miércoles, 3 de marzo de 2010

Miremos hacia adentro XXI – La persona y el capitalismo

Hablábamos de la posibilidad de instrumentar desde el poder sentimientos profundos que afectan a cada persona pero que, en realidad, son el resultado de situaciones sociales y políticas, muchas veces provocadas con el objetivo de manipular la conciencia de las masas. De allí que acercarnos a la conciencia personal pero sin olvidar las incidencias del espacio socio-político permite comprender algo de lo que nos está sucediendo.
Sigamos al Dr. Galende y su reflexión sobre la filosofía política: «La libertad del hombre, su capacidad activa de elegir y decidir sobre su realidad, depende de su resistencia al miedo y de su rechazo a la promesa de la esperanza. Thomas Hobbes (1588-1679) [filósofo inglés] postula que el gobierno y la razón de Estado necesitan del miedo de las masas para evitar la recaída en el infierno social de la violencia y del estado de naturaleza (el “hombre lobo del hombre”, es su conocida formula), tiene claro que los hombres aspiran a su libertad de todo poder y especialmente de la razón de Estado. El miedo es un instrumento de la política. En el extremo del pánico el miedo se muestra como el gran desorganizador del grupo o la masa, frente a él cada individuo asume por sí mismo su supervivencia. Está claro que el futuro de la sociedad, y más aun, el futuro de cada individuo es la esencia de la política, por lo mismo sobre ella como constructora del futuro se juegan siempre las amenazas o las promesas. De Maquiavelo en adelante ningún político se abstiene del uso político del miedo y la esperanza, como ejemplos actuales: el uso de la amenaza del futuro sobre el cual se propone la aceptación del presente (flexibilización laboral o riesgo de desocupación), o la esperanza de salvación si acepta resignar las necesidades del presente (bajar los salarios porque hay crisis, callar la protesta para asegurar la paz)».
En este análisis se hace una investigación sobre la utilización de la esperanza como una promesa hecha desde el poder para atraer la sumisión a los manejos de algunos políticos: prometen lo que saben que no van a cumplir, por ello ahora hace un planteo desde otra óptica. «Pero el valor de la esperanza no es solo patrimonio de las religiones. También lo es de quienes tenemos el sueño de la igualdad. La esperanza de un futuro mejor, diferente al presente, genera solidaridad, unión bajo el sentimiento activo de que es posible actuar sobre la realidad actual. La igualdad ha sido el sueño de todas las revoluciones, tiene el sentido de una ilusión, de imaginar otra realidad posible y de buscar lograrla activamente. Esta ilusión, cercana a la utopía, es un llamado a la solidaridad para transformar el presente ahora, es decir comprender lo actual para proyectar en conjunto un futuro diferente». Es interesante la distinción que nos plantea entre dos diferentes usos de la esperanza, esto evita caer en el más profundo pesimismo. Avanza sobre las diferencias.
«Se trata de pasar del estado de muchedumbre, compuesta por individuos aislados, al grupo solidario que actúa enfrentando el miedo para construir un futuro diferente. Por eso la solidaridad es política activa, es la esperanza puesta en el valor del hombre para construir su futuro». Vale recordar aquí al filósofo francés Montesquieu (1689-1755): «Los regimenes despóticos producen individuos completamente separados entre sí, o, lo que es lo mismo, mantenidos juntos por la fuerza repulsiva de pasiones que los aíslan (la avaricia, la competencia, el deseo de sobrevivir a los otros) impidiendo toda confianza y solidaridad reciprocas, desagregando a los ciudadanos a súbditos y generando así la mas completa, fatalista y vil, pasividad política, apenas interrumpida por alguna esporádica, rabiosa y fugaz llamarada de rebelión… De una manera distinta del terror, o miedo, la virtud republicana exige una transparencia absoluta de las relaciones entre los ciudadanos, su incansable actividad en la esfera publica, y, sobre todo, un relevante amor a la igualdad, tanto de los derechos como de los bienes». Si Maquiavelo se preguntaba por los riesgos que puede asumir el Príncipe al dejar la conciencia de la masa actuar desde la sola dimensión laica, sin la utilización del miedo y sin esperanza, Montesquieu se apoya en la esperanza y la solidaridad para la posibilidad de una vida republicana.
Queda planeada una pregunta que ha atravesado gran parte de la filosofía política: la relación entre el gobernante y su pueblo, los métodos de comunicación, las condiciones políticas y sus relaciones con la oposición, con los enemigos, etc.

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