Las consecuencias de este proceso no perdona al mercado interno norteamericano: «C. Ford Runge y Benjamin Senauer, dos distinguidos académicos de la Universidad de Minnesota, en un artículo publicado en la edición en lengua inglesa de la revista Foreign Affairs, cuyo título lo dice todo: “El modo en que los biocombustibles podrían matar por inanición a los pobres”. Los autores sostienen que en Estados Unidos el crecimiento de la industria del agrocombustible ha dado lugar a incrementos no solo en los precios del maíz, las semillas oleaginosas y otros granos, sino también en los precios de los cultivos y productos que al parecer no guardan relación. El uso de la tierra para cultivar el maíz que alimente las fauces del etanol está reduciendo el área destinada a otros cultivos».
Como tampoco puede sustraerse el resto del mundo de lo que ocurre en ese país: «Al estallar la burbuja inmobiliaria, entre 150.000 y 270.000 millones de dólares se lanzaron a especular con los precios a futuros (commodities) de las materias primas agrícolas (fuente: la consultora norteamericana Lehman Brothers), en los últimos meses de 2007. En el primer bimestre de 2008 la especulación sumó otros 40.000 millones de dólares más. Por el contrario, en el año 2000 tan sólo 5.000 millones de dólares especulaban con los precios de los alimentos. Con el estallido de la burbuja inmobiliaria a partir de agosto 2007, pues, muchos capitales especulativos se han trasladado del “ladrillo” a los futuros de los precios de los alimentos. Y estos precios se han disparado. Estas operaciones tienen su centro en Chicago. Y en una sola entidad: el Chicago Board of Trade (Bolsa del Comercio de Chicago), la mayor bolsa del mundo en compraventa de commodities. La mayoría de las cosechas de los próximos años ya están cotizadas a futuro como commodities y, lógicamente, a precios cada vez más altos”.
Ante un mercado internacional tan despiadado, en el que un dólar vale más que la vida de un niño, debemos sacar las consecuencias posibles que pueden arrastrarnos en nuestro país. Toda la discusión, cansadora ya, sobre el tema campo esconde, como dije anteriormente, una discusión muy dura sobre cómo distribuir las riquezas y de allí se desprende un primer borrador sobre el país que debemos construir entre todos. Dentro de ese debate en el que se plantea la inseguridad alimentaria deberíamos recordar nosotros otra inseguridad que nos atemorizó desde los títulos de los diarios: la inseguridad social. Aquí viene a cuento una advertencia que la presidenta le hizo a los poderosos del mundo, en la reunión de la FAO en Roma, pocos días atrás:
«Creo entonces que esto obliga a soluciones diferentes y a una apertura de cabezas, fundamentalmente en el diseño de estrategias eficaces, eficientes, no solamente en el corto plazo sino en el mediano y largo plazo para hacerlas sustentables, porque la política es resultado, más allá de las intenciones. Todos podemos tener las mejores intenciones, pero al cabo de un tiempo tenemos que ver si esas políticas que aplicaron tuvieron buenos resultados. Si no tuvieron buenos resultados, más allá de las intenciones, más allá de los objetivos, que pueden haber sido los mejores del mundo, las políticas han sido ineficaces e ineficientes. Ustedes, todos hombres y mujeres de la política, saben que en definitiva el éxito de esto tiene que ver con los resultados concretos.
Por eso creo que es muy positivo lo que hemos hecho hoy, un abordaje de distintas perspectivas, muchas veces visiones que parecieran antagónicas, pero que estoy segura que con inteligencia y con apertura podemos articular estrategias concurrentes para los fines que es tener un mundo más seguro. Porque la seguridad no se logra únicamente con estructuras militares, está visto esto claramente. La seguridad en el mundo va a tener andamiento en serio cuando podamos asegurar una vida digna a todos y cada uno de los ciudadanos de este mundo. Esta es la verdadera seguridad, por lo menos la que nosotros concebimos como la más eficiente y la más duradera». Los subrayados son míos, porque dan para pensar.
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