La nota anterior puede servir de introducción al tema que voy a plantear ahora. El tema que está en el tapete de la información pública, que ha hecho correr ríos de tinta (con perdón por la vieja expresión) es el de la inflación de precios, sobre todo de aquellos referidos a la canasta de alimentos. Que éste es un problema serio no cabe duda alguna, pero es imprescindible colocar este tema dentro del contexto internacional para comprender mejor lo que está sucediendo, y que va a seguir por ese camino. Se puede leer en los medios especializados la gravedad del fenómeno.
Este tipo de malas noticias se pueden encontrar en todo el mundo: “Los altos precios de los alimentos parecen haberse adueñado de los mercados, por diversas razones, y permanecerán por un tiempo. El trigo y la leche han alcanzado récord históricos en el mercado internacional, el arroz se encuentra en el nivel más alto de los últimos diez años, el maíz y la soja también están por encima de los precios promedio de hace una década y la carne se ha disparado en muchos países. La era de la comida barata parece haber terminado”. Es evidente que la noticia merece ser tratada con toda seriedad y no convertirla en armas para la mediocre batalla política interna de nuestro país.
La demanda actual excede la oferta, y hay preocupación de una escasez inminente, en tanto que las reservas no son suficientes y algunos países restringen la exportación de alimentos. No es raro que los precios de algunos alimentos aumenten repentinamente, aunque luego declinen. “Esto se debe generalmente a que las cosechas se ven afectadas por sequías o por algún tipo de plaga. La actual sequía en algunos países productores de trigo es una de las razones del reciente aumento de este cereal. Sin embargo, esta vez parecen existir también factores estructurales y de largo plazo que sugieren que los altos precios de los alimentos se mantendrán o incluso continuarán aumentando”.
Tomar debida nota de esta información y colocarla en un plano de política de Estado permitirá salir del tire y afloje, de la discusión mal planteada con malas artes, para llevar aguas a distintos molinos. El primer dato es “el incremento de la demanda de alimentos en los países en desarrollo, debido al aumento de la población, los mayores ingresos y un cambio en las preferencias. China es un claro ejemplo, pero hay numerosos países donde la demanda está dejando atrás la oferta local, produciendo a su vez un aumento de la presión en los mercados internacionales. El segundo factor es el aumento de precio de los insumos para la producción de alimentos. El petróleo constituye un claro ejemplo: su precio se ha disparado alcanzando la semana pasada el récord de noventa y dos dólares por barril y algunos expertos predicen que alcanzará los cien dólares”.
Ese complejo de variables impacta en el precio de los alimentos al menos en dos formas: produciendo un aumento del precio de insumos como el combustible para los tractores y los fertilizantes, y también de los costos de transporte marítimo de los alimentos. El tercero es el auge de los biocombustibles, que está provocando que tierras que podrían utilizarse en la producción de alimentos sean usadas para cultivos destinados a la producción de combustibles.
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