Avancemos con la investigación del periodista Holman W. Jenkins Jr. La mirada que dirige al panorama bancario de el año 2009 lo lleva a comprobar que de los cinco mayores bancos de inversión que existían sólo sobrevivían dos: Goldman y Morgan Stanley (Lehman Brothers Holdings Inc, fundado en 1850 estaba quebrado; Bear Stearns, uno de los más grandes fue absorbido por J. P. Morgan, y Merrill Lynch & Co. Inc., fundado en 1914, también). Nuestro periodista entrevista al presidente ejecutivo de Goldman, Lloyd Blankfein, quien debe afrontar las duras críticas que le realizan por ser uno de los sobrevivientes, sin que quede muy claro cómo lo consiguió. Las ironías ante mencionadas hablan de la estrecha relación con funcionarios de alto nivel. Nos comenta:
Sí, admite, la presencia de tantos ex ejecutivos de Goldman en puestos altos del gobierno a algunos les da la impresión de que la firma está moviendo conexiones (algo que él desmiente). «Pero –señala- apuesto a que cuando las aguas se calmen, volverá a considerarse como algo positivo que la gente deje de lado su búsqueda de riqueza personal y se dedique al servicio público». Sin embargo, la pregunta de si él y sus colegas le deben sus fortunas —que se han vuelto a expandir— al rescate gubernamental, no es fácil, ni para él ni para nosotros. También es un interrogante que podría convertirse en menos académico en momentos en que Goldman, en parte gracias al pánico que estremeció los mercados, se prepara para entregar bonificaciones vergonzosamente grandes a sus más altos ejecutivos, a fin de año. Esto podría o no provocar otra ronda de ataques políticos a la firma. En tanto, el propio salario del jovial Blankfein tras el año burbuja de 2006 —unos US$53 millones— ha regresado para perseguirlo en muchos informes periodísticos.
Blankfein afirma que agradece las intervenciones del gobierno que estabilizaron la crisis, pero se resiste a confesar lo que es evidente: en medio de las recientes revelaciones sobre los formidables esfuerzos de Washington para mantener activos a Goldman y Morgan Stanley. El corolario es muy repetido: «Washington considera que Goldman es demasiado grande para quebrar». Sin embargo es difícil justificar que con dinero de los contribuyentes se hayan otorgado bonificaciones espléndidas a sus ejecutivos. Lo que llama la atención hoy es la importancia acumulativa de esos esfuerzos. «Al intentar salvar al sistema, el gobierno buscaba salvar a Goldman; al intentar salvar a Goldman, buscaba salvar al sistema. Goldman = sistema, es un buen resumen».
Si AIG , un jugador enorme en toda clase de mercados, hubiera quebrado, el impacto en la economía hubiera sido incalculable. Al día de hoy, se afirma que el rescate de AIG era un rescate encubierto de Goldman. AIG había emitido gran cantidad de garantías respaldadas por hipotecas de alto riesgo; Goldman había comprado gran cantidad de esas garantías. AIG fue rescatada, aunque eso quiso decir que el dinero de los contribuyentes, en cierto sentido, fue a parar al bolsillo de Goldman para cumplir con las obligaciones de colateral de AIG. Las teorías de la conspiración siempre surgen cuando ocurren eventos de grandes consecuencias. No cabe duda que Blankfein estaba cuidando su firma y que Paulson y compañía intentaban evitar un colapso económico.
Entretanto, ¿qué pasa con las bonificaciones de Goldman? Con franqueza, Blankfein afirma que si tiene que decidir entre satisfacer las iras políticas y mantener contenta a su gente, optará por lo segundo. «La columna vertebral del desempeño, el éxito y la longevidad de Goldman durante este período, además de la suerte, es que nos empeñamos en tener más suerte, debido a nuestra gente. Y tengo la obligación de mantener la firma y la franquicia intactas». Es una buena manera de justificar que en plena crisis bancaria la remuneración de los altos ejecutivos no sólo no decreció, sino que aumentó en un porcentaje muy considerable. Ante ello el profesor Juan Torres López comenta:
Los Bancos y entidades financieras que causaron la crisis han logrado salir de ella reforzados, sin que se hayan puesto en cuestión sus privilegios y con mucho más poder económico y financiero gracias a que los Gobiernos y los Bancos Centrales asumieron el principio de que eran demasiado grandes para caer. Con ese criterio se han podido justificar las ayudas multimillonarias de todo tipo que se han puesto en sus manos a pesar de que así se ha dejado sin sancionar los comportamientos irresponsables, se incentiva que se vuelvan a dar y se hace a los grandes bancos más grandes aún, lo que hará que la próxima crisis que provoquen sea más dura y difícil de gobernar que esta.
Lo que no merece comentarios de la prensa internacional, ni de los altos funcionarios públicos y privados, es el tendal de gente que ha quedado a la intemperie. Partiendo de esta realidad Torres dice:
En los dos últimos años se ha empezado a comprobar que docenas de miles de personas y pequeñas y medianas empresas han sido sencilla y llanamente engañados por los Bancos que les ocultaban la letra pequeña de los contratos, que disimulaban los riesgos de los seguros que les vendían con otro nombre u ocultos en fórmulas incomprensibles y que, en suma, establecían condiciones leoninas en los préstamos o créditos que les ofrecían como si fueran un regalo de la providencia. Las autoridades miraron entonces a otro lado y les dejaron hacer y ahora que cientos de miles de personas han perdido sus viviendas o se enfrentan a obligaciones de pago de las que nunca fueron advertidas, siguen disimulando y protegiendo a los privilegiados causantes de todos estos abusos.
El sistema financiero ha demostrado palmariamente que no todos somos iguales ante la Ley, la Justicia espía por debajo del vendaje de los ojos.
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