La globalización (para ser más específicos: la norteamericanización) del mundo trajo aparejado la necesidad de un manejo de la información bursátil que potenció el desarrollo tecnológico de los medios de comunicación. Hablé en la nota anterior de la trama de intereses que se escondía detrás del sistema comunicacional. Estos comprendieron con bastante claridad la enorme gama de posibilidades que se ponía a su disposición. Puesto que otra de las consecuencias del proceso mencionado es el entrelazamiento más profundo entre negocios y política. Si los medios pueden convencer al público, a través de su aparato publicitario, que se consuma lo que se publicita ¿como no utilizar esto para la política? Estas últimas décadas hemos podido observar las mismas técnicas de marketing para vender mercancías como para vender candidatos políticos.
Establecido el mecanismo de mercado aplicado a la política, los candidatos se fueron convirtiendo en productos políticos. El resultado de esta conversión fue que los grandes empresarios de los medios (los que se entremezclan con las de todo tipo de actividad comercial) pasaron a ser un factor de poder fundamental en el juego del marketing político y, de este modo, pasaron a ser actores políticos de importancia decisiva. La relación medios y políticos puede observarse en las campañas electorales y comprobar cuántos de los que se postulan son en realidad una invención de esos medios, sin que algunos de los candidatos tenga representación real de ninguna especie. También pueden colocar a algún candidato en el primer plano de la popularidad (como se hace con algunos cantantes) o pueden intentar destronar a otro con una campaña difamatoria. Para esto último no hay límites. Veamos un hecho reciente.
El llamado a elecciones para aprobar o rechazar la enmienda constitucional en Venezuela ha sido un tema de largo tratamiento en la prensa internacional y local. La llamada reelección indefinida se planteó como un intento de perpetuación en el cargo del actual presidente Hugo Chávez. Y como todo intento de esta naturaleza parece lógico hablar de dictadura. Sin embargo, nos dice el politólogo Atilio Boron: «La existencia de una norma semejante rige en los principales países de Europa: es por eso que Helmut Kohl pudo ser canciller de Alemania durante dieciséis años y si no continuó en el poder fue debido a un escándalo financiero que lo desacreditó ante la opinión pública de su país. Felipe González fue presidente del gobierno de España durante catorce años y Margaret Thatcher, primera ministra del Reino Unido por once años. Si no continuaron en sus cargos fue porque perdieron el consenso popular, no porque hubiera una cláusula de “no reelección” que lo impidiera».
Los medios debieron haber recordado al público internacional que los siguientes países europeos incluyen en sus regímenes electorales la reelección indefinida del presidente o del primer ministro o de ambos según el caso: España, Francia, Italia, Portugal, Alemania, Eslovaquia, Suecia, Inglaterra, Dinamarca. Bélgica, Grecia, Chipre, Eslovenia, Letonia, Países Bajos y Luxemburgo. Es decir, el referendum de Venezuela planteó la consulta por un sistema similar a los de los mencionados países europeos. Pero no garantiza la elección indefinida de nadie, puesto que deberá ganar cada una de las elecciones a las que se postule y esto vale también para la oposición. No le pregunto al lector si Chávez le gusta o no, le propongo reflexionar sobre el diferente tratamiento que se hace en un caso u otro. Tengo la seguridad de que nunca oyó hablar del dictador Helmut Kohl, la dictadora Margaret Thatcher, el dictador Felipe González, etc.
Habíamos hablado de seleccionar, editar, redactar los datos de cada noticia, acá vemos como se dice algo y se ocultan otros casos similares que desmentirían lo afirmado. Y tampoco se hace mención de lo que nos recuerda Boron: «En suma: la cláusula aprobada ayer es la contrapartida de otra, profundamente democrática también, que le otorga a la ciudadanía la capacidad para desalojar de su cargo a quien mal se desempeñe en el mismo. Esta cláusula revocatoria es un arma formidable que la Constitución Bolivariana puso en manos del pueblo; pero todavía no le ofrecía la necesaria contraparte: la capacidad para reelegir a quien había gobernado bien».
Pues de esto se trata: de saber dónde buscar la información, como corroborarla con otras fuentes, para evitar la manipulación de esa información que realizan los grandes medios internacionales.
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