viernes, 1 de febrero de 2008

El ciudadano pasivo

Las quejas respecto del estado actual de cosas no se correlaciona con el compromiso a cambiar el mundo. Es evidente que falta la voluntad colectiva para realizarlo. Creo necesario pensar en las circunstancias que condicionan esa voluntad. Veamos, entonces, algunos aspectos que son necesarios considerar para abrir caminos.
El desentendimiento que ha experimentado el ciudadano de “a pié” respecto de sus responsabilidades políticas encuentra algunas razones en la “profesionalización” del político, que ha convertido esa tarea en “cosa de especialistas”. Se agrega a ello el peso exorbitante que la economía se ha atribuido en el tratamiento de los temas públicos, al punto de que pareciera que son decisiones exclusivas de ese ámbito del pensar y del hacer. Este sometimiento encuentra culpas notorias entre los mismos actores políticos, dado que se han dejado subordinar al imperio de “los factores económicos”. Aquella acusación que los liberales decimonónicos le hacían al marxismo, de pensar sólo en términos “materiales”, deberíamos hacérsela hoy a los defensores del “mercado”.
Desde Aristóteles a Maquiavelo, y tal vez hasta el siglo XIX, la política fue el terreno en el que se dirimían las enfrentadas voluntades, la de los poderes que se proponían trazar un destino, abrir un futuro y definir la marcha de los asuntos del Estado. El avance del poder de las burguesías de los siglos XVII y XVIII fue otorgándole un tono diferente, cada vez más marcado, a la necesidad de introducir los intereses económicos en la fijación de las políticas de estado. Hasta que esas necesidades se impusieron imperialmente en el pensamiento desplazando a la política del centro de decisión. Todavía en el siglo XIX algunos liberales continuaban reclamando esa prioridad de la política.
El hombre del siglo XX asistió al desmadre de los intereses económicos y a su asalto al poder en el último cuarto de siglo, poder que se iba transnacionalizando a pasos agigantados. Todo este proceso tuvo como correlato la total desvinculación del ciudadano de las decisiones fundamentales de las comunidades políticas, sobre todo cuando sintió, descarnadamente, que esas decisiones se tomaban en algunas cúpulas de poder ahora desterritorializadas. El mundo del poder, económico y financiero, pertenecía a los “elegidos” del Dios Dinero. Los adeptos a esta religión se fueron convirtiendo en masas anónimas, seducidas por los paraísos ofrecidos por las técnicas publicitarias, sin percibir que “sólo unos pocos elegidos” accederían a ese cielo. Así, el ciudadano convertido en consumidor se fue alejando de la política, por ser un instrumento ineficaz, para rendir culto a las cotizaciones bursátiles, las variaciones cambiarias y las tasas de interés. Roma y Jerusalén fueron desplazadas por Wall Street. El triunfo, primero en el campo de batalla de los negocios, se coronó con el triunfo final en el campo de las conciencias.
Entonces...?
Hablaba, al comenzar, de “falta de voluntad colectiva”, es que está totalmente abotagada por la borrachera del dinero, del triunfo fácil, del éxito inmediato, de los caminos oblicuos. Pero “muchos son los llamados, pero pocos los elegidos”. Debe aparecer, necesariamente, el tema de los valores. Debemos como comunidad política replantearnos qué queremos ser, ubicarlo luego en el contexto del mundo actual, no para renunciar a algunos de esos valores, sino para trazar los caminos y los tiempos de su realización. Esto presenta hoy una dificultad mayor que en otras épocas. Porque hoy el tiempo parece tener muy corta duración: lo que no es posible ser conseguido ya, o dentro de unos minutos, se convierte en un “imposible” o en un “no deseable”. Se le ha otorgado estatus de “utopía irrealizable” a cualquier idea que requiera tiempo, esfuerzo y perseverancia para su realización. Porque ello impone la necesidad de la organización de las voluntades y el consenso en los cuándo, los cómo y los por qué. Pero hemos sido convencidos que los únicos caminos transitables son individuales. El individuo reemplazó a la persona.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Estimado:
Realmente muy acertado el análisis que ha efectuado. Me ha recordado algunos aspectos que desde mi ámbito, el de la docencia, he tenido que tener en cuenta. La pasividad se ha vuelto una constante, tanto como la falta de "cultura del esfuerzo". Supongo que la segunda, llevó a la primera. La prolongación de esta cultura, ha dado como resultado una inactividad en cuanto a trabajar por lograr objetivos a largo plazo.
De todos modos, a pesar que el cambio de "rol" o de perspectiva que ha sufrido la política, debe y sólo puede revertirse desde la misma política. Por el accionar de sus mismas partes, a modo de revolución que cambie la lógica de los antecedentes. Pero eso, creo, sólo se dará cuando surja un movimiento genuino, quizás salido de algún blog como éste.
Felicitaciones por sus ideas.:
Silvio