Las personas padecen las consecuencias de esta etapa de la vida social en la cual las presiones son tan fuertes que cada quien se encuentra mal equipado para dar respuestas o soportarlas del mejor modo. Pero, la observación aguda del especialista detecta algo más profundo: «Si escuchamos bien a estas personas descubrimos siempre una ausencia de proyecto, una amenaza al futuro, un riesgo en el presente, una incertidumbre sobre el devenir de sus relaciones de empleo, de pareja, de residencia, de su economía. Vale entonces ocuparnos de las dos pasiones ligadas al futuro, el miedo y la esperanza, para entender su presencia actual en la vida de todos, o mejor dicho, de casi todos». El Dr. Galende nos propone ubicarnos en un intersticio social, que se abre entre el actor social y el mundo, en el que se manifiestan esas interrelaciones para analizarlas cómo se van dando.
«Nos son conocidas aquellas pasiones que ligan al hombre con su pasado: el resentimiento, la nostalgia, el rencor, que explican sus dificultades con el presente en quienes los padecen. Se trata de pasiones diferentes a las que provienen del presente, cuya inmediata certeza nos produce tristeza, dolor, alegría, odio, amor o placer. Siendo tan presentes en nuestra vida, no se reconoce tanto a las pasiones que nos dominan sobre el incierto futuro: el miedo y la esperanza. El miedo es esa angustia provocada por algo incierto o amenazante, algo extraño que puede alterar nuestro presente ya que parece anunciar un mal inevitable. Siempre subyace al miedo la amenaza de la aniquilación y de la muerte. En oposición, la esperanza consiste en esa alegría o placer de imaginar sobre lo incierto del futuro el anhelo de algo mejor al presente, tiene siempre un sentido de promesa, y respecto de la vida y su finitud, un sentido de salvación». Es habitual atribuir estos estados de conciencia a problemas de índole estrictamente personal, resultado de sus propias biografías, totalmente separados del contexto social en el cual se producen. Cada persona es, sin lugar a dudas, resultado de una historia en la cual el contexto ha jugado un papel decisivo.
«Ambas, miedo y esperanza, son resistentes a la voluntad o a los argumentos de la razón, por lo mismo suelen ser incontrolables para el hombre. Esto mismo hace que sean pasiones contagiosas, pasan fácilmente de un individuo a otro, y constituyen el afecto principal que liga a los grupos y a las masas. Por lo mismo se oponen siempre a la calma del sabio, basada en la reflexión, en la serenidad de la razón individual. Tanto el miedo como la esperanza debilitan la experiencia del presente, y también el ánimo y la pasión por lo actual, tienden a expulsar al individuo de su experiencia y de su acción sobre sus semejantes. Por eso el miedo es desde siempre un eje de la política y la esperanza es un dominio de las religiones». Esta afirmación debe ser subrayada y recordada por las consecuencias que se analizan más adelante. «El hecho de que son comunes a todos los hombres, presentándose como amenazas o promesas que afectan la vida de cada uno, contribuyen a orientar las voluntades, de manera constructiva en la esperanza y de manera sediciosa, amenazante, en el miedo».
Se remonta nuestro analista a la filosofía clásica para mostrar el conocimiento desde hace siglos del papel político del miedo y cómo puede ser utilizado. Todo ello no había escapado al pensador florentino Nicolás Maquiavelo (1461-1527) quien hablaba en sus consejos al Príncipe de su utilización en el manejo de la cosa pública. Continúa Galende: «El miedo y la esperanza dominan el cuerpo, la mente y la imaginación de los individuos, dejándolos a merced de la incertidumbre y volviéndolos por esto dispuestos a la renuncia y a la pasividad en su presente. Spinoza en su Tratado Teológico Político, alertaba sobre la necesidad de combatir el miedo en cuanto pasión hostil a la razón, y a la esperanza, que representa una fuga del mundo actual, medios para obtener la resignación y la obediencia. En la Ética señala que se debe resistir la promesa de la religión de “un mas allá” de la muerte cuyo fin es solamente justificar la resignación y la obediencia al presente». Nos estamos acercando a fenómenos actuales que nos pueden ayudar a comprender algunos comportamientos colectivos.
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