En una nota anterior abordé el tema de la relación de la información concentrada en pocas manos y su influencia en la opinión pública. Al respecto cité al sociólogo Lucas Rubinich, Director de la carrera de Sociología de la UBA, apelando a su autoridad académica: «Uno de los grandes problemas que pueden llegar a tener los partidos populares que gobiernan es su dependencia de un sistema monopólico de medios, que tiene una influencia más que significativa en la construcción de ciertas visiones del mundo. Obviamente, no son culpables de todo lo que pasa, pero en una situación de extremo deterioro de los partidos políticos, de fragmentación social, que uno se encuentre por el otro lado con monopolios de medios de comunicación masiva, que tienen una mirada más o menos común acerca del status quo mundial, es realmente un contrincante político más que importante y a tomar en cuenta”.
Hace unos días el Director de la carrera de Ciencias de la Comunicación de la UBA, Alejandro Kaufman, decía: «Los medios hegemónicos exhibieron con naturalidad expresiones y actitudes incompatibles con la convivencia social, cuya continuidad y expansión sólo podría llevar al desastre. Como los medios hegemónicos lucran con la inminencia de la catástrofe, se trata de una política mediática destinada a provocar pánico e inquietud en la población». Compara las consecuencias del famoso programa de radio de Orson Welles con el modo de informar respecto de lo que se llamó “paro del campo”, que ni fue paro ni fue de todo el campo.
Aparece en estos días la noticia de que existe un Observatorio de Medios en la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la UBA, noticia vieja porque lleva un tiempo largo en su tarea de analizar los medios y sus modos de informar. Dice Kaufman: «La participación de las universidades públicas tiene como finalidad establecer cierta garantía de ecuanimidad, porque se basa en convocar a instituciones autónomas, con gobiernos propios, elegidos por los claustros, y objeto de discusión en las propias universidades». La tarea de análisis de la información se ha venido realizando, desde hace ya años desde diferentes cátedras, como parte ineludible de la formación de un futuro comunicador. Si eso no se hiciera ¿dónde debería hacerse? «La crítica al rol de los medios forma parte de la libertad de expresión. Los medios elaboran un producto público, destinado a acceder a las conciencias de toda la población. Un observatorio observa lo mismo que todos los espectadores. La única diferencia es que lo hace con otra mirada, antes que nada sustraída a la fascinación que los medios inevitablemente producen».
En una clara alusión a la reacción del Grupo Clarín dice: «Eso es lo que molesta tanto, que se difunda un discurso crítico, que la hegemonía inapelable de los medios se ponga en tela de juicio, que se haga desde afuera de ellos lo que la mayoría de ellos no hace, que es examinarse a sí mismos». Y agrega: «Una libertad de expresión anclada en la libertad de empresas concentradas dista mucho de garantizar el ejercicio pleno de ese derecho básico». Entonces, ¿cuál es el verdadero debate en el que estamos metidos? Lo que quedó expuesto es que lo que no se tolera es que sean observados por instituciones legitimadas democrática y académicamente, cosa que los medios no lo están. Ese tipo de instituciones nos protege de los monopolios contra lo que se exige: la libertad del zorro dentro del gallinero.
Esta concentración hizo sentir todo su poder con el silencio que le impuso al informe de la UBA sobre la conducta de esos medios en los hechos de los más de veinte días de piqueteros cortando las rutas. Recomiendo la lectura de ese informe.
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