Hace unos seis meses escribí una nota en la que llamaba la atención del “distinguido público” respecto a las reflexiones, notablemente “sesudas”, referidas a las capacidades que podría tener una mujer, y no cualquier mujer, para ejercer la Presidencia de la Nación. Si la persona que estuviera en cuestión fuera Valeria Mazza (con todo respeto, como se dice cuando uno va a faltarle el respeto a alguien), o lo mismo da Moria Casán, etc. el tema podría ser sometido a debate. Si Gran Hermano y Tinelli tienen el público que tienen, si Macri ganó en Buenos Aires, uno debería aceptar que “hay gusto para todo”, como afirma la sabiduría popular.
Decía yo, en aquella oportunidad, que un debate de tal calibre debería imponerse la totalidad de la ciudadanía cada vez que enfrentemos una elección presidencial, y ¿por qué no de las otras? Sin embargo, hemos tenido cada presidente que “supimos conseguir” que no da para hacernos los inteligentes y exquisitos. Pero si saqué a relucir la cuestión de género es porque la candidata de aquel entonces estaba recibiendo un trato que no se le había dispensado a otras que también lo fueron y hasta a algunas de ellas que fueron elegidas. Ruego hacer un ejercicio de memoria histórica y colocar a cada quien en su casillero. Entonces, el problema residía para mí en las condiciones de cualquier candidato, por ello escribía:
“Por lo que creo que deberíamos centrarnos en qué piensa, qué dice que va a hacer, qué propone. Y cuando se escribe, se habla por radio o televisión, tanto sobre este tema lo que no aparece es lo que voy a proponer: a) que se le revise el “currículum” (o como se deba llamar) a todo candidato a la presidencia, b) que se le tome luego un test de inteligencia y un examen de conocimientos generales, c) que redacte ante un jurado, debidamente seleccionado, una mínima monografía sobre por qué cree que tiene condiciones para ser presidente, y d) que se habilite a presentarse a elecciones a los que hayan aprobado. Y dejemos de lado si es hombre o es mujer”.
Ha pasado el tiempo y aquella candidata se ha sentado ahora en el Sillón de Rivadavia (con perdón de la palabra). No sólo se ha sentado, antes de ello, ha tenido el coraje de dirigirse a la Asamblea Legislativa sin un papel en la mano e improvisar su discurso de asunción del mando, como le dicen. Y, para colmo, tuvo la osadía de improvisar una pieza oratoria de calidad tal que si fuera condición para sumir el sillón hubiera quedado vacante muchísimas veces. Y, para completarla, esa pieza oratoria tocó temas cruciales con una profundidad doctrinaria digna de más de una cátedra.
¿Por qué vuelvo sobre el tema de esta mujer? Porque debo decir, como viejo docente, que en un final yo le hubiera puesto 10 (diez) Felicitado! No faltarán las voces de siempre que me dirán “hablar es fácil”, el problema es si es capaz de hacerlo. Primero, debo decir a tal opinador que hablar no es fácil, si no póngase Ud. a hablar 45 minutos, con coherencia, con conocimiento del tema, con la certeza que sólo da la convicción profunda y luego seguimos avanzando. Segundo, lo que sea capaz de hacer sólo depende de ella en parte, la otra depende de todos nosotros. Pero si Ud. es uno de esos que va a la cancha de fútbol a criticar como juega su equipo y Ud. nunca patió una pelota, y sin embargo, ello no lo inhibe para que arme y desarme el equipo varias veces proponiendo idealidades irrealizables, todo lo que pueda hacer le parecerá defectuoso. No estoy seguro de haber sido claro. Bien: llegó la hora de que ella cumpla con lo dicho.
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1 comentario:
que bueno ricardo, como le serviría esta lectura a muchos habladores...
hablar no es fácil, menos cuando a ciertas palabras es difícil qu ese las lleve el viento. Estará en nosotros, es cierto, generar esa dificultad...
por otro lado, y un poco más poético, cómo me haces cagar de risa con tus ironías...jeje
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