jueves, 14 de junio de 2007

La vaca científica

Cuando yo era chico (ruego no preguntar cuánto hace) se cantaba una canción que decía: “Tengo una vaca lechera, no es una vaca cualquiera”, y en aquella época no alcancé a comprender la profundidad de esta letra. Era entonces mucho más ingenuo de lo que soy hoy (¡Todavía?). Creo que pensé que se trataba de una simple canción para chicos. Hoy, después de haber ido a la universidad, de haber estudiado algunas cosas y haber entrado en contacto con la hermenéutica, puedo comenzar a comprender cuanta sabiduría encerraba aquella letra.
Todo esta reflexión, que algunos calificarán de chabacana, tal vez con razón, pero por el mismo efecto de los años me cuesta mucho distinguir lo banal de lo importante. En mi cabeza todo se mezcla “como en la vidriera de los cambalaches”. Ya me perdí. ¿Qué era lo que quería decir?... Ya me acordé, el tema era la vaca. Decía Marx: “A primera vista, parece como si las mercancías fuesen objetos evidentes y triviales. Pero, analizándolas, vemos que son objetos muy intrincados, llenos de sutilezas metafísicas y de resabios teológicos”. Pues bien, no tengo la menor duda que lo mismo pasa con la vaca. ¿Estarán pensando que me piré otra vez?, no lo creo, Permítanme avanzar.
Las vacas no sólo son objetos metafísicos, son sujetos de un pensamiento muy cultivado. Si en el siglo XIX (les aseguro que yo no estaba) se podía llegar a las conclusiones que hemos leído sobre la mercancía, que es un objeto inerte, podríamos contestar desde la vaca, siguiendo a Calderón de la Barca: “¿Y teniendo yo más vida tengo menos libertad?”. Y no sólo libertad, sino una capacidad nada despreciable para analizar la realidad que la rodea. Es muy probable que esto sea el resultado de las innumerables veces que el hombre de ciencia ha metido la mano entre los genes. Y como se sabe las consecuencias de las mutaciones pueden ser imprevisibles.
Bien, de eso se trata. Se ha conseguido una vaca economista, analista del mercado, con una agudeza envidiable para detectar dónde está el mejor negocio. Y con una objetividad, que debiera envidiar tanta gente, definió cuál era su mejor oportunidad. Se paseó por las góndolas de los supermercados, hizo una comparativa de precios y decidió su estrategia. Si dar leche de segundas marcas rinde una utilidad muy baja, si la leche en polvo, en cambio, se cotiza muy bien en el mercado internacional, la decisión es muy clara “voy a dar leche en polvo”. Vamos tras la mayor rentabilidad. Se me dirá ¿cómo y los chicos pobres? Señores, por favor, no es suficiente con que tenga una envidiable capacidad de análisis, pretenden además que se conduela por lo niños. Pero si ni siquiera los “hombres de números”, los políticos, los funcionarios hacen eso ¿cómo pedirle a una vaca que lo haga? Es un despropósito.

1 comentario:

ramon dijo...

...quedate tranquilo ricardo, que yo también escuchaba esa canción cuando era pibe, y recién voy por un cuarto de lo que pienso estar por acá...
ramón.