El lector deberá saber disculpar el lenguaje un tanto técnico que se viene utilizando. Pero creo que es de tal importancia que el “hombre de a pie” (expresión tantas veces utilizada) pueda adentrarse y comprender los mecanismos siniestros de un sistema que goza todavía de una muy buena reputación. Esto es el resultado de un enorme aparato propagandístico a su servicio y de la corrupción de los comunicadores que ocultan toda esta información. Por ello, permítanme avanzar.
Las empresas multinacionales recibieron una ayuda financiera que rozaba la locura, fuera de toda prudencia, por parte de los mayores bancos de Wall Street con el solo propósito de acumular enormes honorarios al avalar la emisión de acciones, los bonos, las fusiones y las adquisiciones de otras empresas. Nos orienta Brenner: «Si las compañías usaban los servicios de inversión de los bancos, tendrían acceso a un número mayor de préstamos. Se aseguraron también una asistencia inestimable de los “analistas bursátiles” de los bancos, quienes anunciaban las expectativas de beneficios empresariales al público a fin de que éste invirtiera en la Bolsa y así subieran las acciones. Y nada se diga de los auditores manifiestamente “independientes”, quienes se convirtieron en los consejeros de inversión de las empresas mientras se suponía que inspeccionaban sus cuentas. No hay que pasar por alto el papel desempeñado por el gobierno de los EEUU a la hora de facilitar el camino para que florecieran estas empresas que practicaban la creatividad contable».
¿Cómo ayudo el gobierno en estas maniobras especulativas: «Esto empezó hacia 1980, cuando, con el explícito propósito de restaurar el poder y los beneficios de un sector financiero que había recibido un duro golpe con la inflación descontrolada y la baja demanda de créditos de los 70, el gobierno federal desmanteló sistemáticamente el sistema de regulación financiera que había sido instaurado bajo el New Deal , en la estela de la última gran burbuja y consiguiente bancarrota. Al derogar las regulaciones y las normas que habían sido diseñadas para prevenir precisamente el tipo de corrupción y conflicto de intereses que ahora ha hecho su reaparición, el gobierno obtuvo un éxito más allá de todo lo que podía haber soñado: hacia el 2000, los beneficios del sector financiero, medidos como porcentaje del total de beneficios empresariales, alcanzaron un máximo histórico del 20%». Debe subrayarse: la famosa libertad de mercados sirvió para dar rienda suelta a las peores intensiones que no se detienen en “detalles” tras la obtención de “buenos negocios”.
En la medida en que la realidad de los beneficios decrecientes se impuso gradualmente entre 2000 y 2001, las acciones se desplomaron, los inversores se pusieron en estado de alerta, y las acciones cayeron un poco más todavía. Para entonces, el efecto riqueza del mercado de valores se invirtió: la demanda empresarial de préstamo y la emisión de acciones se estaban agotando, la inversión en nuevas plantas y equipamiento estaba en declive, el desempleo estaba en alza, la economía languidecía en la recesión, y el colectivo de dirigentes de la América corporativa seguía sonriendo como si nada a la banca. Lo que puede sorprender, pero tiene su explicación, es que se violen todas las reglas de la sana economía y se espere que el sistema siga funcionando bien. Parapetados tras el dogma de la libertad de mercado los piratas se dedicaron a saquear, pues esto lo que saben hacer. Y el coro de los “analistas, “economistas mercenarios”, “comunicadores bien rentados” se dieron a la tarea no sólo de ocultar qué estaba pasando en realidad sino, lo que es peor, alabaron las grandezas de una economía que crecía como una pompa de jabón.
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1 comentario:
muy interesantes los trabajos,tendriamos que analizarlos desde una postura critica. . .
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