También encontramos en Aristóteles el aporte de un concepto de pleno uso hoy, aunque no con el mismo contenido. La economía era la ciencia de la administración del hogar (oikos=casa, nomos=normas). Esta distinción respecto de la política tuvo como necesidad separar dos modalidades de la actividad de aquella época. La vida pública que se debía regir por las reglas de la política y la vida privada que se debía regir por las reglas de la economía. Debe aclararse que en una etapa primaria de la comunidad la producción de los bienes necesarios se realizaba en el seno del hogar. Claro que el hogar era una institución mucho más compleja que el de nuestra familia moderna. Tener la vida familiar y la producción de bienes en un mismo lugar suponía una organización con funciones y especializaciones bien definidas.
La economía, entonces, era la ciencia que estudiaba el buen funcionamiento de la casa, por lo tanto sus objetivos eran la satisfacción de las necesidades de los componentes de la familia. Por ello afirma que hay criterios fundamentales: «No hay para qué decir que se debe poner mayor cuidado en la administración de los hombres que en la de las cosas inanimadas, en la perfección de los primeros que en la perfección de las segundas, que constituyen la riqueza». Tomemos nota del orden jerárquico que se presenta en la administración: primero los hombres y su perfección, luego las cosas, que son las que componen la riqueza. La riqueza es sólo una consecuencia de la buena administración, pero no es un objetivo a alcanzar. Un señalamiento más en Aristóteles respecto de la moderna ciencia económica: la economía está subordinada al bien de la casa y primero al de sus habitantes, por lo tanto la economía está subordinada a la ética.
Muchos siglos después, ya lejos de esas subordinaciones éticas, el Premio Nobel de Economía Paul A. Samuelson, de lectura obligatoria para todo estudiante de la especialidad, puede definir esta ciencia como: «El estudio de como los hombres y la sociedad deciden, con o sin la utilización del dinero, emplear recursos productivos escasos, que podrían tener aplicaciones alternativas, para producir diversas mercancías a lo largo del tiempo y distribuirlas para el consumo, ahora y en el futuro, entre diversas personas y grupos de la sociedad». Posteriormente la ciencia económica se librará del tema de los “recursos escasos” y se centrará en la «renta del capital». Debemos notar que la economía que se piensa, se practica y se enseña está atravesada por la contaminación de conceptos de la ciencia de la administración, puesto que la rentabilidad está estrechamente ligada al funcionamiento de la empresa. Ahora debemos pensar en los conceptos de la economía como condicionantes del pensamiento político.
Nos encontramos, entonces, ante el concepto de mercado. Max Weber nos dice que: “la comunidad de mercado, en cuanto tal, es la relación práctica de vida más impersonal en la cual los hombres pueden entrar, porque es específicamente objetiva, orientada exclusivamente por el interés en los bienes de intercambio”. Rescato de esta definición dos ideas: más impersonal, significa el mercado no reconoce personas, sólo funciones de mercado, el que vende y el que compra; orientada exclusivamente por el interés en los bienes de intercambio, las relaciones entre los hombres han dejado atrás el bien común, ahora rige el interés en los bienes, lo secundario que decía Aristóteles. La norma moral desapareció, fue reemplazada por la regla mercantil: el lucro. No sé por qué he llegado a estas reflexiones si mi punto de partida era Aristóteles, debe ser porque me embarga una melancolía al verme atiborrado por tanta chatura, exhibida como inteligencia. Ver en los medios de comunicación a sabihondos predicando verdades irrefutables con la certeza que sólo los necios pueden exhibir.
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