Los autores del artículo del semanario Der
Spiegel agregan:
El mundo del tráfico de
órganos se reduce a un esquema muy simple. Hay países importadores y países
exportadores: Israel, Arabia Saudí, los Estados Unidos y Canadá pertenecen a
los países importadores. China, India, Filipinas, Egipto y Moldavia a los
países exportadores. No hace falta ser miembro de Attac[1] para ver en el tráfico de órganos una
parábola de los desequilibrios de poder mundial: los órganos se trasplantan de
pobres a ricos, de gente con piel negra o atezada a gente de piel blanca. Los
receptores regresan a sus países de origen, donde los médicos no plantean
muchas preguntas y la atención sanitaria, por lo general privada, les está
garantizada. A los “donantes”, por el contrario, no les espera una buena vida:
la atención médica escasea, las posibilidades de infecciones y hemorragias
post-operatorias son elevadas.
El tráfico de órganos tiene también una
dimensión política. Agrega Àngel Ferrero que el caso de la clínica de Priština
está bien documentado por Jonathan Ratel, un fiscal que llegó a Kosovo en el
2010 como miembro de EULEX[2],
la misión de la Unión Europea que tiene como objetivo la construcción de un
estado de derecho. Lo que EULEX encontró en Kosovo es cualquier cosa menos un
estado de derecho. Según las investigaciones de Ratel, en la clínica de Beer se
han trasplantado de 20 a 30 riñones a clientes multimillonarios. El cirujano
responsable, Yusuf Sönmez, apodado por la prensa como “Dr. Frankenstein”, ha
declarado, no sin cierto orgullo colegial, haber trasplantado 2.200 riñones en
total (además de Kosovo, se cree que este tipo de clínicas ilegales operan
también en Kazajstán y Chipre), y se jacta de haberlo hecho a un ritmo
industrial. Si el sistema ha podido funcionar tan bien es porque cuenta, por
supuesto, con la complicidad de los médicos y autoridades.
Y si el caso ya resulta repugnante, aún hay
neoliberales, como el indio R. R. Kishore o el ya mencionado Víctor Grífols,
que intentan justificar con toda suerte de sofismas este negocio criminal y
acusan a los críticos de “hipocresía” y “paternalismo”:
La venta de órganos podría
equipararse con la prostitución, y debería ser en consecuencia perfectamente
legal, pues incluso ayuda a mejorar la situación económica de estas personas.
Si el paralelismo con la prostitución es a todas luces exagerado, nada más
lejos de la realidad que la vida de las víctimas de las redes de tráfico de órganos
en realidad mejore. Como recuerdan los autores del artículo del semanario, se
han llevado a cabo encuestas en los arrabales de la India, Bangladesh, Egipto o
Filipinas entre los “donantes” de órganos y los resultados hablan por sí solos:
la mayoría se queja de que su vida no sólo no mejoró, sino que empeoró desde
entonces.
Lo que puede parecer una noticia de las
páginas amarillas de algún pasquín debe ser tomado como un emergente del grado
de deshumanización que conlleva cierto modo de pensar desde el mercado. Cuando
éste es librado a su propia dinámica le pone precio a todo y nada lo detiene en
su avance de incluir en él cuanto puede ser reducido a mercancía. Si bien la
explotación del capitalismo clásico ya anunciaba estas posibilidades la
consolidación del neoliberalismo en las décadas de los ochenta y los noventa
llevó esta posibilidad hasta límites impensados.
Si la utopía de mundos mejores está hoy
adormecida a la espera de mejores tiempos, no por ello debemos renunciar a la
defensa de las reglas más elementales que preserven la dignidad humana, en la
medida de lo posible. Si nos unimos tras objetivos menos pretensiosos es
posible que mañana podamos debatir sobre aquellos aspectos que no son compartidos
por todos. Hoy por lo menos podemos intentar poner un freno a este avance
despiadado. Para ello la divulgación de este tipo de noticias podrá alertar
sobre los riesgos que nos rodean.
[1] La Asociación por la Tasación de las Transacciones Financieras y por
la Ayuda a los Ciudadanos (ATTAC) es un movimiento internacional
altermundialista que promueve el control democrático de los mercados
financieros y las instituciones encargadas de su control mediante la reflexión
política y la movilización social.
[2] El EULEX (European Union Rule of Law Mission in Kosovo es una misión
civil de la Unión Europea para el imperio de la ley) es una misión de la Unión
Europea que tiene como objetivo hacer un despliegue planificado de recursos
policiales y civiles en Kosovo tal como está previsto.
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