El 28 de Junio se ha convertido en una fecha que me hace recordar bastante al 11 de Setiembre. La nuestra ha comenzado a mostrar una carga simbólica similar a la del norte, al punto que ya se la cita como 28J (tal como el 11/9). Para un observador extra-terrestre el asunto sería difícil de comprender. Para avanzar hagamos un juego de ciencia ficción: supongamos que no existieran los medios de comunicación y preguntémonos cómo hubiera sido el lunes 29 y qué hubiéramos estado pensando. La diferencia es el plus de carga simbólica que le han aportado esos medios: ¡La derrota!
Esto no significa que no ha pasado nada, sólo pretendo colocar nuestra capacidad de comprensión un paso más atrás de la agenda mediática para poder pensar con mayor libertad. Una de las cosas que se me presenta, entonces, es poner en un juego de pantalla partida (tal como usan y abusan ciertos canales) de un lado qué estoy pensando respecto de lo que pasó y en el otro qué va apareciendo en lo que me dicen qué pasó. Lo primero que yo observo es que ha sido un rudo revés para el gobierno, pero inmediatamente me digo si esos dos puntos de diferencia hubieran estado a favor de Kirchner no hubiera habido derrota. Pero, en realidad qué hubiera cambiado. Me contesto poco y nada. ¿Entonces? ¿Puede ser que dos puntos de diferencia conviertan a nuestro país en un campo de batalla, de dimes y diretes en los que no está exento el gobierno? ¿Tanta es la superficialidad y chatura de la política actual?
Sin embargo, la tan mentada “derrota” aparece como una bandera que enarbolan los sectores más concentrados y privilegiados de la economía nacional. Para quien siga con atención la información pública podrá hacer una larga lista de los reclamos de las patronales, al mismo tiempo que éstos niegan la posibilidad o la necesidad de recomponer la retribución de los que trabajan.
Comparto la afirmación que hace Edgardo Mocca cuando dice que la verdadera victoria se la llevaron los medios que lograron instalar una forma de pensar: «Una corriente de opinión ampliamente predominante en los medios de comunicación y muy influyente entre los analistas políticos tiende a interpretar los conflictos políticos nacionales de estos últimos años en términos de estilos y procedimientos institucionales. La constelación de analistas que tienden a pensar la política en un vacío de intereses, valores y actores colectivos no se limita, como podría suponerse, al territorio del neoliberalismo. Por el contrario, la crítica a los determinismos economicistas por parte de segmentos del pensamiento progresista ha devenido negación de los vínculos de la política con el ambiente en el que se desarrolla, es decir con la economía, las prácticas sociales y la cultura».
Este trastrocamiento de valores, de representatividad, de modos de hacer referencia a los diferentes actores conlleva una carga de valores y dis-valores que con el solo modo de nombrarlos ya se está juzgando. Hugo Moyano no es nombrado, por lo general, como el Secretario General de la CGT, es decir el representante institucional de los trabajadores, siempre su nombre va acompañado de un adjetivo que acusa. Por el contrario al Sr. Hugo Biolcati se lo nombra en su condición institucional de Presidente de la Sociedad Rural, pero nunca se hace referencia a que es un gran terrateniente y que pertenece a una institución con una muy triste historia.
De modo que el tan mentado diálogo se debe dar con gente que no tiene historia, lo cual limpia su “prontuario” político (además de algún otro que nunca salió a la luz). Hay mucha ingenuidad en el público que conforma ese concepto abstracto: la opinión pública. En el caso de los ruralistas aparecen como los representantes del “campo”, otro concepto abstracto (¿de qué parte del campo?)
Esto lo lleva a Mocca a decir: «Podría llamarse a este fenómeno en desarrollo la “doctrina del malentendido”. Los sectores sociales chocan, la política se “crispa” y florece el disenso porque no hay una comunicación cabal e inteligente de los puntos de vista en disputa. Todo a causa de la demagogia, el espíritu confrontativo y la obsesión ideológica del grupo gobernante. En esa clave fue obstinadamente interpretado el conflicto agrario que estremeció al país el año pasado y que fue un condicionante decisivo del nuevo escenario político consagrado por la reciente elección legislativa».
Estos son los actores reales del diálogo que no aparecen con una actitud de disponibilidad para oír y escuchar, hacen saber por los medios cuáles son las condiciones que debe tener el diálogo. Debería decirse entonces que lo que se quiere en un “diálogo condicionado”. Esta es la realidad, no van a conversar, van a exigir. Si la derrota se mide por la cantidad de votos ¿cuántos sacaron los dirigentes ruralistas?
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