “revoltosos” estaban a la izquierda y la “gente razonable” estaba a la derecha. Precisamente éstos eran los que se oponían a seguir cambiando el mundo porque lo fundamental ya se había logrado. La burguesía había desalojado del poder a la monarquía que era lo que se habían propuesto. Lo demás no era necesario: los derechos de la “gente de bien” ya se habían conseguido, pero la “chusma” pretendía más. Es decir, la misma historia de siempre.
Creo que, ahora que hemos podido desentrañar el más oculto misterio de porque unos son buenos y los otros son malos, es mucho más fácil entender la política en este mundo. Todo lo que está a la izquierda debe ser rechazado, salvo los que están en el centro-izquierda (debiéndose descifrar cuánto de centro y cuánto de izquierda tienen). Está también el centro-derecha (acá me parece más fácil saberlo, porque siendo la derecha lo correcto en todo caso sería lo casi correcto, que no está mal). Nos queda la derecha que no parece presentar problema alguno para definirla: debe ser mala porque nadie es de derecha. Por último, el centro que me cuesta pensarlo porque el centro debe ser el punto medio. Aristóteles lo definía como el ideal, claro que él no tuvo que pensar la política como nosotros, le tocó un momento más sencillo. Antes los esclavos eran esclavos y se terminó. Hoy todos creen que tienen derechos y es esto lo que complica las definiciones.
Si ser de izquierda se caracteriza por las demandas vociferadas y ser de derecha por el discurso razonable se podría resolver sin muchas dificultades el tema: con hablar bajo y pausado se adquiriría el derecho a la verdad. Sin embargo, parece que esto no alcanza para remediar la situación. Si tuviéramos una derecha vociferante, como había en otros tiempos, resolveríamos el asunto despreciando los extremos. Esto nos dejaría un espectro menos amplio que iría desde el centro-izquierda al centro-derecha, con lo cual los matices nos obligarían a hacer un análisis mucho más fino de las diferencias entre unos y otros. Puesto que de no hacerlo nos parecería que todos son lo mismo y dicen cosas semejantes.
Creo estar arribando a un pensamiento más sereno. Si la dificultad del análisis radica en lo fino de los matices el problema no radica en los políticos sino en un público que no es capaz de percibirlos con nitidez. Pero como es muy difícil asumir la culpa lo más sencillo es acusar a los otros y quedarnos en paz. No son los políticos los que no presentan un discurso comprensible y coherente, es la gente que no está en condiciones de entender lo expuesto. Por ello he oído a muchos políticos quejarse de la ignorancia de la gente cuando expone lo mejor para la sociedad y ésta no lo acompaña en sus propuestas. Cuando tengamos un público preparado nuestros políticos podrán resolvernos los problemas. Mientras tanto no nos quejemos, la culpa es nuestra.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
1 comentario:
querido ricardo, ahora me puse a pensar en la derecha y en los derechos, en the right para ambos.
pero claro, resulta que ahora todos se creen qe tienen los mismos derechos, jejeje, como decís vos...
saludos, ramón
Publicar un comentario