jueves, 16 de abril de 2009

¿Dónde está la puerta de salida? VII

Finalmente debo encarar una respuesta a la pregunta que encabeza estas notas. Para lo cual sigo en la misma línea de lo que venimos leyendo en Borón. Y en este sentido pareciera que lo más novedoso para decir es lo más antiguo en la historia del hombre. Desde la mítica figura de la lucha entre David y Goliat, entre pueblos pequeños, aparentemente débiles, que deben enfrentar a los poderosos, la estrategia y las tácticas a desarrollar deben partir de la inteligencia, la astucia, y la recuperación de la experiencia histórica. Este enfrentamiento entre fuerzas dispares era un capítulo en blanco en los manuales de guerra clásicos. En las últimas décadas este vacío fue completado tomando aprendizaje de las derrotas militares de China, Corea y Vietnam, en las cuales fuerzas militares imperiales técnicamente poderosas fueron derrotadas por pueblos aparentemente débiles. Las fuerzas vencedoras combatían en sus propios territorios, apoyadas por sus pueblos.
En las dos décadas que siguieron a la última posguerra las academias militares incorporaron el estudio de lo que se denominó la “guerra asimétrica”. Este tipo de guerra no era una novedad, por ello hablé de la hazaña de David, el aparentemente débil, porque presenta un mito que recoge la experiencia de aquellos pueblos que sufrieron la opresión de los imperios y que los enfrentaron con éxito. Todo ello ya había sido teorizado por un filósofo guerrero chino, Sun Tzu, que vivió hace más de dos milenios y medio, cuyos escritos fueron recopilados con el título El Arte del Buen Guerrear. Sus enseñanzas se sintetizan en esta máxima: «Es mejor ganar sin luchar». Este pequeño librito fue un manual de lectura casi obligatoria en el derrotado Japón de posguerra, cuando se pasó de una cultura feudal guerrera a una cultura empresarial. En la película Wall Street de Oliver Stone, el poderoso financista Gordon Gekko (Michael Douglas) le dice a Bud Fox (Charlie Sheen) un joven ambicioso, que los negocios se basan en Sun Tzu básico.
En la introducción de este librito Thomas Cleary, profesor de Harvard, dice: «El arte de la guerra no es pues solamente un libro que trata de la guerra, es sobre todo un instrumento para comprender las verdaderas raíces del conflicto y de su resolución». Es decir, su lectura atenta brinda una profunda reflexión sobre los caminos posibles para lograr una liberación. En un lenguaje oriental, que exige algún esfuerzo para nuestra mentalidad occidental, dice: «que cuanto menos se necesita algo o a alguien tanto mejor; este arte requiere la estrategia para tratar la ausencia de armonía [léase conflicto] para lo cual el conocimiento del problema es la clave de la solución». Esta sabiduría parte de la certeza de que hay que convertir el conflicto en algo totalmente innecesario. Para ello Sun Tzu dice: «Por lo tanto, calcula sirviéndote de los cinco elementos y utiliza estos criterios para comparar y establecer cuál es la situación. Los cinco elementos son: el camino, el clima, el terreno, el líder y la disciplina».
Más adelante aclara: «El camino significa inducir al pueblo a que tenga el mismo objetivo que sus dirigentes para que puedan compartir la vida y la muerte sin temor al peligro». La primera idea que se nos cruza es que estamos muy lejos de ello. Es cierto, pero si no nos convencemos que la unidad de los que pretenden la liberación es condición indispensable seguiremos en los debates estériles que nos dividen. La unidad da una fuerza importante y los poderosos del mundo, a través de los medios de comunicación, nos fragmentan a partir de cuestiones menores y secundarias.
Volvamos ahora a Borón: «Estamos en presencia de una crisis que es mucho más que una crisis económica, o financiera. Se trata de una crisis integral de un modelo civilizatorio que es insostenible económicamente, por los estragos que está causando; políticamente, porque requiere apelar cada vez más a la violencia en contra de los pueblos; insustentable también ecológicamente, dada la destrucción, en algunos casos irreversible, del medio ambiente; e insostenible socialmente, porque degrada la condición humana hasta límites inimaginables y destruye la trama misma de la vida social». Tomar conciencia, individual y colectiva, de ello es la primera condición para comenzar algún atisbo de organización social que nos permita enfrentar la búsqueda de una salida.

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