Por lo ya expuesto, debemos entender la necesidad de plantearnos, como consumidores de información, una selección sobre la oferta informativa, atendiendo a los criterios, ideologías, tendencias políticas, intereses que representan, y decidir por qué medios nos informaremos. Para que ello sea posible, corresponde imponer una exigencia a esos medios: que definan quién está informando, cuál es su línea de pensamiento y, respecto al medio en el que trabaja, a qué intereses está ligado, etc.
Hoy todo ese tipo de definición se oculta tras la ya analizada “objetividad”. Por tal razón, como esta tarea recae sobre nosotros, en nuestra condición de consumidores de la información, debemos asumir el averiguarlo y definir si coincidimos con ese modo de investigar e informar o no y, a partir de allí, tomar una decisión. Ha quedado atrás aquel periodismo, que apareció en nuestro país hace ya mucho tiempo, que se definía como un periodismo de opinión. Se sabía que la información correspondía al partido tal, a la iglesia X, al grupo de opinión Z, etc. O que quien escribía era de ideas claramente definidas y que no se ocultaban.
La aparición del “periodismo profesional” dio la sensación, porque así se transmitió, de que hacía su tarea sin responder a ningún interés previo, de allí la defensa de la “objetividad”. Ese “periodismo profesional”, que impone el estilo estadounidense, fue la consecuencia de la mercantilización de la práctica informativa, de la aparición de “organizaciones para la producción y distribución de la información” como señala Gerbner, es decir, de haber transformado un servicio a la comunidad en un negocio a cargo de empresas que introdujeron en la actividad criterios comerciales como función fundamental.
Por tal razón, por lo que hemos estado analizando, debemos hacernos cargo de un tema crucial de la sociedad actual, denominada no casualmente la “sociedad de la información”. Aunque esta denominación es mucho más abarcadora, incluye todos los modos del fenómeno de la comunicación de masas. Este fenómeno, que lleva más de un siglo de existencia, pero que adquirió una presencia determinante en las últimas décadas, debe ser estudiado y analizado detenidamente por las importantes implicancias que tiene en estos tiempos como obstáculo para la consolidación de un cuerpo comunitario sano y sólido en el nivel nacional.
Su importancia no debe ser minimizada, dado que ha logrado un grado de fascinación tan extremo, en el seno de la sociedad de masas, que no es sencillo poder despegarse de él para adquirir la distancia necesaria en su estudio. Por la misma razón, no es fácil hacerse escuchar respecto de las críticas imprescindibles contra la utilización que se hace de ellos. Se ha logrado un efecto perverso que es necesario denunciar, aun a riesgo de ser tildado de antidemocrático, puesto que toda crítica que aparece sobre ellos es denostada como un intento de atacar la libertad de informar. El recurso tan utilizado es la defensa de la libertad de prensa, que encubre la libertad de empresas. A este argumento recurren las empresas de comunicación cuyos intereses desbordan, en demasía, lo meramente periodístico. Lo que se puede observar es que muchos comunicadores asumen la defensa de esa modalidad comercial: algunos por ingenuidad o ignorancia; otros, por haber sido formados dentro del criterio de que la información es un negocio como tantos otros y que debe practicarse como tal; otros, mercenariamente por las muy buenas remuneraciones que reciben.
Como resultado de lo expuesto cabe hacernos la pregunta ¿qué comunican los medios de comunicación? Y la respuesta que nos demos definirá una posición adoptada ante este problema. Contamos hoy con una ventaja. Desde no hace mucho tiempo, pero cada vez con mayor intensidad, este tema se ha convertido en un problema a debatir por una gran cantidad de personas, ha ido invadiendo los hogares, el ámbito educativo, las diversas conversaciones cotidianas. Lo que no hace tanto tiempo era sólo un debate áulico hoy ha “ganado la calle”. La cotidiana frecuentación de un diario, del noticiero en la televisión o de la radio, en la búsqueda de ese pan diario de la información, para saber qué está pasando, me parece que está dejando de ser una actividad ingenua. Aquello tan viejo de “lo dijo la radio” actualizado hoy por “lo dijo la televisión” ha dejado de ser un criterio de “verdad”.
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