Están corriendo ríos de tinta (si se puede seguir diciendo así) por el mundo hablando de la crisis financiera. De la que se habla mucho menos o, por lo menos, no con toda claridad es de por qué se produjo esta crisis. La Argentina de otros tiempos publicaba estafas que se las conocía como “el cuento del tío” o el cuento de “la billetera extraviada” (sólo apto para mayores que puedan recordar). En estas estafas eran candidatos a caer gente muy sencilla e ingenua: Pero Gardel cantaba hace ya tiempo “se acabaron los otarios, de esos que en un tiempo había”. Pero la tecnología que todo lo puede nos ha brindado modos muchos más sofisticados de estafar: las hipotecas subprime. Se parecen a aquellos “cuentos” porque es como si nos vendieran un sobre cerrado diciéndonos que contiene billetes cinco billetes de cien dólares.
Para nuestra tranquilidad viene sellado por una empresa que garantiza su contenido. Las hipotecas son parecidas a ese sobre. La diferencia radica en que en su interior hay documentos complicados, difícil de entender, que quien los adquiere no sabe muy bien qué está comprando, aunque sea un profesional del tema. El asunto es que a él no le importa lo que compra y vende puesto que su negocio está en la diferencia de precio, siempre habrá un codicioso que comprará y se la venderá a otro.
El problema hay que centrarlo en esas agencias que ponen el sello AAA, que otorga seguridad máxima. Esas agencias también ponen un sello que se llama “riesgo país” y certifican el riesgo que pueden presentar los países que ellas juzgan. Mientras el sobre se fue pasando de mano en mano todo funcionó aparentemente bien. Los problemas comenzaron cuando a alguien se le ocurrió abrir el sobre y se dio cuenta de que, en realidad, contenía sólo recortes de diario. Esto desató el escándalo, entonces todos los que tenían ese tipo de sobre sellado quiso deshacerse de ellos, pero no encontraron a nadie que quisiera comprarlos. Es allí que aparece papá Bush y dice “yo me hago cargo” y puso un cheque por 700.000 millones de dólares.
A esta altura cabe preguntarse “¿por qué lo hizo? ¿a quién quiso salvar?” Dado el papel que han jugado en esta crisis las agencias que miden riesgos, los bancos y financieras (muchos de sus amigos trabajan allí o vienen de allí p. ej., el Sr. Paulson)), puede pensarse que quiso salvarlos, porque de los pobres no se ocupa. Todas esas instituciones están siendo miradas e investigadas por el FBI. Partiendo de esas investigaciones un órgano consultivo de la Comisión Europea (el CESR, The Committee of European Securities Regulators) ha publicado en febrero del presente año un informe, basado en un estudio empírico, que expone claramente cuáles son las sospechas que planean sobre estas agencias.
El Dr. José A. Estévez Araújo, de la Universidad de Barcelona dice: «En primer lugar, el informe constata que estas agencias juegan hoy día un papel cada vez más importante como consecuencia del incremento de los productos estructurados. Estos productos financieros son tan complejos que los inversores no tienen ni el tiempo ni los expertos necesarios para determinar el grado de riesgo que suponen. Por eso “el mercado” depende cada vez más de las calificaciones que les otorgan estas agencias... el volumen de este tipo de productos ha crecido exponencialmente en los últimos cinco años. En Europa, el total de los productos financieros estructurados ascendió a 450 mil millones de euros en 2006 y el informe estima que creció un 70% en la primera mitad del año 2007. Las agencias obtienen en la actualidad en torno a la mitad de sus ingresos de la calificación de este tipo de productos».
El principal problema que plantea este modo del control, según el informe, es el conflicto de intereses en que incurren (por decirlo de forma suave) «debido al hecho de que asesoran a las mismas entidades cuyos productos tienen que calificar (y que les tienen que pagar por realizar la calificación). Con lo cual, más que controlarlas, lo que parece que hacen es aconsejarles cómo deben presentar sus productos para poderles dar la máxima calificación posible». Es el zorro cuidando el gallinero.
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