Las cosas que hemos venido leyendo nos coloca frente a un problema, uno
más, que generan las prácticas comerciales de las multinacionales. Son
problemas que por momentos nos sorprenden porque nos cuesta aceptar hasta donde
pueden llegar. Muchas veces nos damos cuenta que nuestra imaginación es muy
pobre frente a la creatividad de este tipo de empresas. Una película inglesa de
hace un tiempo atrás, El jardinero fiel, denuncia en su trama las prácticas que
venimos leyendo basada en hechos reales que se produjeron en Kenia. Sin embargo
hay una vieja afirmación: «la realidad supera a la ficción» que se aplica a la
perfección a estos casos. Parte de lo que denuncia el Dr. Ávila Vázquez entra en esa
actitud de incredulidad porque sobre esas prácticas que aparecen en la película
se encuadra en la idea de que en África se puede hacer cualquier cosa, puesto
que muy pocos se preocupan por ese continente. Pero debemos hacernos cargo de
la denuncia de este médico: «Los costos de las
investigaciones son crecientes, los innumerables abusos cometidos contra los
pacientes han ido generando mecanismos de protección del público en los países
centrales y, como consecuencia de ello, se incrementa el desplazamiento de los
ensayos hacia países de desarrollo intermedio, donde los médicos están bien
formados y pueden cumplir con eficiencia los pasos instrumentales de los
protocolos, sobre todo cuando llegan a percibir como pago hasta 12.000 u$s por
cada paciente sometido a ensayos». Una vez más el dinero sometiendo a la ética.
«La Red Latinoamericana
de Ética y Medicamentos confirma que el número de ensayos clínicos está
aumentando exponencialmente en nuestra región y que el incremento se debe entre
otras causas a la facilidad de reclutar pacientes sobre todo entre los grupos
más vulnerables, es decir entre los pobres. Los ensayos consisten, básicamente,
en probar en un grupo de pacientes una nueva droga y compararla contra una ya
conocida y de probados efectos o a veces contra placebo (nada); se busca
mejorar los efectos terapéuticos y disminuir los tóxicos; la mayoría de los
estudios tienen resultados negativos o no superiores a los preexistentes».
Nuestro país responde a las exigencias de los laboratorios: tenemos pobres,
médicos muy bien formados y dispuestos a transgredir la ética profesional por
dinero.
Habiendo cubierto
las exigencias nos dice: «Actualmente entre nosotros se llevan adelante cientos
de pruebas, sobre miles de pacientes, experimentando muy diversas drogas como antidepresivos,
antiepilépticos, anticoagulantes, drogas neurológicas, inmunológicas, etc. (no
hay para chagas ni dengue, porque no son redituables). Los efectos
perjudiciales a corto y largo plazo son desconocidos y la prensa “científica”
generalmente los esconde. Simultáneamente los costos de cuidado de esos
pacientes siguen a cargo de la
Salud Pública o de la obra social del paciente reclutado para
el ensayo. Me pregunto ¿porque el PAMI, APROSS, DASPU, PRENSALUD u otras
mutuales no han tomado medidas para evitar que los costos de los ensayos con
sus afiliados recaigan sobre sus fondos solidarios?».
No es que no se
haya hecho nada al respecto, pero no parece suficiente, según nuestro
comentador: «Se aprobó una ley que intenta regular la actividad, es un paso
adelante pero insuficiente. Es preciso defender los derechos ciudadanos de los
pacientes cuando la ciencia neoliberal los manipula con fines estrictamente
comerciales. Con ese objetivo la
UNESCO emitió la
Declaración Universal de Bioética y Derechos Humanos en 2005,
formulando lineamientos que promueven la defensa de los grupos vulnerables;
propendiendo al beneficio de la comunidad que pone su cuerpo; protegiendo a las
personas de los daños a su salud; justificando las investigaciones
transnacionales solamente en la necesidad del país anfitrión; exigiendo la
independencia de los comités de ética de evaluación, respecto de los
laboratorios y CRO locales, entre otros aspectos. El avance del conocimiento
humano es importante para mejorar las condiciones de vida de la humanidad, pero
no su única condición. La
Comisión de Determinantes Sociales de la OMS publicó que los avances en
medicamentos y tecnología, entre 1991 y 2000, evitaron 176.633 muertes en EEUU,
pero si la tasa de mortalidad en afro-americanos fuera igual a la de los
blancos se hubieran evitado 886.202 muertes, demostrando que el problema no
está en que nos falten conocimientos sino que las herramientas para cuidar y
recuperar la salud no están al alcance de todos por la gran inequidad del
sistema».
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