La baja calidad, calidad integral, de nuestras vidas es una de las causas de las angustias a las que estamos sometidos, tal vez la más importante. Por ello, cuando se renuncia a la esperanza, porque no podemos escapar al efecto pernicioso del miedo, hemos aceptado que este estado de cosas es inmodificable, o si es posible ser modificado no es una tarea que podamos hacer cada uno de nosotros o, peor aún, es un tema que no interesa analizar. La aceptación de la promesa del éxito personal, lograble por pocos en el contexto masivo, aparta de este tipo de reflexiones. Ese éxito, obtenido en el escenario del mundo competitivo, no nos aleja de los miedos ni de las angustias, puesto que de ser así las clases acomodadas no visitarían los consultorios de los psicólogos, los psiquiatras, terapeutas en general. Es evidente que eso no es cierto, más aún, un porcentaje importante de los pacientes provienen de esos sectores sociales. Esto no significa que en el resto de la sociedad no sea necesario, lo es porque esta sociedad capitalista no perdona a casi nadie.
Continúa Galende: «Este encierro masivo hace que la vida urbana se parezca a la de la cárcel o al manicomio: conflictos y luchas entre vecinos o antiguos compañeros, pobres atacando a otros pobres, desempleados luchando contra empleados, especialmente si son inmigrantes, aun en la pareja amorosa desconfianza y cuidado de no comprometer bienes y futuro. Si prestamos atención veremos cómo los medios a través de mensajes incluidos en aparentes noticias, nos dicen que la vida es insegura, insisten con lo incierto de la economía, los riesgos de epidemias, crisis energética, catástrofes naturales, amenazas del futuro cuyo contenido ficcional se oculta. Lo eficaz es generar el miedo y lograr su capacidad de mantenernos aislados. Estas operaciones mediáticas son exitosas, mantienen su eficacia haciéndonos creer que la prioridad para cada uno de nosotros es tomar medidas destinadas a nuestra seguridad personal, nos convencen de que nuestra situación de riesgo y amenazas del futuro depende lo que podamos hacer cada uno, no del destino en común». Aquí se debe comprender que el sencillo recurso de culpar a los gobiernos oculta a quienes son los verdaderos artífices que manejan el poder en la sociedad globalizada.
Debemos reconocer en estos pocos ejemplos que el miedo esta instalado en nuestras sociedades, los políticos lo utilizarán luego según la ética de cada uno: amenazas de futuros catastróficos, de hecatombes económicas y financieras, de conflictos sociales, etc. La esperanza es su correlato opuesto y debe ser el instrumento de nuestra respuesta. «Recrudecen en el mundo los fundamentalismos religiosos, de todas las religiones, pero en esta versión moderna con una violencia inesperada: el judaísmo que en su historia no contaba la violencia y la dominación de otros pueblos; el islamismo, religión de la paz, se expresa en auto inmolaciones y terrorismo; el cristianismo, especialmente en sus variantes evangélicas, sosteniendo las nuevas guerras de la dominación económica (el caso de EEUU y el Partido Republicano en la era Busch)».
¿Será posible preservar lo humano, la solidaridad, la libertad, la justicia, el anhelo de construir un futuro común, a pesar de las amenazas políticas y de las promesas religiosas que nos rodean? Vale recordar al filósofo francés Maurice Merleau Ponty (1908-1961), cuando en la posguerra escribía: «Una sociedad no es el templo de los valores-ídolos que figuran al frente de sus monumentos o en sus textos constitucionales; una sociedad vale lo que valen en ella las relaciones del hombre con el hombre... Para conocer y juzgar una sociedad es preciso llegar hasta su sustancia profunda, el lazo humano del cual esta hecha y que depende sin duda de las relaciones jurídicas, pero también de las formas del trabajo, de la manera de amar, de vivir y de morir».
A pesar de la limitación que imponen las notas periodísticas creo que, por lo menos, hemos podido profundizar las dimensiones que quedaron propuestas al principio. Este recorrido ha intentado abarcar en una mirada amplia y profunda el núcleo de la problemática que nos aflige como ciudadanos de este tiempo político y, al mismo tiempo, poder pensar las salidas posibles. En esta etapa del recorrido, parados en el entrecruce de las dimensiones propuestas, podemos comenzar a preguntarnos una serie de temas que nos pueden habilitar a un debate mucho más rico en contenido que lo que consumimos diariamente a través de los medios. Nos confirma el Dr. Galende: «A nosotros nos toca hoy comprender las pasiones ligadas al futuro, éstas, como miedo o pánico, afectan y condicionan el presente de muchos, especialmente de aquellos que, refugiados en el individualismo, no logran comprender las razones de sus malestares. Un nuevo recrudecer del objetivismo, esta vez por vía del consumo y el mercado, lleva a que el otro, cualquier otro, pueda devenir y ser tratado como un objeto más, el individualismo ayuda a que cada uno sólo valga por su uso». Debemos asumir el futuro que queremos y comenzar a construirlo.
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