miércoles, 11 de febrero de 2009

¿Cuánto mide el metro?

Hemos hablado del dato, de la información, ahora detengámonos un poco en los modos de la interpretación que utilizan los que se proveen de algunos de los datos que se recogen. Con ello construyen alguna propuesta de información, para después lanzarla por los canales de la comunicación. Como la interpretación, que contiene toda información, tiene algún responsable que la practica, lo que sorprende es cómo se aplican criterios tan diferentes según sea quien ha arrojado algunas frases al ruedo periodístico. Podemos leer, en el mismo medio que interpreta y construye información, afirmaciones contrapuestas sobre un mismo tema dependiendo de a quien se le atribuye lo dicho.
Hagamos un ejercicio. Comienzo por una broma que circulaba durante la presidencia de Bill Clinton: paseando por su estado natal, Arkansas, con su esposa se detuvieron a cargar combustible en una estación de servicio. Mientras el empleado cargaba combustible Hillary le comentó a Bill que esa persona había sido un novio suyo en su adolescencia. Bill, entonces, con una sonrisa le dijo: “Si te hubieras casado con él hoy serías la esposa de un simple empleado”. Hillary, le devolvió la sonrisa con picardía y le contestó: “No querido, estás equivocado, él sería ahora el presidente de los EEUU”. Es decir, la broma dejaba traslucir quien era la que realmente decidía. Sin embrago, nunca hemos podido leer en los medios que en los EEUU había un “doble comando”. Recuérdese esto para cuando la nueva dama Michelle Obama haga sentir el peso de sus opiniones.
Sigamos con el juego: «Esto es sólo el principio de un largo viaje de regreso al progreso y la prosperidad» es decir es el tránsito desde el infierno, pasando por el purgatorio, para regresar a ese estado ideal. Esto ¿puede ser catalogado como la queja habitual por la “pesada herencia”? Todavía no hemos oído ni leído que se hayan hecho comentarios por este tipo de afirmación de Obama. «La situación no podría ser más grave. Es inexcusable e irresponsable estancarse y demorarse mientras millones de estadounidenses están perdiendo sus trabajos. Es hora de que el Congreso entre en acción».
El discurso que hemos escuchado aquí, repetidas veces desde el 2003, es que habían fracasado las ideas que sostenían que el mercado lo podía resolver todo. Esto fue analizado como un discurso propio de los “setentistas”, lo mismo que el que sostenía que se debía proteger la industria nacional y los bienes producidos en nuestro país. Ahora nos dicen que Obama está proponiendo la necesidad de comprar lo producido en EEUU para salvaguardar los puestos de trabajo, pero esto no es retrógrado, es la necesidad de navegar la crisis. Agregó Obama: «No vamos a mejorar con las mismas políticas que en los últimos ocho años duplicaron la deuda nacional y pusieron a la economía en caída libre», ¿no habíamos oído decir lo mismo años atrás aquí? Sin embargo no se lo ha analizado con el mismo parámetro. Además el tono agresivo que se le adjudicó al discurso presidencial de aquí, no hace tanto tiempo, debemos compararlo con estas palabras de Obama: «No me vengan con los mismos argumentos e ideas gastadas que ayudaron a crear esta crisis», que a no dudar, no merecerán las mimas críticas.
“No podemos adoptar la fórmula perdedora que dice que sólo los recortes impositivos solucionarán cada problema que tengamos, eso ignora nuestros críticos desafíos como la adicción al petróleo importado, el altísimo costo de los seguros de salud o las escuelas que se caen a pedazos”, dijo Obama en un discurso desde la Casa Blanca. Esta ambigüedad en la interpretación de los analistas nuestros ¿debemos atribuirla a la diferencia de idiomas y a sus respectivas traducciones? O, tal vez, ¿debamos pensar que los medios tienen diferentes “metro patrón” según quien es el que se ve sometido al análisis? Salvo que, como alguien ha dicho, el problema es que Obama ha leído a Perón, pero ese es un Perón para uso “made in USA”, entonces es aceptable.

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